De la misma forma que un día surgieron el libro y la calculadora, están apareciendo netbooks, tablets y celulares en las escuelas. Aunque esta integración se produce con múltiples polémicas, la era del ‘mobile learning’ ya empezó y es imposible volver atrás. Mientras muchos docentes se esfuerzan por prohibir su uso, otros lo aprovechan para captar la atención de sus alumnos e incentivarlos a producir trabajos más interesantes.
Txt: Catalina Pelman
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El desarrollo de ‘smartphones’ y dispositivos móviles permite a los usuarios estar comunicados a toda hora en cualquier lugar y realizar múltiples tareas a través de sus aplicaciones. Su uso se popularizó durante la última década y, aunque con algunas polémicas de por medio, llegó al mundo educativo. Si bien existe consenso entre los docentes acerca de la necesidad de universalizar el acceso a las nuevas tecnologías, en la práctica muchos de ellos prohíben el uso del celular en clase.
La primera Encuesta Nacional sobre Integración de Tecnologías de la Información y la Comunicación en la Educación Básica, realizada por UNICEF en 2013, indica que la incorporación de las nuevas herramientas se dificulta, principalmente, por el déficit en la formación docente. Entonces, el desafío actual consiste en vencer esa resistencia a modificar las estrategias tradicionales de enseñanza, capacitarse y animarse a innovar.
Perder el miedo
Si 9 de cada 10 escuelas argentinas cuentan con dispositivos básicos como TV, reproductor de DVD y computadoras para uso pedagógico, y el 90% de los estudiantes consultados tienen celular, el problema no es la falta de equipamiento. En este sentido, muchos especialistas aseguran que la falta de implementación de las nuevas tecnologías en clase se debe a la falta de capacitación docente. Esta hipótesis se confirma con la investigación realizada por UNICEF, cuyos resultados indican que el 70% de los maestros consultados reconoce que aprendió sobre el uso de computadoras e internet en instancias informales, gracias la exploración personal o a la ayuda de familiares y amigos. Al momento de la encuesta, la mitad de los docentes del nivel primario y secundario había realizado una capacitación, aunque el 75% reconoce que debe seguir formándose.
Según los datos de UNICEF, el 75% de los docentes prohíben sistemáticamente el uso del celular en clase. Sin embargo, estas iniciativas fracasan una y otra vez porque la sociedad de la información en la que los jóvenes están inmersos incluye cada vez más a las nuevas tecnologías. Para las generaciones actuales el aparato no es un instrumento sino un modo de vida, dado que es principalmente a través de él que los jóvenes construyen sus vínculos y su propia subjetividad. Juan Carlos Tedesco, uno de los coordinadores a cargo de esta investigación, afirma que los resultados indican que “no hay determinismo tecnológico sino pedagógico”, porque casi la totalidad de los maestros se muestra a favor de la inclusión de herramientas de enseñanza alternativas, pero cuando se interroga si realmente las usan los porcentajes se reducen a la mitad.
Una herramienta pedagógica
La encuesta señala que a pesar de que las escuelas están equipadas, el uso de dispositivos técnicos en el aula todavía es muy bajo: sólo el 47% de los docentes entrevistados afirmó que trabaja con computadoras, un 33% utiliza internet y un 34% incorpora un televisor, mientras que apenas el 11% usa el teléfono celular (11%) y el 2% videojuegos. Tal vez, lo que sucede es que los docentes identifican a la tecnología con los momentos de ocio y desconocen todo el potencial que los smartphones tienen para ofrecer. Al mismo tiempo, es posible que los estudiantes tampoco conozcan las ventajas de contar con un smartphone, que ya no es un teléfono móvil sino una computadora de bolsillo. Según Susana Trabaldo, especialista en Educación y directora de Net-Learning, “los alumnos saben utilizar sin problemas los dispositivos móviles para el ocio, pero no tienen tantas habilidades para utilizar dichos dispositivos en el ámbito educativo”. Por lo tanto, el docente debe orientar a sus alumnos en el descubrimiento de esta herramienta y uso responsable dentro y fuera del aula. Además, es fundamental establecer acuerdos sobre los usos permitidos durante la clase, de manera que no se conviertan en el temido elemento de distracción.
Entre otras cosas, los dispositivos móviles permiten tomar fotografías, grabar y editar sonido y video, intervenir imágenes, crear líneas de tiempo, mapas, redes conceptuales e infografías; también leer e-books, buscar información y elaborar presentaciones interactivas. Además, el uso del celular puede ayudar a organizar mejor los tiempos de estudio y estimular el trabajo colaborativo por medio de los diferentes chats, redes sociales y plataformas existentes. Según Trabaldo, el uso de celulares ofrece la ventaja de “tenerlos siempre a mano. Los alumnos disfrutan mucho aprender a usarlo con fines de aprendizaje y ayudan a desarrollar la imaginación y la creatividad”.
Aunque es necesario tener en cuenta las características del grupo y el contexto escolar, lo cierto es que los celulares aportan múltiples ventajas en el aula si los docentes se animan a considerarlos como instrumento pedagógico. Así lo ha comprobado el programa Entorno Móvil Interactivo de (EMIA-SMILE), una prueba piloto desarrollada por la UNESCO en la cual cada estudiante recibió un teléfono donde, a través de una aplicación, recibían preguntas y ejercicios que debían responder en grupo mientras un profesor los monitoreaba desde una computadora. A esta experiencia se suman las iniciativas exitosas en escuelas de todo el país, compiladas en el portal Educ.ar.
La incorporación de los celulares en las aulas actuales puede favorecer el desarrollo de prácticas de enseñanza más personalizadas, además de una rápida respuesta y evaluación por parte del docente. También puede potenciar la participación y fomentar el aprendizaje colaborativo. Sin embargo, su abuso puede dejar de lado excelentes recursos como la lectura o la expresión artística. Lo importante es buscar el equilibrio aprovechando las oportunidades que brindan los smartphones y comprender que ningún dispositivo es bueno o malo en sí mismo, sino que depende del uso que se haga de él. Por eso, Tedesco asegura que prohibir el celular no tiene sentido: “El aparato no es el punto de discusión, mejor hacer foco en el modelo pedagógico que se implementa”.