Rascacielos y maravillas naturales diversas. Recorridos en trenes antiguos y otros modernísimos. Una barrera comunicacional notoria y un país tan atractivo como desafiante.
Txt: Tamar Terzakyan Ph: Lucas Frigoni y Unsplash
Viajar por China es una experiencia que exige, principalmente, reinventarse como ser social. Para todo viajero occidental, llegar a las tierras del gigante asiático representa un gran desafío, ya que de nada sirven el español, el inglés o cualquier otro idioma que no sea el chino. También implica exponerse a costumbres culturales diferentes a las nuestras, por ejemplo, el eructo como parte del encuentro social y no como motivo de vergüenza. Es una aventura que empuja a operar fuera de la zona de confort, pero que a la vez nos permite ser testigos de su historia milenaria, vivenciar su riqueza cultural y disfrutar de escenarios naturales asombrosos.
Aterrizar en Shanghái es la primera parada de un recorrido que sigue por Yangshuo, Fenghuang, Zhangjiajie, Chengdú, Xian y que termina en la capital, Pekín. También es el destino que rompe con el imaginario de la China comunista, porque detrás de una gigantesca estatua de Mao Zedong está el Bund. Esta zona, tan símil a Manhattan, se encuentra sobre el río Huangpu y se caracteriza por sus rascacielos modernos y osados arquitectónicamente. Shanghái es sinónimo de progreso y desarrollo, es el oasis occidental del país. De hecho, en diciembre del 2017 se inauguró el local de Starbucks más grande del mundo. Esta ciudad también ofrece una variedad de actividades culturales como el M50, un distrito de arte contemporáneo donde se encuentran abiertos al público los estudios de artistas. Incluso, sus habitantes están más acostumbrados al turista, dado que no piden desesperadamente una selfie. Si no fuera por la ausencia de Facebook, Instagram, Google y Whatsapp sería posible confundir Shanghái con una de las grandes ciudades de Occidente.
En el 2003 se estableció el Gran Firewall de China, un sistema creado por el Ministerio de Seguridad Pública, para supervisar el acceso a Internet de sus habitantes. Debido a que las empresas anteriormente nombradas no están dispuestas a compartir la información de sus usuarios con el gobierno, no es posible acceder a estas aplicaciones. Sin dudas, para la era hiperconectada en la que vivimos esto puede ser una incomodidad. Una solución popular entre los viajeros y expatriados es usar una conexión VPN, es decir, conectar los dispositivos a una red privada utilizando Internet, y así evitar conexión a la red local. En otras palabras, simular que se está en otra ubicación geográfica.
De Shanghái a Yangshuo, 19 horas en un tren local
Según los que han visitado o vivido en China, para experimentar de cerca este país hay que viajar en un tren local. Dicho esto, es importante aclarar que cuentan con el sistema ferroviario más grande del mundo y que para comprar un boleto en la estación es fundamental primero revisar en Internet el tren que se ha de tomar, anotar el número en un papel y con eso ir a la ventanilla. De lo contrario, las posibilidades de volverse con las manos vacías son altísimas. También es imprescindible no dejar ni un centímetro de distancia entre uno y la ventanilla, dado que un chino se antepondrá. En un país donde habitan 1.6 billones es entendible que la noción del espacio sea otra.
Hay diferentes alternativas de asiento, pero para viajar como local la consigna es elegir los compartimientos abiertos para 6 personas. Es decir, dos cama-cuchetas triples que incluyen sábanas y almohada. La experiencia radica, principalmente, en observar el comportamiento de los chinos y en sentirse observado.
Las miradas abruman, uno no sabe si es un actor de Hollywood o un bicho feo. Murmuran entre ellos, mientras otros intentan disimuladamente sacar fotos. La comunicación es nula, a lo sumo, una tímida sonrisa. Mientras las horas transcurren, es normal ver a los chinos pelar mandarinas y tirar la cáscara al piso, escucharlos escupir o simplemente deambular por el tren en pantuflas.
Yangshuo y Zhangjiajie, naturaleza pura
Yangshuo se encuentra en el sureste de China, cerca de la frontera con Vietnam, y Zhangjiajie en la misma línea, pero 8 horas en auto hacia el norte. El pueblo de Yangshuo se ubica sobre la ribera del río Li y Yulong y está rodeado por exuberantes montañas, picos y arrozales. Este destino, de creciente popularidad entre los mochileros, invita a estar al aire libre. Las actividades típicas son: andar en bicicleta, escalar montañas, hacer rafting con balsas tradicionales y visitar cuevas.
Zhangjiajie por su parte, conserva el tipo de belleza natural que inspiró a James Cameron a idear la premiada película Avatar. Este parque forestal nacional fue declarado por la UNESCO Patrimonio Natural Mundial en 1992. Como dato sobresaliente, dispone el puente de cristal más largo del mundo, pero su mayor atractivo son los miles de picos de jade desperdigados por el bosque, también conocidos como pilares flotantes por la ilusión óptica que se crea cuando las nubes están bajas. Muchas de estas formaciones rocosas tienen árboles en sus cimas y se las puede contemplar desde plataformas colgantes. Normalmente, los visitantes recorren el parque en dos días, dado que hay mucho para ver y hacer.
Un pueblo antiguo llamado Fenghuang
Entre Yangshuo y Zhangjiajie se encuentra Fenghuang, que significa fénix, y es para muchos, la ciudad más pintoresca de todo China. En este lugar se respira historia. La ciudad se divide en dos, la parte nueva y la parte vieja. El encanto turístico está en explorar la segunda, que se alza sobre un río verdoso. A orillas del mismo se ven casas de madera tradicionales, construidas sobre pilotes. Fenghuang invita a perderse por sus callejones empedrados, visitar templos, torres y murallas, navegar el río en botes a remo y cruzar puentes de una sorprendente arquitectura.
De noche, toda la parte antigua se ilumina creando reflejos magníficos en el agua, hay música en el aire y uno siente en un cuento de fantasía. Esta visual nocturna es de lo mejor de China.
El desafío de comer
Según como se lo mire, interactuar en China puede ser divertido o un sufrimiento. Si a uno le gusta actuar, va a tener un escenario ideal, puesto que los gestos y las mímicas son esenciales. Por ejemplo, pedir un plato de comida en un restaurante es bastante complicado porque, por lo general, todos los menús están en chino y no hay nadie para ayudar con la traducción. Entonces las opciones son: entrar a restaurantes que tengan fotos de los platos o ver lo que otros comen y señalar con el dedo. Los precios son otra incógnita, puesto que ellos escriben los números en chino y tampoco cuentan con los dedos de la mano del 1 al 10, de la misma forma que en Occidente, entonces hasta que uno no saca la calculadora, no sabe cuánto va a pagar.
Chengdú y Xian
El oso panda y los famosos Guerreros de Terracota son los símbolos de Chengdú y Xian, respectivamente. Es posible ir de una ciudad a otra en tren bala, donde se viaja muy cómodo.
En Chengdú, parte de la China central, se encuentran varios centros de rehabilitación y reinserción de los osos pandas gigantes, originarios de esta región. Gracias a estos centros, la especie pasó de estar en extinción a estar bajo amenaza. Además de ver a estos animales cautivantes se aprende sobre su vida y los métodos que usan para salvar la
especie.
Xian en sí, no es una ciudad muy atractiva, pero por su cercanía a los Guerreros de Terracota es turística. En un día se puede recorrer el predio arqueológico que alberga más de 8000 figuras de guerreros y caballos de terracota en tamaño real y que fue nombrado en 1987
Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
De la Ciudad Prohibida a La Gran Muralla
Todo viaje por China empieza o termina en Pekín. Sin dudas, hay que caminar por Tiananmén, la plaza más grande del mundo, ver el Mausoleo de Mao -donde el creador de la República Popular de China está embalsamado- y entrar a la Ciudad Prohibida, el majestuoso complejo arquitectónico desde el cual gobernaron 24 emperadores chinos durante 500 años. También hay que alejarse unos kilómetros de la ciudad para visitar una de las 7 maravillas del mundo, La Gran Muralla China, y deslumbrarse ante esta creación. Otras consignas atractivas son: perderse por los Hutongs, callejones tradicionales del casco antiguo, recorrer el Mercado de Seda, fascinarse con el esplendor del Palacio de Verano o el de Invierno, y experimentar la ceremonia del té en una casa tradicional.
Pekín es la capital y también un resumen de lo que es este apasionante país, una verdadera fusión de historia, cultura, tradición y naturaleza. Tan diverso en lo que ofrece y tan singular en sus costumbres.
Tips viajeros
La visa de turista para argentinos se otorga por 10 años. En ar.chineseembassy.org están todos los requisitos.
Si se quiere evitar grandes concentraciones en los puntos turísticos, se sugiere no viajar durante las vacaciones chinas, en especial durante su año nuevo.
Para reservar trenes online y en inglés recomendamos usar chinahighlights.com. Si bien hay un costo adicional, ayuda a optimizar el tiempo.
La visita al centro de pandas gigantes conviene hacerla entre las 8 y las 10 AM para poder ayudar con su desayuno y verlos despiertos, ya que pasado el mediodía es más probable que estén durmiendo. China es un país muy seguro para viajar, pero esto no significa que no haya estafas. Por ejemplo, en el Bund de Shanghái es muy común que jóvenes chinos con conocimiento de inglés se acerquen para ofrecerles ayuda y luego les quieran cobrar.
Cuando se come en restaurantes no se acostumbra a dejar propina.