Vivir en movimiento

A nivel global, cada vez más personas se animan a viajar por el mundo de forma permanente y a trabajar al mismo tiempo, gracias a la conectividad. ¿Qué significa ser nómada digital?

Txt: Nicolás de la Barrera Ph: Gentileza entrevistados

 

Una joven de 32 años recorre el planeta y desde cada país, envía sus notas a distintos medios de comunicación. En un poblado rural de Brasil, un ingeniero en sistemas que se cansó de la rutina, visita escuelas y hoteles para mostrar su talento con la magia. Más al norte, en Colombia, una traductora da clases de inglés a clientes que pueden estar del otro lado del mundo. Mientras tanto, en alguna parte de Europa, una estratega en publicidad diseña experiencias de impacto, al mismo tiempo que, en Bolivia, una pareja desarrolla estrategias de comunicación en redes sociales.

En distintos puntos del mundo, cada una de estas personas trabaja pero, al mismo tiempo, está explorando su entorno. Sí: puede decirse que son viajeros, aunque no están de vacaciones. Tampoco tienen un lugar de residencia estable: son nómadas digitales, una comunidad que crece en simultáneo con los saltos tecnológicos y al amparo de nuevas generaciones que le escapan a la rutina de las oficinas y se lanzan a recorrer el mundo sin dejar de ofrecer su trabajo.

Una parte del fenómeno del nomadismo digital y su crecimiento puede explicarse de la mano del trabajo en modo freelance. Según el sitio de búsqueda de empleo independiente y a distancia Workana, solo dirigido a un público ubicado en Latinoamérica, durante 2016 creció 105% la cantidad de usuarios registrados dispuestos a encarar un trabajo en modo freelance.

Sin embargo, ser freelancer no es un requisito indispensable para ser nómada digital: emprendedores o incluso empresarios típicos también se inclinan por este estilo de vida, que puede implicar viajar en avión, en tren o a dedo, y visitar una playa europea, una selva en latinoamérica o un desierto en África.

Aniko Villalba, dice, tras haber conocido los rincones más diversos del planeta mientras escribía y hacía fotografía, que es importante hacer una definición precisa de lo que implica ser nómada digital. “Hay que diferenciarlo del ‘viajero’, ya que a veces los términos se confunden y parecen intercambiables cuando en realidad no lo son. Ser nómada digital no es una profesión, sino una manera de vivir la profesión: a distancia y en movimiento. No es lo mismo que ser un viajero que se dedica solo a recorrer y conocer lugares nuevos. Si bien eso es parte del nomadismo digital, otra parte es pasar la mayor parte del tiempo frente a la computadora o buscando un espacio de trabajo con buen wifi”. Y agrega: “Cuando empecé a viajar no se hablaba de nómadas digitales y yo no sabía que iba a poder trabajar en el camino gracias a Internet. No pasaron ni diez años y ahora el nomadismo digital se está convirtiendo en algo cada vez más común”.

Salir sin fecha de regreso

Desde San José de Chiquitos, en Bolivia, Camu Fuster y Mariano Bourguet cuentan que tras “muchos años de una rutina bastante estresante, cada uno en su trabajo”, tomaron la decisión de dar un vuelco en sus vidas. El viaje que sigue hasta hoy comenzó en marzo de 2015. Ambos con experiencias anteriores en comunicación y publicidad, dicen que sus primeros pasos como nómadas digitales los hicieron ofreciendo campañas en redes sociales a cambio de alojamiento. “Nos dimos cuenta que lo que ofrecíamos interesaba mucho y que podíamos empezar a ofrecer más cosas, así que empezamos a cobrar por eso y con el tiempo nos fuimos amigando con la dinámica del viaje, viendo que teníamos conexión más de lo que suponíamos, y que podíamos trabajar a distancia. Ahí fue que retomamos contactos de trabajos anteriores en Buenos Aires para decirles que estábamos dispuestos para trabajar y hacer proyectos, pero a distancia”.

Desde entonces, ya pasaron por Uruguay, Paraguay, Colombia y Brasil, entre más países de Sudamérica, en un viaje sin apuros. Se quedarán en Bolivia hasta noviembre. “Nos gusta conocer y trabajar en los lugares que visitamos y eso requiere tiempo para hacer relaciones, y para relacionarnos con el entorno”, comenta Mariano.

Por su parte, Dino Feldman, ingeniero en sistemas, cuenta que su trabajo había llegado a los bordes de lo soportable. “Era una urgencia detrás de otra. Tenía que sonar el teléfono porque si no no tenía trabajo, pero si sonaba me angustiaba”. Un día de julio de 2009, dice que su mujer Aldana Chiodi, profesora de geografía social y periodista, lo empujó a cambiar: “Si no lo hacemos ahora, no lo hacemos nunca”. Dino sabía que hablaba de zambullirse al mundo, aunque de una forma poco habitual: la travesía no tenía fecha de retorno. “Cuando uno se va de viaje o vacaciones, tiene un presupuesto para tantos días. Pero si no sabés cuánto tiempo te vas, esa ecuación no la podés hacer, entonces dijimos que la única forma era generar dinero en el camino”, recuerda. Como herramienta terapéutica, Dino ya hacía magia y esa fue la forma de llevar adelante el desafío: shows a cambio de hospedaje y trucos en bares para tener una recaudación del público, hasta que llegaron los primeros contratos.

“Decidimos salir en busca de nuestra libertad y así nació Magia en el Camino, que empezó como un blog en el que íbamos contándole a la familia y amigos en qué andábamos y después se transformó en algo mucho más grande, porque nos empezó a leer mucha gente que no tenía relación con nosotros”, explica. Hoy, y después de haber recorrido 49 países, de haber editado un libro con sus experiencias (Magia es viajar), y de convertirse en padres de Tahiel, Dino y Aldana muestran y ofrecen lo que hacen en su blog: por un lado, el proyecto de magia combinado con un costado social y educativo, y también las notas para medios de viajes, junto con charlas motivacionales y talleres.

Ser nómada

“Ser nómada digital significa tener libertad de poder trabajar de lo que sea con personas de todo el mundo y libertad de poder estar en cualquier parte”, apunta Mariel Olivera, desde Pereira, en Colombia, junto a su pareja. Desde el país en que se encuentre -ya pasó por Estados Unidos, Chile, España, Perú, entre otros-, Mariel da sus clases de idioma a través de Skype.

“Como una buena parte de la semana se la dedicamos al trabajo, tenemos que destinar unos días para conocer y hacer turismo”, dice Mariel. Sin el ritmo acelerado de un tour turístico, los nómadas digitales se dejan llevar por lo que se llama ‘slow travel’, o sea, viajar a un ritmo lento, sin presiones de horarios. “Nosotros, además de nómadas digitales, somos mochileros. Quiere decir que tratamos de usar el avión lo menos posible, así podemos conocer los países lo mejor que podamos y plasmar una experiencia completa del país en nuestro blog de viajes. Solamente nos tenemos que preocupar de tener una buena conexión y electricidad, que en muchos lugares del mundo no es poca cosa”, señala Mariel.

La tecnología no es un detalle menor: muchos nómadas solo cargan con sus computadoras y la información la guardan “en la nube”. Desde Luxemburgo, Char Tedesco, especialista en publicidad, que asegura estar cumpliendo un sueño en medio de un “desafío personal”, enumera sus herramientas fundamentales: “Mi cuaderno y lápiz siempre me acompañan para registrar pensamientos que aparecen sin buscar. Instagram es mi diario de viajes ‘real-time’. Google Maps es mi brújula, las ‘zonas sin conexión’ me permiten ubicarme sin Internet y marcar los lugares que quiero conocer y Trail Wallet es mi ‘Personal Account manager’, ahí cargo mis gastos diarios para entender mis consumos”. ¿Qué más necesita un nómada digital? “Necesitás wifi, computadora y disciplina. El resto lo vas descubriendo en el camino. Estar todo el tiempo conociendo lugares nuevos es puro estímulo para los sentidos”, concluye.

+ info:

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