Andrea Saltzman, referente del diseño de indumentaria en nuestro país, habla de la vestimenta, el trabajo, la pasión y todo lo que compone el maravilloso universo que la rodea.
Txt: Camila Mejía
Ph: Gentileza Andrea Saltzman
La carrera de Diseño de Indumentaria y Textil de la Universidad de Buenos Aires es prestigiosa y jóven a la vez. Fue creada en el año 1989, y desde entonces, ha recorrido un largo camino. Andrea Saltzman fue una de las personas que la vio nacer. Trabajó en su creación y formó parte de la primera Cátedra de Diseño, donde se desempeña hoy como profesora titular. Se formó en la danza contemporánea, la arquitectura (recibió su título de arquitecta en la UBA en 1983) y la plástica.
A Andrea siempre la movió su profunda curiosidad, y su especial interés por el cuerpo humano como punto de partida del diseño. De ahí nació una exploración de la vestimenta como algo flexible, transformable, que se adapta a un cuerpo que cambia y a un contexto que también lo hace. La vestimenta es el espacio de interacción entre el individuo y el mundo que lo rodea.
Es autora del libro “El cuerpo diseñado, sobre la forma en el proyecto de la vestimenta” (Paidós, 2004), considerado uno de los libros más importantes de nuestro país en materia de diseño y moda. Se interesó siempre por la conexión y el cruce entre el diseño de indumentaria y otras disciplinas, como el arte, la arquitectura y la tecnología.
A su vez, Andrea se ha desempeñado como curadora en museos como el Malba, Fundación Proa, el Centro Cultural Recoleta, el Museo de Arquitectura, la Bienal internacional de Arte textil y la bienal de la Habana. En el ámbito profesional, se ha dedicado al diseño de imagen corporativa, al desarrollo de uniformes e imagen de diferentes marcas, al vestuario escénico y a la asesoría en diseño. Una mujer multifacética siempre sedienta de aprender.
Cuerpo, vestimenta y espacio en diálogo
¿Qué fue lo que la impulsó a trabajar en la carrera de Diseño de Indumentaria?
Yo estudié arquitectura. Mi perfil siempre fue muy creativo y arquitectura era la carrera más creativa del momento. Pinté y bailé desde muy chiquitita, y había una cosa muy fuerte plástica y con el cuerpo en mí. Cuando me recibí volví a pintar mucho y me metí en un taller de diseño textil. Tomé clases de diseño textil con Rosa Skific y me copé. Empezamos a investigar mucho y cuando a ella la llamaron para armar la carrera de diseño indumentaria, me invitó a hacerlo con ella. El armado de la carrera fue muy difícil. Si bien había gente con formación de moda, fue complicado encajarlo a nivel académico. Fue un gran desafío. No había precedentes, y para mi fue una experiencia que permitió unir todo lo que yo venía investigando: la danza, la arquitectura, el cuerpo y lo textil. Era algo que no estaba en el ámbito académico y lo logramos.
¿Cuáles son sus deseos, proyectos y mayores desafíos a nivel profesional?
Ahora estoy escribiendo mucho y me gusta. Colaboro con distintos autores. Estoy terminando mi segundo libro, y colaborando con mucha gente ligada al diseño y al arte. Mi libro trata el tema de mi tesis, donde hablo de la metáfora de la piel, que es esta idea de entender el diseño como una continuidad o una interacción entre el cuerpo y el espacio.
¿Cómo sería eso?
Es un planteo bastante novedoso, una mirada muy sensible y vivencial. Muchas veces entendemos al diseño como una cosa terminada o como un producto, pero yo creo que hay que entenderlo desde la vitalidad del intercambio, entre un cuerpo vivo y un contexto cambiante. El diseño se puede entender como una forma viva, que se transforma, algo en movimiento. De ahí nace que los textiles se relacionen con la tecnología, y que se transformen y reaccionen para adaptarse a un entorno que cambia, como una tela que se modifica al exponerse al sol o cuando hacemos ejercicio. Esa es la noción del diseño que más me interesa. También me gusta entender los cambios que se gestan en la cultura y en la sociedad. Los preconceptos que manejamos a la hora de vestirnos, como qué se usa o qué es correcto usar para un rol o para una edad, que son cosas muy naturalizadas. Me gusta preguntarme por qué nos vestimos como lo hacemos.
¿Cómo ha influido su mirada de mujer en el trabajo que realiza?
Desde todo punto de vista. Mi mirada de mujer es una mirada sensible. La arquitectura se vincula mucho a una mirada más de hombre, más estructurada y práctica. La indumentaria es muy interesante porque esta totalmente ligada al cuerpo y a la cosa de sentir el material, cómo uno se siente en relación a su cuerpo. Para esto se requiere mucho más de una mirada sensible y ligada a la experiencia, y no tanto a la estructura. Se necesita una mirada más compleja, y la mujer tiene una mirada más compleja, porque trabaja y a la vez es mamá, cocina y se ocupa de mil cosas a la vez, y no se desconecta de ninguna.
¿Cómo se viste la mujer argentina, y por qué lo hace de esa forma?
Cuando uno viaja reconoce ciertos parámetros propios de la mujer argentina, una forma de vestirse que nos identifica. Se encuentran caracterizaciones muy fuertes por barrio y por grupo social. La más fuerte es quizás la de la edad. Encontramos situaciones muy uniformes en los grupos jóvenes. Las chicas de 15 años suelen vestirse de forma muy uniformada, y en casi todos los casos tiene que ver con una hiperseducción que se torna hasta absurda. Y la gente mayor es la que muchas veces se viste más fuera de lo convencional, los que llevan cosas más locas, porque usan prendas de su época sin importar lo que se usa ahora.
¿Existe algo que nos caracterice y diferencie?
Históricamente la mujer argentina se vinculaba mucho a lo europeo. Las modistas copiaban siempre un modelo europeo y la vestimenta era muy formal. Últimamente la mujer argentina ha cambiado y la ropa se volvió más práctica. Se sacrificó elegancia por practicidad. Hoy hay menos espacio, menos tiempo para lavar y planchar, menos lugar para guardar ropa de invierno y de verano, el clima ha cambiado y casi no se usan tapados. Optamos por un camperón largo, fácil de lavar y de guardar. Hay un desarrollo de materiales más prácticos. Si bien la argentina es coqueta, también hay una preocupación por facilitarnos la vida. A la hora de comprar una prenda pensamos en eso.
¿Qué es lo que más te apasiona respecto al diseño de indumentaria?
A mi me apasiona esta cosa de la conducta y como esto construye formas, códigos y normativas. Me encanta la forma y la materialidad, todo lo que yo puedo hacer a partir de esto. Me encanta leer lo que hay detrás de la norma, uno se viste de determinada manera y es muy curioso. Es muy interesante ver por qué cada uno elige lo que elige ponerse, y combinarlo con la postura y la gestualidad, eso habla de cómo nos relacionamos entre nosotros y con el mundo. Esconde muchísimo y es muy interesante. Y me apasiona enseñar. Uno enseña lo que tiene que aprender. Vale la pena enseñar cuando es una aventura lo que vas a descubrir en ese lugar. Yo no vengo a entregar un conocimiento, enseño para descubrir.
¿Cuál es tu consejo para las mujeres que sueñan con esta profesión?
Que sean curiosas. Que vean qué cosas las motiva y las entusiasma. Que vean más allá, y desconfíen de lo que está dado. Que se aproximen desde diferentes ángulos, que le pongan el cuerpo. Que investiguen y se comprometan, que vayan al cine, vean muestras, salgan a la calle y descubran como si fueran turistas. Que entiendan que la vestimenta es nuestra piel de interacción con el mundo, está ligada a la cultura, al cuerpo, a la conducta, a los modelos, a la materialidad, a la organización del trabajo, a los recursos, a la belleza y fundamentalmente, a la vida.