Por la ruta del té

Puros, en ‘blends’ o en polvo, como el matcha, la infusión de origen asiático es la más ingerida en todo el mundo. Referencias para empezar a conocer el mundo de esta bebida milenaria en nuestro país.

Txt: Nicolás de la Barrera

Es la segunda bebida de mayor consumo en todo el planeta y, en los últimos años, vive un resurgimiento: el té, detrás del agua potable, es la infusión que cada día conquista más territorios. Las gaseosas, el vino e incluso, el café, que también se encuentra nuevamente en la cresta de la ola, de la mano de los ‘millennials’, no alcanzan a la milenaria hoja del té en el ránking. La tendencia muestra aristas varias: por un lado, un mayor interés por parte de los consumidores en experimentar nuevos sabores. Por otro, una vuelta a consumos antiquísimos, como el matcha, que comenzó como una excentricidad de celebridades de Hollywood y se expandió rápidamente a través de las redes sociales de la mano, también, de sus propiedades beneficiosas para el organismo.

Una introducción rápida al mundo del té puede ser a partir de su origen. Aunque el té inglés es mundialmente famoso, la historia comienza en China. La leyenda dice que el té tal como lo conocemos, proveniente de la planta Camellia sinensis, fue descubierto en el 2737 antes de Cristo por el emperador Shen Nung. Desde ese momento, la India, Turquía, Japón, Pakistán, entre otros países, recibieron -en distintos momentos- los beneficios del té. Por su comercio con India, la infusión llegó a Inglaterra recién en el siglo XVII.

La expansión del té por el mundo trajo distintas formas de disfrutarlo, pero a grandes rasgos, se puede trazar una raya que divide al mundo en dos: el consumo tradicional en Oriente, esto es, del té puro sin aditivos, y el té en su formato Occidental, con agregados para lograr un aroma determinado o mezclas de distintas variedades de hebras.

Matcha con historia

El matcha, que en japonés no significa otra cosa más que té molido, tiene su punto de partida alrededor del año mil, en Japón. Se trata, en rigor, del té verde molido que, hoy en día, suele prepararse con leche, por lo menos en Occidente. A pesar de que actualmente está recubierto de un halo de modernidad, todavía forma parte de la ceremonia del té japonés.

Si se toma un matcha puro (el de alta calidad alcanza los 30 dólares la lata pequeña), el sabor es fuerte y concentrado. Claro está que, al agregarle leche, ese gusto que puede remitir a hierbas o algas quedará aplacado. Pero si en la antigüedad se resaltaba su color verde sirviéndolo en cuencos negros, hoy, como se hace con el café, el arte ‘latte’ (los dibujos en la superficie de la bebida) también se reproduce en esta bebida.

En la cafetería fusión asiática Kyopo, el barista Marcos Recoño usa una brocha de caña de bambú para mezclar el matcha (tres o cuatro cucharadas chiquitas del té) y una cuchara y media de agua caliente. Luego, todo se emulsiona con la leche y el objetivo es que alcance una densidad media, que tenga cremosidad.

Hace un poco más de un año, el matcha de pronto se vio más pedido que de costumbre: actores y otras celebridades de Hollywood eran frecuentemente fotografiados con el té verde con leche. A la novedad, le siguió información acerca de sus propiedades para el bienestar del cuerpo: desde beneficios para adelgazar hasta supuestas cualidades para desintoxicar al organismo. Lo cierto es que se puede calificar como un energizante.

Pero el matcha no se limita solo a la infusión, sino que también puede utilizarse en comidas: postres, pastelería, sopas, galletitas, trufas y también ‘cocktails’ pueden llevar el té verde molido japonés. En el caso de Kyopo, tienen Crème brûlée flameado con matcha.

 

De las montañas chinas a Belgrano

Chen Mei Hsin, oriunda de Taiwán, recibida en tercer nivel de cata en la Universidad de Zhejiang, y Ryan Hollibaugh, de Alaska, crearon Pei Chen Tea Palace, en el barrio de porteño de Belgrano. Allí, entre distintos tipos de teteras y elementos para la ceremonia del té, además de venderse las seis variedades de tés que existen en el planeta, también se puede frenar a tomar uno de ellos, e incluso aprender, en cursos, a hacer una degustación y a catar. A su vez, se aprende la historia y todas las particularidades que aporta Camellia sinensis.

En Pei Chen, también se enseña la ceremonia del té. Como puede ocurrir en Taiwán, Ryan explica que “no se toma de un tazón gigante”, sino que la idea es “tomar muchos cuencos, charlar y compartir, y por ahí picar algo, tal vez alguna masita fina, pero el protagonista es el té”. Además, y después de haber estado en China, a donde va a comprar las hebras que se ofrecen en su confitería-centro cultural, Ryan explica: “En Argentina solemos usar teteras muy grandes y bajamos la temperatura porque estamos acostumbrados a tés de muy mala calidad que se ponen amargos, o se queman”.

En nuestro país, el té empieza, poco a poco, a generar su público, más allá de las inclinaciones por las costumbres replicadas de Inglaterra. Por eso, no es de extrañar que más allá del té verde (no fermentado), el negro y los personalizados (mezclas y ‘blends’), también se encuentren los blancos o amarillos, antioxidantes; el wulong, conocido también como té azul, y el negro de China, que por esta parte del mundo se hace llamar rojo. Sin embargo, sucede que, si bien estos son los seis grupos principales, luego hay un número inmenso de variedades de cada uno.

Lo más alto en ‘blends’

Inés Berton, seguramente, sea la figura más reconocida de nuestro país en relación al té: con sus ‘blends’ llegó al Dalai Lama, Lou Reed e integrantes de las monarquías del mundo. Hebras de té, agua, sensibilidad y paciencia: para Berton representan la fórmula perfecta.

Con más de cien variedades a la venta, Berton ofrece los tés puros y sus mezclas, aunque todo su talento apunta a los ‘blends’, en donde se encuentran las hebras del té con distintas hierbas, flores e ingredientes varios, como cacao, cítricos, miel, almendras, entre muchos otros. Algunos de sus ‘blends’ se pueden tomar en la Paul French Gallery -una ubicación casi íntima y oculta a escasos metros de la transitada Plaza Serrano-, o en la galería Galería Promenade, en la avenida Alvear. Si en el local de la avenida Alvear los consumos apuntan a los clásicos ‘blends’ del té, en Palermo, el público se anima a probar otras formas del té, cuentan desde Tealosophy.

Entre los recomendados (y entre las variedades que más salen) se cuentan el Indian market, a base de Assam (té negro), con canela, cardamomo, jenjibre y pimienta, que recuerda el aroma típico de los mercados indios, repletos de especias. O el Straberry fields, un té verde (verdísimo aclaran en Tealosophy), con frutillas, cerezas y arándanos. Entre los clásicos, y para paladares refinados, el English breakfast es una mezcla de cosechas de India, la isla Ceylon de Sri Lanka y China.

Describir todas las variedades podría sería por demás extenso, ya que hay más de cien ‘blends’ disponibles. Lo importante es saber que hay un abanico amplio de opciones de té: para bajar algunos decibeles, para recuperar energía, para degustar o para, como creen muchos, confraternizar y unir alrededor de unas hebras, una taza y mucho más que una simple tetera.

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kyopogajok.com
peichen.com.ar
tealosophy.com