La dieta del mediterráneo consiguió su fama y renombre gracias a las espectaculares cualidades que le atribuyen los especialistas. En esta edición de BA MAG, tres nutricionistas develarán los mitos y verdades de este régimen milenario.
Txt: Camila Barreiro
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El término Edad Media invoca, inequívocamente, a aquellos años previos al siglo XV donde los reinos e imperios se regían por la fe católica incuestionable que obligaba a cada persona a aceptar el lugar que le había sido dado por Dios. Aparecen en la mente las coronas de oro, los imponentes castillos y las trágicas conquistas. Sin embargo, uno de los mayores legados de aquellos tiempos fue el buen comer. La simbiosis entre el modelo procedente de la Roma antigua (pan-vino-aceite) y los llamados bárbaros germánicos (carnívoros producto de la caza), dieron lugar -aún sin saberlo- a una alimentación que lograba mejorar la calidad y duración de vida de los habitantes: la dieta mediterránea.
Pero, ¿qué la mantiene vigente hasta el día de hoy? “La fama que tomó esta dieta se debe a que varios estudios de cohortes que se realizaron alrededor del mundo demostraron que los que habitaban la zona mediterránea eran más longevos, tenían menos cáncer y menos accidentes cerebro vasculares y coronarios. Pero, además de seguir el estilo de comida, es importante saber que la vida allí se lleva con menos estrés. Es una dieta equilibrada y a la que no le encuentro ningún contra”, opina Raquel Beatriz Jona, que es Licenciada en Nutrición.
Por su parte, la nutricionista Analia Llui, cree que el secreto es su alto contenido de antioxidantes y ácidos grasos esenciales; además de su reconocimiento en la UNESCO como patrimonio cultural, gracias a las investigaciones llevadas a cabo en los 90’. “La clave es que evita las dietas extremas”, agrega Marisa Vanden Ryn, nutricionista clínica y deportiva.
Este régimen, que bien puede considerarse un estilo de vida, es conocido como el más saludable desde que, en los años 60, el Dr. Ancel Keys realizó un estudio y encontró que en zonas como Italia y Grecia los índices de problemas cardiovasculares eran más bajos. Gracias a los resultados escribió “How to eat well and stay well the Mediterranean Way”donde recomienda evitar las grasas saturadas, consumir pescado, frutas, verduras, lácteos bajos en grasa y cereales integrales.
Lo que sí, lo que no
Raquel Beatriz Jona, que además de ser nutricionista fue co-autora del libro “Alimentos y afectos”, escribió un decálogo sobre la dieta. A continuación, un repaso por el mismo.
Es importante usar aceite de oliva porque es una grasa adicionada aceptable. Hay que dar prioridad al consumo de alimentos de origen vegetal, frescos, crudos y de estación, “que los reconoceremos por ser los de menor precio. Es importante no olvidar al coliflor y el brócoli, que previenen el cáncer de colon”.
A pesar de las grandes discusiones que las mismas generan hoy en día, se permite incluir harinas y cereales, además de sumar al arroz diaria y controladamente. Es importante evitar lo envasado y procesado, hay que elegir los alimentos frescos. “Imprescindible el consumo diario de lácteos como queso, leche y yogurt. Enteros, total o parcialmente descremados, según el peso corporal o la situación arterial del paciente”. Hay que consumir dos veces por semana carnes rojas (porque proveen una cantidad de hierro que ningún otro producto puede igualar) “no son el diablo, hay que incluirlas en sus formas menos grasas, como ser en guisos”. Una de las características del Mediterráneo es la despensa que tiene en su mar, es por eso importante consumir abundante pescado azul fresco. También es fundamental incorporar el consumo de frutas frescas diariamente. Tal como en varias dietas es indispensable el aporte de agua, “la cantidad por día no se puede dar con un número estimativo como dicen las revistas. Debe calcularse según el individuo, su edad y las actividades que hace. Además –a modo de bebida- la dieta incluye un vaso de vino tinto por día, que dependerá también de enfermedades o síntomas concomitantes”, explica el decálogo.
Ciudado integral
A los alimentos y bebidas es imperioso acompañarlos con actividad física. “Puede ser diaria, día por medio, 15 minutos. Lo importante es que sea placentera, así la podemos sostener en el tiempo”, agrega Jona, que trabaja como Counselor especializada en Desarrollo Personal. “No es sólo una buena alimentación. Hay que practicar hábitos más saludables que hoy en día, con la modernización y la tecnología se fueron perdiendo. Aconsejo más charlas en la mesa sin teléfonos, más paseos y menos comida chatarra”, completa Llui. Vanden Ryn destaca que las horas de descanso, el tabaquismo y el consumo de alcohol son factores condicionantes para la calidad de vida.
Dada su relación con la longevidad, ¿es una dieta para adultos mayores? “Es apta para toda la familia y cumple buenas funciones en planes para descenso de peso si se controla el aporte de grasas”, dice Llui. Por otro lado, Jona afirma que no la recomendaría hasta pasada la adolescencia, “porque los niños y jóvenes necesitan valores calóricos superiores a los que presenta esta dieta. Sin embargo, no la dejaría relegada a la tercera edad porque hay pacientes que ya a sus 30 años están con problemas cardiovasculares, entonces desde esa edad podemos imponerla”. La mediterránea va más allá de las edades, porque tiene valores preventivos y curativos muy importantes para la salud en general. “Ayuda con la hipertensión arterial, diabetes, enfermedades coronarias, cáncer, alzheimer y parkinson, entre otras”, suma Llui, dueña del Facebook “Nutrición Salud”.
¿Siguen viviendo más en el Mediterráneo? “Su cultura y sus tradiciones convierten aún a la región en la más sana del mundo”, comenta Llui, argumentando que la alimentación utilizada retrasa el deterioro asociado al envejecimiento cognitivo a largo plazo. “Según estudios comprobados, las personas que llevan hábitos de estas características tienen una esperanza de vida mayor a las que tienen otros”, suma Llui. “Creo que una enfermedad cualquiera tiene una combinación de cuerpo y alma. Por eso completé mis estudios con la psicología. Las enfermedades expresan en el cuerpo algo de adentro, por eso, si en una localidad no hay problemas de inseguridad, desempleo o se vive de una manera diferente, el concepto de muerte y discapacidad influye para disminuir el estrés. No es sólo la dieta lo que ayuda en el Mediterráneo, es ese estilo de vida y la espiritualidad”, argumenta Jona, y agrega que se trata de una dieta para “vivir bien”, pero puede ser adaptada para bajar de peso quitando los azúcares, postres y reduciendo las harinas.
Ahora bien, si se quiere armar un plato al mejor estilo mediterráneo, ¿cómo hacerlo? “Se puede llevar a cabo en Argentina, aunque haya nacido allá. Después de interrogar a mis pacientes y adecuándome a sus posibilidades de cocinar, trato de aplicarla. Aquí tenemos una plataforma submarina enorme. Tomates cherri, queso mozzarella o por salut, aceitunas y camarones es un plato muy representativo. Además, podemos sumarle una copa de vino”, sugiere Jona. Desde el punto de vista de Llui hay combinaciones ideales, como el pescado con vegetales y frutos secos picados, sin dejar de lado a la estrella: el aceite de oliva.
“Como todo plan de alimentación, se debe evaluar a cada paciente y adaptarlo a sus gustos, costumbres y preferencias”, expresa Vanden Ryn. A lo que Jona concluye: “La idea es construir un programa teniendo en cuenta nuestras creencias, constitución social y dónde vivimos. Es importante poder seguirlo en el tiempo. La espiritualidad y el buen comer cierran el círculo de la salud, que es la base de la dieta mediterránea”.