Propuestas imperdibles para los sibaritas que buscan alejarse del bullicio citadino. Una guía para degustar las delicias de los mejores restaurantes en Lobos, Cañuelas y Cardales.
Txt: Rosario Oyhanarte
Ph: Gentileza restaurantes
Un buen plan, para quienes ansían irse de vacaciones, es sentirse turistas en la propia ciudad; visitar las nuevas muestras de los museos, organizar salidas al teatro, caminar por las calles porteñas en lugar de subirse al auto… Y, ¿por qué no?, emprender una escapada gourmet, aunque sea por el día, y saborear los platos que los miles de restaurantes de Buenos Aires se esmeran en preparar. Para todos los deseosos de escapar del cemento porteño, presentamos una selección de los mejores exponentes en Lobos, Cañuelas y Cardales.
Lobos
Ubicada a menos de 100 kilómetros de Buenos Aires, esta ciudad de Zona Oeste aloja restaurantes que ya son un clásico, como El Escritorio o La Vaca Atada, una de las parrillas más tradicionales de la región. Esta prepara desde asado hasta pastas caseras y es elegida por sus clientes por ser un lugar tranquilo, con mucha luz, ideal para visitar con familia o amigos. De la carta, recomendamos el bife de chorizo con papas encebolladas y, para el postre, tiramisú.
Uno de los preferidos de la ruta 205 es El Candil. Ambientado en un estilo señorial y romántico, ostenta -por ejemplo- jarrones, salamandra y boiserie; es que, su dueño, Leandro Maglione, se encargó personalmente de que el espacio no escatimara elegancia ni tradición, además de brindarle a El Candil el diferencial de su buen trato. En cuanto al menú, destacan las pastas caseras con mariscos o el novillo en salsa de hongos. En verano, se recomienda pedir mesa afuera, para disfrutar de la noche en el parque.
Otra opción en la zona es el recientemente inaugurado Azul, alojado en Aguará Hotel Spa pero abierto al público general. El restaurante del chef Ernesto Oldenburg ya se perfila como el favorito de Lobos. Utiliza solamente productos locales, lo que garantiza que los platos sean siempre frescos y sabrosos. Lejos de las pretensiones, Azul luce un salón sobrio, pintado en los tonos evocados por su nombre y asomando a un jardín. La carta es ecléctica: incluye desde bifes jugosos a las brasas o mollejas con manzana asada y rabanitos, hasta guiños a la cocina peruana, como ají de gallina con pasta de ajíes amarillos secos y frescos, con huevos de codorniz, papines andinos y sal de aceitunas negras deshidratadas. Es obligatorio llegar con hambre: la panera es un manjar y los platos, abundantes. ¿Un dato de color? El hotel cuenta con una ambiciosa cava que aloja a más de 200 etiquetas.
Cañuelas
Aunque sólo 65 kilómetros la separen de Buenos Aires, en Cañuelas uno se siente como si estuviera a horas luz de la gran ciudad. Es que, el ritmo de su gente –tanto más tranquilo y amable que el porteño– y el verde de sus paisajes rurales hacen que sea el paraíso para quienes tienen fobia a las metrópolis.
Es cierto que la opción del sándwich al paso siempre es un acierto, cuando de andar en rutas se trata. Pero, para los que deseen explorar las propuestas gourmet de Cañuelas, Rogelia es ideal. Con énfasis en el arte de la cocina casera, ese que sólo las abuelas saben dominar, el espacio fue creado por María Alba Judes Rivas, quien tuvo el objetivo (más que cumplido) de dotarlo de calidez. El nombre alude a Rogelia Feito de Chiachio, la abuela de María Alba, lo cual enfatiza el carácter familiar del restaurante. Patricia Courtois es quien está a cargo del menú, que también presta especial atención a platos de campo. De este modo, el secreto no es que las recetas sean ambiciosas sino sencillas; suculentas, abundantes y con materias primas de calidad.
En cuanto a las entradas, hay muchas y muy tentadoras, como la provoleta con chutney de cebollas, las empanadas de carne cortada a cuchillo o buñuelos de acelga. De los principales se destacan las pastas rellenas, como el raviol de calabaza con almendras y masa verde, o los sorrentinos de salmón y langostino. También hay carnes como la Costilla Rogelia (costilla de novillo en cocción lenta) y el ojo de bife. Los postres favoritos son el tiramisú, la créme brûlée y la marquise de chocolate.
“Conocemos a nuestros proveedores y los platos tienen sabor a abuela. Hacemos toda la producción en el lugar, desde el pan que amasamos diariamente, los entrantes que lo acompañan hechos a base de verduras y legumbres, hasta las masas y rellenos de pastas”, detalla Alba. Además, explica que su clientela es heterogénea. “Por las noches vienen parejas y los domingos nos visitan familias enteras. Todos nos eligen por tres motivos: buena atención, linda ambientación y rica comida”.
En cuanto al diseño, la madera es el material preponderante. Vitrales, aberturas y lámparas antiguas, vajilla de loza y columnas de hierro dan a Rogelia un estilo industrial de campo que evoca solidez. Plantas –muchas– y objetos de demolición terminan de dotar al espacio con el buen gusto que, sumado a los manjares hogareños, hacen que valga la pena la (mini) excursión.
Otra propuesta que ya es un clásico en Cañuelas es La Parrilla. Situada justo al lado de la YPF, es divisada desde la ruta 205 como un oasis, donde las carnes son de primera calidad y el ambiente, familiar y sencillo.
Con su buena fama intacta desde su creación, hace más de 17 años, la premisa del espacio es brindar servicio de excelencia. “Nuestro restaurante combina la tradición del campo y sus raíces con las nuevas tendencias gastronómicas”, explican sus dueños. La Parilla ofrece una amplia variedad de platos, desde asador criollo y cortes tradicionales, incluyendo lechón y cordero, hasta pastas caseras, opciones para celíacos y menús bajos en calorías. “Cabe destacar que somos el único restaurante en Cañuelas que ofrece una amplia variedad de pescados y mariscos”, enfatizan. ¿Los platos predilectos de sus clientes? La trucha rellena en salsa de azafrán, el lomo al gratín con salsa de hongos y la versión de la casa de “suprema a la fiorentina”.
Ideal para quienes lleguen con niños, La Parrilla ofrece un sector de juegos con circuito cerrado de monitoreo que se puede ver desde el salón principal. Además, para los comensales que necesiten almorzar rico, rápido y barato, se implementó un buen menú ejecutivo.
Los Cardales
Como todo el partido que lo aloja (Exaltación de la Cruz), cada vez más Los Cardales se conoce por la variedad y calidad de sus restaurantes. Un claro ejemplo de la tendencia es Chizza, la gran creación de Franco Malacisa. El chef y propietario hace magia en esta casona de 1920 que ofrece cocina mediterránea. Para comprobarlo, vale la pena probar los langostinos jumbo en tempura con salsa dulce de chiles o el chivito al horno de barro con un puré de papas. De postre, se recomienda la degustación de helados.
Buenas nuevas para los amantes del vino: la cava de Chizza no los va a decepcionar; está compuesta por 1900 botellas de 180 etiquetas, ideales para disfrutar en el ambiente apacible de este restó. Cuando el clima acompaña, lo mejor es pedir mesa al aire libre, en su deck. En todos los casos, antes de emprender el periplo, es aconsejable hacer la reserva.
Otro hito de la carta de Chizza son las pastas, secas y frescas. Y si de pastas se trata, no podemos no mencionar a Italpast. El que ya es un clásico en Campana abrió otra sede en el Sofitel de Cardales y funciona en el club house del country La Reserva Cardales, justo al lado del hotel.
La cocina de la familia Picciau se pavonea con ofrecer las mejores pastas de la región pero, además, el espacio destaca por su paisaje con vista al lago. Algunos de los platos insignia (que están siempre en la carta, más allá de los cambios por temporada), son la Lasagna Della Nonna (lasagna de masa al huevo con jamón, salsa de tomates y bechamel), Ravioli Dei Carabinieri (ravioles de centolla y calabaza teñidos con tinta de calamar, con crema de leche, camarones y azafrán) y los Sorrentinos Parisienne (sorrentinos de ricota, mozzarella y jamón con crema y champiñones).
De nuevo, es imprescindible hacer reserva, especialmente los fines de semana, cuando decenas de peregrinos se acercan desde distintos puntos de Buenos Aires para probar los sabores de la península que se sirven en Italpast.
Cada vez más localidades de la provincia mejoran su propuesta gastronómica, en un afán de atraer a ‘foodies’ locales y extranjeros. La oferta es tan variada que pretender conocer los mejores exponentes puede llevar mucho más tiempo del que disponen incluso los viajeros mejor organizados. Sin la región pero, además, el espacio destaca por su paisaje con vista al lago. Algunos de los platos insignia (que están siempre en la carta, más allá de los cambios por temporada), son la Lasagna Della Nonna (lasagna de masa al huevo con jamón, salsa de tomates y bechamel), Ravioli Dei Carabinieri (ravioles de centolla y calabaza teñidos con tinta de calamar, con crema de leche, camarones y azafrán) y los Sorrentinos Parisienne (sorrentinos de ricota, mozzarella y jamón con crema y champiñones).
De nuevo, es imprescindible hacer reserva, especialmente los fines de semana, cuando decenas de peregrinos se acercan desde distintos puntos de Buenos Aires para probar los sabores de la península que se sirven en Italpast.
Cada vez más localidades de la provincia mejoran su propuesta gastronómica, en un afán de atraer a ‘foodies’ locales y extranjeros. La oferta es tan variada que pretender conocer los mejores exponentes puede llevar mucho más tiempo del que disponen incluso los viajeros mejor organizados. Sin embargo, vale la pena emprender el viaje y probar estos platos suculentos en ambientes que siempre son serviciales y dotados con calidez, no sólo en el pan casero que sirven de entrada, sino también en el trato hacia los clientes.