Entre Punta del Este y José Ignacio, la apuesta es cautivar a los paladares más exigentes. Allí, donde el ‘jet set’ busca tranquilidad y disfrute, los chefs de los hoteles y restaurantes más exclusivos del Este uruguayo eligen el sabor, los ingredientes frescos y la innovación como claves de conquista.
Txt: Vanesa Ivanoff Ph: Gentileza Vik Retreats, La Susana y Mia Bistró
Con rutas onduladas, el mar como guardián receloso, entre un estilo de vanguardia o de aire ‘hippie chic’, Punta del Este se exhibe renovado. De gran versatilidad, y entre sabores del mar y de la tierra, las nuevas propuestas y los clásicos que se reinventan se conjugan para el deleite de los visitantes.
Delicias clásicas
De camino hacia la Punta, monumental y con sus verdes bien prolijos, Enjoy Conrad es un clásico que no falla. St. Tropez, el restaurante más gourmet, se especializa en platos de la moderna cocina italiana. De aire mediterráneo, con su oferta de ‘risottos’, ‘carpaccios’ y ‘burratas’, es uno de los preferidos de las estrellas. Las Brisas, con una imponente vista a la Isla Gorriti, es la opción abierta todo el año. Allí, los mariscos y el puchero rioplatense conviven y se llevan los aplausos. Al atardecer, la terraza sobre la playa de Ovo Beach es de las más elegidas. Entre DJ locales y europeos, el tapeo y los cócteles más excéntricos son la excusa para celebrar y dejarse cautivar por el último rayo de sol ocultándose en el mar.
Cuando la primera estrella aparece en el cielo, ir a pie por la rambla hasta el puerto, no tiene desperdicio. Allí, los clásicos Moby Dick, Soho y Bocata, bien cerca del faro, son una parada obligada para un aperitivo.
Ya sobre la brava, Mia Bistró, el del fogón sobre la playa, resguardado entre médanos, esconde el encanto de comer mirando el mar. Verónica Rucks, chef y propietaria tiene fe en la nueva temporada. “Vivimos desde hace catorce años en Punta del Este y esta es una de las temporadas más esperadas. Nos venimos preparando desde hace tiempo, buscando productos de la zona e inventando cosas nuevas. Estoy sorprendiendo a muchos con mi tartar de Siri, una versión propia de un producto noble con mucha sazón y pocos ingredientes”, asegura mientras prepara su ‘mise en place’.
Allí, entre médanos, el rugir de las olas más bravas y el calor del horno de barro -estrenado la temporada pasada- se vive un disfrute sostenido. Visitantes europeos, argentinos y cariocas se dejan seducir por las almejas exóticas en fumé y emulsión de coco, preparadas al instante. O el salmón oro y el pollo de campo al cognac, cocidos a la leña. Pero si se trata de exotismo, el acierto es la pizza con salmón ahumado y un ‘black river’ caviar, genialidad uruguaya que compite en el mundo. Para los días un poco más frescos, cuando el viento sopla y es menos amable, nunca falta el famoso cordero braseado con ingredientes macedonios.
Del otro lado de la ruta interbalnearia, unos kilómetros hacia adentro y escondido entre pinos, se encuentra el eterno Hotel L´ Auberge, el cinco estrellas de la zona que conmueve con el clásico té de la tarde y sus deliciosos ‘waffles’ belgas con miel.
Sobre la calle Pedregosa Sierra, el nuevo polo gastronómico de la península sorprende con sus noches francesas. Allí entre playas y pinares, el chef Jean-Paul Bondoux recrea su Borgoña natal. El recinto se llama La Bourgogne y está anclado en la parada 5. Allí, en un apacible jardín, es posible saborear de la auténtica cocina francesa elaborada con productos de su misma finca, cada noche de verano. No hay que dejar de probar las ‘brioches’, las ‘croissants’ y los quesos.
Recintos ‘chic’ a metros del mar
Cruzar el puente ondulado obliga a cambiar la mirada. Ya lejos de los imponentes rascacielos, el contacto con la naturaleza aparece sin sorpresa. Pasando La Barra, en Manatiales, en el lateral de una calle que mira hacia el océano, se ubica desde el 2002, el Restaurante O´Farrell. Hubert O´Farrell y su esposa dejaron Buenos Aires hace tiempo con el objetivo de entontrar una nueva forma de vida. Su cocina privilegia al gran horno de barro y a la mejor materia prima del campo y del mar para crear un menú amplio de estilo mediterráneo.
Siguiendo hacia el este, los hoteles de diseño de Vik Retreats en José Ignacio son parada obligada. Combinan buena gastronomía con naturaleza, arte y diseño. A la orilla del mar, en Playa Mansa, el restaurante Zodíaco -dentro del hotel Bahía Vik- garantiza la onda costera con un menú de inspiración mediterránea. Allí, la obra firmada por el artista plástico uruguayo Carlos Musso, que combina estrellas, planetas y signos del zodíaco, se luce a primera vista. A pocos metros en el hotel hermano Playa Vik, el restaurante Cielomar se dedica a los pescados y mariscos hechos a la parrilla y al estilo charrúa.
Doce kilómetros campo adentro, en una hermosa estancia, la experiencia de la auténtica barbacoa uruguaya es famosa en el restaurante El Asador. El mismo está instalado dentro del hotel Estancia Vik, en un galpón que replica las tradicionales posadas gauchas, pero con un tinte más contemporáneo: sus paredes fueron completamente grafitadas por el artista Marcelo Legrand. El gran protagonista allí es el “fogón”, ubicado en el medio del espacio; y el agasajo se completa con los más tiernos cortes de carne y achuras: bistec de chorizo, bistec ancho y las afamadas mollejas.
Sobre la línea del mar se encuentra La Susana, el parador de playa más ‘chic’ de José Ignacio, cita obligada de las celebridades que desfilan por el Este en las primeras horas del año nuevo. Para la temporada de verano, se une al equipo el renombrado chef uruguayo Santi Inzaurralde. La carta mantiene su frescura y encanto. El bar, en manos de Ciro Tarquini, ofrece la mejor compañía para esos atardeceres mágicos.
Ya en el corazón de José Ignacio, sobre la calle De Los Cisnes, a pocos metros del mar, se ubica el Parador La Huella, el mismo que en 2015 obtuvo el puesto Nº 11 en el ranking de los mejores 50 restaurantes de América Latina. Discreto y relajado, en él se respira aire puro y un poco de exclusividad. El servicio está dirigido por Martín Pittaluga, quien lo define “casi como un caos organizado”. La propuesta es simple, sabrosa y respeta los productos de la tierra y el mar. Pocos lugares consiguen el equilibrio entre sabores auténticos, ambiente relajado y privacidad. Pero el Parador La Huella lo logra con una encantadora naturalidad. Tal vez por eso que se lo reconoce como fiel reflejo de la esencia uruguaya.
Pero si de espíritu representativo de este antiguo pueblo de pescadores se trata, Mostrador Santa Teresita es un ‘must’. Allí, sobre la calle Las Garzas funcionó el primer restaurante de José Ignacio, que abrió en 1973. Su fama se debe a los míticos buñuelos de algas. El restó estuvo cerrado por más de diez años y fue el genial Pittaluga, en sociedad con Fernando Trocca, quien lo reabrió con el concepto de ‘take away’ como bandera. También es posible comer allí, pero en mesas comunitarias y platos enlozados. Se trata del fiel ejemplo de lo sencillo o el rusticismo más ‘cool’.
Cerca del mar, con productos del campo, entre lo rústico y lo chic, la gastronomía de Punta del Este, La Barra, Manantiales y José Ignacio no pasa desapercibida. Cada uno con su estilo, unos más elegantes y otros con acento en lo simple; pero todos coinciden en el respeto de los ingredientes y en el valor de lo local.