Hugo Pardo Kuklinski, doctor, docente y -sobre todo- emprendedor, propone nuevos escenarios para la escuela y la universidad.
Txt: Bernardita Ponce Mora
Ph: Gentileza Javier Corbalán
Muchos académicos aseguran que la educación está en crisis, pero pocos se animan a proponer herramientas para que esta mejore. Con su mirada siempre inquieta, Hugo Pardo Kuklinski, porteño asentado en Barcelona hace 15 años, propone acciones “innovadoras, de rápida ejecución, baratas y escalables” para desarrollar en el aula.
Hugo es fundador y director general de Outliers School, un emprendimiento que propone metodologías innovadoras para la educación y las organizaciones. Es doctor en Comunicación Audiovisual por la Universidad Autónoma de Barcelona y fue ‘visiting professor’ del Human-Computer Interaction Group de Stanford University entre 2007 y 2010. Produce el blog digitalismo.com, es conferencista y consultor internacional en educación, cultura y comunicación digital.
Su libro más reciente, “Opportunity Valley. Lecciones (aún) no aprendidas de 30 años de cultura digital” (2014), sintetiza aprendizajes consolidados de tres décadas de contracultura digital y analiza buenas prácticas para aplicar en campos de acción específicos, con foco en Iberoamérica.
¿Cree que hay una crisis educativa como plantea el documental “La educación prohibida”?
Sí, es evidente. Tanto en la educación básica como en la universitaria. El problema es que existen muchos teóricos que analizan la crisis y pocos ejecutores de los cambios. Me sorprende cuando me invitan a congresos de profesores: todos coinciden con el análisis de la crisis y sus causas, pero la colocan fuera de ellos, en el “sistema”, en la gestión ministerial, en el rectorado o en donde sea. Me viene a la mente la frase de Kennedy: “No preguntes lo que la educación puede hacer por ti; pregunta lo que tú puedes hacer por la educación”. Yo, en cambio, creo que un ecosistema tan complejo como el de la educación se modifica con pequeñas reglas -innovadoras, de rápida ejecución, baratas y escalables- que debe ejecutar cada pequeño actor del propio sistema. Yo me sentía del lado de los teóricos. Por eso formamos Outliers School a finales de 2012, para pasarnos al lado de los ejecutores de los cambios, sin ceder el componente de análisis.
¿Cuáles son los errores que hubo para llegar adonde estamos?
El análisis es muy profundo y ataca decenas de variables. El “Manifesto 15: Aprendizaje en Evolución”, en el que participé, señala dos cuestiones centrales que están en crisis: por un lado, creemos que todos aprenden igual y al mismo ritmo, y que deben aprender lo que les dictamos; por otro, los obligamos a que lo hagan basados en la motivación extrínseca de la evaluación. Se sigue pensando en “horas de clase”. A esta altura de la revolución digital, todo esto es un grave malentendido.
¿Cuál es la crisis en educación universitaria?
En el mundo universitario criticamos mucho a los docentes y gestores, pero gran parte de la responsabilidad de la crisis está en los alumnos y alumnas. Hay quienes viven su proceso universitario como una estrategia de supervivencia con el mínimo esfuerzo. La educación formal ha hecho un gran daño en este perfil de alumnos, que están convencidos de que ir a la universidad es “aprobar” y “pasar de año”. Nada más equivocado. La mejor experiencia académica es la de compartir ideas entre docentes y alumnos, y entre los propios estudiantes; cuestionar la autoridad del docente, descubrir, pensar y hacer en los bordes de la disciplina, creando espacios informales de interacción más allá del aula, diseñar redes profesionales y ganar en visibilidad. Contribuir a formar aprendices profundos que estén en condiciones de aprender a juzgar la calidad de su propio trabajo. Si no lo hacen, es que no han aprendido.
¿Le parece importante que el docente pierda el poder en el aula?
Debe perderlo como principal conocedor, divulgador y único evaluador, y debe ganarlo como mentor y principal diseñador de redes. No me cansaré de afirmar que el más inteligente de un proceso de aprendizaje no debe ser el profesor, sino la red que se configura en ese proceso. Que enseñar no es enseñar en un aula. El proceso es mucho más complejo y abarca todo tipo de interacciones informales, en línea y hasta en espacios físicos fuera de la universidad. Invitar a tomar un café a un alumno puede ser mucho más valioso que dos horas de clase tradicional. Lo positivo es que con la consolidación de los 30 años de contracultura digital, la legitimidad de los educadores está distribuida en red y no en las instituciones. Eso da mayor visibilidad a los mejores pedagogos. Aún sorprende que cuando el profesor no asiste presencialmente al aula, se suspenden las clases. Cuesta mucho trabajar de manera grupal y colaborativa en el aula, sin la intervención del docente como controlador del proceso. Este aspecto de flujo del conocimiento es crítico.
¿Cómo se le da un lugar más importante al alumno o a la alumna?
Dejando de colocarlo como el aprendiz y ubicándolo como codiseñador del proceso pedagógico y siempre, siempre, trabajando en equipo con roles muy específicos que impliquen una gran proactividad, sacando proyectos adelante en forma de prototipo. Sugiero cinco ejes sobre el individualismo en red de los alumnos: propiciar los liderazgos informales; trabajar en equipo como única supervivencia; proteger lo nuevo; crear y compartir historias emocionantes, hacer de nosotros mismos un storytelling atractivo y diseñar una arquitectura de la participación.
¿Qué papel juega la tecnología en la escuela de hoy?
Si por tecnología nos referimos a las TIC, ya son ubicuas fuera del aula. En consecuencia, su papel en la educación es mucho menos relevante de lo que creemos ‘a priori’. Sirven para desarrollar procesos cognitivos de manera más eficiente. No tiene sentido aprender a usar los móviles en el aula porque eso es innovador, sin saber para qué y con qué objetivos de competencias los estamos utilizando.
¿Por qué le parece importante promover a niños, niñas y adolescentes como emprendedores?
Porque estarán más capacitados a emprender con éxito cualquier proyecto de vida cuando lo requieran. Y porque emprendiendo pequeños proyectos por iniciativa propia aprenderán lo más importante que se tienen que llevar de la educación formal: enfoque, pasión, disciplina y autoconfianza. Si aún alguien cree que saberse todos los ríos de la Argentina, los presidentes del país y el año de nacimiento y muerte de nuestros próceres es la centralidad de la educación básica, estamos ante una grave amenaza de obsolescencia.
¿Cómo es una clase de Hugo Pardo Kuklinski?
Son muy intensas. Las exposiciones no duran más de 30 minutos, pero el proceso de prototipado puede durar horas, aunque todo está cronometrado y está prohibido perder el foco en lo que se está haciendo, ni distraernos con conversaciones vagas. Trabajo con un objetivo: codiseñar prototipos de productos y servicios de rápida ejecución, bajo presupuesto, innovadores para el entorno local y, sobre todo, escalables. Paradójicamente, aprendí mucho a llevar procesos de cocreación desde que dejé formalmente la universidad y dejé de estar obligado a evaluar a los alumnos con una nota al final del curso.
¿Qué opina sobre aprender a distancia?
En la sociedad red, moverse a un aula física todos los días durante 6 u 8 horas está perdiendo sentido, es costoso y antiecológico. En tiempos de universidad agregada, los estudiantes toman cursos desde cualquier lugar y con tutores ubicados en cualquier lado, desde ya en el aula, pero no sólo allí. En estos tiempos postdigitales, la era del control ha muerto. No se es más productivo y más útil a una institución o a una sociedad por estar sentado más horas en un despacho o en un aula. El burócrata te quiere ver siempre en el aula. Su visión industrial fordista le impide comprender que cualquier espacio informal es un aula.