Cómo meditan los escépticos

Según los expertos, meditar regularmente ayuda a reducir los niveles de estrés, mejora la memoria y la atención, refuerza el sistema inmune y favorece el autoconocimiento. Historias en primera persona, consejos para empezar sin frustrarse y un recorrido por diversos métodos para explorar esta terapia que hoy atrapa, incluso, a los menos espirituales.

Txt: Catalina Pelman Ph: freepik.es

 

Hace unos años me diagnosticaron hipertensión reactiva, es decir que mi tensión arterial se dispara por las nubes ante el menor indicio de estrés. Pero, además, ya hacía tiempo que me costaba dormir. Ya en la cama y con la luz apagada, no lograba conciliar el sueño porque en mi cabeza pasaban una y otra vez los pendientes de mi agenda. Con el objetivo de curar estos males sin recurrir a medicación, fui probando –con algo de escepticismo- distintos métodos y terapias.

Empecé a escuchar sesiones de cuencos tibetanos en Youtube, y sigo usándolas por las noches o las dejo de fondo si tengo que estudiar, aunque en primera instancia no me ayudaron a bajar los decibeles que estaba necesitando. También probé meditaciones guiadas, pensando que me ayudarían a relajar el cuerpo y despejar la mente para poder soñar sin tanto esfuerzo. Pero la voz extraña de la mayoría de esos videos me desconcentraba y, después de unos meses, me cansé de escuchar siempre los mismos.

Intenté con yoga, pero me aburrí; incluso después de lograr algunas posturas complicadas que creía inalcanzables. También leí El Secreto de Rhonda Byrne, que me sirvió para entender que tanto nuestros pensamientos positivos como los negativos tienen consecuencias directas sobre la propia realidad, y que -definitivamente- somos los que atraemos con esos pensamientos. Sin embargo, el primero que empezó a meditar fue Preto, mi gato enloquecido por el encierro del departamento. Después de varios intentos fallidos por mejorar su carácter, probé con Relax My Cat, un canal de Youtube que promete melodías para apaciguar incluso a los felinos más inquietos. ¡Santo remedio!

Después de Preto, me tocaba a mí encontrar el método que me diera la serenidad que el cuerpo me estaba reclamando. Finalmente, elegí la meditación Vipassana, la más antigua, pero al mismo tiempo la más simple. Se trata la técnica con la que Buda se iluminó, su nombre significa “observar” y se la considera una meditación esencial porque es la base de todas las demás. Sin música ni voz que nos guíe, propone un momento íntimo simple para mirar atentamente el cuerpo, la mente y el corazón. Entonces, cada mañana me siento junto a la cama en silencio para atender solo a mi respiración y ver pasar mis pensamientos durante unos 15 minutos, que ni siquiera es necesario cronometrar. Gracias a ella puedo mantener a raya a mi alocada tensión arterial de una forma natural y sin medicación. Dicen que para aprenderla es fundamental hacer un curso de al menos diez días, pero a mí me la explicó un longevo compañero de trabajo y, de todas maneras, me da resultado. Solo un cuarto de hora por día me alcanza para domesticar la presión, bajar la ansiedad y empezar el día con buena energía, ¿qué más puedo pedir?

Mindfulness, un aliado para la salud

La clave de la meditación, sin embargo, parece estar en encontrar la forma que mejor se adapte a cada persona. Una de las técnicas con más convocatoria en nuestro país es el Mindfulness. La precursora de dicho método en Argentina, Clara Badino, explica que se trata de un hábito meditativo que estimula la capacidad de observar de una forma neutral y distante los pensamientos y emociones, reconociéndolos como cambiantes. Según Badino, que además es directora de la Fundación Visión Clara, estamos ante “un poderoso abordaje donde la medicina, basada en la evidencia científica, muestra el poder de neutralizar una serie cada vez mayor de síntomas ligados a estados mentales que se instalan como respuesta al vértigo y la ansiedad, característicos de nuestro tiempo”.

Se dice que la práctica de Mindfulness es un complemento poderoso de la vida cotidiana porque tiene infinitas aplicaciones. Los especialistas del centro fundado por Badino afirman que la atención plena dota de “recursos internos a personas que atraviesan procesos de enfermedad como dolores crónicos, cáncer y psoriasis”. Asimismo, cada vez más profesionales de la salud mental la recomiendan como suplemento para el tratamiento de trastornos de ansiedad, depresión y adicciones. Todos coinciden en que asumir una actitud positiva frente a la adversidad aumenta las posibilidades de éxito. Por otro lado, numerosas instituciones educativas, organismos gubernamentales y empresas ya impulsan estas técnicas para mejorar el rendimiento académico y laboral de sus miembros.

 

Cómo empezar

Para iniciarse en la meditación no hace falta esperar al lunes ni ser un experto. De hecho, los profesionales de Visión Clara aseguran que, con compromiso y constancia, todos podemos practicar el método de la atención plena. Siguiendo estos tres consejos, cualquiera puede comenzar a meditar apenas termine de leer este artículo.

  1. Paso a paso. Arrancar con meditaciones breves, de tres a cinco minutos, es ideal para los principiantes. De esta manera, es posible introducirse en el mundo de la meditación sin aburrirse ni frustrarse. La clave no está en la cantidad de tiempo que le dediquemos, sino en la disciplina que tengamos para meditar, al menos una vez al día, en completa soledad, sin interrupciones. En este sentido, Badino explica que “si no hay disciplina en la práctica diaria, el cerebro no dará las respuestas que posibilitan cambios profundos en la áreas ligadas a neutralizar los síntomas y modificar la percepción de todo aquello que se vivencia como amenazante”. Como cuando empezamos el gimnasio, al principio tendremos que obligarnos un poco a hacerlo, pero con el correr de los días terminamos adquiriendo el hábito y lo hacemos con gusto.
  2. La postura es lo de menos. Dicen que lo mejor es meditar sentado, cruzado de piernas, sobre una colchoneta o almohadón, con la espalda bien erguida y las manos apoyadas suavemente sobre los muslos. Sin embargo, a mí me encanta hacerlo acostada; y a varios “meditadores” que conozco también les resulta mejor esta forma. Por eso, la mejor posición es la que nos haga sentir cómodos y nos permita distender el cuerpo y la mente durante algunos minutos.
  3. Paciencia. No hay que esperar resultados mágicos ni pretender poner la mente “en blanco” la primera sesión. De hecho, Badino aclara que “Mindfulness no implica poner la mente en blanco, sino ser simplemente una persona que comienza a descubrir por observación los condicionamientos que se han ido instalando en la mente y que son la fuente de estrés”. Por eso, lo mejor es concentrarse en la respiración y observar cómo los pensamientos pasan uno detrás del otro, sin tratar de controlarlos ni retenerlos. Hay que tener en cuenta que se trata de disfrutar el proceso, no de ganar la carrera. Los cambios que buscamos llegarán cuando menos lo imaginemos. Recordemos que el que abandona no tiene premio.

En la palma de la mano

Pese a estos consejos, habrá quienes no se sientan preparados para largarse solos. En ese caso, lo mejor será que alguien les dé el empujón que necesitan y los guíe en los primeros pasos. La fundación Visión Clara ofrece cursos regulares e intensivos para iniciarse en este camino. En solo cuatro u ocho clases se adquieren las herramientas necesarias para aprender a parar el ritmo acelerado de nuestra vida cotidiana y empezar a dominar la mente. El curso incluye material audiovisual completo y un ejemplar del libro “Mindfulness en la era del Miedo y la Ansiedad”, de Clara Badino.

Otra opción muy práctica y útil para engancharse con la técnica es usar una App para meditar. Actrices como Gwyneth Paltrow y Emma Watson recomiendan utilizar Headspace, una aplicación móvil con más de 5 millones de descargas y una calificación casi perfecta por parte de los usuarios. Es una App ideal para los escépticos de la meditación porque tiene sesiones muy cortas y te envía un alerta para que no olvides meditar cada día. Aunque habla en inglés, el instructor tiene una voz muy familiar y agradable. Además, tenerla en el celular hace podamos meditar en cualquier momento y lugar con solo meter la mano en el bolsillo. Con Headspace siempre estamos equipados para tomarnos un recreo de la rutina o sobrellevar un momento imprevisto de tensión. La versión gratuita es perfecta porque permite aprender lo básico, engancharse definitivamente y suscribirse para aprovechar al máximo los planes personalizados.

Yo la probé hace poco, impulsada por la redacción de este artículo y decidida a experimentar la extraña combinación entre espiritualidad y tecnología. Después de usar Headspace durante una semana, entendí lo mucho que me ayudaba tener una voz que me guiara con claridad y me invitara a tomar una sesión diaria. Sin darme cuenta, al poco tiempo conseguí la constancia que buscaba y estos breves encuentros conmigo misma se convirtieron en un hábito difícil de abandonar. Vivimos acelerados para ganarle la carrera al reloj y tenemos miedo de desperdiciar nuestro tiempo. Pero no advertimos que unos pocos minutos dedicados a meditar no son un gasto en vano, sino una gran inversión.