entre el futuro y lo ancestral

Fundado en el siglo VII a.C. por el Emperador Jinmu, Japón se engrandeció entre sucesivos imperios para llegar a la independencia, sobrellevando rebeliones de samuráis, guerras con países limítrofes, tifones y terremotos. Alternando períodos de influencia extranjera con otros muy prolongados de aislamiento total, perfeccionando su industria automovilística y tecnológica para llegar a convertirse en una de las principales potencias mundiales.

Txt y Ph: Bea Vilá Bertrán

De raíces profundas y ancestrales, a base de paciencia y fidelidad, los japoneses supieron forjar el país que es hoy y todo indica que continuará creciendo como lo viene haciendo: a un ritmo vibrante.

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La adrenalina de Tokio

Trenes de alta velocidad, galerías comerciales que venden sin tregua lo que acaba de ser diseñado, puertas que te saludan automáticamente, baños con más botones que una cabina de piloto, parkings de bicicleta subterráneos, animé y hoteles cápsula, son algunas de las representaciones de la cultura japonesa moderna que se pueden encontrar en la capital nipona.

Hay una Tokio que se luce de día, otra de noche y un marcado contraste entre sus barrios. Uno de los más tradicionales es Asakusa. Allí se puede recorrer la avenida Nakamise, cargada de puestos con todo tipo de curiosidades, hasta llegar al templo Senso-ji, uno de los más queridos por los tokiotas, que a pesar de ser muy concurrido logra alzarse como un refugio de paz y suspensión del tiempo.

Al visitar el Mercado Tsukiji uno puede ver la cara más descarnada de Tokio. Cada día se mueven casi 3.000 toneladas de 450 especies distintas de pescados y mariscos. Una de las actividades diarias más especiales que ofrece es asistir, entre las 5 y las 6 de la mañana, a la subasta de atunes recién pescados. Además, para los amantes del sushi, en las inmediaciones del mercado se encuentran los mejores restaurantes.

Hacia el sur del río Sumida se encuentra la zona más refinada de la ciudad, con los jardines imperiales Hama-rikyu, pegados al distinguido barrio de Ginza. Hay que dar un paseo por la zona de Harajuku, donde se pueden descubrir encantadores cafés y tiendas de segunda mano. Pasando por la elegante avenida Omotesando, se llega a la zona de Shibuya, centro de moda, donde está el famoso cruce por el que pasan diariamente más de un millón de personas.

Otro de los atractivos que ofrece la gran urbe es su gran industria del ocio. De noche parecen cobrar protagonismo otros barrios característicos como Akihabara, dominada por los adeptos a la cultura otaku, aquella que tiene una obsesión por el mundo del animé, el manga y los videojuegos. Es impactante circular por su avenida principal con el torbellino de estímulos visuales, sus luces de neón y ruido de jingles en medio de la multitud.

El frenetismo de la capital también puede vivenciarse en Roppongi Hills, uno de los lugares con más ambiente de noche, donde los tranquilos, educados y serviciales japoneses se transforman y se desinhiben con sus amigos. En esta zona se pueden encontrar locales de todo tipo: bares, restaurantes, clubs y karaokes, surgidos como una vía de escape del estrés que genera la vida moderna en un país regido por normas sociales muy estrictas.

A pesar de la masividad y los excesos, Tokio es una de las capitales más limpias, ordenadas y eficientes que existen. La obsesión por la limpieza y el orden, el esmero de los japoneses por embellecer la ciudad, los pequeños detalles, la serenidad y amabilidad de su gente, hacen que sea un placer recorrerla.

La belleza de la tradición en Kioto

Capital del país durante más de 1000 años, entre los numerosos templos de Kioto se halla la atmósfera del Japón más tradicional y espiritual. Es una de las ciudades mejor preservadas del país, ya que no sufrió bombardeos. Con un rico patrimonio histórico, artístico y arquitectónico, vale la pena caminarla toda para descubrir sus milenarios palacios y templos que encierran leyendas y religiones. O sus bosques de bambús con lagos escondidos, y también aquellos canales que marcan el trazado de las antiguas calles de la ciudad.

Para tener una experiencia completa es recomendable alojarse en un ‘ryokan’, típico hospedaje de la tradición nipona que da la posibilidad de vivir en una habitación con un ‘tatami’ (estera de paja), atravesar las ‘shoji’ (puertas corredizas de papel), ir vestido con una ‘yukata’ (túnica) después de salir de un baño de aguas termales y dormir en un ‘futon’ (colchón que va en el suelo). La experiencia incluye, además, una degustación de comida local.

En Japón existe el proverbio: “Go ni itte wa go ni shitagae”, que significa “cuando en un pueblo, haz lo que los aldeanos hacen”. Los japoneses van a un ‘ryokan’ cuando necesitan un período de recogimiento interior. Para ellos el baño no es una cuestión relacionada únicamente con la higiene, sino que conlleva todo un ritual que ayuda a purificar el cuerpo y el espíritu. En un ‘ryokan’ no hay espacios comunes, se come de manera privada -en el cuarto- y esto hace que surjan emociones como la apreciación del silencio y la contemplación de un paisaje natural.

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El encanto natural de Nara

Ubicada en la llanura de Kinai, a menos de una hora de Kyoto y Osaka, se encuentra la peculiar ciudad de Nara, primera capital permanente de Japón en el siglo VIII. Debido a su pasado glorioso, conserva gran parte de sus reliquias históricas, incluyendo algunos de los templos budistas más antiguos del país.

De fácil acceso y con un tamaño cómodo como para recorrerla libremente a pie, resulta ideal dedicar un día entero a descubrirla. A simple vista se puede apreciar el entorno natural en el que está emplazada la ciudad. El Parque de Nara, gratuito y abierto durante todo el día, aloja cantidad de ciervos que son especie protegida por ser considerados mensajeros divinos. Todos están acostumbrados al contacto con el hombre y es muy común verlos acercarse a curiosear bolsillos y a pedir comida.

Nara dispone de 8 monumentos declarados Patrimonio de la Humanidad. El templo Todai-ji es uno de los más significativos. Construido en 752 como el oratorio central de los budistas, alberga una enorme estatua de bronce de Buda -16.2 metros- y fue, a su vez, el edificio de madera más grande del mundo, aunque hoy quedan sólo dos tercios en pie.

Por su parte, el Kasuga Taisha es uno de los santuarios sintoístas más famosos del país. Situado al pie de una colina, resulta difícil no transportarse en el tiempo al transitar el acceso que está custodiado por más de dos mil faroles de piedra. Asimismo, resalta allí el contraste de los edificios lacados en rojo bermellón con el verde bosque del entorno.

También vale la pena trasladarse a las afueras de la ciudad para conocer el original santuario Fushimi-Inari o “de los mil toris”, con sus miles de pórticos rojos apilados uno al lado del otro cual piezas de dominó, formando caminos en plena montaña.

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Un legado cultural

Las ‘geishas’ (mujeres de compañía), el ‘sake’ (bebida alcohólica típica), el ‘shodo’ (arte de la caligrafía), el ‘sumo’ (disciplina de lucha libre) y el bunraku (teatro de marionetas), son algunos de los conocimientos que definen a la cultura y a la tradición japonesa. Muchas de estas artes, como la ceremonia del té, fueron introducidas desde China, pero los japoneses supieron transformarlas y darles características propias.

Para los nipones estas artes encarnan unas vías que conducen al dominio de valores tradicionales y a la realización espiritual de quienes las practican. Van mucho más allá de la búsqueda de un saber hacer.

Es cierto que las artes tradicionales están, poco a poco, perdiendo interés entre los jóvenes, habituados a un Japón mucho más moderno y tecnológico. Pero aún en medio de ciudades con ritmo trepidante como Tokio, se encuentran numerosas escuelas y templos que las siguen practicando para conservar la esencia de ese legado. Asistir a una sesión, ya sea la prueba de un kimono, una demostración de caligrafía o una clase de arreglo floral, permiten al viajero acercarse un poco más a la cultura japonesa y al carácter distintivo de su gente, vivenciando conceptos como la armonía, el respeto, la pureza y la tranquilidad.

En definitiva, Japón tiene muchas facetas por descubrir y todas son sorprendentes. Desde recorrer las centelleantes calles nocturnas y barrios de neón en Tokio, con su ruido de máquinas y su incesante tráfico peatonal, hasta descansar a la sombra en un jardín de algún templo de Kioto, donde el incienso perfuma todo el día. Sin dudas, se trata de un país con una riqueza histórica, natural y cultural tan inagotable que hace que no exista una mejor forma de penetrarlo que dejarse llevar.

 

Cómo llegar
Con una escala, ya seaen Brasil, EEUU o Europa, se puede llegar a Tokio a través de varias compañías, entre ellas Japan Airlines, American Airlines, United Airlines, Air France y Alitalia.
Idioma
Japonés.
Moneda
Yen (1 USD = 102,44 yenes).
Must visit
Palacio Imperial
Templo Sensoji
Parque Ueno
Torre de Tokio
Mercado de pescado Tsukiji
Barrio de Akihabara
Mejor época:
Primavera, por el clima y para aprovechar el ‘hanami’, la explosión de los cerezos en flor.
Dónde dormir
Edo Sakura: alojamiento acogedor con un auténtico toque de la cultura japonesa tradicional. www.tokyoedosakura.com
The Gate Hotel Asakusa: hotel moderno de estilo más occidental en el tradicional barrio de Asakusa, que sabe transmitir el espíritu de la hospitalidad japonesa. www.gate-hotel.jp
La mejor foto
Desde el Tocho o edificio del Gobierno Metropolitano, que regala una panorámica imperdible de la ciudad.
Tip viajero
Comprar un Japan Rail Pass antes de viajar. Se trata de un pase para trenes de larga distancia que sólo puede ser utilizado por turistas extranjeros y ofrece un uso ilimitado de trenes para una, dos o tres semanas a un costo que los residentes sólo pueden soñar.