El emprendimiento turístico La Puna 9/40 propone un recorrido atípico por esta región del noroeste argentino. Una invitación a descubrir la imponente geografía de estas latitudes desde su fascinante cultura ancestral.
Txt: Laura Piasek Ph: Gentileza La Puna 9/40
Paisajes volcánicos, cordones montañosos, ríos y cascadas. Elegido, a fines del año pasado por la prestigiosa revista National Geographic, como uno de los destinos para no perderse en este 2018, San Salvador de Jujuy cuenta con una larga lista de atractivos naturales. Pero entre todos ellos, la Puna jujeña sigue siendo uno de los secretos mejor guardados de estas latitudes. Y es que aunque esta área representa tres cuatros de la provincia más boreal del país, todavía son pocos los que en su paso por el noroeste argentino alcanzan a conocerla en su totalidad.
Con el objetivo de acercar a los turistas a esta zona enclavada a más de 3000 mil metros de altura sobre el nivel del mar, y por ende de difícil el acceso, el emprendimiento turístico La Puna 9/40 ofrece, por primera vez, la posibilidad de descubrirla con un gran diferencial: el de interactuar en todo momento con sus pobladores y así conocer toda la riqueza de su cultura ancestral. Una verdadera experiencia para enamorarse por primera vez del norte argentino, o para redescubrir, una vez más, toda su magia desde una perspectiva diferente.
Turismo rural
Desde hace algunos años que el turismo rural -también conocido por algunos como una variante dentro del movimiento ‘slow travel’ americano o del ‘cittaslow’ italiano- se ha posicionado como la contracara más visible del turismo de masas. Lejos de los destinos abarrotados de turistas, el viajero del siglo XXI va inclinándose cada vez más hacia propuestas personalizadas donde lo que se prioriza es alcanzar un contacto más real, tanto con el lugar que se visita como con quienes habitan sus suelos.
Por eso, alojarse en las casas de los locales, sentarse en su mesa y tomarse el tiempo para conocer su cultura forman parte de este tipo de programas turísticos que empiezan a proliferar también en la Argentina.
A la luz de esta tendencia en creces es que puede entenderse todavía más la esencia de las travesías como las que propone La Puna 9/40. En pocas palabras, a través de una experiencia de turismo rural que promueve la interacción de los visitantes con las comunidades originarias, la iniciativa tiene como objetivo final promover las actividades productivas de La Puna jujeña, y por ende también el bienestar de sus pobladores.
Los que se suman a estos viajes que tienen como escenario de fondo a los más increíbles paisajes de las rutas nacionales 9 y 40 lo hacen con motivos muy diferentes, pero siempre con un deseo en común: escaparle al bullicio de los pueblos más populares del norte argentino y animarse a conocer una parte de esta zona con mucha menos prensa.
“Cada persona que ha viajado con nosotros ha vuelto fascinada. Nosotros no proponemos un viaje turístico, sino una verdadera experiencia”, explica Jorge Zaefferer, el emprendedor detrás de La Puna 9/40.
El creador de estos viajes empezó realizando las primeras travesías “piloto” hacia la Puna a finales del 2017. Los primeros pasajeros eran amigos y conocidos que conocían el destino y querían saber de qué se trataba esta propuesta innovadora. Pero de la mano del boca en boca, la iniciativa ganó adeptos y al día de hoy su emprendimiento ofrece salidas durante los doce meses del año. Si bien existen fechas más populares -como lo son el Día de la Pachamama y la celebración del Inti Raymi, el 1 de agosto y el 21 de junio, respectivamente-, las fiestas patronales de las localidades incluidas dentro del trayecto representan también oportunidades de gran valor para descubrir la idiosincrasia de los pueblos de la Puna en su máxima expresión.
Los viajes cuentan con un itinerario modelo de cinco días y cuatro noches, empezando un miércoles y volviendo al punto de partida el domingo siguiente. Sin embargo, los organizadores advierten que el plan puede llegar a acomodarse en función de las necesidades específicas de cada pasajero.
En líneas generales, los viajes se realizan en vehículos especialmente acondicionados, con presencia de guías especializados en la región y siempre con una capacidad máxima limitada a 8 personas. El motivo detrás de este número mucho que ver con el ‘leitmotiv’ de la propuesta: mimetizarse con el paisaje, pero sin alterarlo en ningún momento.
“Los hostales y hosterías donde los viajeros pernoctan durante la travesía pertenecen a los pobladores del lugar. En la mayoría de los casos, son sus propias casas que fueron remodeladas y adaptadas para al turismo”, agrega Zaefferer. Los alojamientos son sencillos, pero con todo lo necesario para una estancia placentera.
También los almuerzos y cenas -a excepción de una comida, todos incluidos en el precio final de la propuesta- están pensados para empaparse todavía más con la forma de vida de los pueblos andinos. Y es que los platos, preparados por los mismos locales, son una invitación abierta a degustar la verdadera cocina regional a base de verduras y carne de llama, pero también de papas andinas y quínoa. Un festival de sabores para el paladar con importa norteña.
Norte adentro
La travesía de La Puna 9/40 comienza a palpitarse desde el primer momento en que los viajeros son recogidos por los guías en el aeropuerto de San Salvador de Jujuy. Como la altura puede tomar por sorpresa, durante las primeras 24 horas siguientes el objetivo está puesto en aclimatarse. Por eso, después de una serie de paradas previas en La Posta de Hornillos, la Iglesia de San Francisco de Paula, en Uquia y las serranías del Horcal, la primera noche se hace en Humahuaca.
La segunda jornada comienza temprano rumbo a Cochinoca y las Peñas de Azcalte, un lugar reconocido por sus formaciones volcánicas con figuras de animales, para después partir hacia Cusi Cusi, lugar en el que se pasa la noche y se recargan energías antes de continuar norte adentro. El día siguiente está marcado por una caminata por el fascinante Valle de la Luna y una visita al Pueblo Viejo y su iglesia. Más tarde, los pasajeros paran en la manufactura de Piedra Ónix y en el criadero de truchas de agua natural. La noche del viernes se realiza en el departamento Santa Catalina, uno de los puntos a mayor altura de toda la Puna Jujeña y reconocido por sus yacimientos mineros y de zinc. La anteúltima jornada de la propuesta se inicia con una visita al pueblo alfarero de Casira, donde los pasajeros pueden ver de cerca cómo es el proceso por el cual los locales fabrican vasijas y artesanías. También el sábado, los viajeros pueden disfrutar de un tradicional arreo de llamas en la Finca de Felisa Solis.
Después de una segunda noche en Santa Catalina, el domingo inicia la quinta jornada con salida hacia El Filo del Angosto, un lugar atrapante en la Puna, para finalmente terminar en La Quiaca. Antes de volver hacia el aeropuerto de Jujuy, se hace una última parada en la Feria Campesina, al costado de la ruta 9, donde las cooperativas del lugar exponen sus tejidos de lana de llamas y ovejas.
“La idea en estos viajes es que los pasajeros se relajen, descasen y disfruten. Durante los días que viajen con nosotros queremos ofrecerles una vivencia emocional; que puedan estar solos en medio de las montañas, admirando la naturaleza”, explica Zaefferer.
En resumidas cuentas, una experiencia rutera para los que busquen un descanso en clave zen: sin wifi ni grandes lujos, pero con una potente conexión con la madre tierra y una dosis asegurada de silencio y paisaje únicos con el sello inconfundible de la provincia de los múltiples colores.
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Jorge Zaefferer
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