Una revolución de las cocinas a las aulas

El movimiento Food Revolution, creado por el chef Jamie Oliver y que alcanzó dimensiones mundiales, promueve la educación alimentaria en las escuelas como una forma de lucha contra la obesidad infantil. En esta nota, las actividades vinculadas en el país.

Txt: Nicolás de la Barrera
Ph: Gentileza Food Revolution

“¡Hola, soy Jamie Oliver! Durante diez años he estado promoviendo en programas de TV una alimentación más sana. Ahora quiero hacer algo grande sobre el tema, y necesito tu ayuda urgente.” Así se presentaba, a comienzos del año pasado, el famoso cocinero británico en la plataforma de reclamos y solicitudes Change.org con un objetivo concreto: juntar más de un millón de firmas para que los gobiernos de las principales potencias del planeta incluyan de manera obligatoria la educación alimentaria en los colegios. Lejos de ser una simple ocurrencia, Oliver había puesto en marcha una campaña que, a pasos agigantados, se expandía atravesando todas las fronteras. Meses después, su petición online ya había juntado más de un millón 500 mil firmas. Hoy, su propuesta está siendo estudiada por los países del G20, y de esta forma, su principal idea, Food Revolution, sigue sumando adhesiones alrededor del mundo.

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Pero, ¿de qué se trata este cambio de 180 grados que quiere llevar adelante este cocinero estrella y multimillonario, autor de libros de recetas, dueño de más de 40 restaurantes y figura de programas de televisión? Para comprender esta revolución alimentaria, cuyos puntos cardinales se ubican en el terreno de las cocinas y las escuelas, ver un fragmento del programa Jamie Oliver’s Food Revolution del año 2010 puede ser un primer paso. En el video, con cientos de miles de visualizaciones en Youtube, se muestra el desconcierto de un grupo de niños de una escuela primaria de Huttington, en West Virginia (EE.UU.), en el momento en que Oliver les pregunta si saben el nombre de las verduras que les está mostrando. Ninguno puede responder, salvo uno, que arriesga y dice: “papas”. Nadie de la clase pudo identificar el racimo de tomates que les estaban enseñando, y tampoco hubo éxito en el caso de la remolacha o la berenjena.

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A partir de ahí, lo que se inició fue un movimiento cuya base es el fomento de la educación alimentaria para niños, niñas y adolescentes, y que incluye el conocimiento del origen de lo que se come, sus propiedades nutricionales y la vuelta a la cocina casera, con un día de celebración cada año -en este 2016 fue el 15 de mayo-. En el medio, la lucha contra la obesidad infantil representa, de acuerdo a las consignas de Food Revolution, la principal batalla a librar.

Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), la obesidad infantil ya representa una epidemia mundial. Si en el 2013 las estimaciones mostraron que 42 millones de menores de cinco años sufrían de obesidad o sobrepeso, las proyecciones resultan aún más negativas: para el 2025, estos problemas afectarían a 70 millones de niños, con más probabilidades de desarrollar diabetes, cardiopatías o discapacidades. “La consecuencia de esto será que la próxima generación vivirá menos años que sus padres si no hacemos nada para cambiar estas terribles estadísticas”, expresa Oliver.

En la Argentina las cifras tampoco son alentadoras. De los datos de la Encuesta Mundial de Salud Escolar, del 2012, se desprende que en el país el 5,9 por ciento de los alumnos encuestados de entre 13 y 15 años resultó ser obeso, mientras que los que presentaban sobrepeso ascendían al 28,2 por ciento.

Ante este escenario, Oliver quiere llevar a la educación sobre la comida al boletín de calificaciones, al lado de otras materias como historia o matemática.

Food Revolution en Argentina

En sintonía con lo que sucedía en el resto del mundo, el movimiento hizo pie en el país, aunque de manera tímida, en el 2010.

El esquema de la organización se compone de “embajadores”, que en el país ya llegan a 40 (en hispanoamérica calculan que superan los 1500), más los voluntarios. En conjunto, desarrollan sus actividades de difusión de la alimentación saludable en conexión constante con Londres, donde se encuentra el centro de Food Revolution, y con otros países en donde también prendieron las ideas de Oliver.

Entre las principales actividades que el movimiento lleva adelante, se encuentran las clases de alimentación en escuelas, tanto públicas como privadas. “La premisa es siempre la educación alimentaria en los niños”, dice Paula Páez, representante de los embajadores argentinos y pastelera profesional. Páez cuenta que a los más chicos les enseñan desde preparar un desayuno básico con frutas hasta cómo hacer una hamburguesa de lentejas, un tipo de alimento común en muchos establecimientos educativos, pero que por lo general su consumo tiene lugar en guisos. Y si bien los mayores esfuerzos están puestos en las tareas de enseñanza, aclara: “Nos focalizamos en la educación alimentaria, que es lo que Food Revolution invita a hacer, pero también invitamos a la comida casera”. Y agrega: “Estamos hablando de que en la Argentina la gente todavía cocina, pero hay países donde los domingos, por más que sea un día de familia o un día libre, se come comida envasada, enlatada, o de delivery. Entonces lo que promovemos es también cocinar en casa”.

La chef y embajadora Alejandra Temporini destaca lo importante que es para los chicos el cocinar puertas adentro de las casas, algo que ella lo iguala al “cocinar sano”. “La alimentación saludable está comenzando de a poco, hay una necesidad de esto, la gente está mucho más involucrada en saber lo que uno se lleva a la boca y en cuidarse un poco más”, explica Temporini, quien hace diez años descubrió que es celíaca junto a su hija y ahora representa la voz especializada en el tema dentro del movimiento creado por Oliver que se expande en el país.

En la mayoría de los casos, los embajadores de Food Revolution son profesionales gastronómicos, aunque también hay nutricionistas, médicos, docentes o simplemente, personas interesadas en formas de alimentación más conscientes. Es el caso de la ilustradora Silvana Baylac. “La mala alimentación en mi infancia me derivó en una atención dedicada al tema en la adultez y en un interés de perpetuar eso de una manera educativa”, señala Baylac, embajadora en la ciudad de Punta Alta, y cuya intención es armar un libro sobre el tema que los más chicos puedan colorear.

Claro que no todo se presenta a favor de una conducta alimentaria saludable. “Las publicidades son terribles para los chicos”, sostiene Temporini. Los cumpleaños y reuniones, con snacks y gaseosas diversas, son otros puntos a mejorar, añade Baylac.

Aunque hasta ahora las acciones apuntan a los niños, desde el movimiento aclaran que la “reeducación” también empezará a incluir a los más grandes, “para que se hagan responsables del alimento”.

Más allá del éxito que Oliver pueda tener con los gobiernos, el interés por una alimentación más atenta e interesada en sus detalles nutricionales y de origen parece, a la vista, imparable, como una revolución que avanza sobre lo establecido. Y a la cabeza de esa revuelta, Jamie Oliver sigue marcando el rumbo de sus miles de seguidores

 

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jamiesfoodrevolution.org