Her Name is Rio

Presentamos una guía foodie para todos los curiosos que llegan a suelo carioca en busca de mucho más que playa y visitas al Cristo Redentor.

Txt: Rosario Oyhanarte  Ph: Gentileza restaurantes

Janeiro: un viaje a tierras cariocas “siempre es una buena idea”. Y no sólo al vivir en la Argentina, desde donde el pasaje es accesible y el vuelo dura cerca de tres horas; lo cierto es que Río tiene un no sé qué que enamora a visitantes de todos los puntos del globo.

Quizás sea el buen humor de su gente; tal vez se trate del clima templado o sus playas, en las que el mar tiene temperatura y olas perfectas. Motivos hay muchos, pero hay uno que es ineludible: al llegar a Río uno sabe que le espera una fiesta para el paladar.

Si el plan es destinar las jornadas a la playa, sin interrupción, entonces recomendamos probar los queijos asados a las brasas, ofrecidos por vendedores ambulantes; se trata de una suerte de provoleta en brochette, que es ideal para paliar el hambre del mediodía. Para los fanáticos del sandwhichito, no pueden no probar las bisnaguinhas, parecidas al pebete, mucho más chicas, pero igual de ricas o más. Se venden en todos los supermercados y el tip es que hay que untarlas con queso requesón y rellenarlas con tomate, palta o con cualquier otro antojo.

Zazá Bistro Tropical
Zazá Bistro Tropical

Si, en cambio, la idea es un viaje más gourmet, Río no defraudará. Para cortar el día de playa, el destino no escatima opciones donde almorzar. Uno de los restaurantes preferidos de los argentinos es Zazá Bistro Tropical. En una esquina plácida de Ipanema, justo en la intersección de Joana Angélica y Prudente de Morais, el carismático edificio azul da la bienvenida a los amantes del buen gusto; y no sólo gastronómico, sino estético.

Se recomienda pedir mesa al aire libre, aunque el interior del restaurante, ambientado con obras de arte y una decoración con toques kitsch, agrada también. Arriba, el ambiente iluminado por velas es romántico, ideal para malcriar a la pareja. En todos los casos, esta casa devenida en restaurante invita a la distención.

La carta es sudamericana con acentos asiáticos y utiliza ingredientes orgánicos, en la medida de lo posible. Algunos de los platos más destacados son el curry de pollo con arroz jazmín, risotto de langostinos flameados o pescado grillado con plátano.

Este bistró estilo ‘tropical chic’ también es ideal para un trago después de la playa. Algunos de los favoritos son el Monkey Monkey (Absolut Vanilla, agua de coco, banana y jengibre) o la Spiceberry Margherita (tequila, chile, cointreau y jugo de arándano).

Gula Gula.
Gula Gula.

Siguiendo nuestra ruta gourmet, la próxima parada es en Gula Gula. Su nombre ya lo indica. Este es el sitio perfecto para saciar espíritus foodies, aunque de modo saludable. Todo comenzó en 1984, cuando Gula Gula abrió su primera sucursal de la mano de Fernando de Lamare, ingeniero que aprendió de su madre el amor por la cocina. La zona elegida para ese primer local fue Leblon. Hoy, 16 sucursales se despliegan por todo Río de Janeiro, incluyendo locaciones varias, como el Jardín Botánico, Barra Shopping, Ipanema, Gávea y más.

La propuesta saludable de Gula Gula fue pionera en suelo carioca. Sus ‘hits’ son las ensaladas gourmet y platos calientes bajos en calorías. Los wraps de curry, salmón grillado y carne de ternera también son recomendados. De servicio rápido y amable, esta es una gran opción para seguir el día livianos, listos para disfrutar la ciudad.

En Río de Janeiro no siempre sale el sol. En jornadas grises, o cuando uno ya cumplió su cuota de sol, un programa muy recomendable es ir a pasear al Jardín Botánico, que en sus 137 hectáreas aloja a más de 9.000 especies de plantas. Pero, además de dar cobijo a una copiosa variedad de flora nativa y foránea, el jardín es también sede de múltiples opciones para comer. Entre ellas, Lorenzo Bistró, un restaurante cálido que ofrece platos italianos y franceses. En todos los casos, estos son preparados con ingredientes de la mejor calidad y servidos en porciones de tamaño perfecto.

Uno de los encantos de este restaurante es que cuenta con vistas al Cristo Redentor. Además, ofrece una terraza para sus comensales, abierta durante los fines de semana o para eventos privados. Entre los platos más suculentos de la chef Alessandra Belliny destacan los ravioles de calabaza, la omelette de queso parmesano con cebolla o los calamares con tomates cherry.

Dentro del Jardín Botánico hay otro rincón que merece ser visitado y que es del mismo dueño de Lorenzo Bistró, João Luiz Garcia: Casa Carandaí, el lugar indicado para conseguir productos delicatesen de todas partes del mundo y donde probar el mejor pan casero de la ciudad. Quesos, cortes de carne exclusivos, condimentos, más de 450 vinos, fiambres… y, en cuanto la panadería, ‘scones’, panes de todo tipo, ‘croissants’ y el infaltable ‘pão de queijo’. En definitiva, productos perfectos para un picnic en el jardín.

Casa Carandaí se ubica en una casona declarada Patrimonio Histórico y también cuenta con un café al fondo, donde se sirven comidas caseras preparadas con las mejores materias primas. Una pizarra anuncia los especiales del día preparados desde la cocina abierta. Este es el reducto al que dirigirse para arrancar el día con un megadesayuno o “café da manhã”.

L’Etoile
L’Etoile

Para cerrar la jornada, los gourmands entendidos optan por L’Etoile, donde el espacio es un canto a la sofisticación y la cocina es de estándar internacional. Ubicado en el piso 26 del Sheraton Grand Rio Hotel & Resort, las vistas del restaurante ya son motivo suficiente como para incluirlo en la agenda de la visita.

Párrafo aparte para los platos de la casa, gestados por el gran Jean Paul Bondoux, cuyo nombre resuena en los oídos de los argentinos sibaritas: se trata del mismo chef detrás de La Bourgogne. Las delicias que ofrece se conocen como “franco-cariocas”, porque emplean técnicas francesas pero ingredientes locales. Se aconseja comenzar el viaje culinario con langostinos con crocante de coco y ensalada tropical, y terminar la velada con la tarta de merengue. ‘Foie gras’ con chutney de higos y muslos de rana con hierbas son otros de los hitos.

En cambio, si la idea es disfrutar manjares 100% autóctonos, entonces hay uno que no puede faltar: la feijoada, plato carioca por antonomasia. Y de todos los enclaves donde probarla, se recomienda al que la evoca desde el nombre: Casa da Feijoada, el preferido de nativos y turistas por igual. Porotos, carne, arroz, la feijoada incluye ingredientes varios y es ideal para compartir en grupo.

De este restaurante destaca también su atención, siempre cálida y alegre. ¿Otro dato? Aunque ya no haya casi espacio, no hay que irse sin probar el café que, para muchos, es de lo mejor que han probado en Brasil.

 

Río es una urbe extensa. Cada uno de sus barrios tiene una idiosincrasia bien marcada y cuenta con opciones gastronómicas acordes a su perfil. En Santa Teresa abundan los cafecitos bohemios, perfectos para ser retratados en Instagram. En Ipanema, los barcitos saludables que deleitan con sus ‘sucos’ se asientan uno al lado del otro y conviven con opciones de perfil norteamericano. Leblon es conocido por alojar los mejores bares de la ciudad. Lo cierto es que, eso de que en Río sólo se consigue comida chatarra en la playa y caipirinhas agrias es un mito, como tantos otros que envuelven a nuestro vecino, Brasil. Los invitamos a descubrir su rincón preferido, y a comprobar de qué va tanto alboroto por esta ciudad mágica.

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