inteligentes y sustentables

Las casas pasivas y la domótica crean ambientes responsables con el medio ambiente y, al mismo tiempo, no recortan comodidades. Además, la certificación LEED y sus ejemplos en el país.

Txt: Nicolás de la Barrera Ph: Gentileza empresas

El uso de la energía solar para dar electricidad a las casas es una de las características de la arquitectura sustentable. Pero lo que muchas personas no saben es que esta estrategia es apenas una de las aristas de esta forma de construcción respetuosa y consciente del medio ambiente.

Un error común es pensar, además, que forma parte de una corriente nueva dentro de la arquitectura porque sus beneficios son, actualmente, uno de los desafíos más grandes que enfrentan todos los países: cómo reducir la contaminación y de qué forma ser más creativos y ahorrar energía. Y aunque parezcan salidas de una historia de ciencia ficción, las llamadas casas pasivas, que apenas utilizan energía convencional, aparecieron por primera vez en entre la década del ‘60 y ‘70. Nuestro país tiene ejemplos de este tipo de construcciones que ya cumplieron, al menos, cuatro décadas.

Claro que los conocimientos avanzaron, y también los hábitos cambiaron: se sumaron otros tipos de consumo en las viviendas y, desde ya, la tecnología creció de forma exponencial. Con el objetivo de dar mayor seguridad sin descuidar el confort, y con el beneficio de ahorrar energía, la domótica llegó para hacer realidad un viejo sueño: el de la casa inteligente. En tanto que las certificaciones LEED, que homologan y certifican las edificaciones sostenibles con eficiencia energética, son la última muestra de que la arquitectura sustentable es una cosa seria, en un mundo que se debate entre el cambio climático y el mayor cuidado por el entorno que nos rodea.

Energía del entorno

Construir una vivienda o un edificio en función del clima del lugar. De eso se tratan las casas pasivas o ‘passivhaus’ (por el estándar alemán) que, además de adaptarse a las condiciones del tiempo, también apuntan a la reducción del consumo energético, sin sacrificar confort. Funcionan a partir de una aislación efectiva y sistemas de ventilación (que pueden correr bajo tierra, por ejemplo) que mantienen los espacios frescos cuando las temperaturas son elevadas. En cambio, cuando llega el frío, se aprovecha todo lo que se puede la radiación solar, provocando un “efecto invernadero” hogareño que permite sostener la calidez de los ambientes. Pero además, los especialistas en este tipo de arquitectura ponen especial énfasis en las infiltraciones de aire y en la orientación al sol de las construcciones.

Si bien cada construcción es diferente porque los climas de cada región varían, las casas pasivas deben tener algunas claves aseguradas: por un lado, además de contar con un óptimo aislamiento también deben eliminar los puentes térmicos, esto es, que el material envolvente no debilite su función ante un cambio de ángulo de la construcción, en un borde o por cualquier otra cuestión. Un control de las infiltraciones y una ventilación mecánica que, a su vez pueda, recuperar el calor, son otros dos puntos importantes. Además, el uso de amplias ventanas y aperturas que permitan el ingreso de radiación solar y materiales que resguarden la temperatura interior son las formas indispensables de este tipo de arquitectura.

Nuestro país no está ajeno a las casas pasivas: a mediados de la década del 70, en las ciudades de La Plata, Rosario y Mendoza se levantaron las primeras. “Se hicieron con los conceptos de la arquitectura solar, incorporando el tema de la captación del sol para generar agua caliente, calefacción, cuestiones relacionadas a secadores de ropa solares, y tenían sistema de aire acondicionado solar pasivo, sin piezas móviles”, cuenta Jorge Czajkowski, arquitecto e investigador del CONICET en el Laboratorio de Arquitectura y Hábitat Sustentable.

Según la Guía del estándar Passivhaus, una casa pasiva puede ahorrar hasta 90 por ciento de su consumo energético en un año. La realidad es que este tipo de arquitectura aún no se expandió de manera exponencial, aunque quienes la impulsan creen que, en tiempos en donde las medidas contra el cambio climático y la sustitución de combustibles fósiles se convirtieron en una prioridad, este tipo de construcción aportaría una parte de la solución. En Europa, hasta 2012 se calculaba la existencia de un 35 mil edificios con estas características. Y ya se habla de un nuevo sello, las casas ‘passivhaus’ plus: viviendas que producen más energía de la que consumen.

Seguridad, confort y ahorro

Tener una “casa inteligente” es una de las ideas más recurrentes en numerosas películas, aunque algo de aquella fantasía existe en la realidad. Se trata de que, sin utilizar una conexión a Internet, la tecnología reconozca, a través de sensores y de la configuración hecha previamente por el usuario, cuándo es conveniente dejar pasar más luminosidad del exterior o cuándo prender las luces para simular la presencia de personas en la casa o en qué momento conviene desconectar ciertos equipos para ahorrar energía o, por el contrario, encender los equipos de aire. “En primer lugar, la ventaja que ofrece la domótica es el incremento del confort, después la eficiencia energética y tercero la seguridad. En la Argentina, mayormente, la gente se está acercando porque busca seguridad y después termina logrando los otros beneficios como un valor agregado”, cuenta Sebastián Aued, jefe de operaciones de la firma especializada en Domótica, Life2Better.

En relación a las automatizaciones en iluminación, Aued explica que “se pueden crear diferentes ambientes lumínicos que acompañen el comportamiento de los propietarios, como tener una escena específica para escuchar música, una para leer y otra para comer”. “Otro ejemplo de confort es que si a mi me gusta despertarme a la mañana con la luz del sol, entonces se puede hacer que las cortinas se vayan levantando de a poquito de manera automática”, describe.

En detalle, una instalación de domótica se articula con la red eléctrica y de comunicaciones de cada hogar, y puede controlarse a distancia a través de la computadora o un celular. El ahorro energético puede alcanzar hasta el 30 por ciento de consumo de energía eléctrica en un año, explica el especialista. Y el ámbito de la aplicación no se limita al uso hogareño. “Se usa mucho en el ámbito laboral, en donde apunta más a la seguridad y al ahorro energético. Se puede utilizar para maximizar las normas de seguridad, detectar aperturas de puertas, presencia de humo o incendios y sobre todo para automatizar iluminación, para que no queden las luces de las oficinas prendidas después de hora. Y también para lo que es el control de calefacción y de equipos de aire acondicionado”, explica Aued. A su vez, con el desarrollo de los asistentes virtuales y el reconocimiento de voz, las posibilidades de climatización y automatización se multiplican.

LEED: la medalla de los edificios verdes

La historia de la arquitectura sustentable marca un camino de evolución, pero hace algunos años, la misma debió ser ordenada. “En un primer momento, cualquiera que colocaba un panel solar en el techo o una enredadera en el muro decía que eso era arquitectura sustentable. Como había tal caos entonces, una ONG estadounidense, el Green Building Council, decidió armar un protocolo, con el que se evalúa el impacto que tiene el edificio y en función del puntaje podrá ser el nivel de certificación de edificio verde, que puede ser de nivel plata, oro o platino, que es el más alto. Esto es el protocolo LEED de diseño verde”, explica Czajkowski .

En nuestro país, el edificio de oficinas Altman Eco Officees es el que cuenta con la certificación más alta. Techos verdes, un uso eficiente del agua, la energía y de los materiales utilizados en su construcción, así como reducción de los desechos y de la contaminación enviada al medioambiente le valieron un LEED Platinum.

Las oficinas de Google en Puerto Madero (LEED Plata) hacen un uso del agua y de la iluminación que responde a sensores de movimiento, para evitar el derroche de energía, mientras que el aprovechamiento de la luz solar se lleva al máximo.

Si cada actividad debiera hacer un aporte para cambiar el rumbo de contaminación actual, entonces la arquitectura podría presentar las casas pasivas, la domótica y las certificaciones LEED. Nuevos materiales, diseño y tecnología, las llaves de un futuro sustentable.

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