Montessori en casa

El método Montessori promueve la autonomía del niño, una libertad con límites y el respeto por el desarrollo físico y social de cada individuo. Su implementación se extendió por escuelas en diversos países del mundo. Sin embargo, hay técnicas que los padres pueden utilizar para aprovechar sus beneficios también fuera del colegio.

Txt: Catalina Pelman

La docente italiana María Montessori, después de vivir las dos guerras mundiales, creía que la reconstrucción del mundo estaba en las manos de los niños. Bajo esa premisa y convencida de que la educación tradicional debía transformarse, creó -a principios del siglo XX- una filosofía y un método de enseñanza, para el que la escuela no es un lugar donde el maestro transmite conocimientos, sino “un espacio donde la inteligencia y la parte psíquica del niño se desarrollan a través de un trabajo libre con material didáctico especializado”, aseguraba Montessori.

Este modelo pedagógico no tradicional propone un ambiente preparado para que los niños trabajen con compromiso y libertad. Para eso, implementa materiales concretos, científicamente diseñados para explorar y desarrollar habilidades, que brindan las claves para investigar el mundo a cualquier edad. En el colegio, no hay cursos separados por edad, no se toman exámenes estandarizados y casi no se utilizan los libros de texto. Se trata de que, tanto en la escuela como en casa, el niño es el protagonista y el adulto es un observador que lo guía y estimula para que reflexione y actúe por sí mismo con confianza y disciplina.

Si bien el método estuvo siempre ligado directamente al ámbito escolar, hoy se aplica cada vez más en el mundo familiar. Por ejemplo, los Duques de Cambridge, Kate y Guillermo, rompieron la estricta tradición para la crianza de los herederos. Después de siglos, decidieron darle una vuelta a la educación de sus hijos para potenciar su creatividad y autonomía sobre la base de relaciones cálidas y afectuosas con técnicas Montessori.

Cómo empezar

Antes de aplicarlo en casa, es necesario investigar el método y deshacerse de todos los prejuicios. En internet hay gran cantidad de material disponible, incluso un mini curso gratuito llamado “Primeros pasos con Montessori” y dictado por la especialista española Elena Merina. Otra opción es consultar el libro “100 actividades Montessori. Descubre la pedagogía Montessori en casa”, de la especialista francesa Êve Hermann, que ofrece consejos para acondicionar el hogar y actividades infantiles novedosas.

Luego, hay que observar al niño con detenimiento para saber qué es lo que necesita para desarrollarse, qué le interesa, qué le llama la atención. Por ejemplo, si un niño quiere saltar desde el sillón al suelo, los adultos suelen prohibirlo por el peligro que esto implica. Sin embargo, la necesidad de movimiento del niño sigue quedando desatendida. Entonces, una buena opción sería llevarlo a un espacio de juego donde esté permitido saltar, correr y sortear obstáculos de forma contenida y segura. Según Merina, “es realmente importante seguir los intereses del niño porque a través de su interés nos dice qué es lo que necesita aprender y perfeccionar”. Además de favorecer el desarrollo infantil, este tipo de estrategias ahorra a los padres muchas rabietas, gritos y enojos difíciles de resolver.

En cuanto a la libertad, no se trata de que el niño haga lo que quiera, sino que tenga la posibilidad de elegir qué quiere hacer. Por lo tanto, esa libertad tiene límites que el adulto debe remarcar, pero no con la severidad del reto o la prohibición, sino con la amabilidad de la explicación que permitirá al niño comprender la decisión.

En casa, los padres deben establecer unas pocas reglas, pero coherentes, claras y firmes. Por ejemplo, se puede dejar que el niño elija entre una remera azul y una roja, pero no existe la posibilidad de que salga a la calle con el torso descubierto. Dejar que los chicos elijan cómo vestir puede parecer una pérdida de tiempo, pero es una de las tantas maneras de fomentar su autonomía. La idea es que ellos puedan hacer las cosas por sí mismos, y los adultos deben estimularlos pacientemente, aunque al comienzo demande más tiempo del que se dispone. En este sentido, los especialistas advierten que, debido al poco tiempo que los padres pasan con sus hijos hoy, sienten la necesidad de compensarlo complaciéndolos, atendiéndolos y protegiéndolos en exceso.

 

“Tené cuidado”

Según Merina, una de las frases más repetidas por los padres es “tené cuidado”. Aunque con estas palabras seguramente se previene algún daño, “para los niños es confusa, porque no le dice cómo actuar ni en dónde está el riesgo que debe evitar. Sin darse cuenta, la reiteración de esta frase favorece la constitución de niños inseguros que no se atreven a cometer errores por miedo a que algo salga mal.”

Darle un vaso de vidrio, un cuchillo para untar la manteca bajo la supervisión de un adulto no es un verdadero peligro. Mucho menos si, en lugar de prohibirle su uso, se le indican pautas para su correcta manipulación. Y si el vaso se cae al suelo y se rompe, el niño aprenderá de esa situación y la próxima vez no se le caerá porque tendrá más cuidado. Con esta actitud, no solo se le concede confianza al niño en una situación puntual, sino que se lo invita a superar cada vez más retos en el avance de su desarrollo. De esta manera, el error es concebido como parte del aprendizaje.

Merina recomienda que, ante una escena de peligro, se debe respirar hondo y tratar de cambiar el lenguaje para asistir al niño en lugar de exigirle que tenga cuidado. La idea es que los padres puedan ayudar a que sus hijos tengan una mayor conciencia de su entorno y de su propio cuerpo. En el caso del vaso de vidrio, se le podría sugerir una reflexión acerca del material: “¿Te das cuenta de lo frágil que es? ¿Qué crees que pasaría si se cae al piso?”

Tanto en las acciones cotidianas como cuando emprenden un desafío nuevo, será necesario guiar a los niños para que pongan en juego sus propios recursos cognitivos y encuentren la respuesta más adecuada. Si se busca la resolución de problemas de una forma autónoma, no sirve decirles cuál es el camino más fácil y rápido para llegar a destino. Por el contrario, hay que ayudarlos a pensar planteándoles preguntas acerca de cuál es la mejor forma de hacerlo. No es solo ayudarlos a cruzar la meta, sino a organizarse y armar en sus mentes un plan que les permita alcanzar el objetivo.

Salir a jugar

La metodología Montessori prefiere no hablar de juguetes sino de herramientas, porque cada uno de los instrumentos que utiliza está diseñado con un fin específico, para trabajar en un momento concreto bajo la supervisión de un adulto que oriente la actividad. Según Hermann, entre los 12 y los 15 meses, los niños ya quieren participar de la vida adulta e imitan lo que hacen sus padres. Por eso, sugiere ofrecerles la posibilidad de trabajar juntos, adaptando la casa a sus necesidades. Tender la ropa y barrer la casa son tareas sencillas con las cuales los chicos aprenden y se entretienen. Para favorecer la autonomía y la construcción de una autoestima sólida, se les deben ofrecer elementos a escala según la edad y no a la medida de los adultos.

Todos los ambientes de la casa se pueden adaptar a los niños sin hacer grandes inversiones. De hecho, los muebles más acordes a la filosofía Montessori son bien simples. Solo basta una mesa y una silla baja y algunas estanterías de madera, para que los niños puedan trabajar y ordenar sus materiales.

El objetivo es que, cualquiera sea el ambiente, los niños puedan desenvolverse libremente. En el caso de la cocina, se puede colocar una mesa baja para que pueda pelar frutas o mezclar preparaciones de la misma forma que lo hacen sus padres. Luego, se puede poner un escalón de madera para que el niño alcance la mesada y pueda, por ejemplo, lavar los platos. De esta forma, también aprenden sobre los distintos tipos de alimentos, disfrutan de una comida casera preparada por ellos mismos y valoran el trabajo de quien cocina. Según Merina, es muy importante que los niños coman junto a la familia con la mayor frecuencia posible. Para eso, deben tener una silla cómoda que les permita subir y bajarse solos.

En los espacios comunes, debe haber algún espacio de guardado para los juguetes de los niños. El living o el salón, que es de uso compartido, no puede dejar de lado la comodidad de los más chicos. De la misma manera, el baño debe contar con un espacio para lavarse las manos, la cara y los dientes, o bien un escalón de madera que le permita acceder al lavamanos y mirarse en el espejo. Ya sea en un departamento o en una casa con jardín, es importante que los niños posean plantas para cuidar y regar. Incluso, se recomienda tener aromáticas para poner en juego el olfato y el gusto a la hora de cocinar con ellas.

La adopción de estrategias Montessori en el seno de la familia y la adaptación de los espacios del hogar para que el niño se desenvuelva con libertad y autonomía, es simple y ofrece múltiples beneficios. Con información previa acerca del método, un poco de voluntad, algo de inversión y mucha creatividad, es posible formar niños felices que serán adultos más justos, solidarios y comprometidos.