Francia Medieval

En el corazón del país, a mitad de camino entre París y la Costa Azul, se encuentra la región de Ródano-Alpes. En cada uno de sus rincones abundan los pueblos con encanto, la naturaleza y, sobre todo, esa ‘joie de vivre’, tan típica del espíritu francés.

Txt: Luisa Solazzi
Ph: Gentileza Région Rhône-Alpes

 

En invierno o en verano, cualquier época es buena para viajar por estos pagos, siempre que estemos dispuestos a encontrarnos con nuevas aventuras. Dejarse llevar por las aguas caudalosas del río Ródano y ver qué ciudades nos invita a descubrir. Un viaje lejos de las grandes urbes, para ir despacio al encuentro de la tranquilidad.

Lo ideal es recorrer la región en auto y tomar Lyon como punto de partida. Esta ciudad está muy bien comunicada con toda Europa, por lo que es fácil llegar en tren, avión o bus. Merece, sin dudas, uno o dos días de visita. Considerada la tercera ciudad de Francia, Lyon tiene aires parisinos con una atmósfera mucho más serena. Es infaltable perderse por las calles del Viejo Lyon, admirar la vista desde los miradores del barrio de la Croix Rousse o pasar una tarde en el parque de la Cabeza de Oro. Entre calles que suben y bajan se irán revelando muchos de sus monumentos históricos, como la Basílica Notre Dame de Fourvière, la Catedral de San Juan o el Antiguo Teatro Galo Romano.

Lyon es famosa por ser la capital gastronómica de Francia. Hay varios restaurantes que tienen el sello de “bouchon”, en los que se puede degustar comida típica de la región. Luego será tiempo de seguir adentrándose en nuevos lugares.

 

Perouges, la cité médiévale

A 36 kilómetros al noreste de Lyon, se alzan unas murallas a lo alto, que encierran unas construcciones de piedra antigua. Se trata de la pequeña Perouges, tan chiquita como pintoresca, donde parece no haber pasado el tiempo desde la época medieval. Hasta los carteles de sus calles tienen letras antiguas, escritas con tinta y no falta un farol en cada esquina.

Uno de los imperdibles es la iglesia que está junto a la Porte d’en Haut, una de las entradas a la ciudadela. Este establecimiento servía tanto al culto religioso como a la defensa de la ciudad. Un poco más allá, se puede llegar a la Casa de los Príncipes, donde está la Torre de Guet, que ofrece una vista panorámica de toda la región. En el primer piso, hay una galería donde se exponen obras de arte moderno y contemporáneo.

La especialidad culinaria es la ‘galette perougienne’: una masa de consistencia aireada, con azúcar, manteca y limón. Tiene sus raíces en las antiguas recetas de los campesinos de la región. Si nos asomamos en alguno de los locales que las venden, podremos ver los bollos listos para ser cocinados en los hornos de leña. Es el momento de comprar una porción calentita para comerla mientras seguimos caminando por esas bellas callecitas angostas.

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Annecy, la Vénice des Alpes

Cerca de la frontera con Suiza, Annecy nos hace sentir en Venecia, por sus canales que serpentean la ciudad. Está rodeada de montañas y del lago Annecy, de agua verde cristalina y conocido por ser uno de los más limpios del mundo. Son características las construcciones antiguas de la ‘vieille ville’ o los puentecitos a lo largo de los canales, desde donde se impone el Palais de l’Isle, que domina la ciudad. Situado en un pequeño islote, sirvió de prisión en la Edad Media. Se pueden visitar algunas de sus salas, donde hay exposiciones sobre el patrimonio y la historia de la ciudad.

Subiendo unas cuantas escaleras, se llega al Castillo de Annecy. Fue construido en 1107 para ser la residencia de los condes de Ginebra. Hoy es monumento histórico de Francia y su interior alberga un museo con exposiciones temporarias.

No puede faltar una visita a la Catedral o un paseo por las calles peatonales rue Sainte Claire, rue Carnot o rue Royale. Y si el tiempo nos acompaña, nada mejor que una buena caminata bordeando el lago y un picnic en alguno de los parques en los alrededores. O por qué no, unos mates con el clásico ‘pain au chocolat’ francés, mientras admiramos la hermosa vista a los picos de los Alpes nevados, que se erigen con fuerza a lo lejos.

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La ruta de lavandas

El departamento de la Drôme, al sur de la región, sorprende por la variedad de sus paisajes. Aquí se puede hacer la ruta de la lavanda, visitando los extensos campos florecidos. Un buen punto de partida es el pueblo La Garde Adhémar, que regala increíbles vistas sobre el Valle del Ródano. Rumbeando entre callecitas y casas de piedras blancas, se llega a su iglesia, joya del arte románico. También es parada obligada el Jardín de las Hierbas, donde se hallan 200 especias de plantas aromáticas.

Siguiendo el aroma de las lavandas, nos encontramos con el pueblo de Grignan, enclavado al borde de una colina, lo que le da ese ‘charme’ tan particular. Tiene un castillo donde vivió la Marquesa de Sevigné, una escritora francesa del siglo 17 conocida por sus famosas cartas.

En el valle de Jabron, entre trigos y lavandas, se encuentra Poët-Laval, un pueblo que por sus paisajes de ensueño fue clasificado como el más bello de Francia por “Les plus beaux villages de France”, una asociación que tiene por objetivo promover los atractivos turísticos de las comunas francesas con patrimonio cultural. De la época medieval aún conserva su castillo, los vestigios de la capilla románica y murallas.

Si viajamos un poco más, llegaremos hasta Dieulefit, conocida como la ciudad del arte y la artesanía, ya que aquí se realiza alfarería y cerámica de alta calidad bajo la marca Dieulefit Original. Es admirable el trabajo de los artistas en los numerosos talleres que dan a la calle, donde también se pueden comprar jarrones, adornos y todo tipo de utensilios para el hogar.

Por último, una visita a Cobonne, un pueblo de origen galo romano con aires campestres. Tras un paseo por sus calles, podemos regalarnos un día de spa en la Granja de Baume Rousse, un lugar increíble para desconectarse y renovar energías. En este espacio se realizan cultivos orgánicos de plantas medicinales y en especial de lavanda, que se utilizan para la fabricación de diferentes productos que se venden en el spa.

Un camino de flores

En la frontera suizo francesa, se encuentra el pueblo de Yvoire, a orillas del lago Lemán. Sus aguas cristalinas reflejan las fortificaciones del siglo XIV, tales como el castillo, el torreón y las murallas, que nos llevan a conocer la historia y la cultura de esta región.

Es muy interesante visitar la Iglesia, San Pancras, construida en el siglo XI y remodelada en diferentes ocasiones. Y, claro, pasear mucho por las callecitas, donde nos vamos a encontrar con una decoración muy “natural”. Es que Yvoire es conocida por estar repleta de todo tipo de flores. No por nada en 2002 el pueblo ganó un trofeo de paisajismo y horticultura en el Concurso Europeo del Florecimiento.

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El encanto de Ardeche

Naturaleza, cultura, historia… El departamento de Ardeche también pertenece a la región de Ródano Alpes. Sus gargantas y ríos, sus montes verdes y sus pueblitos en medio de la naturaleza son todo un universo por descubrir. Estas tierras están bañadas por el río Ardeche, que corre entre acantilados de piedra, creando cuevas y puentes naturales. Se puede remar por el río para conocerlos, o bien hacer la ruta en auto y detenerse en cada uno de estos parajes, en especial en el de Serre de Tourre, la Madeleine y la cueva d’Aven d’Orgnac, esta última clasificada como patrimonio del mundo por la Unesco. Las gargantas del Ardeche se ubican en la frontera con la Provenza. Para los amantes de la aventura, se puede pasear en kayak o canoa por este desfile de agua y contemplar el arco natural de Vallon Pont d’Arc.

El parque natural regional de los Montes de Ardeche ocupa buena parte del territorio. Se creó en 2001 y tiene una extensión de 180.000 hectáreas. Entre volcanes y valles, concentra un patrimonio arquitectónico rural muy importante y un valor paisajístico reconocido a nivel mundial.

 

Estos son sólo algunos de los atractivos de la región de Ródano Alpes, que tiene mucho más para conocer. Como en todo viaje, cada uno construirá su propia ruta, con un despliegue de anécdotas y encuentros; con un sinfín de historias para atesorar en estos pueblos franceses.