El diseño como industria se enfrenta hoy al desafío de adaptarse a una sociedad más consciente del consumo responsable. Así lo ve Susana Saulquin, socióloga especializada en moda que hace más de 30 años acompaña los diferentes procesos del vestir en nuestro país.
Txt.: Gisela Pasik Ph: Gentileza Susana Saulquin
“Yo siempre fui más libre, más autorreferente”, se define Susana Saulquin, una de las más reconocidas sociólogas de moda en Latinoamérica. Pensadora original, fue armando su propio camino en una época donde la sociología y el vestir no tenían conexión posible.
Fue una de las creadoras de la carrera de Diseño de Indumentaria de la UBA y ha escrito para varios medios especializados. Entre sus publicaciones, se destacan los libros “Historia de la Moda Argentina” y “La Muerte de la Moda, el día después”. Susana fundó el Instituto de Sociología de la Moda que actualmente dirige y hace dos años creó el Posgrado en Sociología del Diseño en la UBA, donde se desempeña también como directora.
En su último libro “Política de las apariencias. Nueva significación del vestir en el contexto contemporáneo”, incorpora el concepto de “Lujo Sustentable” a través del cual explica que el lujo ya no pasa por el uso de pieles o brillantes, sino por vestir una prenda éticamente buena. Un cambio de paradigma donde el consumo masivo, asociado a la explotación y lo seriado comienza a alejarse de las nuevas generaciones del siglo XXI.
¿Cómo surge su interés por la sociología?
Siempre me interesé por las teorías de los grupos, cómo los grupos respondían, las relaciones de poder. Yo estudiaba sociología en la década del 60 en la Universidad de Buenos Aires (UBA). Recuerdo que durante una clase de la materia Ciencias Políticas yo hice un comentario y un compañero se dio vuelta y me dijo que yo no podía opinar por estar muy bien vestida. Yo era una rubia vestida con un saco celeste de hilo en la Facultad de Filosofía y Letras donde todos preferían el negro que los identificaba con el existencialismo ocurrido veinte años atrás. Me pareció muy fuerte ese comentario y eso se sumó a que en el último año de la carrera un profesor me dijo que mis hipótesis no correspondían a las de una socióloga. A mí no me interesaba repetir como loro a Durkheim o a Weber, no porque no sean interesantes, sino porque siempre fui más libre, más autorreferente. Y la opinión de ese profesor también me impresionó.
¿Y cómo llegó a la sociología de la moda?
Me interesaba la moda y entendía la importancia del vestir, pero no había logrado unirlo con mi formación en sociología. Hasta que una vez conté esta situación en un almuerzo en el que se encontraba Mercedes Marcó del Pont, en ese entonces directora de Para Ti, y me ofreció escribir para la revista. A la semana se publicó mi primera columna y cuando tuve que hacer la factura para cobrar por mi trabajo escribí: “Análisis Sociológico de la Moda”. Me encantó. Me di cuenta de que había logrado unir ambas cosas y no me detuve nunca más.
¿Cómo continuó su formación?
Fui acompañando todos los procesos del vestir en el país escribiendo y participando. Formé parte del grupo que hizo la carrera de diseño de indumentaria y textil en la UBA, participé de la creación del evento que hoy conocemos como Buenos Aires Fashion Week, formé parte del Observatorio de Tendencias del INTI; es decir, estuve en todas las cocinas y fui teniendo una formación muy fuerte. Ahora lo denomino Sociología del Vestir. El auge del diseño independiente ya excede la moda.
En uno de sus libros habla sobre la “muerte de la moda”…
Hago referencia al fin de la moda autoritaria. La moda que impone el color, los gustos, qué vestir. Eso ya terminó. Hoy hay nuevas formas y este cambio responde, en gran medida, a una sociedad individualista, digitalizada y mediada por las redes sociales. Continúan las tendencias pero no tienen el lugar importantísimo que tenían hasta hace poco. Es otra forma de pensar la vida.
¿Cambiaron hoy las motivaciones de la gente al elegir qué vestir?
Se ve una mayor tolerancia. La gente puede explorar y tiene libertad de elegir cómo vestirse. Estamos en un momento de transición. Aún hay personas que siguen pregonando las cirugías estéticas, por ejemplo. Sin embargo, como siempre digo, cuando un fenómeno se exagera significa que se va a venir la contra tendencia. En el vestir, las motivaciones que hasta ahora se asociaban fuertemente a la distinción, la elegancia y el buen gusto van quedando atrás de nuevas prioridades como el bienestar y el brindar una imagen fresca y agradable.
¿Qué sucede en Argentina concretamente?
En nuestro país está la complicación de la seguridad total, que se refleja en una exigencia muy fuerte a verse perfecto. Es una perfección estética: si estás fea/o, te critican. La gente que está en los medios de comunicación tiene que estar impecable. Se olvidan del ser, y de eso hablo en el epílogo de mi libro. De una sociedad del “parecer” que progresivamente va transformándose en una sociedad del “ser”. No deja de estar presente el consumo, pero en este nuevo paradigma del que hablamos, será más importante el ser vos mismo. No es una individualidad narcisista sino unida a través de las redes sociales. El famoso “me gusta” de mis amigos que reafirma mi identidad. Lo que pasa es que a nadie le gusta el cambio. Estábamos muy cómodos con una cultura de masas, una cultura seriada…
El otro paradigma
Las empresas, especialmente, que deben repensar su modelo de negocio…
Cuando trabajo como consultora, siempre me hacen la misma pregunta: ¿cómo hacer para salir de la masividad sin resignar ganancias? Hay que multiplicarse, recrearse y entender este nuevo paradigma. Pero, sobre todo, hay que estar dispuesto a ganar menos. Hay un desequilibrio financiero internacional y una multiplicación de pobres que crece exponencialmente. El verticalismo y lo autoritario ya es viejo. Pero no todos quieren darse cuenta de esto.
¿Este cambio también se relaciona con un consumo más responsable? Solemos escuchar acerca de las fábricas clandestinas de ropa y las malas condiciones de los trabajadores de empresas textiles…
Es que está todo ligado. Los talleres esclavos responden a lo seriado, a la necesidad del consumo de masas, a vender mucho y ganar mucho. Las marcas grandes siempre quieren ganar y eso responde a un modelo de consumismo que no se alía con la sustentabilidad. Y la sustentabilidad es fundamental porque va en ello la supervivencia del planeta. No podemos usar y tirar, usar y tirar la ropa. La moda lleva así casi 600 años, cuesta adaptarse. No hablo de resignar la industria pero sí de resignarse a ganar las fortunas que ganan algunos imperios de ropa a costa de talleres clandestinos.
Personalmente, ¿tiene en cuenta estos aspectos a la hora de consumir una prenda?
Trato. Cuido el agua, no plancho tanto, y con las marcas también me cuido. Uno de mis hijos vive en Escocia, y cuando viajo a visitarlo veo marcas europeas muy conocidas que tienen ropa a muy bajo costo. Pero sé que suelen tener paros de parte de sus empleados por las malas condiciones de trabajo, y aunque me tiente, no puedo consumir esa ropa.
Entonces no ve una contradicción entre estética y ética…
No, para nada. La estética sí fue la que marcó el siglo XX, y la ética, el siglo XXI. Pero no podemos resignar la estética, sino que tiene que estar supervisada por la ética. Hasta ahora sí eran contradictorias, pero no hay contradicción. No debería ser así. Sí hay una contradicción entre sustentabilidad y masividad.
¿Qué otros tabúes tiene la moda?
Las pieles. Más allá de que hay campañas para evitar el uso de pieles naturales, tampoco es bueno el uso de pieles sintéticas. No son biodegradables, por ende son totalmente dañinas para el medioambiente. Los brillantes también son muy contaminantes (ya que muchos están hechos con mercurio) y traen consigo toda una historia de dolor y explotación. No va más todo eso, quedó en el siglo pasado.
¿Y qué se entiende por lujo en este nuevo siglo?
Yo hablo en mi libro del “Lujo Sustentable”: el lujo del tiempo libre, del agua pura, de la naturaleza, del bienestar. Es otro concepto de lujo. No estoy diciendo que uno no puede seguir usando un reloj importante pero será algo superfluo. La tecnología hoy es un lujo y es protagonista de las transformaciones textiles. Nuevos materiales biodegradables, que te dan frío o calor, que anticipan a la mujer su ciclo hormonal, por ejemplo. Son invenciones actuales de tecnología aplicada al vestir, materiales que hacen la vida más confortable.
¿Este nuevo concepto de lujo sustentable puede generar una equidad en la forma de consumo o puede caer en el elitismo?
Siempre el ser humano va a tender a diferenciarse. Eso hay que poder aceptarlo. La posibilidad de que todos podamos acceder a prendas sustentables puede suceder, pero hay que tener la educación necesaria y las necesidades básicas satisfechas. Si estás sufriendo por la supervivencia, definitivamente no vas a priorizar estas cosas.
¿Quiénes serán, entonces, los agentes de cambio?
Las nuevas generaciones tienen la responsabilidad de pensar estos nuevos temas, y no tienen que dejarse llevar de las narices de las viejas generaciones. Tienen que animarse. Yo apuesto mucho al cooperativismo como forma de gestión que trabaje con esta nueva forma de entender el vestir, y sin dudas, hay una necesidad de ética en cantidades industriales por parte de toda la cadena de valor para afrontar este nuevo paradigma.