Las nuevas generaciones nacen inmersas en el mundo digital. Los educadores y especialistas se preguntan de qué manera conviene incorporar la tecnología en las aulas y cómo convertirla en una aliada que ayude a los chicos a crecer y desarrollarse.
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Los avances tecnológicos han llegado a ocupar poco a poco todos los espacios de la vida: el trabajo, la casa y, claro, también la escuela. Las instituciones introdujeron pizarras digitales y abrieron plataformas en internet para comunicarse con los alumnos y sus familias. Es indudable que ya no se puede dar marcha atrás: la tecnología está y avanza. Sin embargo, aún se discute si la incorporación de estas nuevas herramientas es provechosa para favorecer el aprendizaje.
Mientras algunos colegios pretenden que los chicos ni siquiera usen sus teléfonos inteligentes en el aula, muchos promueven lo contrario como forma de que accedan a ciertos conocimientos. En algunas escuelas no solo está en debate el uso de aparatos electrónicos como computadoras, tabletas y celulares, sino también la enseñanza de programación y robótica. Algunos especialistas consideran que estos contenidos son esenciales para el mundo en que viven los chicos y que deberían comenzar a verlos desde ¡nivel inicial! Otros piensan que la tecnología sola no alcanza para educarlos de una manera integral y que quizás hoy, más que nunca, es necesario volver a la comunicación cara a cara.
Aplicación en la Matemática
“He utilizado simuladores digitales, que me han sido de gran utilidad. Los alumnos comprenden mejor, por ejemplo, las funciones trigonométricas y sus gráficas. He trabajado también con graficadores de funciones para analizar sobre ellas los distintos parámetros y cómo interactúan”, comentó a BA MAG una profesora de Matemática que da clases en colegios secundarios de Buenos Aires.
“Considero que el uso de la tecnología puede ser muy útil cuando no es un ‘esnobismo’ o simplemente algo marketinero. Es inútil cambiar a pantalla digital cuando no hay un beneficio concreto. En el caso de la Matemática, al no interactuar con un graficador, carece de sentido. La que he utilizado no me ha brindado mejores resultados con los chicos; por el contrario, ha demorado el dictado de la materia”, compartió.
Aprender a programar
En el 13° Concurso Internacional de Emprendimientos Productivos, Ciencia, Tecnología e Innovación, que se realizó en Ecuador el 20, 21 y 22 de abril de este año, el primer premio lo ganó el proyecto que representó a la Argentina: un tablero electrónico para deportes, fabricado por alumnos de la escuela técnica 3.138 Alberto Einstein de la ciudad de Salta. Su profesor, Emilio Figueroa -técnico electrónico y estudiante de Ingeniería Industrial-, los acompañó en el desarrollo del proyecto.
En diálogo con BA MAG, el docente evaluó como imperiosa la necesidad de que los chicos aprendieran a programar. “Debería existir una materia obligatoria de programación desde la primaria hasta la secundaria. Nuestras vidas giran en torno a las computadoras, internet y la electrónica, y la programación es el factor común entre ellas. Es la forma de incluir a nuestras generaciones en el mundo nuevo y permitirles ser partícipes de su evolución vertiginosa”, evaluó el profesor.
La programación que aprenden sus alumnos está orientada a dispositivos electrónicos. “Esto es muy bueno porque van adquiriendo el pensamiento lógico del programador (diagrama de flujos, algoritmos, entre otros). Aun así creo que es poco, que nos falta programar una aplicación para celular, un ‘software’ para computadora o una página de internet”, observó.
En cuarto año los chicos empiezan con la materia Hardware y Lenguaje de Programación. En quinto tienen Laboratorio de Dispositivos Digitales Programables, en la que empiezan a programar microcontroladores. En sexto tienen materias y laboratorios en los que desarrollan prototipos programados un poco más evolucionados y PLC -o controlador lógico programable-, en el área de la electrónica industrial.
En esta escuela técnica encaran proyectos de lo más variados: sistemas automáticos de control de temperatura, humedad, velocidad, presión y otras variables electrónicamente medibles; sistemas digitales de adquisición, transmisión y procesamiento de datos (inalámbrico y cableado); automatización de procesos industriales; desarrollo de equipos electrónicos para necesidades y propósitos específicos y robots autómatas pequeños y medianos.
Incorporación a la currícula
“La programación es el lenguaje de las computadoras y casi todo el mundo civilizado interactúa constantemente con ellas. Aunque suene a fatalismo, la tecnología está y avanza”, manifestó a BA MAG Santiago Caride, quien está a cargo de “Codo a Codo”, un programa de capacitación en programación del Ministerio de Modernización, Innovación y Tecnología de la Ciudad de Buenos Aires. Él estudió Filosofía y Derecho en la universidad y está especializado en Educación y Tecnología en Columbia (Estados Unidos), con una beca Fulbright, que promueve la capacitación de graduados universitarios a través de maestrías o doctorados en este país.
Así como con otros temas, aún se discute si las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) deberían tener una asignatura propia o, más bien, ser transversales e invisibles. Al respecto, opinó Caride: “La escuela educa para la vida y las tecnologías son parte de nuestro ecosistema. No tener tecnologías en el currículo me parecería un error. Sin embargo, el mundo laboral o las nuevas tecnologías no definen a las personas. La escuela forma ciudadanos y eso amplía el espectro. Por eso, la formación específica no debe perder la visión general. Hay que desarrollar la capacidad analítica sobre las tecnologías e ir al fondo de cada cosa. Las computadoras cambian de un lustro a otro y, si nos quedamos en un sistema, nos volvemos obsoletos con ellas. Si tenemos un mero pensamiento computacional, nunca seremos tan rápidos como ellas y seremos reemplazados por cualquier computadora. Hay que captar lo disruptivo e innovador de cada cosa y atesorarlo”.
A pesar de los cuestionamientos, los beneficios de las TIC son muchos. “En tecnologías adaptativas hay alumnos que hoy pueden manejar un teclado con la cabeza o incluso programar un robot con la boca. A esos chicos la tecnología les ha brindado el acceso a un mundo que les estaba vedado. El e-learning -aprendizaje por internet- permite que muchas personas accedan a contenidos a los que, por horarios o distancias, no podrían llegar de otra manera”.
“La tecnología sirve a su propósito cuando es extensión del alcance del docente y se oculta. Cuando vemos a un maestro escribir con tiza en el pizarrón, no nos percatamos de que es una pieza tecnológica porque se confunde con su mano: decimos que escribe. Sin embargo, la tiza no está inmersa en la vida como lo está una computadora y eso amerita analizar el instrumento en sí y el trasfondo que tiene”. El especialista consideró que ciertos aprendizajes, como lógica, matemática o secuencialidad -importantes para aprender a codificar-, pueden darse desde muy temprano. Contó que en Nueva York, por ejemplo, hay un compromiso de empezar en nivel inicial con una búsqueda para generar los hábitos fundacionales de un buen desarrollador.
“Las materias que llamamos ‘tradicionales’ son muchas veces asignaturas que desarrollan el análisis y el pensamiento crítico. Esas habilidades a veces no requieren tecnología y está bien que así sea”, evaluó. “Si bien no tengo informes, hay experiencias de uso de nuevas tecnologías que reconocen que aumenta el compromiso de los alumnos, que se vuelven más protagonistas y se compenetran en el proceso de enseñanza y aprendizaje”, contó Caride y aclaró que esto se debe a la conjunción de nuevas tecnologías con un enfoque pedagógico distinto.
“Creo que hay más conciencia de que la compu sola no hace mejores prácticas docentes. Cuando uno capacita en nuevas tecnologías, trata de que sea relevante para su diseño instruccional, es decir que con esta o aquella herramienta los alumnos aprendan mejor. Se trata de desterrar el uso de la tecnología sin motivo, por solo digitalizar el ‘status quo’, como me decía una profesora”, relató. “Los docentes entienden que ya no hay un período de capacitación en la vida, sino que es una actitud que se lleva siempre”.
Los desafíos
Mantenerse actualizada y tener una visión amplia son los desafíos de la escuela. “La tecnología, que viene animada por el mercado, tiene un ritmo precipitado. Cada año se renuevan las computadoras y los celulares, pero el currículo tiene otros ritmos. Un docente que cursa una materia puede esperar que cinco años atrás se dictara igual y que los cambios fueran menores, casi ornamentales”, evaluó Caride. “Si la educación no ejercita esa gimnasia de adaptación, en vez de formar para la vida, formará para el claustro.
El otro desafío es mantener el norte. El monopolio tecnológico y las carreras exactas pueden llevarnos a un desarrollo sin ética. Las bombas son ingenio sin valores, tan poderosas como destructivas. No hablo de algo meramente militar o armamentista, sino de algo que se da en la sociedad puertas adentro. Me parece que hay cierto consenso en que algunos jóvenes necesitan menos tecnología y más palabras. El ejercicio de equilibrio entre ambas cosas es lo que llamo desarrollo”, concluyó Santiago Caride.
En estos tiempos, en que los docentes sienten el abismo que hay entre las herramientas que ellos aprendieron y los cambios que impone la sociedad, la educación quizás deba volver a lo más simple: el diálogo. Sócrates comparaba la tarea del maestro con la de una partera, que ayuda a que la vida -el conocimiento- salga a la luz.