Modamorfosis en el placard

El movimiento ‘slow fashion’ intenta desacelerar el consumo frenético de ropa para pasar a la compra inteligente de prendas no perecederas. La idea es que calidad y confort se impongan sobre la cantidad, que lo atemporal le gane a la tendencia de temporada. Que la producción y manufactura sea ética, y se logre reducir el impacto de la industria textil sobre el medio ambiente.

Txt: Carmen Manresa Ph: Gentileza marcas

“¡Vísteme despacio, que tengo prisa!”. Cuenta la leyenda que con esta frase Napoleón Bonaparte corrigió a su criado, quien apresurado por abotonarle la chaqueta, se equivocaba una y otra vez, demorando su partida. Quedará para la anécdota que otros historiadores se la atribuyan a Fernando VII o a Carlos III, porque lo más interesante es su trasfondo, que devela cómo las cosas hechas a la rápida habitualmente no tienen buenos resultados.

En estos tiempos de inmediatez y consumo enloquecido, todas las industrias han adaptado sus procesos para responder a una demanda frenética, que toma y desecha con la misma rapidez, dejando de lado el antiguo requisito de la necesidad. Y el mundo de la moda es un gran ejemplo de este fenómeno.

Nos vestimos desde hace más o menos 100 mil años. Primero fue para protegernos de las inclemencias del clima; luego para adornarnos, posicionarnos socialmente, definir algunos rasgos de nuestra personalidad, entre otras razones. Frente a tantos conceptos que resignifican a la vestimenta, no es extraño que surja un movimiento que opone resistencia a la llamada moda rápida, producida en dudosas condiciones y con un gran impacto ambiental.

Se trata del ‘slow fashion’ o moda sostenible, que busca concientizar a los consumidores desde la otra orilla. El movimiento ganó notoriedad tras la tragedia de Bangladesh en 2013, donde más de mil personas murieron cuando se derrumbó el edificio en el que estaban produciendo ropa, sin las mínimas condiciones de seguridad.

Desde entonces, algunas empresas, diseñadores, productores y consumidores comenzaron a tomar conciencia de la situación, aplicando un freno para promover la compra inteligente, donde calidad y confort se impongan sobre la cantidad; donde el trabajo ético brinde las condiciones laborales necesarias; y el respeto por el medio ambiente ayude a disminuir la presencia de textiles en basurales.

Esta filosofía de consumo ofrece un trabajo de más largo aliento para lograr prendas que traspasen el tiempo, con materias primas nobles y manufactura de primer nivel. Alienta también a preferir lo artesanal, el diseño de autor, el comercio justo y lo fabricado localmente, en un intento por preservar las tradiciones y materiales del lugar.

Para Laura Novik -directora del diplomado Diseño Estratégico de Colecciones de la Pontificia Universidad Católica de Chile y activista de la moda sustentable a través de la plataforma Raíz Diseño-, se trata de un movimiento que continua avanzando. “No está en un estadio emergente, pero tampoco ha logrado instalarse en el mercado como alternativa. En Latinoamérica, la gran debilidad del aparato productivo, la fragilidad del sistema legal y la pobreza no proveen un escenario propicio para que se desarrolle este tipo de consumo y producción conscientes. Sin embargo, los pequeños productores e iniciativas aisladas de los gobiernos, así como el trabajo del Tercer Sector, logran generar hitos que permiten posicionar el tema en la sociedad”, comenta.

El impacto de la industria textil en el medio ambiente no es menor. Se sabe que sus procesos son muy contaminantes a raíz de los residuos que genera y los altos consumos de agua, energía y reactivos químicos que son necesarios para la fabricación del producto.

En este sentido, Laura Novik destaca distintas experiencias en la región: “Hay que considerar los formatos industriales que considero claves: Perú y su sistema de producción de algodón orgánico certificado; y otras pocas iniciativas industriales, pero con gran inversión, ligadas al reciclaje de Pet en Colombia y Brasil. Son importantes porque marcan una tendencia”.

Dar nueva vida a ropa de segunda mano o ‘vintage’ es otra alternativa del ‘slow fashion’. Aprovechar la calidad y estilo de antiguos cortes permite cumplir con las 3 R (recicla, reutiliza, reduce), disminuir el consumo y evitar que la mayor parte sea desechada antes de cumplir su vida útil.

 

Apuestas de hoy

Si bien el comprador es más consciente que antes de lo que implican los actuales ritmos de consumo, muchas veces no cuenta con los recursos para optar por productos sustentables o “lo vence la pulsión consumista”, explica Novik. La consultora en moda y tendencia, que regresó a Argentina tras años de trabajo en Chile, comenta que “el movimiento local es incipiente y, al igual que en otros países de la región, está asociado a formatos de producción pequeña y basados en marcas lideradas por diseñadores o, en menor medida, por artesanos y artistas”.

Algunos rasgos de estas apuestas son el amor por la creación, la recuperación de técnicas artesanales para aplicarlas al nuevo diseño, la reutilización de fibras nobles, orgánicas y éticas, y el desarrollo de productos desde la creatividad utilizando lo que ya existe.

Al pie de la letra sigue estos preceptos la marca local Cúbreme, de la creadora Alejandra Gottelli. Intentando que cada prenda u objeto “tenga un espíritu propio, con una historia que rescatar”, la decisión es crear diseños cargados de belleza, simples y perdurables, utilizando textiles puros y nobles; recuperar la vieja confección, donde las prendas se inician y terminan en las mismas manos; y limitar los volúmenes.

“Nuestro trabajo refleja la fusión entre las tradiciones, los oficios, las personas en su entorno natural y la consideración por los recursos propios de cada lugar. Ejercitamos nuestra inspiración en las personas, en sus historias y momentos en el tiempo; en el apego por algo amado que deseamos mantener y heredar”, reza su fundamentación.

Desde Colombia, Casa Lefay propone sus alegres colecciones “Journey from the tropics” y “Amazonian dream”, utilizando telas de algodón orgánico certificado y producido bajo prácticas agrícolas sostenibles, técnicas de impresión digital, uso de tintas a base de agua y condiciones de comercio justo a lo largo de la cadena de suministros.

Este compromiso que asumen María José y Nicolás Franco, fundadores de la firma, busca también mejorar las condiciones de las personas involucradas en el ciclo de vida de la colección, mientras se reducen los impactos ambientales. “Queremos devolver todo lo que recibimos. Estamos cambiando nuestra forma de viajar por el mundo, hemos encontrado que podemos despertar magia y queremos compartirlo. Esta vez desde nuestra casa en el corazón de los trópicos”, afirman.

En estos días en que muchos argentinos viajan de compras a Chile, aquí van dos buenas opciones para conocer algo del producto local en el plano ‘slow fashion’. La primera es JD/Juana Díaz, desde donde esta diseñadora promueve la moda como ejercicio de resistencia, en línea con la idea “compra menos, elige bien y hazlo durar”.

Con una amplia trayectoria en diseño para danza contemporánea, teatro, cine, publicidad y moda editorial, Juana Díaz materializó sus búsquedas creativas en esta marca que destaca por la simpleza de sus líneas, la complejidad de los textiles creados mediante el Upcycling y una confección perfeccionista, logrando prendas versátiles que se adaptan a distintos cuerpos y personalidades.

El Upcycling o supra-reciclaje, aprovecha materiales reciclables para crear productos que tienen un mayor valor que el que tenía el material original. O sea, busca transformar residuos en objetos de valor. Esta técnica se ubica en el centro del trabajo de Modulab Ecodiseño, que realiza superficies a partir de descartes para crear sus colecciones de accesorios o complementos de vestir.

“Para nosotros el ‘slow fashion’ es fundamental, diseñar sin seguir modas, con excelente calidad, con materias primas locales y personas que reciben un pago justo. Ha sido nuestro slogan desde que comenzamos en el año 2001, cuando estos conceptos no existían. Sin embargo, nos apropiamos de ellos y son los pilares de nuestra empresa”, comenta Pamela Castro, una las fundadoras de la firma chilena.

Finalmente, Madame Melon es una apuesta colorida y étnica que nace en 2010 entre París, Barcelona y Buenos Aires, siguiendo los pasos de Melody Besnard, diseñadora y viajera apasionada. Es posible descubrir distintos rincones del mundo en su bisutería y carteras, en los que utiliza tejidos artesanales realizados por mujeres de cooperativas de todo Latinoamérica y cueros argentinos. Sus productos son hechos en sus talleres de París o Buenos Aires, en un trabajo tan minucioso que cada pieza termina siendo única, como un tesoro que trasciende el tiempo.

El movimiento ‘slow’ invita a una suerte “modamorfosis”, que no es otra cosa que la moda como factor de cambio ecosostenible. Todo para devolver el sentido y el disfrute al acto de vestir, y para poner fin a la uniformidad que impone la moda global. Ningún muerto en el placard, sólo prendas no perecederas, generadas de manera creativa, sostenible y consciente.

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cubreme.com
casalefay.com
juanadiaz.cl
modulab.cl
madame-melon.com