Playas de ensueño, volcanes y vegetación por doquier son parte del combo que ofrece Costa Rica. Qué ver, dónde alojarse y qué es lo que hay tener en cuenta antes de lanzarse al descubrimiento de uno de los países más biodiversos del planeta.
Txt: Laura Piasek Ph: Gentileza Camila White, Pixabay y Unspash.
“Pura vida” es el slogan indisociable de Costa Rica y, probablemente, ningún otro le hubiera sentado mejor. Y es que detrás de esta frase inmortalizada en 1955 por un film con el mismo nombre del cómico mexicano Antonio Espino “Clavillazo”, se respira lo que es la esencia de esta joya de América Central. Porque en tan solo 51.100 kilómetros cuadrados -lo que sería casi el equivalente a la superficie del estado Louisiana, en Estados Unidos-, este pequeño país alberga el 5% de la biodiversidad mundial.
Quienes se embarquen en la aventura de descubrir los enclaves de este destino emblema del ecoturismo, muy pronto comprobarán que lo que se dice de este país es cierto: su exuberante riqueza natural está presente en cada uno de sus rincones, y atravesarlo es muy accesible. Las cifras hablan por sí solas: con tan sólo hacer 322 kilómetros, en un mismo día es posible ir desde las paradisíacas playas del océano Pacífico hasta las del Mar Caribe.
Pero Costa Rica está lejos de ser solamente un país para ir a descansar al borde del mar, y en cada una de sus siete provincias existen atracciones que merecen ser vistas. Volcanes, bosques nubosos, lagos, lagunas y cataratas son algunas de las maravillas que alberga este país catalogado por The New Economics Foundation como uno de los “más felices del mundo”. En pocos días, cambiar de clima y paisaje no solo es posible, sino que forma parte de esta aventura a puro verde.
Naturaleza adentro
Una encantadora temperatura promedio de 24 grados todo el año, la hospitalidad de los locales (los inconfundibles “ticos”) y una larguísima lista de áreas protegidas son algunos de los motivos que hacen de este pequeño país, uno de los destinos con mejor prensa del subcontinente centroamericano. Pero sus espectaculares escenarios naturales no siempre gozaron de tan buena publicidad y para entender cómo Costa Rica logró convertirse en un referente del ecoturismo hay que remontarse atrás en el tiempo.
Allá por 1950, este país tropical supo hacer de sus generosos recursos naturales el motor de su economía, y comenzó a poner los cimientos de lo que sería de su propia “revolución verde”. Solo dos décadas más tarde sus esfuerzos darían frutos y se consagraría como un precursor en materia de conservación medioambiental. Desde aquel entonces y hasta hoy, Costa Rica ha sabido innovar en este terreno de forma tal que ninguna otra región ha podido arrebatarle su lugar en el podio entre los destinos de ecoturismo más importantes del planeta.
No por nada hay quienes dicen que Costa Rica son muchos países dentro de uno. Que su superficie sea pequeña no es sinónimo de que exista una única o pocas maneras de explorarla. Los itinerarios para descubrirla son variados, y siempre dependerá de la manera en la que el visitante busque penetrar en la naturaleza -siempre servida en bandeja- que caracteriza a este país.
Para empezar a adentrarse en sus confines, están los varios parques nacionales y sus volcanes. Costa Rica también es conocida por albergar una buena cantidad de estos últimos -112 para ser exactos-, y visitar al menos uno de ellos en algún momento de la estadía se vuelve imprescindible. De esta cantidad nada desdeñable, y por lo que es uno de los países dentro del conocido “cinturón de fuego del Pacífico”, cinco de ellos continúan en actividad. Este el caso de Irazú, un volcán a poco más de 50 kilómetros de San José que se ubica dentro de un parque nacional homónimo y uno de los más visitados de la zona. Desde su pico, siempre y cuando las condiciones climáticas acompañan, pueden verse el Océano Atlántico y el Pacífico. También sus cinco cráteres -uno de ellos con un largo verde en su interior- son otros de los atractivos que podrán disfrutar quienes elijan hacer esta escapada.
El volcán de Arenal es otro de los puntos con mayor afluencia de la región. Además de su flora y fauna desbordante, este enclave es popular por sus aguas termales y un punto de encuentro para los amantes del windsurf. En el mismo día, los visitantes podrán aprovechar para darse una vuelta por otra atracción sin desperdicio: las cataratas de la Fortuna. La entrada a esta imponente cascada de más de 70 metros de altura se encuentra en la falda del volcán y a menos de 6 kilómetros del pueblo que lleva su mismo nombre. Para los que disfruten de los chapuzones, esta podrá ser una de las mejores oportunidades de darse el gusto. Antes de despedirse de las cataratas, desde un mirador se podrá apreciar el paisaje y tomar fotografías para el recuerdo.
Dejando atrás el Parque Nacional del Arenal, y recorriendo unos 150 kilómetros, se llega a Monteverde, otra parada obligatoria en plena naturaleza. Fundada en la década de los 50 por familias conservacionistas americanas que dejaban atrás su tierra de origen en repudio a la Guerra de Corea, esta zona es reconocida por su paisaje digno de película de fantasía. El Parque Selvatura es, con seguridad, una de las áreas que nadie debería dejar de ver. Un recorrido a lo largo de sus ocho puentes colgantes permite descubrir los bosques nubosos desde las alturas. También, y para los más arriesgados, Monteverde ofrece la posibilidad de hacer tirolesa por encima de los árboles.
De costa a costa
Cuando se dice que en Costa Rica hay playas para todos los gustos, se está en lo cierto.
A lo largo de sus más de 1700 kilómetros de cordones costeros, las hay vírgenes y no tanto; lujosas y exóticas; y con infraestructuras y estilos muy diferentes entre sí.
Si empezamos por las del Pacífico -donde se encuentra la mayor concentración de playas de todo el país-, tenemos que hablar de Bahía del Drake. Al norte de la Península de Osa, este paraíso en la tierra es uno de los lugares preferidos de los que buscan una desconexión real. Llegar no es sencillo, pero la recompensa justifica el esfuerzo. La manera más simple es vía marítima o tomando un avión desde San José.
Subiendo por las costas del Pacífico, la parte central es reconocida por ser el punto de encuentro de los surfistas y también por sus exuberantes bosques tropicales. El Parque Nacional Manuel Antonio se encuentra por estas latitudes, y a pesar de ser uno de los más pequeños del país, también es de los más visitados. Los motivos que explican su popularidad tienen que ver con sus playas de postal, su fácil acceso y la variedad de paisajes costeros que pueden encontrarse en la misma área. Para los que busquen una opción más tranquila, la playa Espadilla Norte no decepciona y es uno de los mejores lugares para ver la puesta del sol.
Subiendo, y ya adentrándonos de lleno en el Pacífico sur, llegamos a las playas de la provincia Guanacaste, todas ellas perfectas para quienes busquen enclaves paradisíacos para tomar sol o bucear. Si bien Tamarindo, Flamingo y Sámara suelen ser las más renombradas, la playa del Conchal y Brasilito también ameritan una escapada. Mientras que la primera es considerada como una de las más exóticas de la región por su arena compuesta -como su nombre lo indica- de conchas aglomeradas, la segunda es un destino popular entre los ticos y presenta una excelente oportunidad para descubrir el Pacífico como un verdadero local.
En el otro extremo del país, están las playas del Caribe. Aunque menos famosas que sus vecinas del Pacífico, las de este cordón costero no tienen nada que envidiarles y año tras año van ganando más popularidad. Y no es para menos. Desde el río San Juan hasta el río Sixaola, en el Atlántico costarricense la cultura afrocaribeña se respira a cada paso, imprimiéndole a la totalidad de este lugar una mística que le es propia.
A casi 50 kilómetros de Limón -una suerte de parada obligada para todos los turistas que visiten la región- se encuentra uno de los puntos más populares, Cahuita. En esta playa de aguas tranquilas y templadas, arena negra y arrecifes de coral, todo está dado para fundirse con la naturaleza. Puerto Viejo de Talamanca es otro lugar imperdible para los que busquen relajarse con el Caribe de fondo. Dentro de esta área, Playa Chiquita, Playa Negra y Punta Uva son algunas de las alternativas para disfrutar de la tranquilidad que ofrecen estos destinos costeros y degustar su excelente gastronomía local con el clásico “arroz y frijoles” a la cabeza. Todo ello, y mucho más, siempre al son del reggae.