Dos cepas francesas que han encontrado su lugar predilecto en nuestras tierras: la Cabernet Sauvignon, con sus característicos taninos fuertes, y la Cabernet Franc, que comienza a dejar huella en manos de las bodegas que más apuestan por ella.
Txt.: Daniela Hegouaburu Ph: Gentileza bodegas
Un cepaje noble y muy adaptable a casi cualquier región ha sido, desde siempre, el Cabernet Sauvignon, originario de Francia. Surge en el Siglo XVII en la zona de Burdeos, de la “cruza” entre dos uvas, Sauvignon Blanc y Cabernet Franc, y de ahí que lleve en su nombre a ambas. La primera, una cepa blanca muy valorada por sus características aromáticas, frescor y acidez, y la segunda con el toque salvaje de las hierbas.
Se trata de la cepa más implantada en todo el mundo -se calculan al menos 200 mil hectáreas-, lo que le ha valido el reconocimiento como la reina de las variedades tintas.
La Cabernet Sauvignon llega a Argentina en compañía de muchas otras uvas europeas como la Malbec, demostrando una notable adaptación a todos los climas y suelos, por ser de las más rústicas -al ser una baya de piel gruesa, resiste a la descomposición y las heladas-. Donde sea que se encuentre, este varietal expresa su tipicidad siempre de la misma forma.
Su característica esencial es la gran carga tánica que posee y por ello genera vinos que son muy aptos para guardas prolongadas. A su vez, tiene un carácter muy expresivo y aromático con predominancia de frutos negros y especias, de cuerpo intenso y paladar envolvente.
Un próspero reinado
La “Cabernet”, como comúnmente se la llama, siempre estuvo entre las cepas preferidas de los consumidores, quienes la asocian con la elegancia y refinamiento de sus vinos. Sin embargo, a pesar de tener tan buena prensa, continúa a la sombra del Malbec. Es la cuarta variedad en superficie cultivada del país (12%), con poco más de 16.000 hectáreas detrás de Malbec, Syrah y Bonarda.
La extensión de la variedad en el territorio siempre fue en ascenso. En 2004 existían 15.700 hectáreas cultivadas, y llegó a su pico más alto en 2008 con 17.800 hectáreas, para luego asentarse en los números de hoy, un poco por debajo de su máxima. Se la encuentra principalmente en Mendoza, que concentra el 77% de la superficie cultivada; San Juan posee el 10% y el resto se lo reparten entre las otras provincias vitivinícolas de norte a sur.
Con esta misma variedad se elaboran diferentes estilos de vinos con toques muy marcados en cada zona de producción. En las zonas frías de la Patagonia y Valle de Uco se privilegia la fruta, la acidez y el toque herbal que pocos tintos pueden ofrecer.
Un poco más especiados y con cuerpo se dan en el norte mendocino, donde destacan vinos concentrados con taninos bien marcados. En San Juan, los taninos se suavizan y lo que prevalece es la cuota aromática intensa, frutal y vegetal. Son vinos muy amables para beber jóvenes, ideales para probar la variedad.
La región que se destaca con grandes ejemplares es Salta, con vinos profundos, de predominante fruta roja y pimientos asados. Cautivantes en nariz y en boca, donde se vuelven muy sedosos al paladar.
La amplia variedad de estilos que existe ha hecho que el antiguo prejuicio de que los Cabernet eran vinos muy fuertes haya quedado atrás. Se ha logrado una elegancia marcada en estos vinos, ya sean varietales o ‘blends’, en los que la cepa aporta todo su carácter y estilo. Además, la complejidad que alcanzan los hace grandes exponentes -al nivel de los mejores de Napa Valley y hasta de Burdeos-.
Volver a las raíces
La madre biológica de la Sauvignon no es otra que la Cabernet Franc, mucho más intensa en aroma, con predominio de las frutas rojas y trazos vegetales. En los últimos años, esta cepa comenzó a plantarse mucho en nuestro país, un poco siguiendo la tendencia a nivel mundial pero también pensando en nuevas alternativas al lo que mercado local ofrece. Además, la variedad demostró que se adapta muy bien al suelo, especialmente en las zonas frías donde se da con una acidez equilibrada y toques minerales.
Los mejores exponentes de Cabernet Franc se han descubierto en la Patagonia, en Mendoza (Valle de Uco) y Agrelo (Luján de Cuyo). Por el contrario, en las zonas cálidas la uva pierde aromas debido al exceso de luz, cuando deja de tener sus características notas salvajes. De ahí que su cultivo no pueda ser tan extendido, porque la cepa no es tan adaptable a los diferentes ‘terroirs’ como Malbec o Cabernet Sauvignon.
No es para nada una variedad popular, según el Instituto Nacional Vitivinícola (INV), hay cerca de 700 hectáreas plantadas (de Malbec unas 34.000) que alimentan en su mayoría a un mercado de exportaciones donde los vinos Cabernet Franc se venden a buen precio y con una demanda siempre en alza.
Éxito asegurado
El vino que parecía solo una cuestión de nicho para paladares exigentes, hoy cobra mucho más protagonismo y esto quedó demostrado en la última edición de los Argentina Wine Awards (AWA). Los tres grandes Trophies (máxima distinción) fueron para vinos de esta variedad que enamoró a los periodistas y críticos de la industria de nivel internacional.
FIN Single Vineyard Cabernet Franc 2010 de Bodegas Del Fin del Mundo se alzó con una medalla de oro y el ‘trophy’ al mejor vino de la Patagonia junto con Númina Cabernet Franc 2011, de Bodegas Salentein y Andeluna Pasionado Cabernet Franc 2010, que el año pasado, también se llevó el máximo galardón.
La versatilidad que ofrece esta cepa también la hace muy apta para ‘blends’, con Cabernet Sauvignon, Merlot, Tempranillo o Malbec como los favoritos. En este último caso, el Cabernet Franc le da la textura en boca y elegancia que le hace falta a la uva nacional.
La fama que viene teniendo la cepa en todo el mundo hizo que la crítica especializada también se pose sobre un vino argentino para darle el mayor puntaje. Unos 97 puntos Parker en la influyente revista Wine Advocate a El Enemigo Single Vineyard Gualtallary Cabernet Franc 2010, una de las mejores creaciones del enólogo Alejandro Vigil. Un vino tan preciado que se exporta a unos 20 países y solo se consigue en pequeñas cantidades.
Con este y otros grandes exponentes -que de momento solo pueden verse en manos de un pequeño puñado de bodegas que elaboran partidas muy limitadas-, está claro que la moda del Franc comienza a instalarse. Así, y ante la saturación Malbecs en la industria, la nueva cepa asoma la cabeza para diferenciarse de la Sauvignon y enamorar al mundo.
Cabernet de todo estilo
Callia Reserve Cabernet Sauvignon 2013: vino sanjuanino joven que destaca aromas exóticos de frutos negros complementados con canela y otras especias. La madera es muy sutil, y en boca se destaca la fruta y los taninos dulces y maduros.
Escorihuela Gascón Pequeñas Producciones Cabernet Franc 2010: ejemplar ganador de la medalla de oro en los AWA 2014. De reciente lanzamiento, se suma a su línea de vinos alta gama y tiene un potencial de guarda de 10 años. Ideal para acompañar carnes de caza con especias, cordero asado y pastas con salsas intensas.
Angelica Zapata Cabernet Franc Alta 2006: de color rojo rubí con suaves tonalidades violáceas. Su aroma intenso y concentrado tiene notas de cassis, grosellas maduras, y toques de vainilla y especias dulces. En boca muestra marcados dejos a eucalipto y pimienta negra.
Luigi Bosca Gala 2 blend: un ‘assemblage’ de 85% Cabernet Sauvignon, 8% Cabernet Franc y 7% Merlot, provenientes de viñedos muy antiguos. Se destaca su estructura y elegancia, con sus taninos maduros y un paso por boca largo y aterciopelado.