Tras la huella de Marco Polo

Viajar por esta remota parte del mundo es sinónimo de aventuras, de paisajes imponentes como el de Pamir en Tajikistán, de familias nómadas en los alrededores del lago Song-Kol, en Kirguistán, de bazares milenarios como los de Uzbekistán y hasta de modernísimas ciudades como lo es Astaná.

Txt y Ph: Esteban Mazzocini

Con tan sólo diecisiete años Marco Polo decidió unirse a su padre y su tío en un extenso viaje desde su Venecia natal hasta lo que hoy se denomina la Ruta de la Seda.

Un día cualquiera, leyendo sobre sus historias, necesité sentirme tan explorador como él. Y decidí irme a recorrer Asia Central. Sabía que me encontraría con paisajes impactantes, templos y mercados a puro color. Pero no mucho más. El resto, llegaría de la mano de la aventura.

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Para ubicarnos por dónde estaremos viajando, es necesario saber que Asia Central es la región que va desde el Mar Caspio hasta las fronteras de China y Rusia. Se caracteriza históricamente por sus pueblos nómadas y porque fue parte de la Ruta de la Seda. Las ex repúblicas soviéticas que la componen son Turkmenistán, Tayikistán, Uzbekistán, Kirguistán y Kazajistán. Recorriendo estos destinos nos encontraremos con el desierto de Kyzyl Kum en Uzbekistán, las verdes praderas al norte de Kirguistán o con la famosa cordillera del Pamir en Tayikistán, denominada junto al Tíbet, “el techo del mundo”, debido a su gran altitud. No es casualidad que la región concentre una gran cantidad de lugares declarados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, como lo es la montaña sagrada de Sulamain-Too en Kirguistán, el casco viejo de Ichan Kala en Uzbekistán o el mausoleo de Khoja Ahmad Yasavi en Kazajistán.

La mítica Ruta de la Seda no fue una sola. Comenzaba en China, en lo que hoy es la ciudad de Xi’An, donde se encuentran los famosos guerreros de terracota y desde donde se podía atravesar cualquiera de los países de Asia Central, incluyendo Turquía e Irán. Desde allí las mercaderías se distribuían por Europa, pero el camino iba cambiando según las situaciones del momento: guerras, enfermedades o desastres naturales.

Esta importante ruta de comercialización entre Oriente y Occidente existió desde el siglo II a.C. y se mantuvo hasta mediados del siglo XV, cuando se produjo la caída del imperio Mongol. Entonces se empezaron a trazar nuevas rutas marítimas y a incorporarse lo que se conoce como la ruta de las especias, donde Dar es Salaam en Tanzania, fue la protagonista.

La ruta de la seda fue popularizada a través de las crónicas de Marco Polo y de otros escritores más contemporáneos. Durante 17 siglos, todos estos caminos marcaron un precedente en la comercialización de mercaderías que circulaban en ambos sentidos. Pero también, por estas rutas, viajaba la religión. Mientras el Islam era el que reinaba en la zona, el catolicismo viajaba hacia Oriente y el budismo hacia el Occidente. Es por eso que hoy en día podemos encontrar templos budistas en Tayikistán y pueblos que conviven entre la religión musulmana o el sufismo.

 

Aventura a pie

Para recorrer Asia Central se puede comenzar por Astaná, capital de Kazajistán, donde el viajero se sorprenderá al encontrarse con una ciudad moderna similar a Dubai. Kazajistán es rico en petróleo y eso lo diferencia de los demás. Desde allí, el lujoso tren Talgo 2 Express atravesará zonas áridas y nos dejará en Almaty, al sur del país.

Resulta imposible abandonar esta ciudad sin recorrer el lago Big Almaty, a unos 15 km del centro, o la colina Kok Tobe, donde se tienen las mejores vistas de la ciudad.

Pero la verdadera aventura comienza cuando se cruza la primera frontera hacia Bishkek, en Kirguistán. Tomando una ‘marshrutka’, medio de transporte muy utilizado en esta región, similar a una mini bus, se llega al pequeño pueblo de Jumgal. Es el lugar ideal para hacer un trekking entre las montañas sin la necesidad de un guía. Eso sí, se recomienda salir con mucha agua y algunas provisiones. Cruzando valles, ríos y esquivando algunos caballos salvajes, nos encontraremos con familias nómadas que aún viven en sus ‘gers’, esas tradicionales casas redondas que trasladan de un lugar a otro según el clima.

Es en esta parte de Kirguistán, llegando al lago Song-Kol, donde las praderas se vuelven más verdes y los pastores reúnen a sus ovejas. Desde Jumgal al lago hay 22 km que perfectamente se pueden hacer en un día. Lo ideal es quedarse a pasar la noche con alguna familia local, donde cocinarán una cena tradicional y el infaltable té. Por las mañanas es muy común ver a los niños ayudar en las tareas del hogar, especialmente con los animales. Se puede desandar el viaje nuevamente caminando o tal vez tener la suerte que algún turista nos recoja en su jeep.

Desde Jumgal la ruta continúa hacia el pueblo de Osh. A mitad de viaje se encuentra el espectacular reservorio de agua de Toktogul. Es inevitable pedirle al conductor, si es que viajamos en taxi compartido -otra de las modalidades más comunes- pedirle que se detenga para tomar unas fotografías. Después de unas diez horas de viaje, se llega a Osh. Si bien su único atractivo es el bazar, uno de los más grandes de Asia, es la puerta de salida hacia la famosa ruta M41, más conocida como Pamir Highway. Cuando uno menciona Pamir sabe que se encontrará con montañas de dimensiones inesperadas, el río que lleva el mismo nombre y del otro lado, algunas aldeas afganas. Y es en Sary Tash, a tan sólo 30 kilómetros del borde con Tajikistán, donde este pueblito es testigo de las primeras nieves eternas.

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Montañas de otro planeta

Al llegar a la frontera, confirmaremos que el espíritu aventurero tiene distintas modalidades. Están los que viajan en moto, en bici, con un jeep o hasta caminando, como se hacía originalmente. Y es en este momento donde debemos abrir bien grandes los ojos y estar preparados para lo que la ruta nos ofrece. El camino hacia Murghab va en forma de zig-zag atravesando zonas desérticas, montañas de color rojizos, algunos yaks -un mamífero característico de Pamir- y valles profundos. Cuando se llega la intersección con Alichur, nos encontramos con la difícil decisión de elegir por la ruta norte o por la del sur. Ambas son espectaculares, pero muchos aseguran que la del sur es mejor aún.

Tal vez sea porque hay aldeas con aguas termales donde uno puede relajarse, porque se puede observar la zona rural de cerca o por el tradicional mercado de los sábados en Ishkashim. Es allí donde los afganos con su pakol -sombrero de lana- cruzan con sus ovejas, las verduras que cultivan en sus campos e intercambian mercaderías con su país vecino. Ser testigo de ese caótico mercado es, sin lugar a dudas, una de las mejores experiencias de Tajikistán. La ruta Pamir sube hacia Korugh, donde la modernidad lentamente le está ganando al pasado. Después de un viaje intenso se llega a Dusambé, la capital. Quien se detenga aquí seguramente será por un sólo motivo. Tramitar las visas de Uzbekistán, Turkmenistán, Irán o China.

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La seducción de Samarcanda, Bukhara y Khiva

A unos 60 km en dirección a Tursunzoda, se encuentra tal vez el país más escuchado de Asia Central, Uzbekistán. Por alguna extraña razón, los uzbekos son más hospitalarios y alegres que los de sus países vecinos y eso se nota ni bien se llega. Si no rentaste un auto, tendrás la experiencia de viajar en un taxi compartido con los locales los 400 km que hay hasta la renombrada ciudad de Samarcanda. El viaje será un buen momento para aprender algunas palabras en ruso, idioma que también se habla además del uzbeko.

Así como identificamos a Kirguistán con los nómadas entre verdes praderas, a Tajikistán con la inmensidad de sus montañas, quien habla de Uzbekistán se refiere a la exquisita arquitectura de sus tres ciudades principales: Samarcanda, Bukhara y Khiva. Esta última es patrimonio de la UNESCO con nada más y nada menos que 25 siglos de historia.

Después de registrarse en el hotel será inevitable salir a caminar por Samarcanda, aún si es de noche y el viaje ha sido largo. La gigantesca plaza Registán, el mausoleo de Gur-e-Amir, la mezquita de Bibi-Khanym, la madrasa de Ulugbek o el antiguo bazar Siyob sólo son algunas de las principales atracciones de esta ciudad que se ubicaba a la mitad de la Ruta de la Seda.

Quien llega a Bukhara, el próximo destino, lo hará hasta el corazón de la ciudad vieja, más conocida como Labi-Havz. Alrededor de una gran fuente se concentran los mejores hoteles, como también sus principales atracciones.

Y a tan sólo cinco minutos a pie desde allí, se llega al antiguo complejo de minaretes Char, donde por un par de soms -moneda local- se puede acceder a la terraza. Desde allí se tendrá una vista privilegiada de la ciudad antigua como también del mercado.

Pero es, sin lugar a dudas, en los alrededores del minarete Kalon, rodeado por dos espectaculares madrasas, donde es posible viajar en el tiempo. Si se llega cuando el sol se está poniendo, seguramente quedará atrapado hasta que salgan las primeras estrellas.

Valdrá la pena recorrer los últimos 450 km que hay hasta Khiva. Pequeña, pero no por eso menos importante. A diferencia de Samarcanda y Bukhara, aquí las atracciones principales están dentro de las murallas de Itchan Kala, conocida como la ciudad vieja. Por tal razón, caminar dentro de ella tiene una magia especial. Las dos cúpulas color turquesa se destacan desde cualquier lugar ante la tonalidad terracota de sus paredes. Khiva tiene un ícono y ese es su minarete Kalta, con 24 metros de diámetro. Desde la puerta principal de la fortaleza se puede adquirir un ticket para visitar más de cuarenta sitios históricos, entre ellos la madrasa Alloquli Khan, el mausoleo Pahlavon Mahmud o el Palacio Isfandiyar son los más imponentes.

Cuando llega la noche, los vendedores de artesanías cierran sus puestos y los monumentos empiezan a ser iluminados. Será inevitable caminar con la luz de la luna, en silencio, entre esas callejuelas donde el tiempo parece haberse detenido.

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Seguramente, después de haber recorrido Kazajistán, Kirguistán, Tajikistán y Uzbekistán uno se sentirá distinto. Tal vez porque por esos bazares, caminos de tierras, valles, montañas o madrasas han pasado Marco Polo, Gengis Kan o hasta Alejandro Magno. Y de una u otra manera, ya seremos parte de emblemática Ruta de la Seda.

DATOS ÚLTILES

Imperdibles de cada país
Kazajistán: visitar la moderan ciudad de Astaná.
Kirguistán: dormir a orillas del lago Song-Kol y hacer un treking por las montañas para conocer de cerca a las familias nómadas en sus gers.
Tajikistán: recorrer en un jeep Pamir Highway y sus imponentes montañas. Imperdible el mercado de los sábados en Ishkahsim.
Uzbekistán: la arquitectura de Samarcanda, Khiva y Bukhara.
Además no perderse los bazares, el alma de cada ciudad.
Cuando viajar
La mejor época para visitar Asia Central es al final de la primavera, en verano y comienzos de otoño en el hemisferio norte, es decir, de abril a octubre. Se descarta el invierno por las muy bajas temperaturas y porque la mayoría de las rutas están cerradas por la nieve.
Visados con pasaporte argentino
– Para ingresar a Kazajistán no hace falta tramitar una visa, se puede ingresar desde Rusia sin problema o por vía aérea.
– Para llegar a Kirguistán y Tajikistán se pueden obtener los visados en la ciudad de Almaty, Kazajistán. Si se va a recorrer la zona de Pamir, en Tajikistán se debe pedir un permiso especial llamado GBAO, que lo entrega la embajada al solicitar la visa.
– Para entrar a Uzbekistán se necesita, además de la visa, una carta de invitación (LOI) que se puede conseguir a través de una agencia de viajes.
– El pasaporte debe tener mínimo 6 meses de validez antes del vencimiento.
– El costo de las visas son de unos 110 dólares para Kirguistán y Tajikistán. Para una estadía de 14 días en Uzbekistán con entrada simple, el costo es de 65 dólares.
Gastronomía
En esta región de Asia Central los platos más tradicionales son: laghman (fideos con cebollas, zanahorias y pimiento), plov (arroz con verduras y carne), samsa (muy parecido a una empanada, rellena con papa, carne o verduras), pelmeny (similar a los ravioles rellenos de carne). En general las comidas se acompañan con nan (pan casero) y para tomar, te. Los mejores productos se encuentran en los bazares, especialmente los frutos secos.