Educar desde lo que somos

En una charla con Ba Mag, Laura Gutman, terapeuta y autora que ya lleva editados diez libros, comparte su mirada sobre la paternidad, la crianza y nos invita a explorar nuestra propia realidad emocional a través de “La biografía humana”, una metodología de indagación personal que ella misma creó.

Txt: Connie Royo Ph: Gentileza Laura Gutman

 

Este año, Laura Gutman, terapeuta especializada en las relaciones entre adultos y niños, y referente internacional sobre temas de maternidad y crianza, presentó su décimo libro: “La biografía humana”, una metodología de indagación personal que ella misma fue desarrollando durante los más de 30 años de trabajo y con la que propone acompañar al individuo a abordar su propias emociones. Desde allí, nos invita a partir en un interesante viaje de autoconocimiento “tomando en cuenta el punto de vista del niño que ha sido”. “Porque si no entramos en contacto con ´eso que somos´ -aduce-, no estaremos en condiciones de vibrar, sentir, comprender y apoyar a un niño hoy. No es posible sentir ni validar el punto de vista de un hijo, si ni siquiera podemos sentir eso tan profundo que grita desde nuestras entrañas”.

Laura, ¿qué es “La biografía humana”?

Es el resultado de muchos años de trabajo en el área de los acompañamientos terapéuticos con los adultos. Empecé atendiendo madres de niños pequeños con sus dificultades cotidianas a cuestas. Rápidamente me di cuenta que las dificultades estaban alojadas en las vivencias de las propias infancias y sobre todo en los niveles de desamparo experimentados, aunque los individuos no tengamos conciencia de eso. A partir de allí continué atendiendo gente, investigando, formando equipos de profesionales y buscando herramientas para poder llegar al nudo de la verdad de cada individuo, fuera de prejuicios u opiniones discutibles. Mis libros intentan explicar de una manera fácil y coloquial cómo funciona este sistema terapéutico.

¿Cuáles son las principales complejidades de la biografía humana?

Para un terapeuta entrenado, el principal desafío es constituirse en un detective, es decir, en alguien que busca lo que no es evidente, lo que está oculto, lo que el individuo no recuerda o no tiene organizado en su conciencia. Por eso, en lugar de “escuchar” todo lo que un individuo tiene ganas de decir, necesitamos organizar una hipótesis de trabajo, encontrar las piezas que faltan en el “rompecabezas” de esa vida y chequear lo que encaja y lo que no. Intentamos mirar la vida de ese individuo desde un punto de vista amplio, global y que incluye la historia lo más objetiva posible de cada persona y de su entorno.

¿Cuál es el peso -a lo largo de la vida- de las carencias de la infancia?

Es enorme. En primer lugar porque los niños llegamos al mundo totalmente dependientes de los cuidados maternos. Esperamos ser resarcidos y colmados como estuvimos durante nueve meses en el útero materno. No recibir los cuidados, la protección, el cobijo, la presencia, la permanencia, la nutrición y la disponibilidad emocional materna es un verdadero desastre para el niño que hemos sido. Pero el mayor problema es cómo vamos a reaccionar luego para sobrevivir a ese desamparo primario. Allí es donde se organizan nuestros “personajes”, que no son más que disfraces con los cuales intentaremos salir al mundo. La distancia que se va generando entre el ser esencial de cada individuo y ese “personaje” que actúa, es inmensa. Luego, el desconocimiento sobre nosotros mismos se acentúa. Y se instala el sufrimiento en cualquiera de sus formas.

¿Es posible ayudar a los hijos a que vivan una infancia que no genere consecuencias negativas en el manejo de las emociones de su vida adulta?

Antes de pretender ayudar en algo a los hijos, entiendo que es urgente entrar en contacto con el “sí mismo verdadero”: básicamente con el niño real que hemos sido. Porque si no entramos en contacto con “eso que somos”, si no nos comprendemos ni nos compadecemos del niño que hemos sido… no estaremos en condiciones de vibrar, sentir, comprender y apoyar a un niño hoy. No es posible sentir ni validar el punto de vista de un hijo, si ni siquiera podemos sentir eso tan profundo que grita desde nuestras entrañas.

¿Qué pasa cuando no hay recuerdos?

Es parte del trabajo de “detective”: hay que buscar pistas donde parece que no las hay. Los recuerdos pueden ir apareciendo si ofrecemos palabras sencillas que van calzando en las experiencias infantiles de cada individuo. La idea es buscar las “piezas” que faltan en el rompecabezas, que ordenan todo el campo emocional en la vida de un individuo.

¿Inevitablemente las experiencias negativas en la niñez -el desamparo, el abandono, la violencia, los engaños, etc.- determinan la vida adulta? ¿Hay posibilidades de evitar que esto ocurra?

Por supuesto, todo aquello que nos acontece durante la infancia va a ser la semilla de lo que desarrollaremos en la vida adulta. Pero lo más grave no es lo que nos pasó, sino las interpretaciones que le han dado los adultos (generalmente nuestra madre) a eso que nos pasó. Esas palabras dichas fueron las organizadoras de nuestra psique y habitualmente han nombrado las cosas desde la lente de mamá, (quiero decir que raramente han descrito nuestros estados emocionales reales, sino los de mamá). Por ejemplo, si mamá dijo “tú eras maduro, te arreglabas solito”, nosotros recordaremos todo lo que hacíamos bien y también recordaremos con lujo de detalles las penurias de mamá. Pero nadie nombró en aquel entonces nuestras necesidades infantiles insatisfechas, nuestros miedos, nuestra necesidad de compañía, sostén, presencia y comprensión por parte de los mayores. Y eso, justamente, no lo recordaremos.

¿Existe la infancia “perfecta”?

Somos seres humanos. No me parece que nuestro problema sea alcanzar algún grado de perfección. Sino tratar de conocernos más a nosotros mismos.

¿Es necesario mandar a los chicos al psicólogo?

A mí me parece un despropósito porque en calidad de niño, es dependiente de la capacidad de amar de sus padres o adultos a cargo. No hay nada que un niño pueda resolver visitando a un psicólogo. Todo aquello que el niño manifiesta, obviamente es consecuencia del desamor, la falta de tacto, de entrega, de permanencia, de compasión y de presencia real por parte de los adultos. Que esto sea tan frecuente (que los adultos no tengamos capacidad para amar a nadie, mucho menos a los niños), tendremos que revisarlo en un contexto más amplio, que es la lógica del patriarcado.

¿Existe la posibilidad de transitar una infancia que no genere ninguna consecuencia negativa en el manejo de las emociones de la vida adulta?

En primer lugar, yo no le doy un valor a las emociones. Estas no son ni positivas ni negativas. En segundo lugar, si hay algo que no “manejamos” (ni siendo niños, ni siendo adultos) son las emociones. De cualquier manera, el problema no es llegar a la adultez “sin consecuencias negativas”. Nadie deviene adulto “limpio” de sus propias experiencias. Sería ridículo suponerlo o anhelarlo. Yo creo que tenemos que dejar de preocuparnos por “hacer las cosas bien” y ocuparnos de acceder a nuestra propia realidad de la manera más honesta posible. Hay una sola cosa para “hacer”: conocernos más.

¿Generó posturas de oposición tu teoría de que el niño solo necesita a la madre?

No lo sé. No me peleo con nadie. No me importan las teorías. Tampoco me importan mucho “mis posturas”. Me interesa investigar hasta dar en la tecla y comprender más y mejor cada realidad real -valga la redundancia-. Si mirar ampliamente sin prejuicios ni preconceptos le molesta a alguien… bueno, no pasa nada.

“Lo que nos pasa nos pertenece”, decis en “La Biografía humana”, ¿cómo entendemos este concepto?

Así como está dicho, es sencillo. Nada que no nos pertenezca nos puede suceder. O como dicen los grandes maestros: lo que es arriba es abajo, lo que es adentro es afuera.

¿Cuánto importa la sombra?

La “sombra” tal como la denominó C.G.Jung, es la parte de nosotros mismos que no reconocemos, a la que no tenemos acceso. Es el “otro lado” del sí mismo. En cualquier sistema de indagación personal, se supone que lo único que importa es acceder a lo que no conocemos. Nadie ingresa en procesos terapéuticos para abordar lo que ya sabemos.

¿Qué diferencia hay entre la biografía humana y el psicoanálisis?

Son sistemas de indagación con propósitos parecidos pero con una implementación diferente. En la biografía humana el terapeuta escucha poco -ya que lo que el individuo “dice”, lo dice desde su “yo engañado”- pero investiga mucho. Buscamos escenarios reales. Pretendemos que el consultante asuma con madurez qué es lo que le aconteció, qué hizo luego con aquello que le aconteció y qué está dispuesto a hacer ahora que comprendió todo lo que le aconteció. Miramos juntos los escenarios con la mayor objetividad posible. Y acompañamos algún proceso de cambio, solo si el consultante está dispuesto a moverse de su propia comodidad a favor de la comodidad de su prójimo.

¿En qué hacemos agua como padres?

Depende. Hay todo tipo de padres. De todas maneras no es lo mismo hablar de las madres que de los padres. Son funciones bien diferentes.

¿Cómo se combate la culpa?

La culpa es fruto de nuestro narcisismo. Estamos preocupados por nuestra culpa en lugar de estar ocupados del prójimo.

¿Qué somos antes y después de la maternidad?

Somos exactamente la misma persona, pero con nuestras sombras visibles, nada más.

¿Por qué este cambio tan radical de hablar del ser humano en general y despegarte un poco sobre el tema de maternidad y crianza, como venía sucediendo hasta ahora?

No es un cambio radical. En mis últimos cuatro libros estoy describiendo la metodología de la biografía humana, los estragos del patriarcado, el desastre ecológico si no revisamos cómo somos todos generadores de violencia, nuestros discursos engañados y hacia dónde vamos como civilización. Tengo diez libros publicados. En mis diez libros describo casi lo mismo pero desde diferentes puntos de vista. La maternidad es un punto de vista posible desde donde mirar los desafíos de la vida. Simplemente voy ampliando los puntos de vista desde donde podemos seguir mirando lo que hay.

¿Qué es lo que más te preocupa transmitir?

Lo más preocupante es cómo seguimos desamparando a quienes son niños hoy. Sin embargo, no podremos cambiar si antes, no entramos en contacto con el dolor del niño/a que hemos sido. Es imposible ser compasivo, amoroso, tierno y perceptivo con un niño (propio o ajeno) si no tocamos el lugar sutil, sufriente, herido, olvidado del niño que hemos sido. Por eso, si nos interesa aportar nuestro grano de arena para un mundo más amable, empecemos por mirarnos a nosotros mismos, sin mentiras y sin vueltas.

 

+info_

www.lauragutman.com.ar