Un viaje a los tiempos de otrora, donde la esencia del romanticismo se mantiene intacta y depara sorpresas a lo largo del camino. Bienvenidos al lugar donde la fantasía se convierte en realidad.
Txt: Lucrecia Magnanini
Ph: Romantische Straße Touristik-Arbeitsgemeinschaft GbR
“Si vas para Alemania, tenés que ir a Berlín sí o sí”. Los argentinos tenemos fascinación por la historia europea, y a la hora de elegir destinos y hacer el famoso “Eurotrip”, no dudamos en pasar por Berlín. A veces, si da el tiempo, por Múnich. Rara vez.
Pero los países no son sus capitales, y Alemania no es únicamente Berlín. Desde Würzburg, a orillas del río Meno y hasta Füssen, al pie de los Alpes y muy cerca de la frontera con Austria, se esconde silenciosa ante los ojos de los viajeros menos avispados, un camino de 400 km de ensueño: la ruta romántica.
Se trata de la ruta más famosa y antigua en Alemania que supo ganarse adeptos y fanáticos en lugares del mundo como Japón y Brasil, países que intentaron imitar la ruta romántica y que hoy tienen su propia versión.. La fiebre fanática también se extendió por Corea y Vietnam, y muchos turistas también llegan de Estados Unidos. Este dato no es casual, teniendo en cuenta que la región perteneció a la zona de ocupación norteamericana después de la Segunda Guerra Mundial. Fueron los mismos soldados y sus familiares, los primeros en hacer turismo por esa ruta. Alemania como destino turístico era impensable en aquella época, pues ¿quién se atrevía a irse de vacaciones a un país asociado con el terror nazi? Fue recién en los años cincuenta, de la mano del milagro económico alemán, cuando esta vía comenzó a ganar el lugar que merece como destino turístico.
Las alternativas para recorrerla son de lo más diversas: en auto o casa rodante, también en bus turístico o por qué no, en el famoso “autobús de la nostalgia”, especialmente diseñado con el estilo de los años 50 y que hace juego con el paisaje. Otros eligen la bicicleta, que en Alemania es la tendencia con calles diseñadas especialmente para los ciclistas. Para los más aventureros, hay una infinidad de caminos pensados para el senderismo.
Viaje a tiempos de antaño
Están los que la recorren de principio a fin. Desde la suntuosidad barroca de la residencia de Würzburg -en el Norte de Baviera- y sus jardines, que son patrimonio cultural de la humanidad, hasta Füssen -al Sur de Baviera- para cerrar el viaje con la foto postal en el castillo de Neuschwanstein. Sin embargo, para empezar a recorrerla no hay reglas, la ruta está abierta al camino y a cómo uno quiera transitarlo. El tiempo que merece es el que cada uno le quiera dar.
A lo largo de 400 kilómetros se erigen muchos pueblos, uno al lado del otro y repitiendo la misma consigna: casitas blancas con techo a dos aguas y de color rojo, una iglesia y un Biergarten -terraza de cerveza-. La ruta comprende un total de 28 ciudades, también pequeñas, pero cada una con su estilo y una historia para contar. Ciudades con murallas protectoras que son vestigios de un pasado antiguo. Rastros de comerciantes que viajaron desde lejos y artesanos que dejaron su huella en casitas de entramado de madera, puertas colosales, torres y muros que protegían ciudades. Y en cada una de ellas, un casco histórico para recorrer, un sinfín de escaleritas de alguna iglesia que subir para llegar a lo más alto de la torre y que regalará una vista asombrosa a una escenografía medieval. De repente uno se siente Hänsel y Gretel o algún personaje de los hermanos Grimm.
Lo mejor es recorrerla entre los meses de abril y octubre, cuando los campos están bien verdes y las flores saludan contentas al costado de la ruta: flores de canola, girasoles y diente de león en sus versiones de amarillo, brillan más fuerte que el sol bajo mantos azules y marcando el camino hacia el próximo destino. Los jardines en primavera cobran vida y las fuentes llaman la atención con sus espectáculos acuáticos. Pero hasta incluso en invierno la ruta tiene su encanto, teñida de blanco y con cada plaza colmada de mercados navideños.
Sin dudas, este recorrido implica sumergirse en un cuento de hadas, viajar en el tiempo hacia el pasado medieval, adentrarse en 3000 años de historia europea y alemana. Y es que a lo largo del camino se descubren rastros de las épocas más antiguas -Celta, Romana, Caroligna, Edad Media, Renacimiento, Barroco, Rococó y Biedermeier, pasando por la era industrial y hasta el presente-.
En ciudades como Rothenburg ob der Tauber, la nostalgia de los viejos tiempos se hace visible en cada esquina, y vale la pena visitarla durante la época de Pentecostés, fecha en la que festejan durante cuatro días, su independencia alcanzada en el año 1631. Es entonces cuando artesanos, comerciantes, guardias, mercenarios se lanzan a las calles vestidos con trajes tradicionales de la época.
Sin embargo, es en Dinkelsbühl donde se respira este ambiente de medievo de manera más real. A diferencia de otras ciudades alemanas, en esta pequeña ciudad no cayó ninguna bomba durante la Segunda Guerra Mundial, por lo que su belleza antigua quedó casi intacta. Sus muros, bastiones, puertas originales y su gótica catedral son motivos suficientes para considerarla una ciudad digna de cualquier cuento de fábula.
Otra ciudad medieval que merece un lugar dentro de los imprescindibles es Nördlingen, caracterizada por su curiosa ubicación en el corazón del cráter de un meteorito, rodeada por una muralla que es posible recorrer en su interior y la torre de 90 metros de la iglesia de St. Georg que ofrece una vista imperdible.
La ruta es verde, llena de bosques y valles encantados. Cada tanto se cruzan ríos, como el Danubio y el Lech; también se esconden lagos y de nuevo un pueblito, y consigo toda una tradición y cultura. A cada paso sorprenden también la presencia de monasterios o castillos y fortalezas desde donde la nobleza concentraba el poder. Algunos de ellos se encuentran en Bad Mergentheim, Weikersheim, Röttingen, Schillingsfürst, Wallerstein o Harburg y coordinan con paisajes de cuento y mucha naturaleza.
Si bien cada ciudad tiene su encanto, dentro de las más destacadas del circuito figuran también Augsburg, una de las más antiguas de Alemania, fundada por el emperador romano Augusto. Un lugar donde los canales de la ciudad conducen a callejuelas empedradas y las fuentes son obras de arte. Vale la pena también perderse por las callecitas de Landsberg am Lech hasta llegar a su casco histórico. Nadie podría imaginarse que esta pequeña ciudad de antaño alberga también una de las cárceles más importantes de Alemania, donde estuvieron presos Adolf Hitler -tras su intento de golpe de Estado en Múnich y donde escribiría más tarde “Mi lucha”- y los acusados del juicio de Nürnberg.
El trayecto sigue en dirección Schwangau, para hacer un alto en uno de los castillos más visitados en Europa y hacia Füssen, destino “final” de este recorrido.
Neuschwanstein, un refugio fantástico
Muchos deciden lanzarse a la ruta, atraídos nada más y nada menos que por el castillo de Neuschwanstein, que inspiró al mismo Walt Disney a la hora de diseñar el que lleva Disney en su logo, y que aparece en películas como “La cenicienta” o “La bella durmiente”.
El castillo es la ‘vedette’ de la travesía y Luis II, el rey que lo mandó a construir, se roba el protagónico entre los reyes bávaros por semejante perla. Apodado el “Rey Loco”, tanto su vida como su muerte son hasta el día de hoy, un enigma que encierra todo tipo de mitos y leyendas. Lo que sí se sabe es que el rey era todo un mecenas, amante de la literatura, el arte, la música y gran admirador de los dramas musicales y escritos del compositor Richard Wagner. El castillo era para él, su universo paralelo, donde podía sentirse un verdadero monarca en el contexto de la “Guerra Alemana”, cuando la expansionista Prusia derrotó a Austria y Baviera, pasando estas a depender de Prusia en política exterior y mientras la monarquía en Alemania iba perdiendo peso. Luis II se convirtió de esta manera, en un “vasallo” de su tío prusiano. Neuschwanstein y sus otros castillos significaron, entonces, su propio imperio, un refugio del mundo real donde poder vivir de sus fantasías. Sólo él podía poner un pie en su castillo. Y lo que fue un refugio para uno solo, hoy recibe más de un millón de visitas anuales.
La ruta se despide así en Füssen, con la certeza de haber dejado una huella de historia en un mundo de ensueños.
DATOS ÚLTILES
Cómo llegar
Desde Buenos Aires se recomienda volar a Frankfurt o Múnich (vuelos con Iberia, American Airlines, Air Europa, Lufthansa).
Dónde alojarse:
En Schwangau
Villa Ludwig Suite Hotel
El hotel está ubicado al pie de los castillos reales de Neuschwanstein y Hohenschwangau, a tan sólo 3km de Füssen. Tiene un estilo boutique y un ambiente romántico con las mejores vistas de los castillos y los Alpes, y el servicio es súper personalizado. También cuenta con bicicletas a disposición para explorar la región.
Colomanstrasse 12 87645 Hohenschwangau
info@villa-ludwig.de – www.villa-ludwig.de
Hotel Helmerhof
Este alojamiento combina la tradición alpina con habitaciones de lujo y un servicio de lo más familiar. Ubicado muy cerca los castillos reales, ofrece excelentes vistas panorámicas a los Alpes. El hotel cuenta también con sauna, ‘solarium’ y servicio de ‘wellness’.
Frauenbergstrasse 9 D-87645 Schwangau
info@helmerhof.de – http://www.hotel-helmerhof.de/
Información completa
En el sitio web de la Ruta Romántica es posible encontrar todo tipo de alojamiento en cada ciudad, información acerca de los eventos importantes, datos GPS e información sobre las excursiones. Además es posible bajar la aplicación de la Ruta Romántica al celular: “Romantic Road App”.
www.romantischestrasse.de
+info_
www.germany.travel/es