Una nueva aventura artística

La marca francesa Louis Vuitton inauguró un espacio de arte contemporáneo al oeste de París. En medio de un jardín paisajístico, el espectacular edificio es una joya arquitectónica creada por Frank Gehry.

 

Txt: Luisa Solazzi
Ph: Gentileza Fundación Louis Vuitton

 

Cruzar el río Sena por el puente de Lena, llegar a los jardines de Trocadéro, mirar para atrás y tener una de las vistas más impresionantes: la torre Eiffel, símbolo de París, que se alza imponente frente a los Campos de Marte. Contemplar la ‘banlieu’ del otro lado del puente, con sus museos, barrios y avenidas. Salir de Trocadéro y perderse por rue La Notre, rue Le Tassé, rue Pétrarque o cualquier otra calle. Descubrir todo lo que esta capital francesa tiene para enamorarnos, con su historia, su arte y su gastronomía.

Clásica y vanguardista, en ella conviven construcciones modernas con edificios históricos. Y además de albergar algunas de las colecciones de arte más antiguas e importantes, la ciudad de la luz siempre sorprende con nuevas opciones y marcando tendencia en el mundo del diseño. Así lo podemos comprobar si seguimos nuestro recorrido y tomamos el metro hasta la estación Les Sablons. Al bajar aquí y caminar por el ‘boulevard’, pronto nos adentraremos en el Jardín de Aclimatación que nos llevará hasta la Fundación Louis Vuitton, un nuevo centro para el arte contemporáneo, que abrió sus puertas a fines de 2014.

Compromiso con el arte

Desde hace más de 20 años, la empresa Louis Vuitton desarrolla actividades de mecenazgo para la cultura. Con gran compromiso y pasión por el arte, Bernard Arnault, Presidente de la empresa Louis Vuitton Moet Hennesy -y el hombre más rico de Francia-, comenzó a pensar en la idea de una fundación que promoviera la creación artística en el plano nacional e internacional. Las primeras iniciativas se realizaron en 2006 con el apoyo a exposiciones y el encargo de obras a artistas. Pero fue en 2014 cuando el sueño se concretó con la construcción del edificio por parte de Frank Gehry, el gran arquitecto canadiense, ganador del Premio Pritzer Hall de arquitectura y famoso por construcciones imponentes, como el Museo Guggenheim de Bilbao o el Walt Disney Concert Hall de Los Ángeles.

Dedicada a los movimientos artísticos de los siglos XX y XXI, la Fundación se erige como un lugar de intercambio cultural entre artistas y visitantes. Atrae a un público muy diverso: turistas de todo el mundo, familias y profesionales del arte se encuentran en este espacio que despierta emoción y sensibilidad. Para recibir a los más jóvenes, se organizan visitas guiadas, actividades educativas e incluso se desarrolló una aplicación digital para ‘ipads’ y celulares (llamada “Archi moi”), que alienta a los niños a conocer mediante juegos, los secretos de la construcción del edificio.

“La Fundación Louis Vuitton aspira a insertarse plenamente en la atmósfera cultural parisina para convertirse en una referencia internacional de arte en los próximos años”, asegura Suzanne Pagé, directora artística de la institución.

 

Un gran barco transparente

Para Bernard Arnault, un proyecto de tal magnitud no podía ser concebido en otro lugar que no fuera París, la ciudad que respira arte. Pero, ¿en dónde emplazar la construcción?

Al visitar el Jardín de Aclimatación -un centro de atracciones situado en el parque Bois de Bologne, al Oeste de París-, el arquitecto Frank Gehry se sintió inspirado por la hermosura de este pulmón verde de 846 hectáreas, conocido por sus cascadas, lagos y arroyos, y frecuentado desde hace más de un siglo por generaciones de parisinos. Eligió, entonces, esta ubicación para la Fundación. Y aunque hubo algunas controversias respecto a realizar una construcción en este parque, el Ayuntamiento de París terminó aprobando el proyecto y cedió parte del terreno público para la obra.

Desde el principio, Gehry buscó que el edificio dialogara con la naturaleza y la historia del lugar, inspirándose en la ligereza del vidrio y su uso en la arquitectura de finales del siglo XIX. Lo concibió como un gran barco, ubicado junto a un estanque creado específicamente para la estructura. Con más de más de 40 metros de alto por 150 de largo, el cuerpo del edificio está formado por un conjunto de bloques de color blanco. Su techo está cubierto por doce velas acristaladas, fabricadas con 3600 paneles de vidrio curvado milimétricamente, que reflejan la luz natural en un juego cromático de espejos. “Quise crear una construcción que evolucionara en función de la hora del día y de la luz, para plasmar los conceptos de efímero y cambio continuo que reinan en el mundo de hoy”, explica el arquitecto.

Mirada desde otros ángulos, la construcción se puede asemejar a un ‘iceberg’ o tal vez a una nube transparente. Variedad de formas y volúmenes dan rienda suelta a la imaginación. Pero más allá de las asociaciones que pueda establecer el observador, la calidad y complejidad de los materiales utilizados demuestran un trabajo ingenieril y tecnológico de gran envergadura, que representa un desafío arquitectónico del siglo XXI.

Con una superficie de 3850 metros cuadrados, la fundación dispone de 11 galerías, donde se realizan exposiciones, un auditorio con capacidad de hasta 1000 personas, una biblioteca y un restaurante. Además los visitantes pueden pasear por las terrazas y disfrutar de vistas únicas al centro de París, al moderno barrio La Défense y a la Torre Eiffel. Sin dudas, la singularidad e impronta de este edificio lo convierten en uno de los nuevos monumentos de la capital francesa.

 

En armonía con la naturaleza

La Fundación Louis Vuitton fue elegida como proyecto piloto para la creación de un nuevo certificado de sustentabilidad para edificios culturales, desarrollado por la Asociación francesa Haute Qualité Environnementale –HQE- (Alta Calidad Medioambiental). Siguiendo los estándares ecológicos de esta Asociación, se buscó construir un edificio con bajo impacto ambiental. Se realizaron estudios sobre la flora y fauna del parque, así como también de la contaminación sonora, para considerar todos estos parámetros en cada una de las etapas del proyecto. A su vez, la reducción del gasto energético, la elección de materiales no contaminantes y el reciclaje de residuos fueron ejes prioritarios para contribuir al cuidado de la naturaleza.

Con el fin de disminuir el consumo de agua potable, se instaló un sistema de recuperación de agua de lluvia para su utilización en limpieza, cloacas y riego de plantas. También se puso en marcha el recurso de energía geotérmica, que permite aprovechar el calor que existe en el subsuelo de la tierra para calefaccionar los ambientes.

Una nueva aventura artística

Un polo cultural

En el otoño francés de 2014, la etapa inaugural de la Fundación estuvo consagrada a una exposición sobre el proyecto arquitectónico de Ghery. A través de dibujos y maquetas, se presentó un recorrido de cómo se construyó semejante edificio. Además se exhibieron una selección de obras de la colección Louis Vuitton y de la colección personal de Bernard Arnault, que abarca desde el arte moderno hasta la creación contemporánea. De este modo, la colección permanente se estructura sobre cuatro núcleos: arte contemplativo, ‘pop art’, expresionismo y música.

Para la apertura, la fundación invitó a renombrados artistas a intervenir diferentes espacios, tanto interiores como exteriores, con obras a tono con la arquitectura del lugar. En el auditorio, se destaca el trabajo de la artista americana Ellsworth Kelly: paneles monocromos y brillantes, acompañados de una cortina de tela pintada, que prometen al visitante una experiencia única. Por su parte, el artista danés Olafur Eliasson -famoso por sus esculturas e instalaciones a gran escala- fue el encargado de vestir con arte el paseo que rodea el estanque. Creó “Adentro del horizonte”, una experiencia multisensorial a partir de una progresión de columnas luminosas que alternan superficies de mosaicos amarillos y espejos. También otros artistas, como Sarah Morris, Taryn Simon o Cerith Wyn Evans aportaron al edificio intervenciones de diferente carácter: audiovisuales, sonoras, encuestas antropológicas y esculturas, entre otras.

Además de la colección permanente, la fundación ofrece exposiciones temporarias y eventos multidisciplinarios relacionados con la música, la ‘performance’, la poesía y la danza.

París tiene un ‘je ne sais quoi’ que encanta a todo aquel que la conoce, con esa chispa mágica propia de las ciudades que nunca descansan de las aventuras. Y esta vez vuelve a deleitarnos con un nuevo museo de arquitectura innovadora y obras excepcionales, dejando en evidencia que el campo de la creación no tiene límites.

 

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