Gervasio Ferreira es arquitecto y artista. Pero no fue hasta que cumplió 50 que se decidió a incursionar en la pintura, rompiendo barreras y animándose sin miedo. Hoy pinta, hace esculturas, expone y sueña en grande. Historia de un hombre que se animó a más.
Txt: Connie Royo Ph: Gentileza Gervasio Ferreira
Nacido en Rosario y criado en Buenos Aires, Gervasio crea siguiendo su instinto e intuición, libre y sin protocolos. Autodidacta y colorista, el artista tuvo contacto con el arte desde chico. “Papá era un muy buen arquitecto diseñador, y recuerdo que ´la vieja´ nos llevaba a muestras en museos y galerías. Yo en el momento no le daba mucha bolilla, solo me interesaba jugar a la pelota, pero sin querer vas mamando ese interés”, cuenta hoy desde su casa en Martinez, donde también funciona su taller.
Arquitecto y artista, Gervasio comenzó a interesarse por el dibujo entre planos y tableros, mientras cursaba en la facultad. “Yo dibujaba de chico, no demasiado. Me gustaba, pero aprendí a dibujar estudiando Arquitectura. Lo que sí, siempre me interesó el color y las texturas, eso siempre lo llevé muy dentro mío”, relata.
Y así fue que ese amor por el dibujo se quedó con él. Hasta que un día, justo el año en que cumplía 50, se animó a fantasear con un nuevo ‘metier’. “Yo he pintado muchas fachadas de casas con acuarela y eso me encantaba – recuerda– . Hasta que en un momento, hará unos ocho años, dije: `voy a empezar a pintar`. Lo primero que hice fue mostrarle a los amigos. Y a solo seis meses de largarme con los acrílicos, un cliente me recomienda mandar obra a Arte Espacio para ver si la elegían. Así que envié algunas fotos y quedé seleccionado. Esa fue mi primera muestra, que para mí, más que primera exposición fue salir al mundo, darme a conocer”, rememora de la experiencia que vivió en 2011.
Hoy, Ferreira reparte su tiempo entre la pasión de diseñar y construir casas y crear sus obras plásticas, que sobre tela y papel muestran enormes caras donde el color es el verdadero protagonista, exponiendo en ferias en Buenos Aires y en Miami.
Sin miedo ni prejuicios, Gervasio se entrega a su arte con la inocencia de un chico, volviendo sus pinturas y esculturas en alambre cien por ciento lúdicas. “Es que si esto deja de divertirme no me interesa más”, advierte con una sonrisa.
Con muchos planes a futuro y un taller atestado de coloridos retratos, Ferreira cuenta su pasado, coparte su presente y sueña a lo grande… con la mirada en el horizonte y los pies sobre la tierra.
Gervasio, Arte Espacio 2011 fue tu salida al mundo. ¿Cómo fue la experiencia?
Resultó muy linda y me fue muy bien, a la gente le encantó la obra. Me gustó toda la movida en general, el contacto con el público pero también el contacto con otros artistas, algo totalmente nuevo para mí. Yo tengo mi profesión que es la de hacer casas, pero esto era una novedad total en mi vida.
¿Fue la primera vez que vendiste obra?
Sí. Nunca había expuesto ni vendido una obra. Pintaba, tenía cuadros en casa, pero nunca los había mostrado. Pasaron seis meses desde que compré un bastidor hasta que expuse.
Y de ahí… ¿a un concurso?
Sí. Allí en Arte Espacio me dijeron que había un concurso que organizaba la Casa de la Cultura de San Isidro, el premio Dante Allighieri. Dije que sí y me olvidé. Un día viene mi mujer y me pregunta por el concurso, le dije que no tenía tiempo entre tantas obras y ella me ofreció llevar el cuadro. Así que elegí uno y llegamos justo el último día de inscripción. Y resultó ganador del primero premio, una cosa rarísima para mí. Así fue sucediendo todo.
¿Cómo que fue este “despertar” en todo sentido?
Fue eso, un despertar, pero con el tiempo me fui dando cuenta que no era algo nuevo, que eso estaba ahí desde hacía mucho tiempo. Después todo me resultaba familiar, como si ya lo hubiese vivido en algún momento, era muy raro. El acrílico, los colores, los crayones, todo eso estaba como adentro mío…
¿Cómo fueron apareciendo estos rostros que hacés?
Empecé con figuras más alargadas que fueron mutando hacia estas caras, pero son fundamentalmente un soporte de color. Lo que me importa a partir de las caras son las miradas. Dentro de todo ese candombe de color hay dos ojos que te están mirando, eso me encanta. Trato de pintar con muchos colores y de ir cambiando, probando.
¿Así surgieron las nuevas paletas neutras?
Claro. Yo pinto muy estridente, tengo paletas más cálidas y otras más frías pero este año empecé a trabajar con paletas neutras a las que les doy toques de luz con colores fuertes. Voy buscando, lo mío es prueba y error. Al ser autodidacta calculo que no tengo método, yo me mando y me gusta o no me gusta y el cuadro se termina cuando siento que terminó.
¿Cuál es el ‘feedback’ de la gente frente a tu trabajo?
Lo que yo veo es que la gente se engancha mucho con esto del color, les gusta mucho.
También coqueteás con el collage.
Sí. Hago mucho collage y me encanta. Normalmente uso hojas de las guías telefónicas. Los recortes le dan textura a la obra.
Incursionaste en la escultura también, pero sin color…
Sí. Con hierros de las construcciones hice unos peces que después decoré con alambre, piedras, tornillos. Lo que me gustaría es aprender a soldar para poder seguir incursionando con otras formas, pero no tengo lugar en el taller. Quizá más adelante.
¿Hay una elección especial en el formato y el soporte de tus obras?
Yo trabajo en forma rectangular por la fisonomía de las caras, preferentemente sobre bastidor pero también estoy haciendo obra sobre papel, hojas que después enmarco. Quedan lindísimas y son más económicas, eso hace que la obra se mueva, que es lo que me interesa, que no se quede estancada en el taller.
Que fluya…
Claro. Quiero que desaparezcan (risas).
¿No te cuesta desprenderte de ellas?
Al principio sí. Ahora no. Algunas, como las que ganaron premios, me gusta quedármelas de recuerdo, pero sino que sigan su camino.
Ahora el arte está como de moda, salió del nicho para volverse un poco más popular. ¿Cómo ves esta movida?
Más que verla yo viví este corte, este cambio. Yo conozco gente que se ha preparado toda la vida y no expone, tiene miedo o no los eligen para las ferias. Me gustaría que ellos también pudieran exponer, y creo que va más allá de vender o no. Me gustaría que fuera más abierto todo. Yo estuve en el momento de explosión y me gusta mostrar lo que hago. Para mí, que me digan ´Che, qué piola lo que hacés´, me encanta.
Los chicos jóvenes también se acercaron mucho al arte a partir de estas ferias.
Sí. Y me parece fantástico que la gente joven esté acercándose. Comprar una obra hoy es plata y los chicos quizá vienen, elijen una obra y la quieran colgar. Yo tengo muchas de esas experiencias, de gente muy joven que quizá me compra su primera obra, y no creo que esto pasara hace 20 años a un nivel tan masivo.
El arte se ha vuelto mas accesible…
Terriblemente, y para mí así tiene que ser. Pienso que la gente le va perdiendo el miedo a ver arte, a disfrutarlo. Todos hemos perdido el miedo y eso me parece interesantísimo.
¿Ves menos académica esta etapa del arte?
Sí. Y no creo que la cosa vaya por el lado académico tampoco, pero hablo por mi experiencia. Yo no digo que no hay que estudiar, pero mi experiencia es esta. Sin duda tengo mucho por aprender, y me encantaría que me guste meterme en un taller para aprender técnica, pero me cuesta muchísimo. Es como que me siento atado. Probé pero salí corriendo, no puedo.
¿Hoy te consideras artista?
Fue raro, ¿sabés? En una feria, un par de personas me preguntaban en alusión a la obra ´¿vos sos el artista?´, y yo contestaba ´no, yo soy arquitecto´. Pero ahí me empecé a dar cuenta de que sí, era artista. Y hace un tiempito me considero como tal. Me resulta súper raro, pero hoy pienso como artista, y si Dios quiere, en algún momento, me gustaría poder trabajar solamente pintando.
En las ferias hay artistas nuevos y también consagrados, ¿cómo fue la relación con ellos?
Muy buena. Gente como Felipe Giménez, Milo Locket, Ricky Crespo me recibieron con muy buena onda. En un medio que dicen que es muy complicado por el tema celos yo no los sentí.
¿Te interesan los premios?
No me presento mucho y la verdad es que no me interesan. Tampoco como arquitecto me presenté en concursos. En ferias sí, eso es lo que me gusta. Me gusta estar, charlar, cambiar opiniones, miradas.
¿Te nutre el ‘feedback’?
Sí. Sin dudas. Todo suma.
¿Qué porcentaje de juego, de lúdico, tiene tu arte?
Total. Es una obra cien por ciento lúdica. Igual trato de sacarme la presión y tomarme todo como un juego, en el sentido de no tener miedo, esa es la base me parece. Consulto mucho, pregunto, y el arte lo tomo como un gusto.
¿Qué te da el arte?
Libertad. Es como nadar. Nadando me siento bien, libre, y con el arte me pasa lo mismo.
¿Estás con ganas de ir a pintar a México?
Es un anhelo. Mi hijo Joaquín vive en el DF y está relacionado con gente del mundo del arte allá. La verdad es que me encantaría instalarme un tiempo, pintar y exponer en México.
¿Cómo sigue tu agenda?
En estos días voy a presentar mi obra en Paseo Mendoza, en Maschwitz, y luego voy a participar de Puertas Abiertas, un recorrido en Zona Norte en el que varios artistas de diversas disciplinas abren las puertas de sus talleres a los visitantes. También participaré en una muestra en la galería Quadro Arte Contemporaneo.
Gervasio, ¿qué sueños quedan por cumplir?
Me encantaría vivir de esto. Pero ya para mí, todo esto es un sueño hecho realidad, nunca me hubiera imaginado que a los 50 años mi vida iba a dar a este giro y que iba a vivir todo esto que estoy viviendo. Y eso me hace feliz.