Señales de una escuela nueva

La especialista en educación y capacitación docente Claudia Romero profundiza sobre el cambio de paradigma en la educación, basado en el desarrollo de las habilidades de los alumnos.

Txt: Nicolás de la Barrera Ph: Gentileza Universidad Torcuato Di Tella

 

Qué rumbo debe tomar la educación en nuestro país, cuáles son los desafíos que la escuela debe encarar y quiénes deben ser los protagonistas de estos cambios en las aulas en los próximos años. En parte, el trabajo de Claudia Romero consiste en pensar las respuestas a estas cuestiones. Doctora en Educación por Universidad Complutense de Madrid, Romero actualmente se desempeña como directora del Área de Educación de la Universidad Torcuato Di Tella, con una trayectoria extensa en la construcción de estrategias destinadas a perfeccionar el sistema educativo que, en la Argentina, avanza a paso lento.

En esta charla con BA MAG, Romero aborda, entre otros temas, los nuevos modelos de educación como ejemplos a seguir, el papel de los docentes ante los cambios que se vienen y también, la influencia de las nuevas tecnologías en el proceso de enseñanza.

Se dice que la escuela actual enseña contenidos del siglo XX, con la metodología del siglo XIX, para personas que van a trabajar en el siglo XXI. ¿Está de acuerdo?

El tema de la actualización de los contenidos, es decir que estén adecuados a la época, es un tema permanente en educación. Lo que ocurre en este momento es que la aceleración con la que se producen los cambios tecnológicos y económicos, y cómo se reestructura el mercado laboral hace que esta relación se encuentre en mayor tensión. En primer lugar, hoy sabemos que lo que se requiere que la escuela enseñe son capacidades y habilidades, más que contenidos muertos, información que, como sabemos, puede ser encontrada en muchísimos lugares. La escuela ya no es el monopolio de los contenidos, ni siquiera tiene los contenidos más actualizados y no puede competir con otros agentes como Internet. Entonces es muy importante el cambio de paradigma, que no está presente en todas las escuelas.

¿En qué consiste este nuevo paradigma?

Tiene que ver con pasar de una enseñanza basada en contenidos a una enseñanza basada en habilidades o en saber hacer. Incluso en habilidades cognitivas, vinculadas con el conocimiento pero también socioemocionales, y que tienen que ver con los perfiles que el mercado laboral está pidiendo. Por ejemplo, la capacidad de autonomía para el aprendizaje, es decir, poder aprender por los propios medios, encontrar información y diferenciar la que está bien fundamentada de la que no lo está, además de la capacidad de argumentar ideas con claridad, trabajar en equipo, producir colaborativamente y resolver problemas. Estas habilidades deberían estar en el centro del currículum. Por ejemplo, matemática o historia, lo que se enseña como contenido de esas asignaturas, debe estar al servicio de desarrollar estas habilidades. No es que tienen un fin en sí mismo.

En este nuevo paradigma, ¿qué rol debería tener el docente?

Un rol más importante que antes, aunque parezca lo contrario. La escuela tiene ahora el enorme desafío de hacer algo más interesante con esos contenidos. En el modelo tradicional, la escuela era la encargada de informar sobre un montón de saberes. Hoy, en realidad, tiene que enseñar a clasificar, a discutir, a hacer algo más con la información que los alumnos pueden conseguir afuera. Es decir, que los alumnos puedan operar con esa información para acceder a nuevos conocimientos. En relación a esto, el docente ocupa un lugar muy central para facilitar el desarrollo de estas habilidades, que son más complejas que simplemente exponer un contenido.

¿Qué lugar deberían ocupar las nuevas tecnologías?

Son centrales, porque las tecnologías de la información y la comunicación son hoy la vía de acceso a la información por excelencia. Entonces si la escuela ya no va a tomar esa delantera, tiene que, por un lado, acompañar en los procesos de acceso a la información que los alumnos hacen, probablemente por fuera de la escuela y a través de otros agentes. La escuela puede y debe habilitar una discusión colectiva sobre esa información, tiene que lograr que los alumnos trabajen en equipo utilizando la información de distintas fuentes, discutiendo y desechando la que no está fundamentada o que no es seria, y generando producciones más originales y participativas.

Ante estos cambios harían falta, entonces, nuevas capacitaciones para el personal docente…

Por supuesto, la capacitación es importante. Primero para conocer las nuevas tecnologías, segundo para poder aplicarlas al trabajo de la enseñanza, porque saber navegar en Internet o ser usuario de tecnologías no significa que esa persona esté en condiciones de utilizarlas para su desempeño profesional. Por ejemplo, se puede usar para planificar una clase, para generar evaluaciones que puedan ser administradas desde aplicaciones en los teléfonos, en donde los chicos puedan contestar pequeños test de lectura muy rápidos. Además, es muy importante la capacitación de directores, porque hay muchos sistemas administrativos, desde la asistencia hasta la comunicación con los padres, que deberían estar atravesados por las tecnologías.

¿Considera que estas transformaciones debieran darse en el corto plazo?

En cualquier actividad profesional vas a notar cómo está atravesada por las tecnologías, entonces en educación tiene que hacerse sin más pérdidas de tiempo, a través de una política educativa muy seria y sostenida. Por ejemplo, que las escuelas tengan conectividad, aunque parezca mentira, no está garantizado en la Argentina. Y esto, que debe darse en el corto plazo, va a facilitar mucho la gestión del sistema educativo. También, porque vemos que si hay una computadora por alumno y la escuela no tiene conectividad, en el fondo estamos dando aparatos que se parecen bastante a una máquina de escribir. Otra cosa que me parece urgente es la formación docente, porque lo que ocurre es que se están formando docentes a los que tampoco se los entrena en el uso de estas herramientas y eso sí debería ocurrir hoy.

¿Está bien fijarse en los modelos de educación extranjeros? Por ejemplo, continuamente se destaca a Finlandia en este sentido.

Hay muchos modelos educativos en el mundo. Cuando uno analiza los países que ocupan los primeros puestos en las pruebas de evaluación de calidad educativa, encuentra que los que tienen mejores resultados en realidad son países muy distintos entre sí. Eso quiere decir que no hay una fórmula. En el mundo hay muchos modelos que responden a  sociedades diferentes. En Argentina el origen del sistema educativo, desde Sarmiento, ha mirado afuera. Lo que enseña Sarmiento justamente es que aquellas cosas interesantes pueden ser extraídas y adaptadas a nuestra sociedad. Pero no existe un modelo único, sino que existen muchos que pueden ser inspiradores. El gran desafío es estar atentos y abiertos al mundo, para encontrar aquellas cosas que nos puedan servir. Finlandia ofrece algún modo de organizar la clase y el rol de los docentes que pueden ser interesantes, pero también hay otros países y no necesariamente los desarrollados. Por ejemplo, en la India hay experiencias interesantes sobre cómo se aborda la educación de los sectores más postergados o en Brasil, sobre cómo trabajaron la inclusión de muchas comunidades muy pobres con programas que enseñaban arte. Hay que mirar el mundo en función de los problemas que tenemos y ver dónde se han resuelto de manera interesante y, en todo caso, inspirarnos en esas opciones.