Personal y espontánea, la obra de Tere Magrane demuestra en varios soportes su pasión por el color. Litografía, monocopia, pintura y ‘collage’ son las bases de su mensaje.
Txt: Connie Royo Ph: Gentileza Teresa Magrane
Tere Magrane nació en Buenos Aires y su infancia “fue muy linda -relata con una sonrisa-, con largos veranos en el campo cordobés”, cuenta desde la serenidad de su taller, un espacio en Palermo que llegó a sus manos con una historia especial.
Hoy, la artista dedica sus días al arte, y afirma que quizá fue su abuelo “que era, entre otras cosas, un gran artista, dibujante, pintor y músico”, quien sin querer fue guiando su propio destino. “Yo lo miraba trabajar y, de manera inconsciente, fui eligiendo mi camino hacia el arte”, explica Tere.
Magrane empezó siendo autodidacta, pues “no hice la escuela de arte”, cuenta; pero su formación estuvo ligada siempre a talleres a los que acudió durante mucho tiempo, espacios donde fue puliendo su técnica y dándole vida a su estética, esa que hoy tanto la caracteriza.
Su trabajo, obras en litografía, monocopia, ‘collage’, pasteles y también en pintura, son parte de una “técnica mixta que se vuelve bastante personal, con un aire de espontaneidad. Cuando hago litografía se nota que es algo más elaborado, ya que la técnica lo exige”, aclara Magrane.
En sus más de 30 años de trabajo, Tere ha experimentado distintas disciplinas y formatos, y actualmente trabaja sobre papel, creando ‘collages’ donde abstracciones y personajes juegan al son de las formas y el color.
Las horas en sus talleres (sí, tiene dos talleres) pasan entre minuciosa creatividad y procesos súper artesanales, dualidad que a Tere la llena de placer.
Vida y obra de una artista que crea y comparte.
Tere, ¿cómo llega la litografía a tu vida?
Llega a mi vida de forma casual. Recorriendo una feria de arte, hace más de ocho años llegamos con mis socias y amigas -con quienes comparto taller dos veces por semana- al stand del Centro de Edición. Habían llevado la prensa litográfica, que es una belleza, y nos mostraron su funcionamiento. A la semana siguiente ya estábamos trabajando en el taller del Centro, en San Martín. El taller se mudó y nosotras con él. Ahí voy todos los viernes por la mañana desde hace ocho años.
¿Qué la vuelve tan atrapante para vos?
Me gusta mucho trabajar en la piedra y en la chapa litográfica, me da placer. Y obviamente también me gusta el resultado. La litografía es atrapante, a tal punto que después de un tiempo dejé de pintar para trabajar casi exclusivamente con la prensa. La piedra litográfica, donde se dibuja y pinta con tintas y lápices especiales, es maravillosa y el resultado asombroso. Se pueden hacer muchas copias, incluso después intervenirlas con otras técnicas.
¿Cómo sentís que fue evolucionando tu trabajo y tu estética?
Comencé con dibujo, acuarela, óleo… siempre de manera figurativa y naturalista. Luego vino un largo período de abstracción. Ahora estoy en una etapa intermedia.
Hoy veo mi arte y me doy cuenta que fue evolucionando y cambiando con los años. Las rigurosas clases de dibujo con modelo en vivo fueron muy importantes como base para todo lo demás. La acuarela, el óleo y el acrílico que al principio fue totalmente figurativo y naturalista, fue virando hacia un dibujo más sintético, y de a poco fui metiéndome en la abstracción, y en eso estuve durante muchos años. Hoy mi impronta es más libre y espontánea. Algo que siempre me acompañó en todas las etapas es el ‘collage’. Podría pasarme días enteros sin interrupción armando formas y pegando, me apasiona. Heredé libros antiguos que se fueron convirtiendo en obras. Hoy pinto yo misma los papeles que uso después en mis cuadros.
También pintás…
Sí, pinto. La monocopia es una forma de pintar, luego se imprime.
Frida Kahlo es parte de tu trabajo… ¿qué te llevó a elegirla como imagen?
Encontré su diario en una librería de Buenos Aires y me fascinó. Me pareció ideal usar sus cartas y dibujos litografiados como fondo de mis trabajos, todos muy coloridos. Hace cuatro años viajé a México a visitar a uno de mis hijos, conocí su casa, su taller y el de Diego Rivera y volví llena de libros y postales de Frida, decidida a trabajar con su imagen y su diario. Me apasiona su vida, fue una mujer única y una artista maravillosa. Mi trabajo no se parece en nada al de ella, pero siento una comunicación muy especial.
¿En qué estás trabajando actualmente?
En dos técnicas diferentes. En mi taller hago técnica mixta que incluye monocopia, pintura, dibujo y ‘collage’. Es un trabajo libre y espontáneo, y quedan obras frescas y coloridas. En el Centro de Edición hago litografía en piedra y chapa. Este trabajo me lleva mucho tiempo, puedo tardar un par de meses en terminar una obra ya que debo ser muy rigurosa. Hago, generalmente, tres copias de cada una, pero con variaciones para que no queden idénticas. El resultado es muy bueno ya que no doy por terminada una estampa hasta que no quede impecable.
¿Creés en la inspiración?
No creo en la inspiración como algo abstracto. Todo lo que veo y vivo es inspirador. Voy por la calle y miro hacia arriba las formas que dibujan los edificios, las sombras en el suelo, los dibujos del sol. Me inspira compartir charlas y trabajar con otros artistas, leer y mirar obras de otros; la inspiración está en el día a día.
¿Como es tu relación con el color?
Tengo una relación muy amigable, me encanta, los uso a todos en sus diferentes gamas, rojos, azules, ocres, grises, violáceos… También los combino con el blanco y negro, que me gustan muchísimo.
Tu trabajo llega mucho a los jóvenes, ¿no?
Sí. Hay una buena reacción del público en general, por suerte tiene buena aceptación, y que le guste a los jóvenes es algo que me encanta. ¡Me hace sentir joven a mí!
¿Tenés alguna guía en este camino del arte?
No me han hecho aún una crítica de manera profesional. Mi guía en estos últimos años ha sido un gran artista y amigo, Remo Bianchedi. Una vez al año, antes del invierno, nos vamos con tres amigas artistas a La Cumbre donde él vive y trabaja.
Allí nos reunimos en su casa que es alucinante. Es un placer oírlo hablar, un hombre con una cultura impresionante que nos recibe generosamente.
Llevamos trabajos y los analizamos, nos sugiere cambios si es necesario y terminamos muy movilizados. Él nos aporta muchísimo y de una manera diferente pienso que nosotras también a él. También en el Centro de Edición está Natalia Giacchetta, su directora, que me guía desde hace muchos años en la obra litográfica. Sabe muchísimo sobre las técnicas de grabado y tiene una energía envidiable.
¿Cómo surge el grupo Azafran?
Está conformado por cinco artistas: Sebastián Masegosa, María Helena Arbucó, Margarita Castro Videla, Patricia Lumer y yo. Siempre me gustó trabajar grupalmente y ya lo habíamos hecho con anterioridad. Cuando se hizo el Cow Parade de Puerto Madero decidimos juntarnos y enviar varios proyectos de vacas intervenidas. No solamente los aceptaron, sino que nos sponsorearon cuatro de ellos. Trabajamos durante varios meses y quedaron espectaculares. Dos de ellas se remataron en Sotheby´s y las otras las compró el Casino de Puerto Madero. A partir de allí, cada año hacemos algún proyecto como puertas pintadas, cascos de polo intervenidos, libros, servilletas, zuecos… todos ellos por invitación.
¿Cómo surgió la obra colgante que presentaste en Arte Espacio?
Desde el año pasado veníamos con la idea de hacer una gran instalación y lo propusimos en Arte Espacio. Aceptaron y se fue gestando el proyecto. Hicimos más de 2000 círculos de diferentes tamaños, cada artista con su impronta, pero al conocernos tanto sabíamos que iba a quedar bien. Solo organizamos la paleta que iba a usar cada uno y ¡a trabajar! Fueron cuatro meses intensos pintando, recortando, pegando, pensando el armado. Y quedó ¡mágica!
¿Vislumbrás una reminiscencia en tu trabajo con el arte de Japón?
Sí, veo algo japonés pero surgió sin que me lo propusiera. Mucha gente me lo dice. Al principio no estaba muy convencida, pero finalmente tuve que aceptarlo.
¿Por qué es tan especial tu taller?
Comparto con tres artistas amigos un galpón enorme y espectacular en San Isidro desde hace muchos años. Cada uno trabaja en lo suyo pero compartimos charlas, opinamos y pedimos opinión. Nos alimentamos mutuamente y tenemos una relación muy estrecha, es muy linda la convivencia con ellos. Hace un año y medio pude comprarme mi propio taller en Palermo. Un PH antiguo en un primer piso, techos y ventanas altos, mucha luz, un sueño. Pertenecía a Mirtha Demirsache, una gran artista que no llegué a conocer porque murió antes que se vendiera. Quedó su buena energía y un par de muebles que yo estaba buscando y no conseguía. Fue un pequeño milagro encontrarlo, y fue gracias a mi hija Victoria y su novio Blas que un día lo vieron y al minuto me llamaron. Fue amor a primera vista. Ahora me reparto entre mis dos talleres y disfruto muchísimo a cada uno de ellos.
Tere, ¿cuál es el lema de tu vida?
Simplemente trato de hacer lo que siento de la mejor manera posible y de disfrutar mi trabajo al máximo.
¿Como te definirías?
Podría decirte que soy sensible y optimista, amo estar en mi casa y en mi lugar de trabajo, adoro a mi familia y compartir tiempo con mi marido y mis hijos que son cinco y ahora con mis nietos, que en un año pasaron de ser dos a seis. Por supuesto también están los amigos, algunos muy queridos y especiales.
¿Hay alguna novedad en tu trabajo para el año que viene?
Hoy estoy muy cómoda con el papel. Estoy pensando en retomar la pintura después del verano, así que tal vez surja algo nuevo. Me gusta mucho pintar sobre el lienzo crudo, sin preparación.
¿Qué anhelos aún quedan por cumplir?
Mi anhelo es superarme en mi profesión y en las demás facetas de mi vida, seguir disfrutando tanto del arte como ahora y también de disfrutar a mi familia y amigos.
Y viajar. Eso me encanta.
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