Uruguay entre cepas y spas

El recorrido del buen vino y el ‘relax’ fuera del circuito enoturístico más frecuentado. Carmelo, Colonia, Garzón y Salto entre hoteles únicos, bodegas boutique y delicias gastronómicas.

Txt: Carolina Cerimedo Ph: Gentileza hoteles, restaurantes y bodegas

Algunos de los mejores vinos del planeta se elaboran con uvas cosechadas junto a cursos de agua bien conocidos. Viajamos a Uruguay para seguir el trazo del tannat, la uva emblema del país de enfrente que fue introducida por Pascual Harriague en el siglo XIX en un ‘terroir’ a orillas del río Uruguay. Cuenta la historia que fue allí donde un vasco recibió de regalo unas varas francesas que fueron plantadas y multiplicadas en Salto.

Así es como un viñedo uruguayo tuvo sus primeras cepas tannat en un país que hoy cuenta con más de 180 bodegas, casi todas especializadas en esta uva tinta. La mayoría se encuentra en Canelones y Montevideo, aunque en Carmelo, Colonia y Garzón también hay enólogos que están sonando fuerte y bodegas boutique que están creciendo para proponer experiencias vitivinícolas fuera de serie. Allá vamos.

La escapada más rápida al viñedo

A sólo 15 minutos en avión de Buenos Aires pero muy lejos de todo ruido, Carmelo nos recibe con un arroyo, viñas, playas de río y mucho campo. En un lugar de construcciones bicentenarias y gente amable que no llega a sumar 20.000 habitantes, hay ocho bodegas: una evidencia de la tradición heredada de los inmigrantes europeos que fabricaban vino para su consumo personal. Quienes vengan en su propio barco, pueden amarrar en Puerto Camacho, una idea genial que brinda marinas y dormis de lujo para visitantes esporádicos a 50 metros del embarcadero, en suites tipo loft con hogar a leña y galería. Frente al agua, hay una callecita de tiendas ‘cool’ que reúne una barbería, sushi, lechería y el restó Basta Pedro, con un menú variado que va desde sus famosas pizzas al horno de barro hasta una ensalada de salmón ahumado o una deliciosa brótola a la plancha. Todo sucede dentro del club de campo El Faro, en un entorno de bosques. La zona es conocida como La Toscanita, por sus casas de piedra flanqueadas por álamos y viñedos que evocan el estilo italiano. Asados, tardes de río y paseos en bici completan el programa.

La ruta del vino carmelitana

Para los lugareños de Zona Norte de Buenos Aires que quieran viajar en ferry, la forma más simple de cruzar el charco es con Cacciola -es clave elegir el salón principal y cerca de la proa vidriada para ver el paisaje- en un paseo por el delta de dos horas y media. Sale desde Tigre y en su Full Day Tour Wine Experience (que se puede contratar con chofer privado) incluye traslado, almuerzo bajo la parra de CampoTinto con empanadas y tartas hojaldradas, mermeladas y panes caseros y una increíble tabla de quesos más visita guiada con cata a cuatro bodegas locales. La excursión comienza en Irurtia, una de las más tradicionales del país, que tuvo su primera cosecha en 1913 y hoy está en manos de la cuarta generación de esta familia que fue vanguardista al viajar a Francia para traer uvas y consejos enológicos. Si el clima acompaña, luego de una vuelta por las instalaciones para conocer la historia del lugar, hay que sentarse bajo la sombra de los tilos, al canto del mural que narra a los hermanos franciscanos elaborando vino patero para sus rituales religiosos. La degustación arranca con un alegre y perfumado gewurztraminer, una cepa suizo alemana que ellos mismos exportaron. KM 0 es un muy buen nombre para esta línea de vinos del terruño emplazado en los confines de los ríos Paraná y Uruguay (que traen aguas cálidas y forman un microclima idóneo), donde comienza el Río de la Plata, más frío. Los de la gama alta son tannat, viognier y pinot noir con maduración en roble más un cosecha tardía muy premiado: Botrytis. Daniela se acerca con las manos violetas de tocar el orujo para explicarnos más: en la cava se guarda la colección privada de los Irurtia con los mejores vinos que elaboraron desde los ‘70 a la actualidad, joyas que se descorchan en degustaciones exclusivas.

En CampoTinto nos reciben con una copa de medio y medio rosado, una bebida que se elabora con vino de mesa blanco y espumante. Se trata de una de las bodegas más jóvenes, que tuvo su primera producción en 2012 y que a la fecha está elaborando 30.000 botellas anuales. Tienen muy buenas uvas moscatel de más de tres décadas y un vino icónico que hoy está a USD 80 porque quedan pocas botellas. La degustación sigue el ritmo amable del campo y se realiza en La Casona, en una mesa que es un banquete rústico. “Están llegando cada vez más turistas internacionales. Carmelo fue portada del suplemento de viajes de New York Times, un reportaje que después saco O Globo en Río de Janeiro y que también se publicó en China”, cuenta el enólogo. “A su vez, tenemos muchos argentinos de este lado, ha tomado fuerza la zona. De los viñedos del 1700 administrados por parientes de San Martín hasta Roviralta, que fundó su escuela de polo.”

La siguiente parada es Cordano, que funciona en un antiguo almacén que era el “supermercado” en Colonia Estrella, un antiguo barrio italiano de calles de tierra que se recorrían en carreta. Con viñas de 120 años y piso original de 1855, aquí también se venden dulces, arándanos en almíbar, escabeches, pickles y hasta caramelos de vino tinto, más un espacio dedicado al mate. “Lo que tiene Carmelo de bueno es que todas las bodegas son diferentes”, nos aseguran desde el mostrador donde invitan a probar unas peras al vino y una grapa miel que son exquisitas. La cava es en la antigua heladera de carnes y quesos.

La última estación en el Full Day Tour Wine Experience es El Legado, una bodega boutique que el padre de Bernando arrancó en el ’68: “Cuando empezó plantando viñedos, vio que la uva maduraba antes que en Canelones, que por entonces concentraba 250 de las 300 hectáreas de viñas que había en Uruguay”. Hace una década, el “enoloco”, como le gusta llamarse a sí mismo, trajo syrah y tannat de Francia y las  cultivó en un cordón vertical libre, el formato que se utiliza en Italia y California en parcelas pequeñas para lograr una uva diferenciada que concentra los taninos. Todo se hace a mano y en familia. Hasta el mapamundi de corchos que ahora está terminando su mujer.

 

Carmelo para exigentes

Hace muy poco, este pueblo solo era meca del turismo naútico y hoy se está convirtiendo en la escapada imperdible de los extranjeros que visitan Buenos Aires. El proceso comenzó hace 30 años, cuando un visionario empresario argentino compró una costa con pinos; mientras todos se preguntaban qué iba a hacer en esos arenales él la tenía muy clara: construir un hotel de gran categoría (que primero fue el Four Seasons y hoy es Hyatt), poblar el campo y convertir a Carmelo en un destino internacional, más allá de los visitantes argentinos.

Una impresionante puerta de madera tallada a mano traída de Asia es la entrada a Carmelo Resort & Spa, un complejo de dúplex y bungalows que se extienden por la arboleda. Para aquietar la mente, hay clases de yoga en un ‘studio’ frente al río. Para descansar el cuerpo, el spa, que nos recibe con un Shiva ‘lounge’ pintado a mano con pigmentos naturales. Cada día se prepara un agua saborizada (que se macera en una piedra rosa para energizarla) y aromaterapia en sintonía. Hay jacuzzi, sauna seco, sala de relax, tratamientos faciales, terapias anti-age y un amplio menú de masajes. ¿La propuesta más original? Vichy ‘shower’ y máscara de vino. Por la mañana, el desayuno es glorioso, con jugos ‘detox’, huevos benedictinos, granola y yogures caseros, más una tentadora isla de pastelería.

Para una cena gourmet, la cocina de Julio García Moreno en Pura trae una carta que sorprende en contrastes de sabor, texturas y presentación. De entrada, el pulpo español con papas confitadas, vinagreta de hongos, emulsión de limón y aire de pimentón ahumado. De principal, lomo con chimichurri y cremoso de calabazas ahumadas. El postre más pedido es el domo de mousse de dulce de leche y banana con base de maní.

Finca Narbona –otro ‘must’ de este periplo- tiene un alma vieja: donde sea que uno fije la vista, hay una historia detrás. Paraíso de coleccionistas, como su propio dueño, este espacio irradia un encanto difícil de clasificar. ¿Es un anticuario?, ¿una bodega?, ¿un pequeño hotel? Un poco de todo eso. Tiene cinco habitaciones exclusivas, un casco de 1909, una cava antigua y viñedos. Más tambo propio, granja y fábrica de pastas (el último emprendimiento de la firma). El vino hay que probarlo sí o sí: en una degustación privada a cargo de Valeria o en la vinoteca de su restaurante-almacén, donde se puede pedir por copas. El tannat rosé le queda muy bien al salmón en ‘croute’ de Dijon con puré cremoso de calabazas y naranja, chauchas y ‘gremolatta’ de almendras. Para reservar: picnic con vista al atardecer en una pérgola en la parte alta del terreno. Una experiencia estética de campiña vintage y vinos supremos en una de las estancias más antiguas de esta zona.

Colonia siempre estuvo cerca

Del otro lado del Arroyo, Las Vacas (conocido por este nombre porque por acá ingresaron los primeros ejemplares a Uruguay), tras cruzar el puente giratorio que se activa a mano, la ruta 21 nos conduce a Los Cerros de San Juan. En el km 213, 5 se encuentra el acceso a esta bodega, que es una de las primeras del país. Enclavada en la confluencia de los ríos San Juan y de la Plata, en el Depto. de Colonia y a 30 km de su ciudad histórica, 45 hectáreas de viñedos tintos y blancos prometen vinos exitosos, criados en una bodega de piedra con muros de más de 60 cm que conservan, naturalmente, la temperatura ideal para estacionarlos.

Con sus callecitas de piedra afaroladas, bodegones y el mejor atardecer, Colonia del Sacramento es una excusa magnifica para animarse a cruzar a Uruguay y descubrir el Patrimonio de la Humanidad declarado por la Unesco. Hay que dormir al lado del río, y nuestra recomendación es el nuevo Radisson (recientemente ampliado), que tiene una vista divina: está emplazado sobre el Río de la Plata a pasos del barrio histórico.

Para una comida de época y de cultura, en una zona de la ciudad menos conocida por los turistas, un viejo vagón de tren perfectamente restaurado nos traslada a otro tiempo. Allí, en el Restaurante del Ferrocarril, los platos son antiguos y las servilletas también. Es una formación de 1912 que sirve, mediodías y noches, gastronomía multifusión inspirada en todos los lugares del mundo donde vivió su chef, el ex cocinero de la familia Swarovski en Austria.

Una de las últimas propuestas céntricas es 1717, un “bar y brasas” donde se pueden probar los mejores vinos uruguayos en un ambiente íntimo y un jardín acogedor, en la casa de una decoradora que hace 10 años ya funciona como restó.

‘All inclusive’ termal

En el norte del país, las Termas del Arapey concluye este itinerario a puro relax. Altos del Arapey es un complejo enmarcado por la naturaleza, rodeado de verde, una laguna y un estanque con garzas y gansos donde confluye una de sus seis piscinas de agua termal de pozo propio, abiertas y comunicadas entre sí. Para desestresarse, hay hidromasaje al aire libre y un ‘wet bar’ con canilla libre y vista al río Arapey. La cancha de 18 hoyos en un área de 60 hectáreas es espectacular. ¿La mejor noticia para las familias? Ofrecen recreación para niños y múltiples actividades, como las cabalgatas guiadas por un gaucho. Capítulo aparte para su excelente gastronomía, desde el buffet del desayuno (delicioso el gravlax) hasta la cena con múltiples opciones para servirse ‘a piacere’. Visitas recomendadas: Bodega Bertolini & Brogolio (su destacado es el Tannat Exótic Ultrapremium) y Olivares Salteños para conocer todo sobre la producción de aceite de oliva de calidad de diferentes variedades (también saborizados).

 

Al final, de eso se trata el turismo enogastronómico, de ir atesorando buenos momentos y buenos sabores en nuevos destinos. Hay que meterle fichas a Uruguay, que se encuentra en la misma latitud que las grandes regiones vitivinícolas del Hemisferio Sur, cómodamente asentado en el cinturón del vino que abraza a Chile, Argentina, Sudáfrica y Nueva Zelanda. Es cierto que la vitivinicultura tiene ciertos límites geográficos para su desarrollo, pero cuando esas condiciones están dadas, este universo no tiene techo.

+info

cacciolaviajes.com.ar
cantonestate.com
narbona.com.uy
carmelo.hyatt.com
radissoncolonia.com
altosdelarapey.com