Hoy la gastronomía también pisa fuerte en los museos, donde da lugar a propuestas únicas. En esta nota, un recorrido por los mejores rincones artísticos y gourmet de Buenos Aires.
Txt: Cecilia Wall
Ph: Gentileza museos
Ir a comer a un museo es una buena opción cuando la idea es hacer algo distinto. Allí el arte y la gastronomía se combinan para brindar las mejores propuestas. Un patio con aire parisino, una terraza con una magnífica vista, un jardín con bellísimas plantas o un moderno deck son algunas de las opciones.
En el mundo, los museos más icónicos también cuentan con reconocidos espacios de gastronomía. El Café Campana en el Museo de Orsay en París, el restaurante The Modern del MoMA en Nueva York -que fue premiado con una estrella Michelin-, The Wright en el Guggenheim neoyorquino o Nerua en el Guggenheim de Bilbao, son algunos de los más aplaudidos.
Con diversas propuestas, el arte de Buenos Aires también busca su lugar de excelencia en el mundo culinario. A continuación, nuestros recomendados…
Para el verano
Situado en una de las zonas más emblemáticas de la Ciudad de Buenos Aires, el Museo de Arte Decorativo invita a saborear las delicias del restaurante Croque Madame y a disfrutar de un oasis en medio del asfalto. Está ubicado en lo que fue la casa del chofer de la residencia, que perteneció a la familia Errázuriz a principios del siglo XX.
Este rincón de la ciudad con aires franceses es ideal para hacer un alto en la rutina al mediodía o disfrutar de una cena al aire libre. El patio empedrado lleno de plantas, con mesas ubicadas frente al palacio, es uno de los lugares más requeridos por los visitantes. Su interior, más sobrio, decorado con cuadros de la artista Luisa Quinterno, es una mejor opción para un día fresco.
El menú es variado, tiene carnes, pastas y risottos. La vedette de la carta son los croques -muy populares en la gastronomía francesa-. ¿El más pedido? El Croque Madame, en pan dorado con manteca, queso gruyere, jamón cocido y huevo a la plancha.
El lugar abre todos los días desde las 10 hasta las 12 de la noche. Un dato: hay estacionamiento dentro del museo, de lunes a viernes por la noche, y sábados y domingos durante todo el día.
Cerca de allí, a metros del zoológico de Buenos Aires, encontramos el Museo Evita, una casona de 1900. En su interior está ubicado el restaurante, lugar donde, entre los años 1948 y 1955, funcionó la cocina del Hogar de Tránsito nº2.
Ambientado con fotos de Eva Perón, el lugar recrea el espíritu de los años ´40 y ´50. El menú se define por sus platos con influencia de los inmigrantes españoles e italianos, con pastas, panes y medialunas de elaboración propia. Los platos que incluyen pescado son muy solicitados, así como las pastas rellenas. En días de calor son imperdibles los licuados energizantes preparados a la vista.
El patio repleto de plantas y árboles, con sombrillas y pérgolas brinda un respiro entre tantos edificios. El dato: el lugar es pet friendly, le sirven agua y comida a las mascotas. Abre todos los días de 9 a medianoche, excepto los domingos, que cierra a las 19.
Pulmones de la ciudad
En el corazón de los Bosques de Palermo, el Museo de Artes Plásticas Eduardo Sívori -que alberga buena parte del arte argentino de los siglos XX y XXI- ofrece un inigualable espacio al aire libre con una variedad de delicias gastronómicas.
Frente al patio de las esculturas, el Café Sívori invita a disfrutar de sus platos caseros, como el pollo servido con chutney de manzana y acompañado de ensalada de rúcula y tomates secos, y los crèpes de setas. Como buen Café, el fuerte es la pastelería, con una variedad de once tortas, entre ellas su clásica de manzana, la de mandarina y la de dátiles con cerveza negra, higos y ciruelas.
Abre desde la mañana e invita a disfrutar de este magnífico pulmón de Palermo durante todo el día hasta las 20hs. En verano, nada mejor que almorzar bajo el roble y saborear una limonada con jenjibre y menta o un pisco sour, rodeado de arte.
Sobre la avenida Figueroa Alcorta, el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (MALBA) es un clásico de la zona. Hace más de dos años, el restaurante Marcelo abrió su tercera sucursal allí -que se sumó a las ya existentes de Puerto Madero y Recoleta- con una carta bien italiana. Las pastas son la especialidad, aunque también se sirven ensaladas, sándwiches, carnes y pescados. Son imperdibles los ravioles Marcelo, de ricota y verdura, acompañados con salsa pomodoro y crema, gratinados con queso parmesano. Cuenta con un deck, perfecto para disfrutar en esta época, bajo los árboles y junto a la plaza que linda con el museo.
Otro imperdible de este recorrido es la imponente residencia del escritor Enrique Larreta, que invita a disfrutar de sus exquisiteces, rodeado de un jardín andaluz de 5000 m2 en el corazón de Belgrano. Con entrada por la calle Vuelta de Obligado, otro local de la firma Croque Madame invita a disfrutar de la tranquilidad del museo.
Con un gran ventanal, el restaurante está rodeado de plantas de caña y de mucho verde, y tiene conexión directa con el resto del parque. De noche, el jardín iluminado es el marco perfecto para una salida de verano.
El menú, similar al del restaurante del Museo de Arte Decorativo, ofrece cafetería, degustaciones y platos variados. Un imperdible para la tarde, su menú de té completo: con café o té, jugo de naranja, tostadas con manteca y dulce, mini tostado de jamón y queso, budín, scons, torta y masitas.
Con vistas privilegiadas
La Colección Amalia Lacroze de Fortabat en Puerto Madero es un modernísimo edificio inaugurado en 2008, que posee más de 150 obras de reconocidos artistas argentinos, como Quinquela Martín, Pérez Celis, Fader y Soldi, así como también artistas internacionales -Rodin, Warhol, Turner y Dalí-.
Con vista al Dique 4, posee en uno de sus extremos un restaurante Croque Madame con entrada independiente. Moderno y sofisticado, es una linda opción para comer a orillas del río.
Un menú ejecutivo todos los días, los croques típicos del lugar y los sándwiches gourmet permiten hacer un alto en la rutina y disfrutar de la vista. Por la tarde, son imperdibles sus tortas, como sus clásicos Lemon Pie, Cheesecake y Crumble de manzana. Abre todos los días, de 9 a 20.
La última parada obligada de este recorrido es la terraza de Café Proa –de la fundación que lleva su nombre-, donde se puede disfrutar de una vista única del barrio de La Boca. El Caminito, con sus casas de múltiples colores y el puente Nicolás Avellaneda forman parte de esta maravillosa postal. El modernísimo edificio cuenta con una fachada transparente, que se destaca entre las construcciones típicas de la zona.
Se trata de un espacio cálido, donde las exposiciones también forman parte de la ambientación del restaurante, que se renuevan cada tres meses. De la mano del chef Lucas Angelillo, pueden saborearse platos ricos y abundantes, todo de elaboración casera.
De la cocina, que es a la vista, salen ensaladas, sándwiches gourmet o platos más sofisticados, como una tapa braseada con salsa criolla y papa aplastada o arroz con frutos del mar y la salsa de hierbas y vino blanco. Ambientado con pisos de roble sin pulir, sillas y mesas italianas, sillones comodísimos en la terraza y una impecable cocina integrada al salón, Café Proa invita a disfrutar de la buena comida, el arte y de uno de los rincones más emblemáticos de la ciudad.