Felipe Giménez encontró el placer por el dibujo y la pintura durante su infancia. Hoy, con una impronta informal y colorida, este artista marplatense hace foco en las relaciones cotidianas de un modo sutil y profundo al mismo tiempo.
Txt: Catalina Pelman
Ph: Felipe Giménez
Ya en la adolescencia, “cuando la expresión se vuelve tan necesaria y las palabras no alcanzan”, su interés por el arte tomó fuerza y comenzó a descubrir las vanguardias de principios del siglo XX. Sin embargo, fue durante su formación con el maestro Alberto Bruzzone cuando logró “formalizar todo ese caos pictórico”.
Felipe no repara en los formatos porque el tamaño depende de la historia que quiera contar, y utiliza generalmente acrílicos por una cuestión técnica de secado, pero también experimenta con acuarela, tinta y óleo. Tanto el público como sus colegas, reconocen que los títulos de sus obras son tan interesantes como sus cuadros.
¿Qué lo motiva a pintar?
Principalmente la necesidad de expresarme, de comunicar emociones. La palabra no es mensaje porque mi paisaje son las relaciones humanas, yo retrato situaciones de la vida cotidiana. Creo que el arte cumple una función social, que el arte es vida que alimenta. Me gusta crear para la sociedad en la que vivo, yo pinto para todos los que la integran. Me gusta la función de pintor como alguien que puede reflejar cuestiones que hacen a la sociedad en la que está inmerso.
¿Cómo define su obra?
Diría que es algo bastante primario, uso mucho los colores primarios, líneas bastante sintéticas, y la complejidad la logro -tal vez- con los títulos. Mi obra es narrativa, figurativa e intenta contar historias. Mis pinturas tienen influencias variadas. Me veo atravesado por algunos pintores, también por poetas.
¿Cómo logra títulos tan trabajados? A los artistas por lo general les cuesta titular sus obras…
Al comienzo, mi profesión de psicólogo y el artista estaban bien diferenciados. Lo metafórico y lo literario estaba puesto en la psicología, y la pintura era más plástica. Cuando dejé la psicología se produjo una síntesis. Ahí empecé con estos títulos, que surgen de una manera bastante espontánea, como mi pintura. Dejo que aparezcan, que fluyan sin complicarlos.
¿Cómo es el clima que prefiere a la hora de pintar?
Para pintar, la hora que más me gusta es la mañana, cuanto más temprano me levanto, mejor. La mañana es, sin dudas, la hora más fructífera de mi pintura. En general pinto solo, con música, de acuerdo a mi estado de ánimo, a lo que esté contando y a la hora del día. En grupo me cuesta pintar, aunque en vivo he pintado bastante y tiene cuestiones interesantes, como el contacto con la gente y lo que se produce energéticamente en ese encuentro. Pero lo que más disfruto es pintar en el taller.
¿Qué es lo que sus obras provocan en público?
Yo busco que las obras generen una resonancia. A veces una obra arranca por el humor, pero resuena por un lado un poco más sentido. La idea es que la gente sienta que algo de lo que ahí está pasando puede estar pasándole en su vida. Por eso trabajo escenas de la vida cotidiana con temas que podríamos llamar universales.
¿Qué siente cuando vende una obra?
Cuando vendo una obra siento satisfacción porque esa pieza va a estar ahora integrada en un hogar, no me causa conflicto desprenderme de mis obras, al contrario, siempre es una alegría saber que el cuadro se va, que es deseado, que es querido.
¿Cuáles son sus obras preferidas?
Mis obras preferidas siempre son las últimas, las que están motivadas por mis necesidades en ese momento. Ahora estoy pintando una serie que se llama “Mundo”, donde represento estas situaciones sobre un mundo. En este momento esas son mis preferidas. Pero hay una que es una obra grande, que se llama “Si se acomodan entran todos”, un cuadro que tiene un montón de personajes y color. Esa es una de mis obras preferidas porque pude sintetizar, graficar de manera muy simple, colorida y musical, el ideal de convivencia en este mundo que parece tan difícil de lograr.
¿Qué relación tiene su obra con la ciudad de Mar del Plata?
Puede tener que ver con que esta ciudad es de alto tránsito, de muchedumbre, de amontonamiento de relaciones humanas. Mis obras no tienen la Mar del Plata del faro, la playa, el lobo de mar y las lanchas amarillas. Pero en mis cuadros sí aparece la ciudad cargada de historias, con infinidad de anécdotas, de gente, gente y gente.
¿Qué es el arte?
Es muchas cosas… es un lenguaje, una manera de expresar, de poder contar el mundo y escucharlo. El artista debe ser sensible para poder escuchar y transmitir, para encontrar una inconformidad que lleve a la necesidad primaria de expresar eso a través de este lenguaje.
¿Qué está pasando en relación al arte y las nuevas tecnologías?
Creo que en la medida en que podamos valernos de las nuevas tecnologías como soporte técnico para poder seguir expresándonos en este lenguaje, la tecnología siempre está del lado del ser humano. Pero si quedamos en una cuestión excesivamente tecnológica, posiblemente ese arte vaya perdiendo gestualidad, fuerza, esa cuestión carrasposa que tiene que ver con la alegría y el dolor de lo humano. Sin embargo, bien trabajada, la tecnología puede potenciar el arte, en la medida en que haya un artista manejando los hilos.
Felipe Giménez observa atento las relaciones humanas y pinta la realidad de su época con simpleza, humor y elegancia para que el espectador se identifique y reflexione sobre los diversos temas universales que propone. “Soy un pintor con una tendencia a observar el existencialismo, y la psicología agudizó mi ojo para poder escuchar mejor”, asegura.