Travesía patagónica

Crónica de un viaje por el sur argentino, donde actividades a pura aventura y una gastronomía exquisita nos seducen a agarrar la ruta en una escapada invernal.

Txt: María Cané
Ph: Eduardo Di Gennaro

 

Entre mapuches, forasteros y el Lácar, lago que rodea el valle donde San Martín de los Andes se acentó, se encuentra un pueblo tranquilo devenido en ciudad que hoy cuenta con más de treinta mil habitantes y sigue creciendo. Sin embargo, la filosofía pueblerina forma parte de la impronta autóctona y, mientras dos conocidos se encuentran en la calle, los transeúntes extranjeros se delatan por su pinta poco local.

El invierno se manifiesta como todos los años, con alguna que otra complicación, el clima no ayuda pero nieve hay y se esquía igual. Además de disfrutar de Chapelco, San Martín tiene otras atracciones para los no aficionados al, por excelencia, deporte invernal.

El trekking por este prado montañoso, desde la ciudad hasta el mirador Arrayán, es más que habitual. Hace falta un poco de ímpetu en subida para poder disfrutar de una vista escandalosa: la ciudad a tus pies en todas sus manifestaciones. Lo gracioso y contradictorio de este recorrido, es que no abundan los arrayanes, aquí la vegetación y los coihues adornan el camino, pero este majestuoso árbol brilla por su ausencia. El mirador lleva su nombre por una reconocida casa de té que antaño también ofició de hostería. Su dueña es de origen irlandés y de cabellos anaranjados como el propio árbol.

Desde arriba verán las casas con techos a dos aguas y revestimiento de madera. Esta es la impronta autóctona, que además de exhibir tradición, está estipulada por ordenanza local. Como todo pueblo argentino, San Martín cuenta con dos plazas principales, pero la Sarmiento se lleva el premio a la más popular con el museo, la iglesia y las típicas artesanías locales alrededor. Las rosas también son parte del paisaje; dice la historia que un tal señor Rosales, deudor impositivo del estado, decidió dejar de ser moroso regalando a la ciudad una especie de rosal que sobrevive al frío. Y así es como entre especies locales y otras que no tanto, los “NIC: nacidos y criados” y otros que fueron llegando, San Martín se convirtió en el lugar ecléctico que es hoy en día.

Chapelco deportivo

En los ‘70 abre Chapelco y se desarrolla el lado ‘cool’ y deportivo de esta ex aldea de montaña. Hoy, hay 12 medios de elevación, ocho caños móviles y más de 1600 metros esquiables. Sin embargo, aquí el esquí es una más de las tantas actividades que se pueden realizar. Sobre el cerro, el Bosque de los Huskies es el lugar donde los peatones pueden realizar desde caminatas con raquetas hasta paseos en trineo, una experiencia conmovedora para chicos y grandes, donde estos perros de la nieve tiran del trineo por los bosques del cerro, parece un cuento de hadas o un crónica salida de lo más profundo de Narnia.

Los más osados, con ganas de experimentar y probar algo nuevo, pueden embarcarse en la aventura del ski backcountry y emprender una travesía con tablas cortas, ideal para disfrutar de un buen fuera de pista. Otra de las novedades es el snowkite, un nuevo deporte donde se utiliza el poder del kite (barrilete) para deslizarse sobre la nieve. Es similar al ‘kitesurf’ pero suma el equipamiento que se utiliza normalmente para esquí o snowboard. Por la versatilidad de los equipos modernos, se puede utilizar las mismas velas con las que los kitesurfers planean las costas. Aquí, se utiliza el poder del viento para subir cuesta arriba y también dejar el kite flotando para ir cuesta abajo. Es un deporte que debe ser tomado con responsabilidad y aprendido con profesionales.

Delicias patagónicas

Sin embargo, la Patagonia no es sólo ride. San Martín también cuenta con una oferta gastronómica de lujo, donde chefs experimentados hacen magia con productos regionales como la trucha, el cordero o el jabalí.

El Regional, por ejemplo, cuenta con una amplia oferta de todo lo que uno espera comer en la Patagonia. También se puede degustar cerveza artesanal local en todas sus variaciones. Otra buena opción para salir un poco de lo habitual y conocer los alrededores es visitar la morada de Tomás y Valeria, un restó a puertas cerradas que ellos llaman “Un Bodegón de Montaña”. Aquí lo único que se puede elegir es el vino, simplemente porque lo tenés que llevar. Tomás se inspira en la naturaleza y cocina lo que tiene ganas. A nosotros nos esperó con sopa caliente y brusquetas de hongos de pino, un raro ejemplar fungi que crece en los alrededores de su casa, que queda a 15 minutos de San Martín y bordea el lago Lolog. Como buen porteño devenido en patagónico, Tomás nos sirvió como plato principal un exquisito capón de cordero a la cerveza negra con puré, un manjar que despierta los sentidos.

Valeria es artista y después de la comida nos mostró un poco de su obra, ella dibuja sobre hielo y se inspira en lo que tiene más a mano. Su obra es monumental y fuera de lo común, lo último que hizo fue dibujar su casa en tamaño real con hilo y todos los días a las dos de la mañana Tomás y Valeria se despertaban para regarla, una vez que la helada hacía de las suyas, la casa quedaba congelada. Tardó diez meses en desarrollarla de forma completa, pero valió la pena, el resultado muestra el hielo más profundo del arte contemporáneo.

Los siete lagos

San Martín de los Andes y Villa La Angostura están separados por la famosa ruta de los siete lagos. Y a pesar de que son millones los transeúntes que han pasado por la misma, tardaron 40 años en asfaltarla. Hoy la misma está impecable y es un paseo ideal para un día lindo. Además de disfrutar de las magníficas vistas, también se pueden ver comunidades Mapuches que se fueron agrupando en zonas aledañas al valle. Su cultura milenaria sigue intacta, se dedican principalmente a la producción de ovejas, de la cual además de la carne, utilizan la lana para hacer las famosas artesanías que se ven alrededor de las plazas. También tienen invernaderos en donde producen el resto de los alimentos que consumen; cuidan la tierra y la administran de forma conjunta con Parques Nacionales.

Esta ruta es contradictoria, porque los lagos que la rodean no son siete, sino ocho. Comienza con el Lácar y su famosa cascada que no cae de forma horizontal por culpa del viento. Aquí, también se ve la Laguna Fría, cuya profundidad hace que durante los gélidos inviernos se congele y se pueda practicar patinaje sobre hielo.

A medida que vamos subiendo nos encontramos con el Lago Machónico, a 950 metros sobre el nivel del mar. Unos kilómetros adentro, el Lago Hermoso hace su aparición, pero como no da específicamente a la ruta, está fuera del circuito. He aquí el octavo lago de la ruta.

Bien despejado y sobre el sendero principal aparece el Lago Falkner, que debe su nombre al piloto inglés que años atrás hizo expedición por el sur. A sus orillas se vislumbra la casa en donde la artista Marta Minujín vivió muchos años y produjo gran parte de su obra.

El lago Villarino también anda por estos lares y unos kilómetros adentro, entre cohiues y pendientes se vislumbra el Escondido, con aguas de un verde intransigente. Aquí no se puede ni pescar, ni acampar y mucho menos prender fuego; buscan que sea un refugio de naturaleza en su estado máximo.

El arroyo Pichi Traful, un brazo del mismísimo Traful, también cuenta con un mirador que lo contiene, y la vista es un regalo que va surcando pendientes y grandes rocas. A 30 minutos de caminata por el bosque, las cascadas de Nivinco son un espectáculo a los ojos, el lugar es prácticamente virgen e ideal para los amantes del trekking.

Llegando al final, el famoso Correntoso hace aparición con sus playitas y ganzos silvestres; en sus alrededores hay nuevamente comunidades Mapuches. Y por último vemos el lago Espejo, de dimensiones astronómicas y, como bien dice su nombre, el reflejo de la misma naturaleza sobre sus calmas aguas.

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La mágica Angostura

En este punto el paisaje se extingue y se tiñe de casas. La Angostura parece un lugar de ensueño, un pueblito sacado de un cuento viejo que se mantiene a pesar del turismo y el crecimiento constante. Entre altos cohiues, curvas y calles de tierra se encuentra Bahía Manzano, donde abundan las posadas, los hoteles y las cabañas. Es un lugar calmo y plagado de naturaleza, ideal para una familia que quiere vacacionar.

El cerro Bayo se encuentra a apenas 7 kilómetros del pueblo. Cuenta con 25 pistas de cuatro niveles de dificultad, 16 medios de elevación y un descenso máximo ininterrumpido de seis kilómetros. Sus pistas son ideales para principiantes que quieren adentrarse en las aventuras andinas del esquí. Y si bien es por excelencia el deporte del cerro, también hay otras actividades. Por ejemplo, los grandes toboganes que recorren diferentes circuitos en los cuales la gente se tira con gomas. Es un programa divertido y familiar, para grandes y chicos.

Otra de las travesías que ofrece La Angostura es la caminata con raquetas. Partimos en dos autos al límite con Chile, pasamos migraciones y frenamos para ponernos las raquetas y adentrarnos en lo más profundo de la montaña. Por allí las palabras retumban, el eco es mucho y las dimensiones gigantes. Por un lado está el Lanín, por el otro el Tornador, hay bosques helados y altas pendientes. El trayecto dura dos horas hasta llegar a la cima de una montaña en donde nos espera un picnic y algo calentito para tomar. Es imposible no conectar con la naturaleza y el desierto vestido de blanco y lleno de pendientes.

Una vez en el pueblo, ya bañados y cambiados, con mucha hambre y ganas de seguir conociendo, Leo Morsella, un chef de excelencia, nos invita a su morada. Lleva el nombre de Waldhaus y tiene todo tipo de comidas tradicionales: abunda la trucha, el cordero y el ciervo, así como también el famoso gulash que los patagónicos han hecho suyo.

 

El sur argentino es un privilegio para el país, es la naturaleza en estado puro. Un lugar donde se respira liviano, donde la gente saluda a pesar del frío, donde se descansa la mente y se mueve el cuerpo, un lugar de conexión e inspiración, de esos a los que uno siempre quiere volver.

 

DATOS ÚLTILES
Dónde dormir
Le Chatelet: Ubicado en pleno centro de San Martín de los Andes, este pintoresco hotel cuenta con habitaciones y departamentos, además de un cálido living, sala de reuniones, play room y spa. De estructura bien tradicional, limpio y prolijo.
www.lechatelethotel.com
Dónde comer
Tres lugares ideales donde encontrar todos los sabores que hicieron famosa a la Patagonia por su gastronomía y productos regionales.
Casa Pueblo
Villegas 59, San Martín de los Andes
El Regional
Av. San Martín y Mascardi – San Martín de los Andes
www.elregionalpatagonia.com.ar/inicio.html
Un Bodegón de Montaña
facebook.com/TomasCocineroNeuquino

+info_

www.argentina.tur.ar
facebook.com/viajaportupais
www.valeriaconte.com.ar