No todo es fiestas y yates de lujo en la más famosa de las Islas Baleares. Su magia excede las pistas de baile y la convierte en el destino ideal para visitar en pareja, con familia o amigos.
Txt: Rosario Oyhanarte
Ph: Francisca Oyhanarte y cortesía restaurantes
Antes de poner pie en Ibiza hay tantos escenarios que la mente puede proyectar… Lo más probable es que la mayoría asocie a esta isla con fiestas en Pachá, ingleses de tez blanca ardidos por el sol y un descontrol de hierbas y sustancias que hacen que el destino sea todo menos amigable para viajes en familia. No en vano, esta es la imagen que el “boca en boca” y miles de documentales se han esmerado en perpetuar en el inconsciente colectivo.
Con sólo abordar el vuelo rumbo a Eivissa, el prejuicio parece hallar razón de ser. Muchos de los compañeros de avión se comportan como si estuvieran llegando a su viaje de egresados, con cantitos alusivos a la fiesta que les espera por delante y tragos para empezar a vivirla desde los aires. Al salir del aeropuerto, la imagen se perpetúa: la recibida es por parte de carteles colosales que anuncian los lineups de DJ reputados en boliches de fama internacional. “No puedo no ir a Pachá, es como estar en París y no pasar por la Torre Eiffel”, se escucha a una mujer de más de cinco décadas argumentar a su pareja.
Todo esto está muy bien, si es que uno llega a Ibiza en busca de rumba antes, durante y después de la caída del sol. Pero hay muchos otros viajeros que se acercan en pos de algo que excede -¿y supera?- las fiestas ibicencas; y estos no se equivocan, porque la isla ofrece encantos para todas las edades y gustos.
Chill, eat & dance
Desde ya, quienes ansíen vacaciones a ritmo frenético no se irán decepcionados. Boliches como el ya mencionado Pachá (del que se recomienda la fiesta Flower Power), Lío (su show durante la cena es imperdible), Ushuaia (ideal para fiestas diurnas todos los jueves) o el nuevo Heart, se esmeran en presentar, temporada tras temporada, lo mejor que la escena house y/o techno tiene para ofrecer. Esta temporada, Heart es el que despliega una de las propuestas más tentadoras. Fue creado por los hermanos Ferrán y Albert Adrià, quienes se asociaron con Guy Laliberté, fundador del Cirque du Soleil, para presentar un concepto que fusiona arte, comida y música en la marina.
El mejor momento para ir a conocer este espacio es los domingos a la medianoche, justo después de haber pasado por el Beachclub. Abierto desde 2014 en Playa d’en Bossa, este último es el sitio donde disfrutar de la mejor escena after beach. ¿El dato? No hay que ir más tarde de las 20 y sí o sí se debe tener asegurado un lugar en la lista: sus fiestas son elegidas por la escena más canchera de la isla para terminar la semana, mojito en mano, al ritmo de los mejores DJ.
Cabe enfatizar que Ibiza no es igual todas las noches; es decir, el boliche más concurrido los lunes puede llegar a estar vacío -o incluso cerrado- un martes. Para no equivocarse de día y asegurarse el ingreso a los respectivos clubs, lo mejor es contratar el servicio de ‘concierge’: sí, una de las figuras claves de la noche ibicenca es justamente la del conserje, que garantiza entradas y reservas en los lugares más top.
Playas y manjares
Quienes llegan a Ibiza con ansias de más día y menos noche tampoco se irán defraudados. Por sus calas han pasado grandes figuras de la historia del siglo XX, como Walter Benjamin, Albert Camus o Man Ray. Le Corbusier, Joan Miró, Bob Dylan y hasta Bob Marley también sucumbieron a su magia. Y es que, si de paisajes bellos se trata, entonces Ibiza tiene con qué pavonearse. En sus 572 kilómetros cuadrados se luce una morfología irregular, que incluye montañas, postales de calas, playas de arena color crema y el turquesa que resalta junto a uno de los azules más intensos que los mares del Mediterráneo pueden presentar.
Aunque en algunas playas se pierde parte del encanto por la sobrepoblación, no es difícil encontrar sitios más deshabitados. Aguas Blancas, por ejemplo, es una de las recomendadas si de tranquilidad se trata. También es buena para practicar surf. Hay tantas playas y tan distintas entre sí… Tomen nota: Cala Salada, Cala Saladeta, Cala Xarraca, Las Salinas; una buena idea es dedicar mitad del día a una, para después mudarse a la otra y así llegar a conocer la mayor cantidad de rincones. Todos tienen su encanto particular.
La gastronomía es, sin dudas, otro de los principales atractivos de la isla. Junto a barcitos de bajo perfil conviven restaurantes deluxe: todo depende del gusto de cada comensal. El Chiringuito de Es Cavallet, de los mismos dueños que Beachouse, podría considerarse el equivalente a La Huella en José Ignacio, o mejor. Uno de los preferidos de Kate Moss, el restaurante ofrece una atmósfera relajada pero ‘cool’. Ideal para almuerzos largos que se transforman en sobremesas eternas; se recomienda probar su lubina, maridada con un rosé. Además, su playa es extensa, sin rocas y menos poblada que sus vecinas de Las Salinas. El combo resulta infalible.
En la bella Cala D’Hort, El Carmen deleita con una paella que es, lisa y llanamente, un manjar. El restaurante no necesita ser pretencioso porque sabe que cuenta con una de las mejores vistas de la zona. Por su parte, Sunset Ashram (en Cala Conta) también se recomienda para el almuerzo, cuando el menú es más accesible que a la noche.
La Paloma es otro de los clásicos. Ubicado en San Lorenzo, este restaurante familiar ya es una institución en la isla. Músicos, artistas y diseñadores lo eligen por las noches. En sus mesas se sirven pastas toscanas y ensaladas, mientas melodías españolas animan la terraza que huele a lavanda.
Párrafo aparte para las puestas de sol, que en Ibiza se convierten en el momento más ansiado de la jornada. El mejor atardecer se promete desde la costa en Cala Conta o en su parador, el ya mencionado Sunset Ashram. Esta temporada, los jet-setters también disfrutan de las tardes en el exclusivo Cotton Beach Club, que ofrece una sangría que termina de completar un cuadro perfecto.
Islas multifacéticas
Los amantes de la moda también hallarán con qué entretenerse. Los paradores de la playa (por ejemplo, el de Es Cavallet) presentan vestidos, sandalias y todos los elementos necesarios para un look playero ‘hippie chic’. Desde 1973, Las Dalias nuclea tesoros varios: carteras, ponchos, salidas de baño, ‘bijoux’. Aunque el mercado es menos hippie y más turista de lo que pretende, de todos modos vale la pena la visita, pero se recomienda no ir los sábados sino los miércoles, para evitar las hordas de gente.
Los lectores que sigan escépticos respecto a los encantos de Ibiza deben considerar que está a menos de una hora en ferry de Formentera. Es decir, si el viaje a la ajetreada isla llega a agobiar, la escapada a su hermana menor es práctica y accesible. Formentera es mucho más tranquila y pequeña y, para muchos, tanto más linda que su vecina… Sus playas están menos pobladas y no cuenta con aeropuerto. Aunque cada vez gana más fama, aún hoy representa la cara más auténtica de las Baleares. En sus meros 22 kilómetros no se peca, por fortuna, de sobre construcción, pero sí se hallan playas de ensueño (como Migjorn, Illetes o Llevant) y restaurantes excelentes. Uno de los preferidos es Beso Beach. Gran puesta de sol, ambiente relajado, platos suculentos y tragos que contagian las ganas de levantarse de la silla y bailar hasta que caiga la noche: dicen que “no hay verano sin beso”…
Un dato no menor es que la mejor época para visitar Ibiza es entre mayo y septiembre, cuando las temperaturas son cálidas y todos los clubs y restaurantes están abiertos. Sin embargo, si se prefiere evitar las multitudes y congestiones de tránsito, entonces se recomienda ir en mayo, junio o septiembre.
Pero, ¿qué es lo que tiene esta isla, que atrae a almas creativas y libres, y a turistas mainstream por igual? Es probable que la respuesta aluda a que, como tantos otros destinos que ya son un mito, Ibiza proyecta encantos para lo que cada par de ojos quiera –y sepa– descubrir. ¿Acaso es la elegida por gente ruidosa, que se abulta con tal de no perderse “el” boliche cool? Sería necio negarlo. Pero es igual de cierto que Ibiza enamora y atrapa a parejas en busca de tragos al atardecer, a familias que sólo quieren relajarse en un marco tranquilo y a grupos de amigos que llegan para cosechar anécdotas que los acompañarán de por vida. A Ibiza la elige gente de todo el mundo que se acerca con distintos objetivos pero un denominador en común: la alegría de vivir. Porque si hay algo que no tiene cabida en la isla son el mal humor y las quejas. ¿De qué quejarse, en el paraíso?