La moda retro revive el interés por las ferias de antigüedades. Muebles nórdicos y piezas de los años 50, 60 y 70 se llevan el protagonismo. En esta nota, te contamos a dónde tenés que ir y con qué te podés encontrar en este viaje al pasado. Además, algunos consejos de expertas en decoración para darle un toque vintage a tu casa.
Txt: Andrea Palombo
Ph: Inés Muguruza
Con un aire místico y nostálgico, las ferias de antigüedades pueden asustar a primera vista a quién no está acostumbrado a ver tanto desorden, tanta oferta de piezas apiladas que quizás para algunos no tengan valor, mientras que otros lo descubren como “eso que tanto estaban buscando”. Hay que tener paciencia y saber bucear para encontrar algo interesante como lámparas de pie, muebles escandinavos, tocadiscos, mesas y sillas que en algún momento pertenecieron a la realeza española en tiempos de colonización, o una bitácora de la segunda guerra mundial y hasta televisores Marshall o Hitachi de los años 60.
Los precios pueden variar de acuerdo a los años de antigüedad, si se trata de un diseño de autor y en algunos casos, respecto al peso de su historia. También hay que tener en cuenta que no siempre abren todos los puestos de la feria, porque a veces sus dueños eligen descansar el día después de un feriado o deben dejar cerrado su puesto para rastrear esos tesoros que luego pondrán a la venta. Por eso, siempre es recomendable ir los fines de semana a partir del mediodía.
Itinerario al pasado
Desde hace más de una década, la Estación Barrancas del Tren de la Costa en el bajo de Acassuso se transforma todos los fines de semana y feriados, de 10 a 19 horas, en una intrigante Feria de Antigüedades. Es uno de esos lugares que a primera vista y según el stand que se mire, puede parecer un “basurero”. Algunos puesteros tienen tantos objetos que terminan amontonándolos en una montaña desordenada donde se pueden encontrar paneras, sifones, cajas llenas con botellas de Coca Cola con su bebida original y hasta un dispenser de bebidas de la misma marca que data de los años 80, cuando todavía se utilizaba la denominación ‘diet’, y que todavía funciona. Pero está muy lejos de ser un basurero. Para los decoradores y los aficionados, los 68 stands que ofrece garantizan un viaje al universo del ayer, porque en ese mismo desorden se pueden encontrar también tesoros, como una bitácora contemporánea a la segunda guerra mundial, un teodolito, una balanza de los años 50 y hasta un tocadiscos, así como carteles luminosos de Quilmes y una lámpara colgante azul de cristal.
En Olivos, el olvidado Puente del Tren de la Costa de Maipú, que años atrás vivió un fugaz esplendor como lugar de compras y comida, hoy alberga de lunes a domingo un punto de encuentro donde lo antiguo cobra vida. Los protagonistas en este lugar son los muebles, espejos de pared y las butacas de los años 60, pero también hay un local totalmente dedicado a los juguetes antiguos. Con una Harley Davidson de 1929 en la vidriera, no hay quien se resista a entrar a El Viejo Box. Llaman la atención los autos de carreras como la antigua Ferrari a pedal, un metegol restaurado, un pinball de Star Trek, muñecas de todas las épocas y hasta un dispenser de nafta YPF; un lugar ideal para los nostálgicos. Otra parada obligada es el Almacén de los Sueños Generales, un puesto en el que se puede conseguir desde un juego de vajilla de Bavaria hasta una infinidad de discos de vinilo, entre los que no faltan clásicos como Queen, Rolling Stones, Beatles, Madonna, Bob Marley y Elvis Presley. En este mismo lugar se exhiben coloridas butacas y televisores con más de cincuenta años de historia, que llevan la firma de las marcas Marshall y Hitachi. Por último, El Mascarón de Proa ofrece rarezas, como un espejo de ojo de Buey que perteneció a un buque de la Escuela de la Marina Mercante Argentina, y vende todo tipo de muebles que trae de distintas estancias y que en su historia fueron utilizados por la realeza española.
A casi treinta kilómetros de distancia, en San Telmo, en la tradicional casona de la década del ‘80 que fue residencia de la familia Ezeiza, hoy funciona la Galería de la Defensa. Se trata de un paseo de compras donde se puede conseguir de todo: souvenirs, cuadros, indumentaria, muebles y una variada oferta de piezas decorativas. En la entrada por la calle Defensa, el primer local -Mid Century- expone todo tipo de muebles escandinavos de los años 50 y de diseño de autor, además de lámparas que llevan la impronta de la serie estadounidense Mad Men. Pasando el Patio del Árbol, se esconde El Baúl de Niní, donde se consiguen las latas cuadradas de galletitas que te trasladan a una cocina de los años 60 y las chapas de marcas emblemáticas como Coca Cola, Pepsi, Jack Daniel´s y Harley Davidson, entre otras, que hoy se están eligiendo para decorar cocinas, livings y cuartos.
Otra joya de la ciudad, cuando de antigüedades se habla, es el Mercado de Pulgas, ubicado en el límite de Colegiales y Palermo. El lugar es inmenso y alberga a más de 100 locales que venden objetos comprados en remates. Su recorrido puede llevar varias horas, por lo que hay que ir con tiempo y ganas de caminar, hasta tiene bancos entre un puesto y otro para poder descansar. Valijas en muy buen estado, artículos de iluminación de los años 70, muebles y piezas únicas que llegaron de Europa en 1920 de la mano de los inmigrantes, forman parte de su gran atractivo.
La moda de lo antiguo
La constante necesidad del ser humano de rastrear sus raíces y conocer su historia podría explicar el interés por estar rodeados de piezas antiguas que nos recuerdan que somos un eslabón en el proceso amplio de la humanidad que existió y existirá “a pesar nuestro”. Para la interiorista Teresa Beilin, dueña del espacio flotante de diseño y decoración El Camino, en el partido bonaerense de Tigre, ésta podría ser la razón que justifique el crecimiento de la moda retro como tendencia en decoración. “Las piezas retro son antigüedades que marcaron una época y tendencia importantísima, y podemos tomar contacto con ellas de manera accesible por ser una etapa reciente y por conseguirlas fácilmente”, cuenta.
Quienes quieren decorar en base a este estilo deben pensar en objetos que tengan más de diez años de antigüedad, especialmente en piezas de las décadas del 50, 60 y 70. “Se busca recuperar lo viejo, adaptarlo y fusionarlo con lo moderno”, explica la diseñadora de interiores, Vilma César, responsable del diseño de importantes emprendimientos públicos y privados de la provincia de Misiones. “En una composición vintage se puede tener una mesa antigua de diseño clásico combinada con sillas modernas, o bien una lámpara colgante pintada en un color brillante; un sillón antiguo retapizado con una tela moderna de distintos diseños y colores súper actuales”, ejemplifica. De esta manera, esta tendencia propone rescatar formas del pasado con las ventajas de las nuevas tecnologías, generando espacios divertidos, dinámicos y dotados de personalidad.
Para Carla Mahalla, fundadora de Mahalla Concept, un local de decoración ubicado en Lomas de San Isidro, cuando alguien piensa en antigüedades a la hora de decorar es porque busca que sus ambientes cuenten una historia, que lo trasladen a un momento. “Para lograrlo, la pieza no debe ser meramente decorativa sino que debe tener una razón para estar ahí”, resalta la diseñadora responsable de ambientar la Estancia de Lobos en la que estuvo el príncipe Harry durante su visita al país en 2004.
Un tocadiscos en un rincón del living, un televisor antiguo en una habitación o biblioteca, las chapas de marcas emblemáticas combinadas con un pizarrón o un reloj en una pared de cocina, son sólo algunos ejemplos para lograr el toque vintage en un hogar. No obstante, las diseñadoras advierten que no hay que abusar de las antigüedades porque fácilmente se puede pasar la línea entre el estilo retro y el anticuario.
“Para alcanzar un equilibrio hay que utilizar modelos de los mismos tonos, con distintos estampados y texturas. O de diferentes tonos, con estampados o motivos similares”, señala César, al mismo tiempo que insiste en que la clave está en los contrastes: “Una combinación acertada sería el ‘casual auténtico’, con un toque industrial y vintage basado en las formas irregulares, telas naturales en tonos crudos, el uso de madera, mármol y de metales en los accesorios”.