La educación escolar actual plantea el desafío de formar ciudadanos conscientes. El cuidado del medio ambiente y el desarrollo sustentable son temas cada vez más presentes en las aulas, y se vuelven claves en el proceso de formación de los niños y adolescentes. Las materias para vivir mejor también forman parte de la currícula.
Txt: Victoria Zimmermann
Muchas veces en la sociedad contemporánea los conceptos y valores se naturalizan, se asumen como propios o sencillamente no se llevan a debate. Así, en la cultura occidental, en la que el mercado y sus leyes operan como ideología dominante, temáticas como el consumo responsable, el cambio climático, la biodiversidad y la reducción de la pobreza, parecieran no tener lugar en agenda. Sin embargo, aunque masivamente no se difundan conceptos ligados a la sustentabilidad, poco a poco estas temáticas van abriéndose camino, constituyéndose en los pilares de una sociedad diferente, que se plantea a sí misma como más justa, diversa y participativa. Es aquí donde tiene lugar una educación que se plantea distinta, en la medida en que reconoce los diversos problemas ambientales que emergen del modelo de sociedad que estamos perpetuando, y en tal sentido se propone generar un cambio.
Hacia un modelo de educación ambiental
Hoy, de manera gradual pero constante, la sustentabilidad y las temáticas medioambientales cobran relevancia y difundirlas se vuelve el objetivo principal. Por lo tanto, para promover estas cuestiones se necesita generar un cambio apelando a la educación de los más jóvenes, que son quienes representan el futuro de nuestra sociedad. Pero ¿por qué en la escuela? Porque las instituciones educativas, ancladas como lugares de aprendizaje, son el escenario ideal para afianzar valores y desarrollar hábitos sostenibles. Un informe global del Centro Nacional de Investigaciones Sociales, comparó el nivel de preocupación por el medio ambiente entre las personas con primaria, secundaria y universidad completa, y concluyó que, a mayor nivel educativo, mayor conciencia ambiental.
En relación a esto, la Secretaría de Ambiente y Desarrollo Sustentable de la Nación creó en el año 2006 la Unidad de Coordinación de Programas Ambientales. ¿Su objetivo? Apoyar a las diversas escuelas provinciales y municipales donde se llevan a cabo los procesos educacionales de esta índole, para promover que las prácticas educativo/ambientales se conciban como espacios de discusión crítica.
Nace así la educación ambiental, con el propósito de formar -desde la raíz- ciudadanos conscientes, responsables de generar una sociedad plural y solidaria. Pero en definitiva, ¿de qué se trata la educación ambiental? Muñoz Campos, autor de “La Educación Popular Ambiental: Un acercamiento desde el enfoque de la complejidad” la define así: “La educación ambiental ha de propiciar y facilitar herramientas para que las personas puedan producir y apropiarse de saberes, técnicas y conocimientos que les permitan una mayor participación en la gestión ambiental, y el mejoramiento progresivo de las condiciones y la calidad de vida. Lo importante no es lo que las personas saben, sino cómo ellas viven la experiencia colectiva de producir lo que saben”.
¿Cómo educar ambientalmente?
La clave radica en ir más allá de los contenidos, esto es, además de la teoría, “aprender haciendo”, cambiar la conducta del niño para que su hacer y sus nuevas costumbres se viralicen en el hogar, en el barrio y se genere un cambio de mayor envergadura.
¿Cómo lograrlo? Generando actividades que promuevan que el niño adopte conductas ambientales en su vida cotidiana. Las actividades recreativas y prácticas fomentan que los niños en edad escolar absorban los conocimientos y aprendan a usar las herramientas que tienen disponibles al alcance de la mano: iniciativas como la separación de la basura, la realización de objetos con residuos, o la creación de una huerta son actividades que pueden experimentarse desde la escuela para que los alumnos puedan aprehenderlas y extrapolarlas a otros ámbitos.
Lo cierto es que no existe un único camino o un solo modelo de aplicación de la educación ambiental, debido a que cada escuela es distinta a las otras y tiene sus particularidades. Por ello, resulta oportuno que cada institución atienda a las problemáticas específicas de la zona en la que se encuentra, para que a partir del análisis consciente de su realidad, elabore su propio modelo de educación ambiental.
Sensibilizar y comprometer
Profundizar la educación ambiental en las escuelas no es una tarea sencilla. Si bien, como se expresó más arriba la clave está en formar y en educar desde pequeños a los niños, ¿cómo lograr que estos contenidos que se traducen en prácticas se aprehendan? La respuesta parecería ir ligada a dos de los objetivos de la educación ambiental: se busca sensibilizar, y a partir de allí, comprometer. Así es como ingresan a la currícula temáticas tales como el cuidado del patrimonio natural y cultural, la importancia de separar en origen los residuos para llevar adelante un proceso efectivo de reciclado, conservar la naturaleza, consumir responsablemente evitando el derroche y usar lo indispensable, entre muchas otras cuestiones.
En resumen, partiendo de un alumno sensibilizado se logra comprometerlo y a partir de allí resulta efectivo, por ejemplo, promover las “3R”: reducir, reutilizar y reciclar, siempre a través de la acción. En palabras del libro “Ideas y propuestas para el Equipo de Conducción” realizado por la Unidad de Coordinación de Educación Ambiental de la Secretaría de Ambiente y Desarrollo Sustentable de la Nación, “el ambiente no puede ser entendido solo racionalmente, sino a partir de experiencias personales que busquen conocerlo, comprenderlo, compartirlo, defenderlo, vivirlo en todas sus manifestaciones”.
Yolanda Ortiz, asesora de la Secretaría Nacional de Ambiente y Desarrollo Sustentable y del Consejo Federal de Medio Ambiente expone: “No existe un problema ambiental sino una trama de problemas que están todos juntos, que tienen que ver con el contexto. Si sacamos pedazo por pedazo para analizar, no sirve de nada. Hay que contextualizar, entender la complejidad que hay ahí, es un ejercicio interdisciplinario. Si no hay comunicación, no es posible eso. Para hacer una política medioambiental hay que romper con la lógica individualista. En el mundo entero se dan los problemas económicos y ecológicos. Y entonces, no hay salida mientras no profundicemos y nos pongamos de acuerdo, porque son temas que tienen que ver con el destino del ser humano”.
La educación ambiental es el camino a la toma de conciencia para que, a partir de allí, comience un proceso de re-aprendizaje de la realidad cuyo fin último es transformarla. El rol de los docentes en esta tarea es fundamental en la medida en que no solo ofician como transmisores de la información sino que gracias a su capacidad motivadora se convierten en agentes promotores del cambio y la transformación de la cultura ambiental. El desafío es ambicioso y queda por delante un largo camino por recorrer, pero el resultado potencial de un cambio de conciencia respecto de nuestra propia relación con el medio ambiente, hace que valga la pena.