Encantadoras y discretas

Uno de los grandes desafíos de la arquitectura sigue siendo cómo fundirse con la naturaleza de la manera más sustentable posible. Las ‘minimal cabins’ parecen haber llegado para saldar esta deuda pendiente. Diminutas, amigables con el medioambiente y, en definitiva, irresistibles.

Txt: Laura Piasek Ph: Gentleza arquitectos

Poquísimos metros cuadrados, materiales ecológicos y formas que se funden en el paisaje. Estos son tan solo algunos de los puntos en común que comparten las nuevas ‘cabins’, un tipo de construcción que aboga por encontrar una manera, mucho menos invasiva, de disfrutar del paisaje. Recuperando la esencia de las cabañas de los cazadores de antaño, los arquitectos detrás de estas delicias en miniatura buscan no solo de generar la menor huella posible durante su implantación, sino también hacer que, una vez que se encuentren habitadas, su funcionamiento sea lo más sustentable posible. De ahí se explica que dentro de sus dimensiones minimalistas se intente siempre integrar la mayor cantidad de soluciones creativas para reducir el impacto medioambiental. Funcionales y, a veces, hasta de duración efímera, este tipo de ‘cabins’ apunta a convertirse en el último grito de la arquitectura consciente.

Abrazar el paisaje

Algunas tienen un uso residencial; otras, quedan puestas al servicio del turismo. Pero más allá de su función, en todo momento, los artífices detrás de las ‘cabins’ entienden que lo importante es conectar al habitante o viajero con el entorno, de una manera que solo la arquitectura puede hacer posible.

En el caso puntual del estudio holandés 2by4 -architects, su multipremiada Island House, un micro refugio de 21 metros cuadrados ubicado en un muelle dentro del lago Loosdrechtse Plas, nació a partir de un cliente que buscaba una casa de fin de semana.

La decisión fue contundente: había que encontrar una construcción que no desentonara con el paisaje y que, muy al contrario, se potenciara con el mismo. Para eso, se buscó una propuesta que pudiera ser disfrutada durante todos los meses del año. En verano, esta elegante cabaña celebra la belleza del paisaje a su alrededor y da la posibilidad de abrir por completo una parte de su fachada para poder saltar desde la sala de estar directamente hasta el lago. Pero para los meses más fríos, teniendo en cuenta las nevadas de la zona, logra replegarse (sin desmerecer el entorno que puede seguir apreciándose en todo momento gracias a sus muros de cristal), y centra toda su fuerza en sus logrados espacios interiores.

De ahí que la chimenea se convierta en un detalle que no puede pasar desapercibido. No solo es la encargada de levantar la temperatura de este monoambiente, sino también de articular el ritmo entre todos los espacios que conviven en uno: cocina, living y habitación. Otro detalle no menor es que por su orientación y sus sistemas de ventilación, esta casa tiene la eficiencia energética asegurada.

En un entorno similar, el estudio argentino AToT Arquitectos Todo Terreno también supo cristalizar con su ‘Cabaña Delta’ la filosofía que se desprende de las ‘minimal cabins’. En este caso, el desafío de levantar una vivienda reducida, pero donde la funcionalidad se respirase en cada metro cuadrado, se resolvió pensando en vertical.

Con una superficie de 36 metros cuadrados cubiertos y otros 36 semicubiertos, elevada del suelo por pilares de hormigón para prevenir las crecidas del río, la casa fue proyectada para que pueda ser disfrutada por hasta seis personas. Además de un dormitorio, la cabaña cuenta con un living (capaz de albergar hasta cuatro invitados) y, en el piso más alto, con una terraza, que fue pensada como lugar de encuentro entre todos los habitantes. Una vez más, el impacto medioambiental de esta construcción no fue tomado a la ligera. Teniendo en cuenta las dificultades de acceso que presenta la zona, y por ende lo complicada que resulta la recolección de residuos, los arquitectos al mando decidieron utilizar principalmente metal y madera. Al final de la obra, que duró solo 45 días, un bolsón de arena fue suficiente para recolectar los desechos producidos. El resultado final es una suerte de mirador flotante que dialoga con la naturaleza y que invita al disfrute en clave colectiva.

La calidez como bandera

La Costa de los Esqueletos, ubicada en el desierto de Namibia, África, es considerada como una de las zonas más inhóspitas de la tierra. De hecho, este lugar debe su nombre a los numerosos naufragios que, en otras épocas, se han cobrado sus fuertes olas.

Sin embargo, y a pesar de sus condiciones climáticas adversas, este ha sido el enclave elegido para montar uno de los complejos de ‘cabins’ con conciencia ecológica más famosos del mundo. Hablamos de la ‘Shipwreck Lodge’, una serie de 10 cabañas prefabricadas diseñadas por el estudio Nina Maritz Architects. Tomando como punto de partida la sensación de desolación que transmiten las dunas del lugar atestadas por restos marítimos, las cabañas buscaron resaltar, puertas adentro, toda la calidez que uno no encuentra, a simple vista, en el exterior de las mismas. Por eso, sus dos ambientes (una zona de estar con habitación incluida y un baño, ubicado en la zona de la proa) fueron concebidos para que el huésped consiga encontrar, después de un día de safari o caminatas, un lugar cálido donde refugiarse. El mobiliario, siempre de materiales nobles, y los detalles decorativos, marcados a fuego por los textiles, también fueron seleccionados con esta consigna en mente. En paralelo a las necesidades que presentaban los interiores, los artífices del proyecto fueron conscientes de que, por fuera, la estructura debía ser lo suficientemente sólida como para soportar los vientos y humedad del lugar. La madera de abeto fue, entonces, la elegida para levantar estas cabañas que hacen sentir a quienes se hospedan, como si estuvieran realmente en altamar.

Vale destacar también que el ‘confort’ que se esperaba de estas ‘cabins’ no estuvo en ningún momento reñido con otra de las premisas que sus arquitectos recibieron antes de empezar a construir: reducir al máximo la huella medioambiental y lograr que, dentro de 25 años -cuando la concesión hotelera llegue a su fin-, puedan ser desmontadas sin generar desechos.

Tomek Michalski, un galardonado diseñador industrial polonés, es otro de los que invita a reflexionar sobre las posibilidades que abre la arquitectura minimalista cuando lo que se busca es un diálogo sin intermediarios con el paisaje. Forest Cabin, el proyecto 3D que lo ha puesto en boca de todos allá por 2015 cuando todavía era estudiante, nunca fue construido. Sin embargo, su multipremiada propuesta llegó a tomar tal repercusión que al día de hoy sigue siendo considerado una de las referencias obligadas para los amantes de este tipo de construcciones austeras. En su caso, el proyecto fue pensado para levantarse en medio de un bosque apacible, y bajo la consigna de modificar lo menos posible a la fauna y flora del lugar.

Por fuera, la acentuada forma geométrica de la Forest Cabin y su material negro de carácter futurista, enseguida invitan a querer descubrirla. Esta cabaña de ensueño cuenta con dos pisos y una capacidad de hasta tres personas. En el de abajo, un gran ventanal y paredes de madera contrachapada alcanzan para darle vida a este único espacio donde se encuentra la sala de estar, la cocina y el baño. Con un mobiliario logrado a partir del mismo material, el diseñador consigue darle a este ambiente de pequeñas dimensiones un toque acogedor irresistible. Subiendo a la planta alta se llega a la única habitación, donde una ventana triangular de amplias dimensiones se encarga de recordarnos, una vez más, que estamos en el medio de la nada. Los amantes de la meditación encontrarán en este proyecto de casa todo lo necesario para conectar con sí mismos, pero al mismo tiempo con el verde que los rodea.

Sea cual sea el uso que adquieran, estas ‘tiny cabins’ han llegado para enseñarnos que, cuando de levantar cimientos en medio de la naturaleza se trata, la frase del padre de la arquitectura moderna “menos es más” nunca había venido tan a cuento. Levantando la bandera de la austeridad, las mentes detrás de los nuevos refugios del siglo XXI saben que cuando los metros cuadrados son pocos, la inventiva debe multiplicarse. Y las ventanas, para lograr esta anhelada fusión con el entorno, también.

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