Grupos de mujeres arman organizaciones sin fines de lucro y empresas sociales pensadas desde un vínculo íntimo con el mundo tecnológico. Cada vez más, las chicas apuestan a dedicarse a esto como profesionales e imprimen en su trabajo valores como la colaboración y la empatía.
Txt: Bernardita Ponce Mora Ph: Gentileza ADA, Chicas en Tecnología, Girls in Tech y Wolox
Las mujeres que sueñan con cambiar el estado de las cosas no son pocas. Apasionadas por la tecnología y por las posibilidades que esta ofrece, dotan de valores, como la colaboración y la escucha, al trabajo que realizan cada día. Además, contagian a miles de chicas para que consideren como una opción el dedicarse profesionalmente a ser programadoras, ingenieras o científicas.
Históricamente, el mundo tecnológico ha estado dedicado a los hombres por cuestiones culturales, sociales y estructurales. Sin embargo, muchos de quienes trabajan con la informática desconocen que ha sido una mujer la primera programadora de la historia. Ada Lovelace, que vivió en Inglaterra entre 1815 y 1852, escribió en sus cuadernos el primer algoritmo destinado a ser procesado por una máquina.
Un trabajo en serio
María Celeste Medina, motivada por su interés en emprender con impacto social, creó en 2015 una empresa social a la que llamó Ada -como homenaje a Lovelace-, que hace desarrollo de software y capacita a mujeres para que se dediquen a la programación.
Sobre las chicas que asisten a la capacitación de Ada, esta joven de 28 años observa: “Son bastante formadas pero están al borde del sistema, atrapadas en un círculo por estar sin empleo o con empleos mal pagos y de baja calidad. Algunas se han sentido atraídas por la tecnología pero las han convencido de que era solo para hombres. Tienen empuje, fuerzas y ganas de estar mejor, solo necesitan algo tan simple y complejo como una oportunidad y un ambiente seguro en el cual desarrollarse”.
“Cuando las mujeres se sienten empoderadas y se dan cuenta de que pueden crear con la tecnología, se esfuerzan por aprender programación y tener una carrera en esta industria. A veces han realizado tareas artísticas, como bordar, en las que se aplican algoritmos. Esto hace que la transición a la tecnología sea natural”, explica y agrega: “Mi sueño para este proyecto es que formemos a miles de mujeres en toda Latinoamérica y que, como empresa, nos convirtamos en referentes de brindar servicios de desarrollo de software de calidad generando impacto social”.
Inspiración para adolescentes
Chicas en Tecnología nació en la Argentina en 2014 con el objetivo de disminuir la brecha de género en este rubro y reunió a cuatro mujeres con perfiles profesionales diferentes y un espíritu emprendedor común. Las fundadoras provienen de diversas áreas vinculadas al desarrollo de software: programación, emprendimientos, educación, diseño, infraestructura y negocios.
Ellas consideran que, para hacer avances significativos sobre el desequilibrio de género, es necesario que más jóvenes mujeres se interesen en la tecnología y sus diversos usos a temprana edad y que se involucren como modelos a seguir. Así, incentivan, motivan y forman en tecnología y emprendedorismo a chicas de entre 13 y 16 años.
“El ‘click’ lo hice cuando comencé a trabajar en un ambiente emprendedor tecnológico”, contó Sofía Contreras, de 28 años, una de las fundadoras. “Cuando uno entra a una charla, taller o ‘hackatón relacionado a tecnología, el 90% de los asistentes y oradores son hombres”. Motivada por generar un cambio en esta realidad, se reunió con Mariana Varela, de 34 años; Melina Masnatta, de 34, y Carolina Hadad, de 28.
Encontraron una organización internacional, Girls in Tech, y crearon la filial en la Argentina, aunque tiempo después decidieron separarse para crear una entidad con foco local. “Nos parecía importante tener nuestro nombre en castellano y contribuir a formar lazos con otras organizaciones latinoamericanas”, contaron. Ahora trabajan en diversos programas. Uno de ellos se llama “Programando un Mundo Mejor” y consiste en un taller en el que las chicas tienen que diseñar y desarrollar una aplicación que resuelva un problema en su comunidad de manera creativa y aplicable. Otro es “Clubes Chicas en Tecnología”, en el cual referentes en instituciones educativas arman un espacio para las jóvenes de su escuela. Y el tercero es “Comunidad Chicas en Tecnología”, una red que permite seguir vinculando a las adolescentes y potenciar su interés por la tecnología a largo plazo.
En PUMM y Clubes, mediante charlas y talleres, aprenden lo básico de programación, diseño y emprendimientos y, lo más importante, reciben un acompañamiento de mentores o facilitadores con experiencia en la industria. “Queremos que empiecen a vivir la cultura libre y colaborativa, que se da en el mundo del software”. Luego de las capacitaciones, las jóvenes pasan a formar parte de una red para seguir en contacto entre ellas y con los referentes. En el programa Comunidad reciben oportunidades gratuitas para seguir aprendiendo, de forma presencial y virtual.
“Con la tecnología aprenden a valorar sus inquietudes, a conocer y gestionar recursos, a convivir y no competir para generar propuestas innovadoras. A dejar de ser solo consumidoras de tecnología para creer en su potencial y crear soluciones de impacto”. Sus preconceptos sobre qué es programar cambian hacia el final del programa y muchas afirman haber descubierto en la tecnología un posible camino a explorar al terminar la escuela secundaria.
“Sabemos que no se puede querer ser lo que no se puede ver. Por eso, visibilizamos a las mujeres que trabajan en tecnología y generamos una base de datos para terminar con los ‘all male panels’ (paneles en los que todos son hombres)”. Chicas en Tecnología organiza encuentros abiertos con mujeres referentes del sector y el año próximo el alcance será nacional.
“Es importante la participación de mujeres en equipos de trabajo para que se generen mejores soluciones y productos, teniendo en cuenta todos los tipos de consumidores finales. Equipos bien balanceados, en los que hombres y mujeres trabajen en forma equitativa en la resolución de problemas, intercambiando ideas y produciendo la sinergia que solo da como resultado productividad e innovación”, opinaron.
Sobre el sueño de su proyecto, comentaron: “De aquí a diez años quisiéramos ver más mujeres programadoras y emprendedoras, mujeres en posiciones de liderazgo en empresas y con una vida personal plena”.
Aprender jugando
Julieta Cayre, de 29 años, comenzó liderando el capítulo de Girls in Tech (GIT) Uruguay, cuando se propuso aumentar la participación femenina en la empresa en la que trabajaba. Un año más tarde, el equipo que conformaba GIT Argentina se desmembró y le ofrecieron liderar la nueva agrupación también. GIT es una organización sin fines de lucro que trabaja en 60 países con una red global que utiliza como apoyo. “Nuestra misión es generar un cambio cultural y fomentar la diversidad en carreras de ciencia, tecnología, ingeniería y matemática, y emprendimiento”, contó Julieta.
Entre las principales actividades que desarrollan, hay encuentros mensuales en los que mujeres y hombres de la comunidad se reúnen a interactuar, vincularse y aprender sobre diferentes temáticas. Hacen ‘hackatones’ para adolescentes y competencias de ‘pitch’ o presentaciones para emprendimientos cofundados por mujeres, y ofrecen apoyo de mentoría a emprendedoras.
Otra de las iniciativas, que nació en Uruguay y que pronto se replicará en la Argentina, consiste en que niños y niñas se acerquen de manera lúdica a estas áreas científicas y tecnológicas del saber. “Desarr011ando” es otra de ellas, y está destinada a niños y niñas de 11 a 13 años que provienen de contextos vulnerables. Ven contenidos básicos de programación a lo largo de 20 módulos, que se dictan en empresas de tecnología. “Cuando me dicen: ‘Gracias por darme la posibilidad de ver otras opciones’, me motiva a seguir adelante y empoderarlos”, relató Julieta.
Todas las acciones que realiza GIT son abiertas a los hombres y fomenta que se sumen a las actividades. “Buscamos generar un cambio cultural apostando a una mayor diversidad. Nuestra misión es incluir”, manifestó. “Lo que más me gusta es ver cómo es posible generar impacto en otras personas y aportar algo en el desarrollo de sus vidas”, señaló.
Un equipo mixto
En 2011, un grupo de jóvenes ingenieros informáticos del ITBA (Instituto Tecnológico de Buenos Aires) unió esfuerzos y fundó Wolox, una empresa que hace productos tecnológicos y transformación digital para ayudar a emprendedores y empresarios que tienen una muy buena idea, pero no pueden implementarla rápidamente por falta de equipos de tecnología.
Agustina Fainguersch, de 26 años, se sumó al equipo y hoy es la directora general de Wolox Silicon Valley. “Siempre soñé con tener la capacidad de generar proyectos infinitos en el rubro del impacto. Busco estar a la vanguardia con las tecnologías, me informo mucho y soy bastante creativa, pero mi verdadero interés es que estas generen un impacto positivo en industrias, regiones y culturas. Sin esto, me parece que son vacías y una pérdida de tiempo”, explicó.
“Con Wolox siento que estamos en camino a conseguirlo. Nuestra mentalidad y experiencia en tecnología e innovación, sumadas a la experticia de nuestros clientes, hacen que las soluciones que creamos sean innovadoras y resuelvan problemas reales”, señaló. Agustina reveló que lo que más le gusta de Wolox es la comunidad que se formó. “Es un equipo de primera en talento técnico, en capacidad para generar innovación digital y ejecutar lo planificado y, sobre todo, en calidad humana”.
“Estoy convencida de que la diversidad aporta un valor importantísimo a la hora de innovar y, como mujer, es fácil aportar una mirada diferente porque somos pocas las involucradas en estos asuntos. Lo más desafiante es que en la mayoría de los casos hay que demostrar una y otra vez para generar confianza”. En relación con el aporte del género femenino, observó: “Las mujeres solemos ser más sensibles y empatizamos más con el otro. Realizamos muy bien tareas en las que hay que ponerse los zapatos del otro o construir un producto o servicio que satisfaga la necesidad ajena”.
La curiosidad, sobre todo
BA MAG consultó a estas mujeres sobre los hechos de su infancia que las habían inspirado para dedicarse, de una manera tan directa, a la tecnología. El tener computadora a edades tempranas no ha sido un factor común. Mucho menos internet, que no era algo habitual en sus casas. Cuando eran chicas, estas mujeres eran curiosas, leían mucho, jugaban, construían objetos y desarmaban otros para inventar algo diferente.
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ada.com.ar
argentina.girlsintech.org
chicasentecnologia.org
wolox.com.ar