Ciudad del Cabo es la capital gourmet de Sudáfrica con una escena culinaria bien colorida, digna de la nación arcoíris. Sus platos son el resultado de la combinación de condimentos africanos, aromas orientales y recetas europeas acompañadas siempre por vinos de la región.
Txt: Lucrecia Magnanini
Ph: Gentileza restaurants
Las influencias de los distintos pueblos y culturas provenientes de Europa, Asia y África dieron origen a la variedad culinaria de Sudáfrica. Sus primeros habitantes, los Khoisan, fueron cazadores y recolectores, para ellos la comida era sinónimo de supervivencia. La llegada de los Bantú del Norte fue la que aportó a la agricultura el maíz, la patata, el zapallo y otros frutos. Las clásicas recetas occidentales llegaron de la mano de los colonizadores: Holanda e Inglaterra, y más adelante de otros países como Francia y Alemania. Y sin la cultura india y malaya, hoy no podría hablarse en Sudáfrica de los exquisitos Boboties (pastel de cordero al curry) y Denningvleis (cordero).
La variedad culinaria en Sudáfrica se adapta a todo tipo de paladar. Para los amantes de los condimentos y la comida picante, para los más exigentes o los que buscan algo simple y al paso. En las grandes ciudades de Sudáfrica el viajero puede elegir desde la clásica comida francesa hasta la más innovadora cocina-fusión.
Para empezar a hablar, hay que contar que los sudafricanos tienen un gran fanatismo por el Braai, como llaman ellos a su asado. Para los más carnívoros se recomienda no irse de Sudáfrica sin dejar de probar su parrilla, exótica para el paladar argentino con carnes como la del cocodrilo, del avestruz o el curry de cabo malayo. Esta cultura del asado al aire libre tiene sus orígenes en la cultura bóer. Carne de vaca, cordero, cerdo o la carne de caza es lo que tiran a las brasas. Uno de los imperdibles es el cordero de Karoo: tiene un sabor especial, debido a que las ovejas del desierto se alimentan de hierbas aromáticas. Otro clásico de la cultura bóer es la salchicha “boerewors”, condimentada con cilantro. Las guarniciones que acompañan al Braai son las ensaladas de Mealie Pap (ensalada de papá y huevo) y el Chakalaka (salsa de tomate picante con cebollas y morrones). A la parrilla también asan pescados como el Snoek o el Yellowtail.
Las especialidades de mar son propias de unas costas azotadas por corrientes frías como las del Atlántico. Los amantes del pescado podrán deleitarse aquí, con los Line fish (pescados frescos, del día): el Kingklip (pescado blanco y bien suave), el Steen bras (similar al lenguado), el Skat (raya) y el Snoek (una especie de atún). Los frutos de mar como los calamares, gambas, langostinos (Crayfish), pulpo y las ostras de Knysna, hacen agua el paladar.
Cuando el clima no acompaña para el asado, los sudafricanos se reúnen para el Bredie (estofado). El Potjiekos elaborado a base de carne y verduras a la cacerola es el plato nacional de Sudáfrica. Otras influencias de la cocina sudafricana provienen de la cultura malaya. Los esclavos y sirvientes durante la época de la colonización dejaron deliciosas herencias como las empanaditas Samoosas (con rellenos de carne, pollo o verduras) y el Bobotie, pastel de cordero al curry.
Para los paladares dulces, además de la diversidad de frutos aromáticos, las tortas dulces como la Malva Pudding (de albaricoque y origen holandés) o la Melktert (del estilo de la cheescake) y los Koeksisters (bollitos fritos envueltos en sirope) son ideales para acompañar el café.
Por su lado, el Amarula -licor cremoso proveniente de la fruta del árbol del Marula- se disfruta tanto puro o en el café, y es el ‘souvenir’ elegido por casi todos los turistas.