Tras un temporal en 2014, la casa de esta trabajadora doméstica brasileña quedó en peligro de derrumbe. Los ahorros de toda la vida y el compromiso de un grupo de jóvenes arquitectos permitió que recuperara la alegría de vivir en Villa Matilde, en San Pablo, y que su actual vivienda reciba premios internacionales.
Txt: Carmen Manresa Ph: GentilezaTerra e Tuma Arquitectos
Toda crisis es una oportunidad, así lo dicta la sabiduría popular. Grandes descubrimientos y estrategias surgieron en momentos oscuros, como el temporal que terminó de colapsar la estructura de la humilde casa de Dalva Borges, una trabajadora doméstica brasileña, que ha vivido buena parte de sus 74 años en el populoso barrio Villa Matilde, en San Pablo.
Ya en 2011, su hijo Marcelo Borges Ramos, se había acercado al estudio Terra y Tuma Arquitectos para que diseñaran una casa a su madre. Frente a la urgencia, se vino rápidamente el “manos a la obra” y lo que parecía un imposible se hizo realidad, pero al más puro estilo de los cuentos, esos con final feliz y sonrisas en las caras.
En la mente de sus creadores, Danilo Terra, Peter Tuma y Fernanda Sakano, el proyecto pasó a llamarse Casa Villa Matilde. Y de vivienda en peligro de derrumbe, pasó a ser premiada con el “Building of the Year 2016”, en el prestigioso certamen de Archdaily, así como en la X Bienal Iberoamericana de Arquitectura y Urbanismo (BIAU) 2016.
La unión de voluntades fue fundamental. Para esta trabajadora la alternativa más factible era vender su propiedad y, junto con los ahorros de 30 años, comprar un departamento sin grandes comodidades en otro barrio, lejos de sus parientes y amigos, de su cotidianidad. Para estos profesionales, el desafío era adaptarse a los recursos de su cliente con la misma eficiencia que en cualquier obra, manteniendo el lenguaje arquitectónico que tantos reconocimientos les ha traído.
“Nuestra idea era que ella tuviera una vivienda digna. No se trataba de un sueño o de la felicidad. Quisimos lograr una casa segura, con iluminación y ventilación adecuada, y que se adaptara al presupuesto disponible”, recuerda Danilo Terra. La prensa se ha detenido con especial interés en cómo esta humilde mujer tuvo acceso a un servicio de este nivel. Sin embargo, Terra le resta espectacularidad a la situación, cuenta que su hijo llegó como cualquier cliente, recomendado por conocidos, pero comprende la extrañeza: “Históricamente la arquitectura ha servido a los sectores más desfavorecidos de la sociedad a través de una institución u organismo público, pero en este caso la relación fue sin intermediarios”.
Una vez cerrado el trato todo debía funcionar como reloj, porque cualquier demora se comería los pocos recursos que había. Fueron seis meses de estar encima del proyecto, desde la demolición de la antigua casa a la entrega de la nueva. No fue sólo el diseño arquitectónico, el estudio también buscó contratista, preparó contratos, valores, formas de pago, control de gastos, compra de materiales y, además, supervisaron directamente la construcción.
La tarea no fue fácil. Un presupuesto muy bajo, las casas vecinas apoyándose unas sobre otras, un terreno muy estrecho. “Finalmente, las dificultades son diarias, pero te muestran también oportunidades y nuevos caminos”, reflexiona el profesional.
Bloque sobre bloque
Para trabajar eligieron bloques de hormigón a la vista y losas prefabricadas de hormigón armado, la misma elección de otras edificaciones del estudio y parte habitual de la arquitectura actual de San Pablo. La vivienda se emplaza en un terreno de 4,8 m por 25 m. La amplitud del espacio y la luz son pilares del diseño, mientras que la distribución de las habitaciones es sencilla y funcional.
Desde el frente, que funciona también como garaje, se llega al living y comedor. Le sigue un pasillo que articula el baño, la cocina y el lavadero. En el centro de esta planta hay un patio interior que no sólo da continuidad visual a la cocina y el lavadero, sino que asume un rol de ventilación, iluminación natural y refugio de naturaleza, que es fundamental en la belleza total de la construcción. Al fondo se ubican las suites.
Todas las áreas comunes fueron diseñadas de forma integrada para generar amplitud y promover puntos de encuentro entre los habitantes. En el segundo piso está la habitación de invitados, que suma una superficie total de 95 m2. Sobre el techo del living se extiende una losa libre que funciona actualmente como huerto, pero que está disponible para futuras ampliaciones.
Danilo Terra cuenta que cuando doña Dalva vio por fin su casa “le gustaron muchas cosas y no le agradaron otras, pero es consciente de que hicimos todo lo posible y está muy satisfecha. Ahora lo llama su palacio”.
Una suma de factores hicieron merecedora de premios a esta vivienda. Lo primero fue una solución arquitectónica para las necesidades y presupuesto de la clienta, de gran calidad y bajo costo, retomando así la discusión sobre la vivienda social: con voluntad, inteligencia y buen gusto, la arquitectura puede dar respuesta a las demandas de los sectores más desposeídos.
Su diseño es funcional, contemporáneo, austero, limpio de ruidos visuales, esquiva artificios efectistas y va a la esencia espacial. Además, es de una belleza sutil, donde el factor estético favorece la apropiación del lugar, el habitar.
“El reconocimiento siempre es bienvenido. Sin embargo, ahora nuestro deseo es que más situaciones como esta se den en todas partes, y que este hecho que causó impacto por ser una excepción, deje de serlo”, concluye la voz de Terra y Tuma Arquitectos.