Una guía de viaje imprescindible para visitar una de las ciudades más en boga del continente asiático… y del mundo.
Txt: Rosario Oyhanarte
Ph: Sol Torrez Zavaleta y Visit Dubai
Bienvenidos a la tierra donde los camellos conviven con los rascacielos y los shoppings alojan acuarios y pistas de esquí; donde casi nunca está nublado, donde en cada esquina se rompe un nuevo récord y la oferta de restaurantes es casi tan alta como su calidad.
Estamos hablando de Dubái, uno de los siete Emiratos Árabes Unidos, una megalópolis que cada año inaugura nuevos colosos de cemento, aunque hace sólo unas pocas décadas era una postal de campamentos beduinos.
En un mundo tan globalizado, es cada vez más frecuente que el punto de vacaciones de familias enteras sean islas o países exóticos, de esos a los que, para llegar, habrá que padecer dos o tres escalas. Tal es el caso de Dubái. Desde la Argentina no se ofrecen vuelos directos, sino que se puede llegar a través de Qatar Airlines (con escala en San Pablo y Doha) o Fly Emirates (con escala en Doha). La otra opción recurrente es volar vía Europa.
Sin embargo, en el resto del mundo Dubái es considerado uno de los puntos mas céntricos; un polo de negocios y entretenimiento que atrae a occidentales y orientales por igual, y los seduce con esa convivencia de lo nuevo y lo ya conocido. Porque, es cierto, se hallan tiendas como H&M, Sephora y Forever 21 o restaurantes como The Cheesecake Factory o The Shake Shack. Hay, también, sucursales de Nobu, Zuma, La Petite Maison… Pero, a la vez, después de manejar menos de una hora en auto se pone pie en su desierto poblado por camellos, ese animal tan simpático con el que es casi imposible resistirse a una selfie.
Lo ideal es visitar la zona entre noviembre y fines de marzo, porque fuera de estas fechas las temperaturas son altísimas, intolerables. En lo que sería su invierno, en cambio, el clima es apacible y especialmente cotizado por el aluvión de europeos que llega en busca de unas vacaciones bajo el sol.
La estadía no debería durar menos de una semana. Es que, en este rincón del Golfo hay mucho para hacer. Las playas son una atracción de por sí. La mayoría pertenece a hoteles, pero hay otras públicas de fácil acceso. Desde una de las más conocidas, Umm Suqeim Beach, es imprescindible congelar una postal con el Burj Al Arab, al que se conoce como “el hotel vela”, de fondo. En la zona de Dubai Marina también hay playa pública. Aunque esta no se recomienda los fines de semana, porque está repleta de gente, sí aconsejamos una caminata por la zona, sobre todo a la noche para disfrutar de las vistas y de sus restaurantes.
Otro de los programas obligatorios es visitar el Burj Khalifa, el rascacielos que, con sus 828 metros, es el más alto del mundo. En general, los turistas sacan el ticket para subir a su mirador ubicado en el piso 148, pero hay un tip mucho mejor: en el piso 123 se encuentra Atmosphere, el restaurante más alto del planeta. Es que, llega un punto en que ya no se sienten los 20 pisos de diferencia y lo cierto es que para el restaurante hay menos colas que para el observatorio. Tampoco es necesario sacar las entradas con anticipación, pero sí reservar. Luego de haber disfrutado de unos ricos tragos, la propuesta es contemplar el show de fuentes y luces que descansa a los pies del Burj Khalifa. Hay un espectáculo cada media hora.
¿El verdadero Dubái?
Un recorrido por esta ciudad no debería soslayar sus mercados y malls. Algunos son demasiado grandes y pueden agobiar a más de un turista con aversión a las multitudes. No en vano, Dubai Mall es el más grande del mundo y Mall of The Emirates lo sigue, en segundo lugar. Pero hay otros souks (mercados) pintorescos, como el Gold Souk, el mayor ‘market’ de oro del mundo, o Souk Madinat Jumeirah, que intenta recrear un mercado antiguo, aunque también ofrece restaurantes, cafés, tiendas contemporáneas y hasta un boliche. Un dato clave: durante enero, tiene lugar el “Dubai Shopping Festival”, que ofrece descuentos de hasta el 70% en casi todas las marcas. Otro imperdible, sobre todo para quienes disfruten del regateo, es el Global Village, una mezcla de Epcot y de “Feria de las Naciones”, donde hay puestos pertenecientes a los principales países del mundo.
Podríamos dedicar una nota entera a la oferta de actividades nocturnas de Dubái. En general, tanto los boliches como los restaurantes se alojan en hoteles. Es que, es en estos donde está permitido tomar alcohol, costumbre prohibida para los nativos y en locales que dan a la calle. Pero, si más que buscando shopping y movida nocturna se llega a Dubái tras la idiosincrasia propia de los árabes, entonces hay dos programas obligados. El primero: visitar el Centre for Cultural Understanding, donde luego de degustar un almuerzo típico de la región, una guía explica los pormenores de la cultura y la religión musulmana.
La otra opción, para no sentirse en una versión oriental de Miami, es la escapada al desierto, que ofrece una variedad bien surtida de programas. Entre ellos, se destaca el vuelo en globo aerostático al amanecer. Es ideal para hacer en pareja. A la tarde, los ‘desert safaris’ incluyen un viaje a toda velocidad por las dunas en 4×4, seguido por paseo en camello y un show de ‘belly dancing’ en un campamento árabe, bajo las estrellas.
Para los amantes de la adrenalina, también se recomienda el sandboarding, el alquiler de cuatriciclos por el desierto y, claro, el salto en paracaídas. Para quienes son osados, pero tampoco tanto, otra gran opción es visitar el parque acuático Atlantis, donde también es posible nadar con delfines.
No es novedad: los dirigentes de Dubái se han propuesto hacer de su emirato una marca, posicionarla en el mundo y lograr todo esto desde cero; porque, ¿para qué mentir?, la zona no cuenta con el pasado de otras naciones ni con su legado cultural. Sin embargo, ostenta algo que, para muchos, es mejor: la realidad de un presente lleno de inversiones y nuevos proyectos, y la promesa de un futuro sustentable y tecnológico. Dubái lucha, con éxito, por posicionarse entre las más verdes e inteligentes del globo y así, parece que más que ser una moda, su atractivo llegó y para quedarse.
Una visita a Abu Dabi
La capital de los Emiratos Árabes Unidos descansa a una hora en auto desde Dubái. Es casi obligatorio el viaje hasta la mezquita Sheikh Zayed, una obra de arte de la arquitectura religiosa contemporánea. Además, en Abu Dabi se halla el parque de diversiones Ferrari World, que cuenta con la montaña rusa más rápida del mundo y el parque de agua Yas Waterworld.
Pero, hay que aclarar que más allá del empeño árabe por seducir al viajero occidental, este afán no siempre da resultados. Hay quienes critican, por ejemplo, que todos los programas son caros o que a los edificios les sobran metros pero les falta buen gusto. Que las autopistas fueron mal diseñadas (el tránsito, a veces, es una pesadilla) o que se conservan pocas construcciones autóctonas. “Parece Disney para adultos, pero de peor de calidad”, sentencia, por ejemplo, un argentino, luego de haber visitado Miracle Garden, el jardín de flores que, adivinen… es el más grande del mundo.
Sin embargo, lo cierto es que el destino cautiva a una mayoría tan cómoda, que no iría a ballotage. Su buen clima, el abanico de actividades para hacer, el nivel de su gastronomía y el misticismo del desierto hacen que, al menos una vez en la vida, valga la pena el viaje, aún con escalas y jet lag incluidos.