Colorista por naturaleza, el arte de Cristina Trovato revela desde una estética lúdica y colorida, el intrínseco mundo femenino. “Simple y sin vueltas”, como ella la describe, su obra busca llevar felicidad al espectador desde la simpleza y la inclusión.
Txt: Connie Royo Ph: Gentileza Cristina Trovato
Al igual que su obra, Cristina Trovato irradia alegría. Y con esa misma chispa que enciende al espectador, ella encara cada uno de sus cuadros.
Con una enorme sonrisa nos recibe en su casa, donde también funciona su taller, un espacio luminoso y lleno de obras por terminar donde reina un pintoresco y colorido caos.
Cordobesa y de humor afilado, la artista refleja tanto en su trabajo como en su vida, el amor y el respeto que le despierta el género femenino. Así, en su estética más icónica aparecen personajes de mujeres “rellenitas, prósperas y llenas de vida” en situaciones que ensalzan su particular mundo. A ellas también se suman obras abstractas, ‘collages’ sobre madera y objetos intervenidos, como pinceles antiguos devenidos en muñecos y lámparas con personajes que trepan por la pantalla. “Hoy, viendo todas mis piezas me doy cuenta que tanto las obras figurativas como las abstractas son idénticas. Todo se une en una misma forma de expresión”, expresa Trovato.
Nacida en Córdoba capital, “en una familia alejada de las artes”, Cristina recuerda cómo anhelaba pasar las tardes copiando dibujos de revistas o viendo a su papá dibujando con el humo de los fósforos en las ventanas empañadas. Más tarde, decidió estudiar arquitectura, luego decoración, y finalmente opto por Publicidad, mientras que también realizaba talleres en la Universidad de Bellas Artes. Se recibió en Diseño Grafico y Publicidad, se casó y se fue a Santa Fe. Allí, fue mamá de dos varones y decidió que era hora de empezar a abrir las alas y explorar la pintura. “Continué estudiando pintura en Rafaela y sentí ganas de ir por más. Así que con la ayuda de mi mamá, porque mis hijos eran chiquitos, decidí venir a Buenos Aires tres días al mes a tomar algunas clases. Tenía mi taller en casa, pintaba lo que podía pero me empecé a apasionar y, sin importar cuánto tiempo pintaba, todo me parecía poco”, relata feliz Cristina que hoy dedica sus días a su gran pasión.
Formada bajo las líneas de artistas como Mirta Kupferminc, Nicolás Menza y Juan Doffo, en 2001 llegó su gran salto. Se instaló en Buenos Aires con sus hijos y dio el puntapié inicial a una exitosa carrera artística, que al revés de varios artistas, comenzó en el exterior para continuar en su tierra natal. Hoy, su obra se expone en Argentina, Suecia, Estados Unidos, Austria, España, y de manera permanente en Uruguay (Galería Grillo) y Francia. Y la artista, exultante y feliz, exclama: “Estoy absolutamente dedicada a mi arte. Pienso en pintura las 24 horas del día. Y eso me hace feliz”.
Cristina, ¿cuál fue el disparador que volvió el arte tu vocación?
Me acuerdo que una vez en el colegio obtuve el primer premio de dibujo. Supongo que eso me debe haber estimulado.
En 2001 llegaste desde Santa Fe a Buenos Aires. ¿Cómo fue el despegue de tu carrera?
Estaba en un momento en el que sentía deseos de aprender más y más, con lo cual iba a diversos talleres y cursos. Recuerdo que alguien allegado me dijo que un galerista había visto mi obra y quería conocerme. Me sorprendí. A los días vino a mi taller y se llevó casi toda la obra que tenía hecha diciéndome que le había gustado mi estilo. ¡Y volvió por más!
Las mujeres rellenitas se han vuelto casi un sello ¿Cómo aparecen en tu obra?
Mi mamá tenía fobia al agua y a sus 70 años decide aprender a nadar.
Sentí que con eso debía hacer algo y así surgió la muestra “Nadando en las emociones”, donde empecé a hablar de las mujeres, las vestí con trajes de baño de los años 50´, y comencé a imaginar qué le pasaba a la mujer cuando se animaba a…. En ese momento tuve la necesidad de comunicar algo.
¿Tu arte habla de la mujer?
No es que solo habla de la mujer, sino que esta tomó protagonismo porque justo la temática llega en el momento en que me había separado, en el que me tenía que animar a hacer cosas. Estos cuadros me ayudaron a vencer situaciones de pánico, de subirme a la ruta con dos chicos chiquitos, de animarme a armar cosas sola cuando siempre había estado acompañada. Empecé a modificar mi vida y cada desafío me revelaba otra característica femenina.
¿Tu vida siempre es punto de referencia?
Nooooo (risas). En ese momento empecé a observar a mis amigas. Ellas fueron mi punto de referencia. Mi obra tiene que ver más con la prosperidad y la abundancia que con la gordura. Es la madre que nutre, la mujer que da, la amiga que se solidariza. Es lo generoso, lo abundante, lo próspero. Yo tengo muchas amigas de Córdoba, Rafaela, Buenos Aires, y me encanta aglutinarlas.
Entonces inspiración y temática nunca van a faltar…
Nunca (risas). Ellas no saben que las observo. Es que mis amigas son muy diferentes y las reuniones tan entretenidas, porque tenemos ideas distintas, edades diferentes. Están las casadas, las recontra divorciadas, las que anhelan conseguir un hombre, la que cocina, a la que no le importa, hay una gama de universos enorme que los traslado a mis obras.
¿Cómo sería eso?
Se dice que las mujeres somos envidiosas y celosas. Yo no creo en eso. Yo siento que la solidaridad es mayor y que a mi edad lo demás se diluye. A todos nos han pasado cosas, todos tenemos alguna situación particular por la que luchamos, algún dolor, y hoy descubro mujeres maravillosas. Muestro esta parte que, aún con la locura y neurosis femenina, es amorosa y divertida.
En tus cuadros hay mujeres que reposan, que bailan, que andan en bici y otras que vuelan…
Me encantan las mujeres que vuelan, me fascina esa onda Peter Pan, ese sentimiento de libertad que da tanto el agua como el aire.
¿Sentís que hoy tu obra deja un mensaje?
Mi obra es catalizadora de la aceptación y el disfrute de las distintas formas femeninas. Pinto gorditas que transmiten felicidad y sensualidad cargadas de movimiento y color.
Siempre en clave alegre…
Siempre. No vas a ver en mi pintura algo que tenga que ver con la tristeza. Tengo la necesidad de mostrar cosas alegres y relajadas, simples.
¿Esta premisa de pintar temáticas alegres te condiciona cuando estás triste?
Esos son los momentos en los que más necesito pintar. La pintura me rescata de los trances difíciles. Soy irónica por naturaleza y en las situaciones complejas trato de poner un poco de humor. Hay una mirada que no es burlona sino contemplativa y amorosa.
Dicen que el arte cura…
Sin dudas. Cuando hay personas que tienen algún problema y sonríen ante mi obra siento que me regalan un pedacito de cielo porque ver a esa gente conectada con la alegría que transmite es lo más.
Además de figurativo hacés arte abstracto. ¿Lo mostrás?
Amo el arte abstracto y disfruto mucho de hacerlo pero no sale del taller. Todavía soy muy crítica con esa obra y la juzgo; seguro más adelante la mostraré.
Vos sos una colorista nata. ¿Cómo resolvés las paletas?
Uso mucho el color, y hay veces que la obra parte desde él. Yo me siento más cómoda pintando con rojos y turquesas intensos que con colores claros. Mi desafío es hacer cuadros en tonos pastel, es un trabajo atenerme a esa paleta.
De Argentina hacia el mundo
Cristina, desde el año pasado tu obra se expone de manera permanente en una galería de Francia. ¿Cómo llega la propuesta?
Estuve de viaje por Europa y aproveché para recorrer museos y galerías. Me sorprendió una cadena de galerías en particular, Carre D´Artistes, que tenía una llegada muy particular al público. Para mi sorpresa después de la muestra en 2013 en Arte Espacio, me llega un mail de esta galería diciéndome que estaban interesados en mi obra. Llamaron a algunos artistas y quedé seleccionada. Me pidieron 40 obras en formato chico y el desafío me encantó.
¿Y cómo fue la aceptación?
Se ve que tuve una aceptación bárbara porque me piden obra permanentemente y hasta han duplicado pedidos. Estoy chocha pero ¡hay que pintar!
¿Te gusta estar en ferias donde el contacto es directo con el público?
Me fascina. Una de las cosas que más disfruto es el contacto con la gente, sus preguntas, sus comentarios, sus críticas completan mi obra.
¿Esa es tu mayor satisfacción?
Sí. La alegría que te da cuando la gente te dice que le sacaste una sonrisa, más allá de si quiere comprar el cuadro o no, eso a mí me llena el alma. Lo que yo quiero es que mis cuadros produzcan felicidad.
Te convocaron los organizadores del Cow Parade para un nuevo proyecto…
Sí. Este año el desafío es hacer obra sobre pallet. En estos días me llega y ya tengo varias ideas (risas).
¿Cómo sigue tu agenda para lo que resta del 2014?
Terminado Arte Espacio, que fue súper convocante, sigue BADA en octubre (en Pilar), en noviembre una muestra en la galería Quadro Arte Contemporáneo (en Martínez), y en el verano sigo en galerías de Punta del Este y Cariló, mientras sigo enviando obra a Francia.
Cristina, ¿qué anhelos quedan por cumplir?
Seguir creciendo en mi arte y que mi obra sea más conocida. Llegar de distintas formas a la gente. Si bien da miedo exhibir, porque al exponer uno se expone, me interesa que la obra se vea real. A mí me interesa que mi pintura tenga que ver conmigo.