En aquellos días donde el fanatismo por la comida chatarra colisionaba ante el cuidado del cuerpo y la comida sana, surgía, descollante, el concepto de Fast Good. Hoy, instalado en nuestra cultura culinaria, se ha tornado masivo y es un verdadero hit en determinados grupos sociales.
Txt: José Roggero
Ph: Gentileza locales y ferias
Diez años atrás, el afamado chef catalán Ferran Adrià se propuso dignificar la comida rápida. ¿Cómo revolucionar este modelo tan popular y tan adentrado en la cultura culinaria? Simple, ofreciendo prácticamente lo mismo. En 2005, con la colaboración de la cadena hotelera NH, inauguró el primer local de Fast Good, promoviendo una cocina más sana que, a su vez, comulgaba con el formato característico del Fast Food. Se ofrecían sándwiches, hamburguesas, ensaladas y papas fritas como en cualquier local de comida rápida, pero estos eran elaborados con sutiles cambios y una mejor calidad de productos, aún respetando un servicio dinámico y de precios competitivos. De esta manera comenzó a propagarse este concepto, que es furor por estos días.
El Fast Good tiene como principal característica brindar al consumidor comida saludable, rápida y rica. Los actores principales son las verduras y las frutas, aunque el pollo y el pescado también cumplen un rol fundamental, todo con un denominador común: productos frescos. Los formatos son variados: ensaladas, rolls, wraps inundan las pizarras-menú de los locales, aunque también aparecen algunos con mejor prensa como los sándwiches, tartas y hamburguesas. Los tiempos también son de carácter principal en este concepto, adaptarse a los horarios del público en cuestión requiere de agilidad y destreza al momento de atender y servir al cliente. Además, la estructura de los locales suele estar orientada al ‘take away’, aunque cada vez son más los negocios que ofrecen un lugar donde sentarse y disfrutar la comida en el propio lugar.
Cuando parecía que la saturada oferta culinaria no contaba con más espacio para la novedad, este fenómeno llegó para imponerse. Con ribetes de cocina clásica pero con toques de modernidad, con recetas deliciosas pero carentes de grasas y escasas en calorías, el Fast Good se ha vuelto una opción inapelable en el rubro.
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Ya se ha generalizado la conciencia sobre la importancia de tener una buena alimentación para sentirse mejor y rendir más. Y cuando de eficiencia se trata, los más interesados son quienes se han convertido en los consumidores por excelencia del Fast Good: los oficinistas.
El mundo corporativo tiene sus propias reglas. Los hábitos alimenticios de este sector son cautivos de sus horarios, el ritmo acelerado de trabajo, el estrés y el sedentarismo, factores que naturalmente los inclinaría a recurrir a comidas poco saludables. Muchos buscan contrarrestar las inminentes consecuencias estéticas y salubres de estas condiciones laborales con ejercicio y una dieta cuidada. Pero el tiempo es oro en el ciclón profesional y nunca parece sobrar para nimiedades como el cuidado del cuerpo.
En este contexto es que hace unos años, los más intuitivos de los proveedores gastronómicos supieron divisar la necesidad de una alternativa para este nicho. Tenía que ser saludable, natural y, por sobre todas las cosas, rápida. Así, desde Puerto Madero hasta Vicente López, pasando por Microcentro, Recoleta, Barrio Norte, Palermo y Belgrano, se fue instalando en los centros principales de trabajo, la oferta natural y dinámica que les faltaba.
La demanda es masiva y los comercios afloran, acompañando las tendencias gastronómicas del rubro. Es así como muchos van quedando en el camino, mientras que algunos de ellos, posiblemente quienes mejor leen al consumidor, van logrando crecer y de a poco convertirse en referentes en la materia.
Uno de los más renombrados exponentes del caso es Green Eat. Con sucursales estratégicamente ubicadas entre Microcentro y Saavedra, parece tenerlo todo. Ensaladas, ‘bagels’, sushi, tortas dulces y ‘muffins’. Todo fresco sonriéndole al comensal desde las góndolas de autoservicio con simpáticos mensajes que le dan un extra a la experiencia del consumidor. La ambientación naturista invita a los afortunados que pueden tomar un descanso, a comer ‘in situ’ rodeados de muebles rústicos de madera y una decoración moderna vinculada estrechamente a su imagen de marca. Allí disponen de todas las comodidades, aún para quienes optimizan el tiempo del almuerzo al máximo y hacen del local su oficina, contando con espacios minuciosamente pensados para este fin.
Por su parte, con una reciente iniciación en el mundo Fast Good, Deli Market hoy ofrece una gran variedad de comidas, todas hechas en el día, entre las cuales el cliente se puede decidir por rolls, ensaladas, woks, tartas, sushi, hamburguesas de quinoa, keppe, sándwiches y también podrá elegir un postre. El emprendimiento comenzó en 2009 como una dietética y en la actualidad cuenta con sucursales en el microcentro y Barrio Norte, donde se pueden encontrar toda clase de hierbas, cereales, semillas, frutos secos, harinas, especias y suplementos dietarios, entre otros. Todo con la garantía de la mejor calidad.
Alejándonos un poco del microcentro porteño, en los barrios de Palermo, Belgrano y Núñez, Naturally reivindica a la ensalada que tantas veces se la subestima como guarnición. Los clientes pueden armar su propia ensalada en seis suculentos pasos que encontraron el equilibrio entre la nutrición y el sabor, combinando ‘blends’ de hojas, proteínas, verduras, quesos y aderezos. Además, no se quedan atrás sus sándwiches, tartas y exquisitos ‘bagels’ y burritos.
Un hábito que contagia
A menudo el Fast Good trasciende el afán por almorzar algo liviano y se convierte en un estilo de vida. Bajar de peso, controlar la presión arterial o cuidar el colesterol, son algunos de los desencadenantes a la hora de elegir la comida saludable como parte de la dieta cotidiana. El consumidor lleva los hábitos saludables a su casa, la vida sana se vuelve una ideología. Así la relación entre el cuidado del cuerpo y el buen comer se traslada también al cuidado del medioambiente, despertando una cultura ‘ecofriendly’ a nivel integral.
A través de esta filosofía, el concepto ideado por Adrià abre su abanico a otra clase de comercios, en los que predominan los envoltorios de materiales sustentables, las viandas congeladas para el día a día, el uso consciente de la energía en los locales y el reciclado.
Toda la variedad de locales que ofrece el Fast Good confluyen en un mismo lugar. El Buenos Aires Market congrega una vez por mes a más de 60 referentes en la materia. Así, el cliente encontrará desde los ‘food trucks’ donde podrá degustar alguna delicatesen al paso, hasta un gazebo con la oferta más completa de hongos, gírgolas, frutos secos y flores con fines gastronómicos.
El popular mercado realizó su primera edición en abril de 2012, y desde aquel entonces ha sido un verdadero éxito. Al mejor estilo neoyorkino, los stands, agrupados uno al lado del otro, ofrecen una gran variedad de alimentos macrobióticos, orgánicos, veganos y netamente Fast Good. Además son atendidos por los chefs más representativos de este modelo gastronómico.
El paseo se completa con charlas, talleres y clases de cocina, dictados en un auditorio con acceso libre. A esto se le suman toda clase de espectáculos callejeros y actividades para los más chicos. El ingreso a la feria es gratuito y resulta una excelente opción para pasar un agradable día al aire libre y fomentar el modo de vida natural.