Los gastropubs que ofrecen platos característicos de la gastronomía estadounidense son cada vez más. A continuación, cuáles son los imperdibles de sus cartas.
Txt: Nicolas de la Barrera Ph: Gentileza restaurantes
¿Cómo definir a la cocina estadounidenses cuando su superficie ocupa más de nueve mil millones de kilómetros cuadrados? Es uno de los países con más ambientes y regiones, tan distintas entre sí, y, en consecuencia, con ingredientes de lo más variados. Si a esto le sumamos que su población creció al ritmo de inmigraciones provenientes de casi todos los rincones del mundo, y que cada extranjero llevó su costumbre culinaria consigo, entonces definir a la gastronomía norteamericana puede resultar una tarea casi imposible. Por eso es mejor y más sencillo pensar que la cocina estadounidense es el resultado de la mezcla de culturas que se extienden de costa a costa, y de norte a sur.
Sin embargo, a pesar del enorme abanico de posibilidades que pueden mencionarse, algunas comidas típicas de Estados Unidos pudieron traspasar las fronteras (y afianzarse en el imaginario popular) como las más representativas de este país. Claro, lo primero que puede venir a la mente no es precisamente lo que una nutricionista podría recomendar: las hamburguesas y el ‘fast food’ en general llevan a pensar, inevitablemente, en que esa es la base de la alimentación de los estadounidenses. Y si bien es cierto que los productos ultra procesados tienen una gran presencia allí, también hay lugar para las buenas carnes de sus granjas y para una importante influencia de la comida mexicana.
En nuestro país, hasta no hace mucho tiempo, encontrar ejemplos de platos estadounidenses era una misión complicada. Al clásico Hard Rock Caffe puede señalárselo como uno de los pioneros: allí conviven las hamburguesas y los tradicionales aros de cebolla con las carnes ahumadas. Más tarde, Kansas Grill & Bar amplió la oferta de comida estadounidense, en donde se destacan las ‘ribs’ (costillas de cerdo por lo general) con papas rellenas y el ‘smoaked salmón’, junto con opciones de coctelería clásica y de sello “americano”.
En los últimos tres o dos años, la proliferación de gastropubs y locales especializados en cerveza artesanal modificaron el mapa de la gastronomía local y sumaron alternativas para probar más comidas de la potencia mundial.
En el barrio de Recoleta, El Tejano da una clase de cómo puede caracterizarse a la cocina sureña estadounidense: carnes ahumadas, condimentos caseros y un poco de picante es, a grandes rasgos, la oferta de este bar restaurante dirigido por el dibujante técnico, devenido en gastronómico, Larry Rogers. Oriundo de Texas, Rogers recrea el ambiente que puede encontrarse en algún bar de su estado natal: barra y mesas de madera oscura, un salón con poca luz y los televisores en canales deportivos hacen al Tejano. Respecto a la comida, el lugar resalta por su ahumador, uno de los primeros (si no fue el primero) en Buenos Aires.
La estrella de la casa es la canasta de ribs de cerdo: 330 gramos de costillitas, adobadas en salsa barbacoa, que vienen unidas entre sí. El secreto, para que el disfrute sea completo, es separar las costillas y también aprovechar la carne -muy tierna- en el espacio entre hueso y hueso. La tapa de asado, también conocida como Brisket, es otro clásico del Tejano, con una cocción de nueve horas en el ahumador. Otras opciones pueden ser los chorizos ahumados, o el ‘pulled pork’: una bondiola desmechada con salsa de mostaza y miel, repollo, cebolla y morrones caramelizados. Los nachos (con salsa picante o cheddar) y las hamburguesas también forman parte de la carta que, para tomar, ofrece una buena variedad de cervezas. Y, como se encarga de hacer saber Rogers, en su pub no se ofrece pan: en Texas, nuestro acompañamiento a un montón de comidas queda afuera. Y en el Tejano también.
La mejor combinación
Un ejemplo de la combinación entre las cervezas y la comida estadounidense ocurre también en Buller. Frecuentado a diario por turistas, pero también por argentinos, el lugar ofrece porciones abundantes y cervezas en una amplia gama de colores y sabores, en un clima informal. Desde los famosos Onion rings (aros de cebolla con mayonesa), hasta nachos clásicos y el pollito New Orleans (pollo rebozado con una mezcla de especias que le dan un sabor concentrado), que se acompaña con papas y crema alioli, hay una buena cantidad de platos considerados como ‘appetizers’.
Si se trata de nombrar uno de los puntos fuertes de Buller, no se puede dejar de mencionar el sándwich American Buller Pork: carne de cerdo cocinada lentamente (y por lo tanto muy tierna), junto a cebolla caramelizada, salsa barbacoa, lechuga y tomate. No faltan las ‘ribs’, como así también el apartado mexicano en el menú, con fajitas, quesadillas y tacos (porque la influencia de México llegó hasta Texas y de ahí a las costas este y oeste).
Por último, vale destacar que no es frecuente encontrar un postre con características norteamericanas, pero Buller lo tiene: se llama American Cookie, y puede ser, para los amantes de lo dulce, el cierre ideal a todo dulzor, para un almuerzo o cena. Servido a una temperatura media, está conformado por una galletita casera con chips de chocolate y nueces con helado de crema americana y crumble, más salsa de dulce de leche (cualquier parecido con lo visto en el cine o una película no es pura coincidencia).
Williamsburg, con marca ‘tex mex’
Una votación impulsada recientemente por el gobierno porteño, para conocer en dónde se puede comer la mejor hamburguesa de la ciudad, dio como ganador a Williamsburg. Es cierto que el bar le da una fuerte presencia a sus medallones de carne de hasta 200 gramos (y que en este local los sándwiches llevan los nombres de figuras de Nueva York como Dylan, Polanski y Groucho), pero sería un error limitarlo solo a esta comida. Por el contrario, Williamsburg tiene también una importante variedad de comidas de estilo tex mex: la última incorporación fueron los burritos -con tamaño para compartir-, elaborados a partir de masa casera, para probar con distintos agregados: cerdo braseado, cheddar, cebolla morada, cilantro fresco y crema ácida, o el denominado Fallón, que trae pollo, pimientos, cebollas asadas, mayonesa y muzzarella.
El Pulled Pork también es una buena idea del menú: como debe ser, la carne de cerdo logra un nivel de terneza único tras la exposición a una cocción lenta de varias horas. Caramelizado con salsa barbacoa, cebollas moradas encurtidas, cilantro y pan tostado y crocante, al sándwich se lo puede acompañar con papas al horno o batatas fritas.
El diseñador Horacio Gallo es la mente detrás del bar: con mezcla de vanguardia y toques neoyorkinos, que pueden remitir a un diner norteamericano, el clima en Williamsburg es descontracturado, con grandes mesas comunitarias y boxes con sillones de cuero. Y eso sí: hay que pensar que se llena todos los días.
Por supuesto, para tomar hay cuatro opciones de cervezas, pero el bar ofrece los clásicos ‘smoothies’ y ‘milkshakes’, que son un recomendado para la tarde. Aunque en los tragos también se ve la influencia estadounidense, a partir de la carta creada por la bartender Inés de los Santos.
En otros puntos de la ciudad, también pueden encontrarse locales de los famosos ‘hot dogs’, con carne de puro cerdo y una variedad enorme de salsas, o gastropubs que le hacen honor al pollo frito.
Contra cualquier prejuicio, la cocina estadounidense se hace un lugar en una ciudad habitada por restaurantes clásicos y modernos, de cocina porteña, española, italiana, francesa o de vanguardia. Ahora, ya puede sumarse la norteamericana a la lista. Y el resultado es un mapa de gastronomía cada vez más plural.
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