Pensar en San Pablo es invocar a la megalópolis que centraliza el poder económico del país, la bolsa de valores, las principales industrias, rascacielos, viaductos y helicópteros privados que esquivan las autopistas congestionadas. La costa paulista, sin embargo, ofrece el mayor de los respiros a este estado urbanizado que tiene más habitantes que la Argentina: un litoral soñado; allí donde ríos, cascadas, bahías y lagunas se encuentran con el mar y la jungla. No hace falta ir hasta el nordeste para encontrar el paraíso brasilero. En esta nota, te presentamos tres paradas top entre São Paulo y Río de Janeiro.
Txt: Carolina Cerimedo
Ph: Martín Mangudo y Babylon-lab.com
Playa cinco estrellas en Ilhabela
Esta isla tiene todo lo que un viajero pudiera desear en el país gigante: selva, cientos de cascadas, 40 playas diferentes y un verano eterno. Casi el 85% de su superficie está protegida por un parque natural, lo que significa paisajes en estado puro, vegetación exuberante, monos capuchinos al alcance de los ojos y tucanes sobrevolándonos la coronilla. La mayor reserva de mata atlántica del mundo se encuentra a sólo 210 km de San Pablo y 2.5 km del continente. Una simple balsa de 15 minutos separa al archipiélago de la civilización. Madrugo para cruzar el estrecho y veo el amanecer desde la cubierta, con los primeros colores del día asomándose entre los picos insulares. Como si una pintura impresionista me estuviera esperando del otro lado del canal.
Ilhabela tiene dos caras, una de ellas es la urbanizada que mira a tierra firme, con un centrito pintoresco que reúne tiendas y cafeterías entre el fucsia de las buganvillas. Esta parte es ideal para visitar en familia, por su buena infraestructura, playas tranquilas y calles pavimentadas. La otra mitad de la isla, la más salvaje, debe recorrerse en 4×4 o por agua a través de paseos en barco. En estos territorios remotos están las comunidades caiçaras, el habitante tradicional descendiente de colonos, indígenas y piratas. Este lado “Mr. Hide” es alejado y un tanto inaccesible, pero los aventureros se animan a explorar el contrafrente de Ilhabela con trekkings guiados y escaladas que desembocan en playas desiertas. Las hay de arena fina o rocosas, rubias o con reflejos rojizos; algunas reciben el viento del mar abierto y son especiales para practicar windsurf, otras son pequeñas bahías donde se hace snorkel. El fondo marino, además de grutas, esconde navíos naufragados hace siglos, de ingleses y portugueses que atracaban en esta isla para aprovisionarse y continuar hacia Europa transportando metales preciosos.
Por su ubicación céntrica, la Playa de la Villa es la primera a la que llego, junto a locales, cruceristas y pescadores en busca de calamares. En cambio, para ir a Castelhanos hay que atravesar 22 km hasta la playa más extensa de la isla. Desde allí parte un sendero de 4 km que conduce a la Cachoeira do Gato, una caída de agua de 50 metros. Imperdible ponerse debajo del chorro escarpado para recibir un masaje bien potente en forma de ducha. Además de este salto principal, hay otros menores que forman piscinas naturales para refrescarse en pozos cristalinos.
Praia do Curral maneja la movida de Ilhabela. Con su costanera repleta de bares y restaurantes, es el punto de encuentro para divertirse en un atardecer musicalizado. Si el deseo es escuchar el sonido de la naturaleza, nada como la pacífica Praia do Julião. En esta cala se localiza el único alojamiento boutique ‘pé na areia’ de Ilhabela. Más que un hotel, TW Guaimbê es una casa de lujo en la playa decorada por Suzana Schermann. El estilo ‘navy chic’ de la interiorista se combina con el paisajismo de Alex Hanasaky y sus jardines colgantes, hechos de bambús, plantas nativas y estanques escalonados. Todos los componentes del edén están en escena.
Delante mío, un cayo hasta el que se puede remar en kayak. A mis espaldas, montañas con palmeras que van entrando en cuadro a medida que me alejo de la orilla en la tabla de SUP, amplificando la postal panorámica. La piscina es de piedras volcánicas que absorben el calor para mantener la temperatura y nadar de noche bajo las estrellas. Puerto privado para los ‘yachtmen’ que quieran llegar en su propia embarcación y clases de yoga en un deck sin fin que se bifurca hacia el mar.
Buena visibilidad y un gran surtido autóctono hacen de Ilha das Cabra la mejor excursión de buceo, entre corales, caballitos marinos, tortugas, peces escorpión y otros que parecen pavos reales por su despliegue multicolor. Quien quiera peregrinar siete metros bajo el océano podrá hacerlo aquí, y de seguro será recompensado.
Destino de surf: Itamambuca
Brasil no sólo es famoso por sus cracks de fútbol. En 2015 el Campeonato Mundial de Surf lo ganó el paulista Adriano de Souza. Cada año, el país con 7.500 km de costa organiza cerca de 20 torneos y eventos de surf profesionales, algunos de los cuales se llevan a cabo en Itamambuca.
Continuamos hasta el kilómetro 36 de la Rodovia BR-101 (Rio-Santos) hasta dar con este pueblo de Ubatuba, cuya mayor cualidad es la constancia de sus ‘boas ondas’. Esta playa también es estupenda para aprender surf, por lo que sus aguas convocan tanto a expertos como a principiantes. Aquí todo esta servido para barrenar las olas: desde escuelas, alquileres de equipos y ‘surfcamps’ hasta la pousada Tropical Twin, que organiza ‘surf stays’ diseñadas para los que quieran dedicar su viaje a este deporte con entrenamiento físico personalizado y comidas saludables en su restaurante y su ‘jungle bar’ de jugos energéticos.
Los que saben de esta disciplina afirman que Itamambuca está a la altura de las mejores playas surfistas del mundo. Sin embargo, el destino es casi desconocido para los argentinos. Así de humilde es este pueblo surfero que se conserva como el secreto mejor guardado de los paulistas que, durante todo el año, se escapan los fines de semana a surfear a tres horas la capital. Entre las playas aledañas por descubrir hay que ir a Félix, con su peculiar forma de medialuna; Prumirim, desde donde salen barquitos a una bella isla virgen y Almada, bien tranquila y transparente.
Calles de arena, bosques nativos y el espíritu relajado que se respira en los lugares que aún no han explotado completan la fórmula de unas felices vacaciones ‘a beira do mar’ y fuera del ‘mainstream’.
Artes y tradiciones de Paraty
Caminar por las 30 cuadras de adoquines que forman el barrio antiguo de Paraty es inspirarse con escultores, pintores, joyeros y ceramistas que despliegan sus talentos en casonas de 300 años convertidas en ateliers. Los banderines suman color a la trama, esas guirnaldas que se cuelgan en la ciudad cada vez que hay una celebración popular. Con un nutrido calendario de festivales, entre los que figuran la fotografía de Paraty en Foco, los músicos internacionales de jazz, blues y soul que tocan durante Bourbon, ceremonias traídas por los conquistadores y por la cultura negra que se preservan en el Quilombo do Campinho, Paraty está de fiesta todo el año.
Su festival más famoso es FLIP, la Festa Literária Internacional de Paraty, que en 2010 convocó a Isabel Allende para la presentación en portugués de “La Isla Bajo el Mar”. Ambientada en el Santo Domingo del siglo XVIII, la novela cuenta la vida de la esclava mulata Zarité y su lucha por independencia. Nuestra historia de hoy está ambientada en Paraty del cercano siglo XXI y también podría ser protagonizada por un esclavo moreno. Thiago está parado frente a Santa Rita con unos harapos de arpillera y cadenas colgando del cuello. Es un personaje de ficción que repudia la realidad que sucedió aquí durante La Colonia, en esta plaza donde se vendían esclavos. En su performance callejera, el bahiano caracteriza a un africano que ha venido a agradecer al santuario por su liberación, a pasos de la iglesia de 1722 y del actual Museo de Arte Sacro.
La ciudad cuenta con un hospedaje especialmente concebido para una estadía poética, la Pousada Literaria. Atravieso el preámbulo colonial que escribe la fachada de época. La habitación cumple el sueño de cualquier intelectual, con una ‘chaise longue’ y su lámpara focal, una videoteca de películas de culto más una colección de libros de bolsillo, que incluye poemas de Fernando Sabino.
Por si fuera poco, el despliegue de ediciones sobre el patrimonio ambiental y cultural brasilero continúa en la puerta de al lado del hotel, en la Livraría Das Mares, donde se consigue desde El Brasil de Pierre Verger y Casas de Niemeyer hasta el último número de la revista de ensayos Serrote y una guía de guacamayos que puede consultarse en su café literario. La ecología es tan importante como el arte en esta ciudad que también organiza el Congreso de Conservación Marina y el Festival de Aves, para aprender acerca de fauna local amenazada.
En el territorio de una aldea guainá, indios, africanos, portugueses, inmigrantes y visitantes tejen esta obra multicultural que es Paraty. Una ciudad-puerto. Una villa cosmopolita. Un pueblo del tamaño del mundo.