Periodista de riesgo, Teresa Bo

Trabajó para CNN y cubrió, entre otros conflictos, la guerra de Irak. Vivió más de una década en Medio Oriente, pero hoy hace base en Buenos Aires como corresponsal de la cadena Al Jazeera en América Latina. Una periodista curiosa e inquieta que persigue intensamente cada reportaje y vive con plenitud, a pesar de los riesgos que implica informar desde las zonas más peligrosas del mundo.

Txt: Catalina Pelman Ph: Gentileza Teresa Bo

Después de probar la carrera de Arqueología, Teresa Bo estudió Ciencias Políticas en Estados Unidos e hizo una maestría en Resolución de Conflictos Armados. Interesada desde muy joven por la cultura de Medio Oriente y los conflictos internacionales, antes de radicarse en Estado Unidos ya había estudiado idioma y filosofía árabe, y judaísmo. Es nieta del célebre director de cine Armando Bo e hija del actor Víctor Bo. Sin embargo, se desvió de la dinastía familiar ligada a la pantalla grande y eligió formarse para contar historias no desde la ficción, sino desde la dura realidad que atraviesan las zonas más problemáticas del globo.

Trabajó para CNN, Canal 9 de Argentina y el diario La Razón de España, además de realizar incontables colaboraciones freelance para diversos medios especializados. Agotada de vivir en Irak y otras regiones de Medio Oriente por más de una década, aceptó el desafío de volver a su país natal para cubrir Latinoamérica como corresponsal de la cadena Al Jazeera. Madre de una nena de seis años y un varón de dos, decidió hacer base en Buenos Aires para poder pasar el mayor tiempo posible con sus hijos sin resignar la profesión que eligió.

Su carrera la puso en situaciones difíciles, pero también le dio grandes recompensas, como la obtención del premio Larra que la Asociación de Prensa de Madrid otorga al mejor periodista menor de 30 años. Sin embargo, asegura que la mayor satisfacción es ser testigo de la historia, haber presenciado tanto la guerra en Irak o Afganistán como la firma de la paz en Colombia. “Hay momentos que definen el mundo en el que vivimos y yo estuve ahí, más allá de ser periodista, como persona”, asegura.

 

¿Cuáles son las concepciones más erradas que el mundo occidental tiene acerca de Medio Oriente?

Desde el 11 de septiembre se tiende a catalogar al Islam como una religión de violencia. Conozco gente y tengo amigos que son musulmanes, y puedo asegurar que no es así: los fundamentalistas dentro de una religión no representan a una religión en común. Por ejemplo, el otro día vi un documental sobre lo que pasó en Charlottesville, Estados Unidos, con supremacistas blancos que gritaban “muerte a los judíos”. Y me parece que eso no representa a la religión católica. Es cierto que dentro del Islam hay un sector que hoy en día se ha vuelto violento, que ataca en lugares que llaman la atención, y que eso genera mucho miedo. Pero hay masacres y asesinatos en un montón de lugares que nunca se reportan, que nunca nadie se entera.

Por ejemplo…

Lo que actualmente está pasando en Myanmar con la población rohinyá, que son en su mayoría musulmanes y están siendo masacrados por un país cuya líder es premio Nobel de la Paz. Y ahí los que están siendo masacrados son musulmanes. Yo creo que lo que ha hecho el estado islámico con los mini ataques en Europa es llamar la atención para generar miedo, porque sabemos que nos puede tocar a cualquiera de nosotros. Pero si abrimos un poco más el espectro y no nos centramos en el mundo en el que nosotros nos movemos, podemos ver que en otras regiones también se cometen atrocidades por parte de todas las religiones, pero la gente no está informada. Ese es el problema, la falta de información. Porque catalogar de una manera a una religión solo por lo que hacen unos pocos, es un error que deviene de la falta de información.

¿Qué historias te interesa contar?

Me gusta mucho contar el impacto de la guerra o de los conflictos en distintas sociedades, humanizar los conflictos. Por ejemplo, es muy fácil para alguien que abre un diario o mira televisión enterarse de los éxitos de la guerra contra el narcotráfico en Colombia. Pero yo acabo de volver de esa zona y vi que hay más coca que nunca. Los campesinos me dijeron que siembran coca porque no tienen otra alternativa, porque el resto de los cultivos no les rinden. A mí me interesa llamar la atención sobre esa gente, que es lo que termina abriendo el conflicto mayor. El problema del narcotráfico se puede solucionar en la medida en que a estas personas les resulte viable sembrar otra cosa. Para eso se necesita, por supuesto, presencia del Estado. De temas como el narcotráfico se habla en términos generales, pero a mí me gusta ir al detalle, a esas historias pequeñas que en el fondo son las que hace que esos conflictos más grandes no se terminen de resolver.

¿Cómo percibiste el rol de la mujer en Medio Oriente?

Hablar del rol de la mujer en Medio Oriente es muy amplio y complejo,  porque es distinto en Palestina o Qatar. En Palestina, por ejemplo, hay mujeres que hoy tienen un rol activo en la política del país. La situación varía de país en país, de acuerdo al tipo de Islam que profesan y a sus leyes. Tampoco creo que el Islam sea contradictorio con el rol de la mujer, porque hay muchas mujeres en el mundo musulmán que trabajan, son profesionales y tienen un lugar en la vida política.

¿Y cómo ves la situación en América Latina?

Creo que tenemos muchos problemas. Viajo a México y a Guatemala, y estoy mucho en Argentina, donde siguen matando a las mujeres permanentemente por los roles machistas de la sociedad. Se habla mucho de lo que pasa en Medio Oriente, pero no hablamos lo suficiente de lo que pasa en nuestro país y en Latinoamérica. El gran problema de fondo es el machismo, las sociedades en las que han predominado los hombres en el manejo de las cosas. A medida que la mujeres empiezan a tener roles más participativos, o se rebelan, o no hacen lo que se espera de ellas, las matan. Y eso no pasa solamente en Medio Oriente.

¿Cuáles fueron los momentos más difíciles que viviste en Medio Oriente?

Cuando te dedicás a viajar a zonas de crisis permanente, los momentos difíciles son muchos. En la guerra de Irak se murieron amigos, pasamos navidades entre bombardeos, vimos los resultados de los bombardeos aéreos y cómo sacaban a chicos muertos entre los escombros. Trato de mirar todo como a través de un lente como para que no me toque mucho, pero recuerdo momentos en los que me sentí superada por la realidad. Por ejemplo, después del terremoto de Haití. Un terremoto que mató a más de 200 mil personas, con fosas comunes, muertos por todos lados y chicos heridos tirados sobre bolsas de plástico, totalmente desprovistos de lo más básico, sin remedios para poder curarlos.

Como periodista en medio del conflicto, ¿ser mujer, fue un impedimento o una ayuda?

Ser mujer en Medio Oriente cuando trabajo es parecido a ser mujer en cualquier lado. Hubo momentos en que fue súper complicado porque tuve que adaptarme a una cultura totalmente distinta a la que estamos acostumbrados. Por ejemplo, en Afganistán intenté entrevistar a un señor que no quería hablarme por ser mujer. Mi traductor fue delante mío para hacerle las preguntas, pero de todas maneras me empezaron a tirar piedras. Yo agaché la cabeza y seguí trabajando. Pero también tuve beneficios, porque al no verme como una espía me permitieron formar parte de unidades militares, o me resultó más sencillo ingresar a las casas para hablar con las familias, lo que me permite contar el conflicto desde otro lugar. Por ejemplo, la historia de las mujeres, que muchas veces son las más sufrientes porque sufren la pérdida de sus hijos.

¿Cómo ves la participación femenina en los medios argentinos hoy?

Mi crítica a la televisión sería que todavía está demasiada atada a la imagen, a si la chica es linda. Veo que aun ponen a la mujer en una situación de tener que salir maquillada y con el pelo impecable. Yo, por suerte, no tengo esas exigencias. Mis editores entienden que, después de caminar 14 horas en la selva para poder hacer una entrevista con narcotraficantes, es posible que esté traspirada y despeinada. A mí me gusta más un estilo natural: somos mujeres y estamos en el terreno trabajando. En mi valija hay ropa formal, zapatillas, borceguíes. Siempre llevo remedios, pero por lo demás me adapto a lo que me brinda el ambiente. Con esto quiero decir que lo importante no debería ser lo estético, sino el periodismo. En Argentina, al menos en la televisión, creo que eso no está resuelto.

Para Teresa, combinar trabajo y familia “es un desafío, igual que para cualquier mujer que se quiera destacar en lo que hace”. Aunque trata de viajar lo menos posible para estar con sus hijos, a veces no puede evitarlo. Entonces, por ejemplo, cuando su hija tenía tres años la llevó 20 días a Corea del Norte. “A mis hijos trato de transmitirles que hago lo que me gusta, que tienen una mamá comprometida y apasionada por lo que hace”, afirma.