Quienes cursan sus estudios secundarios leen. Diferente o como antes, siguen perdiéndose en el mundo de los libros. Ana María Shua, Enzo Maqueira y Grisel Pires Dos Barros hablan sobre el fenómeno actual de la literatura juvenil.
Txt: Camila Barreiro
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La creencia popular de los adultos reposa sobre una especie de aseveración que parece incuestionable: los adolescentes de hoy en día no leen. Pueden observarse artículos sobre cómo la tecnología los aleja de los libros, la responsabilidad de aquellos padres que regalan juguetes en lugar de literatura y sobre todo, una total falta de interés por aquello que está escrito. La falla es adjudicada a la tarea de los profesores y programas escolares.
Sin embargo, contra el pronóstico de aquellos, son los libros de adolescentes los que se agotan de los anaqueles y marcan records de venta con los famosos ‘best sellers’. “Con ‘Crepúsculo’ y ‘Los Juegos del Hambre’ a la cabeza, los chicos consumen obras como si fueran golosinas. Y son lecturas que no vienen impuestas por el colegio, sino que son elegidas”, describe la reconocida escritora argentina Ana María Shua, quien publica libros para niños, jovenes y adultos. “Los adolescentes están leyendo en otros soportes y otras cosas, en general. No solamente los grandes tanques. Hay un fenómeno de hacer ‘fan fictions’ (escribir una historia paralela sobre un personaje famoso) y hasta reuniones para conversar sobre la saga”, explica Grisel Pires Dos Barros –especialista y docente de literatura infantil y juvenil en diversos niveles y espacios educativos-. La escritora advierte que los adultos no se anotician porque hay un prejuicio de que si los chicos están “con los teléfonos, están en cualquiera”.
El joven autor Enzo Maqueira escribió, entre otros varios libros, Electrónica, una reconocida novela que traza un acabado perfil de esa generación adicta a fiestas como la Time Warp, y que también estudia “el nacimiento, apogeo y caída de las fantasías que les vendieron a los hijos de los 90”. Consultado por BA MAG, Maqueira también habló de la lectura adolescente: “Se lee mucho más que antes: hay más personas alfabetizadas que hace 40 años. Además, con los ebook y la disponibilidad online, la llegada es mayor. Creo que la gran diferencia está en que se leen más aquellos libros que llegan con la maquinaria propagandística atrás”.
A la hora de evaluar a los ‘best sellers’, Shua los define como malos: “Son letritas negras sobre papel blanco, pero es literatura. No entiendo por qué se venden como pan, pero es un fenómeno muy interesante”. Por su parte, Pires Dos Barros enseña que los adolescentes son un mercado con el que las editoriales buscan generar identificación, por lo que sus autores sitúan a los protagonistas de los libros durante la etapa secundaria y con grupos de amigos que respetan ciertos estereotipos. A su vez, explica que eligen como inspiración ‘El guardián entre el centeno’ de J. D. Salinger: “Toman ese modelo pero lo achatan, lo vuelven más vendible. Los personajes de estas novelas son más simples, tienen motivaciones previsibles. Hamlet, por ejemplo, es un adolescente pero tiene tironeos morales, vuelve loca a su enamorada, es un humano complejo. Allí reside la diferencia”. Por su lado, Maqueira ofrece otro enfoque al respecto del tema porque concibe estas compras como un consumo cultural al que los jóvenes se suman para no quedar afuera. “El problema no está en si son libros buenos o malos, sino en si los lectores los abren por moda o como una puerta que los acerca al mundo literario”.
¿Libros de acá o de allá?
Los escritores consultados coinciden en que dentro de Latinoamérica hay artistas muy buenos, aunque no alcancen un reconocimiento tan fuerte como los importados. “Lo importante de los autores nacionales es que expresan tu tiempo, tus necesidades, tus problemas y conflictos. Cuentan tu historia. Los que vienen de afuera no colaboran al pensamiento de una sociedad o a conocernos, como hoy nos reconocemos en un cuento de Borges”, dice Enzo.
Como autor de unos de los ‘best sellers’ más importantes del 2014, Maqueira encuentra la clave de su éxito en la actualidad de la obra: “Creo que las emociones efímeras, los celulares como extensión del cuerpo, pagarnos con likes y bloquear personas para terminar vínculos eran temas que aún no habían sido explorados. El caso de Time Warp hizo que mi libro Electrónica se volviera conocido, aunque lejos de ser similar en ventas a ‘Crepúsculo’”.
“En Argentina tenemos un semillero de autores jóvenes extraordinarios, como no hubo nunca, que ofrecen algo diferente. Por estar cercanos a la adolescencia son seguidos por algunos grupos. Tiffany Caligaris escribe unas novelas de fantasy que son maravillosas y muy vendidas en el país”, expone Shua, una de las más importantes autoras infantiles de la escena nacional.
Lecturas impuestas
A pesar del ‘boom’ en ventas y los nuevos formatos en los que se accede a la lectura, son los planes de estudios secundarios los que parecen “alejar” al adolescente. “Todo lo que es obligación es evitado por los chicos. Se buscan resúmenes, se pide ayuda a un compañero, pero eso pasó siempre. Lo impuesto tiene un papel muy lejano al interés”, relata Shua, quien recuerda que a esa edad le ocurría lo mismo. Por su parte, la ex profesora de secundario, Pires Dos Barros explica al respecto: “Los planes son diversos y algunos quedaron viejos. Los docentes muchas veces repiten cánones de lectura con los que se formaron ellos mismos. Los alumnos no llegan al aula en blanco, entonces hay que encontrar dónde está su interés y en qué modo puede dialogar eso que se considera importante con lo que ellos quieren. Cuando esto no se logra y los libros se vuelven una obligación en la que hay que contar la trama, dar cuenta de los personajes y escribir la biografía del autor, de tan chato se pierde”.
Ahora bien. ¿Cómo elegir la bibliografía y modo de enseñanza? Para la especialista en literatura infanto-juvenil, hay que trabajar con cada curso en particular, escuchando qué traen y acercándoles aquello que no tienen a mano; “el docente se inserta como trabajador en una institución y hay programas que ya están armados. Nada es inflexible, de todas maneras”, asegura Grisel.
Hay ciertos libros que se han ganado el puesto de “clásicos”, lo cual los convirtió en material para la enseñanza superior. Desde Sófocles hasta Shakespeare parece haber una suerte de repetición inobjetable. “Es literatura que se elige por tradiciones que se dieron en algún momento. Según el contexto hay algunas prestigiosas y otras dejadas de lado. El cánon puede ser arbitrario y tiene que ver con la historia de las instituciones. Los docentes son personas que tienen una serie de lecturas hechas, no conocen todo. Creo que los planes de lectura tienen que ayudar a la formación de los mismos, que a veces no cuentan con bagajes tan amplios, para que puedan compartir con los chicos”, esclarece Pires Dos Barros, quien da clases en el profesorado de formación de maestros; y agrega: “Yo creo que los libros se recomiendan unos a otros, y empezando por cualquier lado vas a llegar a los clásicos. No hay imprescindibles, ningún autor lo es. Ninguno te cambia la vida, sino es la biblioteca. No importa si uno nunca leyó ‘Las Mil y Una Noches’. Los clásicos son propios”, opina la autora sobre la selección de textos para la formación escolar.
Para concluir con el tema, Maqueira arguye: “La realidad es que en el colegio se tiende a despreciar cualquier cosa que nos acerquen ‘per se’. Cuando era alumno me dieron ‘Cien años de soledad’ y no me gustó. Tiempo después lo volví a encontrar y me encantó, simplemente porque lo había elegido yo. Habría que darle a los chicos una biblioteca donde reposen los clásicos y autores latinoamericanos, y que cada uno pueda encontrar un escritor de su pueblo o de su cultura que lo represente”. Shua también reflexiona sobre esta elección: “Los maestros piden mis libros pero si no funcionan no los repiten, así que se escogen entre ambos. Yo creo que dedico mis libros infantiles a niños de hasta 12, pero los dan hasta en los primeros años de secundaria, a veces. No me gusta del todo porque a esa edad podrían leer literatura para adultos”.
“Los libros tienen que desacomodar, tiene que ser un desafío en el que se le pasa la posta al lector. Que invite a conocer”, dice Maqueira; mientras que Grisel Pires Dos Barros se anima a esbozar un camino posible para quien tiene el deber de enseñar. “Como docente es tu responsabilidad que tu invitación, a quien tiene menos lecturas transitadas, logre convocarlo a descubrir qué es eso que tiene el mundo de la literatura para ofrecer. Cuando el chico encuentra algo que le gusta hay que descubrir si es por la temática, por los personajes o por el autor. Acompañarlo a convertirse en lector”.