Una inclusión verdadera

Cada vez las escuelas están más preparadas para recibir a niños, niñas y adolescentes con discapacidad. Sin embargo, aún hay desafíos para lograr que todos estén incluidos, tanto en lo académico como en lo edilicio.

Txt: Bernardita Ponce Mora Ph: freepik

Las personas con discapacidad cuentan en la actualidad con más oportunidades que antes para acceder a una educación inclusiva. Mientras antes debían acudir a instituciones especiales, ahora se pretende que tengan una inclusión real, tanto desde lo pedagógico como desde los espacios físicos que antes les estaban vedados.

“La educación inclusiva implica que todos los niños de una comunidad aprendan juntos, independientemente de sus características individuales”, señaló un trabajo de investigación que publicó en junio de 2014 el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) con el nombre “Experiencias de inclusión educativa desde la perspectiva de aprender juntos. Estudio de casos en regiones de la Argentina”.

Las palabras “integración” e “inclusión” muchas veces son tomadas como sinónimos, sobre todo por quienes no están inmersos en la temática. El documento elaborado por UNICEF explicó que “la integración se plantea como un movimiento que surge desde la educación especial e implica tanto su transformación como la de las condiciones y funcionamiento de la escuela común”.

La integración busca que niños y niñas, que antes solo eran alumnos y alumnas de las escuelas especiales, se incorporen a las escuelas comunes. Así surgió la figura del maestro integrador, como ‘el docente de los niños y niñas con necesidades educativas especiales’. Esto produjo que en muchos casos hubiera un maestro por cada niño con discapacidad en el aula, lo que generaba a veces una incomunicación entre este profesional, el docente del grado y las actividades que proponía.

La inclusión, en cambio, se basa en los derechos que tienen las personas a una educación obligatoria, gratuita y de calidad, a la igualdad y a la no discriminación, según la publicación de UNESCO, en 2005, Directrices para la inclusión: garantizar el acceso a la educación para todos. El foco ahora es la transformación de la organización y la propuesta educativa de la escuela para acoger a todos los niños y para que estos tengan éxito en sus aprendizajes. Se trata de una nueva visión de la educación basada en las diferencias inherentes a todos los seres humanos.

 

Integración pedagógica

Para conocer los avances que ha habido en nuestro país en los últimos años y los desafíos que quedan hacia adelante, BA MAG conversó con Natalia Serna, licenciada y profesora en Psicopedagogía y directora general de la asociación civil VidaxCenter. “Cuando el entorno es favorecedor, siempre es mejor realizar procesos de inclusión. La inclusión es la mejor opción para lograr el desarrollo integral de las personas”, analizó.

“El mejor modo de incluir en la escuela a niños, niñas y adolescentes con discapacidad es que trabajen en conjunto los profesionales a cargo de ellos y el equipo del colegio para aunar criterios y favorecer su desarrollo integral”, evaluó la especialista. “Este andamiaje es necesario para fortalecer al sujeto incluido y a su entorno. Muchas veces es a ellos -sus compañeros- a quienes debemos acompañar y asesorar sobre las personas con las que trabajamos”.

Si bien se ha avanzado mucho en la inclusión de chicos con necesidades especiales, Serna consideró que la mayoría de los docentes de los grados “no tienen una formación formal al respecto” y evaluó como fundamental que se capacitara más a los docentes en temas de discapacidad. Entre los principales desafíos que tiene la sociedad en materia de inclusión, la experta analizó que las obras sociales deberían pagar con más regularidad y menos demora a los profesionales.

 

Adaptación del espacio

La inclusión verdadera se logra cuando el colegio está preparado también desde lo edilicio para recibir a personas con discapacidad. La familia suele elegir la escuela donde irá su hijo antes de comenzar el proceso de inclusión, ya que la accesibilidad es fundamental.

María Martha Fonzalida es arquitecta especialista en Accesibilidad y Diseño Universal, exdirectora de Proyectos de Accesibilidad de la Municipalidad de Salta, miembro de la Comisión de Accesibilidad del Colegio de Arquitectos de Salta y miembro de INTEGRADOS, una asociación civil de personas con discapacidad dedicadas al arte.

En diálogo con BA MAG, la experta consideró que la accesibilidad “es un derecho que implica la real posibilidad de una persona para ingresar, transitar y permanecer en un lugar de manera segura, confortable y autónoma. Esta involucra al 100% de la población y para los arquitectos está encuadrada dentro de la órbita de sus respectivas competencias”.

Muchas veces suele confundirse el concepto de accesibilidad con el de diseño universal. Mientras la primera es para uso exclusivo de unos pocos, el segundo contempla a todos. Con respecto a este, explicó Fonzalida: “Es el diseño de un producto o servicio concebido para ser utilizado por todas las personas, en lo posible sin necesidad de adaptación o diseño especializado, de manera tal que ninguna persona quede excluida de su uso y disfrute”. Valoró que en los países desarrollados cualquier diseño es concebido desde la universalidad.

“La arquitectura concebida desde la accesibilidad y/o desde el diseño universal cumple un rol fundamental en la inclusión escolar de niños, niñas y adolescentes con discapacidad porque es el medio por el cual se logra la inclusión”, analizó la especialista. “Debido a que a la escuela puede concurrir cualquier persona con o sin discapacidad, el edificio debe estar preparado para que todos puedan ingresar, transitar y permanecer en él”.

“Erróneamente se considera en ocasiones que basta con poner una rampa de ingreso para que el edificio sea accesible. Otro concepto equívoco es asumir que la adaptación del aspecto constructivo de un establecimiento (condiciones edilicias accesibles) lo transforma en inclusivo”, evaluó Fonzalida. “La accesibilidad es una cadena con muchos eslabones que no pueden cortarse. En la escuela, además del ingreso mediante rampas, debe contemplarse ancho de puertas, sistema de accionamiento de puertas, baños adaptados, ingreso a patios, aulas y salones. Debe transformarse en un edificio sin barreras. Solo con la accesibilidad no se garantiza la inclusión. Se requiere de adaptación curricular, equipamiento adecuado, capacitación docente y sensibilización a los alumnos, entre otros requerimientos. Para lograr la inclusión, debe realizarse un abordaje integral”, sentenció.

La arquitecta estimó que el costo de accesibilidad para un proyecto nuevo a construir puede implicar entre un 5 y un 12% más. Para adaptar un edificio existente y transformarlo en accesible, se requiere de un análisis individualizado de cada unidad educativa y un estudio de accesibilidad. “Personalmente considero que el Estado debe generar un plan en etapas para las modificaciones y las ayudas técnicas que se requieran en un lapso de tiempo no mayor a cinco años”.

 

Desafíos hacia delante

Fonzalida expresó que “subestimar el potencial de las personas con discapacidad es uno de los factores que más atentan contra su inclusión y el disfrute de la igualdad de oportunidades”. Observó que las actitudes negativas se dan en gran parte de la sociedad: “Desde los profesionales, los políticos y otros responsables de tomar decisiones hasta las familias y los compañeros. Las mismas personas con discapacidad, ante la ausencia de pruebas de que se les valora y apoya en su desarrollo, subestiman a menudo sus propias capacidades”.

“La integración es efectiva para mitigar los prejuicios y beneficia a todos. Los niños que han vivido la inclusión aprenden desde la temprana edad a relacionarse y respetar las diferencias como factor de enriquecimiento y desarrollo personal”, evaluó. Consideró que “naturalizando la discapacidad mediante la inclusión se empiezan a cimentar las bases de una sociedad inclusiva, en la que ya no se hable de inclusión sino de convivencia”.

La especialista observó que en ocasiones se produce más una integración física que una educativa y curricular. “Otro de los desafíos a resolver es que los planes educacionales de inclusión incorporen una visión que articule los componentes del sistema. Por ejemplo, no existe una integración entre los aspectos financieros, curriculares y de capacitación”, manifestó.

Frente al desafío de la inclusión educativa, debe existir una programación global: adecuación del medio físico, adaptación curricular, sensibilización de los alumnos en la temática y capacitación docente. “Es necesario incorporar estas temáticas en la formación de los maestros y realizar un trabajo de sensibilización y capacitación para incentivarlos a aceptar a estos alumnos y asegurarles una oferta educativa en igualdad de condiciones”, analizó Fonzalida.

Un establecimiento brinda educación de calidad -manifestó UNICEF en su informe- si logra que todos los alumnos aprendan, si posee objetivos de enseñanza pertinentes y actualizados, definidos en un proyecto educativo institucional; si logra el acceso, la permanencia y el egreso de los alumnos, de acuerdo con los objetivos de aprendizajes deseables y programados; si no discrimina y trabaja la diversidad, teniendo en cuenta la desigual situación de sus estudiantes y sus familias y las características de las comunidades donde viven; si genera un clima escolar favorable y respetuoso; si cuenta con recursos humanos y materiales suficientes y acordes a las necesidades; si promueve la participación de los estudiantes y de los miembros de la comunidad educativa”.

Con estos objetivos como horizonte, las escuelas lograrán que los chicos y las chicas con discapacidad -así como sus compañeros- desarrollen sus capacidades y las desplieguen para lograr fuera del aula, una sociedad más inclusiva.

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