Los perfumes naturales y orgánicos comienzan a abrirse paso en un mercado dominado por aromas sintéticos. Flores, frutas, plantas, raíces, resinas, maderas y especias obtenidas de ambientes libres de pesticidas y fertilizantes químicos, son la materia prima de una tendencia ecológica mundial.
Txt: Carmen Manresa
Ph: Gentileza laboratorios y Unsplash
Como sacado de una partitura, dicen que un perfume logra su armonía cuando las notas que lo componen están casadas: desde su salida, con toques de cítricos, algunas flores o frutas; pasando por la identidad de su corazón, lleno de más flores y especias; hasta su fondo, con esos acordes cargados de madera y musgos que nos acompañan por más horas. La idea es que su melodía vaya ‘in crescendo’, partiendo por aromas frescos hasta llegar a su estructura más cálida y voluptuosa.
Frente a esta analogía musical, no es raro que las fragancias que vamos eligiendo a través de los años se conviertan en parte de la banda sonora de nuestras vidas. La explicación es sencilla: el olfato es uno de los sentidos más poderosos y emocionales que poseemos, y cuando echamos a andar nuestra memoria olfativa podemos viajar en el tiempo, asociando ciertos olores a personas, parajes o momentos.
El arte de la perfumería es milenario, se desarrolló desde el principio de las civilizaciones para hacer más placentera la vida. Los maestros perfumistas -o bien llamados narices- buscaban las materias primas en la naturaleza para la extracción de esencias y aceites vegetales. No existían pesticidas ni fertilizantes químicos, todo era orgánico.
El cambio de paradigma vino después de la Segunda Guerra Mundial, cuando la inmensa industria química que se había generado durante el conflicto tuvo que buscar una nueva razón de ser y se volcó a la fabricación de fragancias sintéticas. Las cifras actuales no son muy alentadoras: los perfumes tienen en promedio un 95% de esencias de síntesis, que se elaboran en laboratorios a partir de aromas naturales recreados u otros desconocidos, que se hacen a partir de moléculas nuevas.
Sin embargo, como un nuevo ‘revival’ musical, el antiguo proceso artesanal está regresando, y la tendencia se extiende por el mundo de la mano de la vida saludable y en comunión con el medio ambiente.
Desde Europa y Estados Unidos
Hace más de 20 años, Alemania, Francia y Austria retomaron la producción de orgánicos, pero Estados Unidos es el país que más ha colaborado con la difusión del concepto. Más allá de las buenas intenciones, para que un producto sea natural debe tener un 60% de sus ingredientes acordes a su título; mientras que para ser bio, por lo menos el 95% de su composición debe ser orgánica y sus estándares agrícolas deben estar certificados.
Para Ricardo Celmi, Director Químico de Productos de Bioesencia, hay que ser muy cautos a la hora de comprar: “Yo no dudo que un productor cumpla con los requisitos de los cultivos para hacer sus perfumes, pero es muy difícil que pueda controlar el entorno, y si hay contaminantes alrededor pierde su condición orgánica”.
En este sentido, el concepto de trazabilidad es fundamental. Se trata del seguimiento del sembrado, el cuidado, la recolección y la transformación de la materia prima para su posterior elaboración de acuerdo a la normativa.
Narices audaces
Hacer perfumes 100% ecológicos a precios asequibles es difícil, debido al costo del proceso y escases de sus componentes. Las posibilidades de formulación son muy dispares: existen alrededor de 200 notas naturales, frente a varios miles de químicos que permiten creaciones con más matices a menor costo. Además, las esencias bio pueden ser más inestables, debido a los cambios de temperatura, luz y humedad. Estas dificultades han frenado la masividad de la perfumería biológica. Sin embargo, hay algunas narices que se jugaron por este tipo de producción artesanal y se sumaron a la corriente eco para imponerse entre celebridades, realeza y estrellas de rock, pero también entre consumidores con olfato exigente. Desde su fundación en 2005, la californiana Rich Hippie ha fabricado 15 fragancias con extractos de plantas y flores orgánicas de máxima calidad. Sus esencias provienen de todos los rincones del mundo, incluyendo Davana de la India, rosa de Bulgaria y Turquía, vainilla de Madagascar, cítricos de Brasil o especias de África oriental.
En una línea similar trabaja la francesa Undergreen, una firma de lujo que combina toda la herencia de la perfumería tradicional de su país con ingredientes naturales, y una producción respetuosa en con el ambiente. El resultado son fragancias sofisticadas para hombres y mujeres, con una mirada que se rebela contra lo establecido, en un estilo moderno y elegante.
Dicen que el idioma de los perfumes está íntimamente relacionado con el de los vinos. No es raro, entonces, que la enóloga Frances Shoemack creara Abel Organic, marca que reunió a expertos de distintos países para lograr dos exquisitos perfumes orgánicos, cuyos envases están hechos con maderas del canal de Ámsterdam y vagones de ferrocarriles holandeses.
Sin afanes de lujo, pero con el mismo placer por los aromas de la naturaleza, trabaja la catalana Ainea Perfums. Con sede en Teià, un pequeño pueblo de Barcelona, esta firma propone en sus fragancias y aceites esenciales toda la frescura del Mediterráneo. Calidad y sencillez son su sello.
El mercado argentino aún está rezagado en este emergente nicho de lujo. Hay empresas que se suman a la cruzada utilizando notas naturales en mayor proporción, sin dejar de lado los sintéticos, como Lancome, que lanzó en el país La Vie Est Belle con esta fórmula mixta. Natura es la empresa que más ha popularizado el consumo de este tipo de cosmética; en tanto, empresas como Fueguia 1833 y Bioesencia ofrecen perfumes a precios accesibles con una mirada eco-sustentable.
La tendencia mundial indica que cada vez son más los consumidores que buscan calidad y sofisticación en los aromas que nos regala la tierra. Por ahora, aspirar a la pureza es un lujo que pueden disfrutar sólo algunos, pero poco a poco se extiende el mensaje de que es posible una mayor comunión entre placer y medio ambiente.