Andrea de Luigi es psicóloga, pero cambió el diván por el taller cuando descubrió que el arte también es una forma de ayudar al otro. Los colores son protaginistas indiscutibles de sus cuadros, y le valieron el reconocimiento de figuras como Ernesto Sábato y Rafael Squirru. En esa nota, adelanta detalles de su nueva serie y repasa su carrera como artista y docente.
Txt: Catalina Pelman Ph: Gentileza artista
Andrea de Luigi se acercó al arte desde muy pequeña, de la mano de su madre -artista plástica y ceramista- como mentora. Mientras estudiaba Psicología en la Universidad de Buenos Aires, tomaba clases en los talleres de Kenneth Kemble, Guillermo Roux y Atilio Laguzzi, que le brindaron una formación integral y le dieron la libertad de ir definiendo su propia identidad como artista.
Para ella, el arte es la forma de expresar sus emociones y el taller es su lugar preferido en el mundo. La obra de De Luigi se destaca por la presencia de colores intensos y saturados, la fragmentación de las figuras o del fondo y el uso de texturas visuales con pinceles, rodillos y ‘stencils’ aplicados con acrílicos y tintas sobre tela o madera.
Pronto inaugura la exposición de su nueva serie “Pasajeros, instantes de un viaje”, en la que trabajó dos años y en la cual muestra, por primera vez, cuadros con figuras humanas. Mientras tanto, sigue dictando clases en su taller y participando de actividades solidarias.
¿Qué cosas de la Andrea psicóloga se mezclan con tu faceta artística?
Una de las razones primordiales por las que estudié Psicología, si no la más importante, fue el deseo de poder ayudar a que el otro se sintiera mejor. Ahora es en mi taller en donde trato de hacerlo. Deseo que la persona que viene, además de aprender una técnica, se sienta bien. Pero no solo durante las horas que está acá, pintando, sino que la experiencia de taller le signifique un cambio positivo en su vida.
¿Qué tienen en común y en qué se diferencian el arte y la psicología?
El taller puede ser bastante similar a una terapia psicológica. Es muy terapéutico volcar nuestro mundo interior, sacarlo, tomar conciencia y hablar de ello. Es terapéutico también el grupo de taller, hablar de las cosas que nos importan, o de cosas sin importancia, hacer nuevos amigos. Hay integrantes del taller que vienen desde hace más de 10 años, no solo por lo que puedan aprender, sino porque les hace bien, porque se reúnen con amigos. Debido a este interés por combinar las dos actividades, estudié arteterapia.
¿Qué te inspira?
¡Me inspiran tantas cosas! Fundamentalmente me atraen los colores y las formas. Generalmente son cosas de la vida cotidiana, en el mundo exterior o en fotos. Voy armando carpetas con callages voy guardando carpetas con imágenes, hago ‘collages’ y bocetos. Con ese material empiezo una nueva obra. Entrar a mi taller siempre significa inspiración.
¿Cómo es tu rutina en el taller?
Me levanto temprano todos los días y subo al taller, que está en mi misma casa. Es un espacio amplio y muy luminoso, que invita a crear. De lunes a miércoles tengo numerosos talleres con alumnos de la mañana a la noche. Circula mucha gente, hay movimiento, música, charlas, risas. Un ambiente de bienestar, de creatividad y de amistad. De jueves a domingo, el taller vuelve a ser solo mío. El clima es otro: felicidad intensa y silenciosa. Trabajo en mis cuadros de la mañana a la noche. Para pintar me gusta la música tranquila, pero los días de tormenta, ver y escuchar la lluvia es mi mayor inspiración.
¿Cómo te auto-definís en tu faceta de artista?
Yo me siento esencialmente artista, siempre. Creo que se debe a que, siendo mi mamá artista, yo aprendí a ver y a experimentar el mundo con una mirada y sensibilidad particular. En la vida cotidiana, me atraen continuamente las formas y los colores, las producciones creativas, lo estético, lo original y personal. No me pasa que cierro la puerta del taller y soy otra Andrea.
¿Qué significa pintar para vos?
Por un lado, es una necesidad, porque si no pinto durante un tiempo, me siento mal. Por otro, es generador de todo tipo de emociones: alegría, ansiedad, interés, frustración, pero fundamentalmente -y la mayoría del tiempo- felicidad y paz. En mi caso coinciden el trabajo y el placer. Vivo de esto, necesito hacerlo. Pero si no lo necesitara, ¡lo haría igual!
¿Qué es lo mejor que te dio esta profesión?
Me dio y me da alegría en la vida cotidiana, porque amo lo que hago. Soy de las personas privilegiadas que se levantan a la mañana deseosas de empezar a trabajar. Me dio también una fuente de trabajo, una forma de mantenerme económicamente. Y también un sentido de identidad y de propósito, ya que a través de la cualidad de artista me defino y proyecto mi vida.
¿Cómo evaluás tu carrera hasta el día de hoy?
Creo que mi trabajo de artista, así como el de docente de arte, fue creciendo progresivamente. El taller está en un momento de plenitud, de ebullición. Hay una energía creativa y expansiva impresionante. Los artistas del taller están desarrollándose, mostrando y vendiendo su obra acá y en el exterior. Estamos muy emocionados porque este mes inauguramos en Miami nuestra primera muestra con artistas del taller. Mi carrera personal también se encuentra en un punto de plenitud, porque pronto inauguro una nueva muestra en el Museo Lucy Mattos, y sigo trabajando con la Shayne Gallery de Montréal y L’Attitude Gallery de Boston. Además, estoy en conversaciones con otras galerías locales y del exterior porque me interesa que mis cuadros circulen y me divierte viajar para mostrar mi obra.
¿Cómo describirías a esta nueva serie?
Durante los últimos dos años trabajé en esta nueva serie: “Pasajeros, instantes de un viaje”. Pasajeros de la vida, cada uno embarcado en un viaje íntimo, individual y silencioso. Busqué captar esa unicidad, a ese individuo que transita acompañado, pero al mismo tiempo está solo en este camino. Un viaje que no es predecible, que no siempre es suave y armonioso. Un viaje fragmentado, pero intenso y lleno de color. Técnicamente no hay modificación con respecto a mi obra anterior, lo que cambia es el tema. Por primera vez expongo obras con figuras humanas, a pesar de haberlas trabajado antes. Siempre digo que uno pinta lo que puede y no lo que quiere, ya que la obra verdaderamente auténtica no es racional ni voluntaria. Probablemente hay una razón personal para plasmar estas figuras.
¿Qué lugar ocupa el color en tus obras?
El color es el elemento básico en mis cuadros. Es fuente de inspiración y es objeto de interés y de placer al trabajarlo. Es, sin duda, la característica que más me define. Así lo han señalado también los críticos, como Rafael Squirru, que me describió como “una impactante colorista” o Ernesto Sábato, que destacó “el vigor” de mi paleta.
¿Qué es el arte?
El arte, para mí, es toda forma de expresión humana de carácter creativo. Creo que un artista tiene que sentir un gran placer y hasta la necesidad de crear. Poseer una sensibilidad especial para percibir el mundo, sensibilidad a determinados estímulos que inspirarán y enriquecerán su obra. Tiene que dominar la técnica, para poder expresarse con autenticidad. También debe mirar mucho, conocer sobre arte para enriquecerse, pero no para copiar, porque el objetivo es ser original y creativo. Es fundamental saber escuchar una crítica constructiva, pero prescindir de la aprobación externa. Siempre ayudan la capacidad de trabajo, de esforzarse, la organización y la paciencia.
¿Por qué te gusta enseñar?
Me encanta enseñar como una forma de tratar de ayudar a otro para lograr algo y sentirse mejor. El taller es un lugar esencialmente práctico, pero yo sentía que a los artistas del taller los enriquecería mucho tener más conocimientos de la historia del arte o de aspectos teóricos de la pintura. Po eso, este año incorporamos un “micro teórico” para complementar su formación. También organizamos seminarios, talleres especiales y eventos para niños, que bautizamos “Pintaparty”.
¿Por qué creés que es importante el desarrollo de las habilidades artísticas en los niños?
En primer lugar, los ayuda a expresar su mundo interior, sus emociones y sensaciones. Desarrolla su percepción y su sensibilidad hacia el mundo que los rodea, y potencia sus capacidades intelectuales porque estimula ambos hemisferios cerebrales. También optimiza la coordinación visomotora, la motricidad fina y gruesa, y favorece la concentración y la comunicación con los otros. El arte enseña a tener metas y trabajar para lograrlas, a pensar creativamente, a resolver problemas; a desarrollar la confianza y la autoestima.
Con respecto a las nuevas tecnologías, de Luigi asegura que constituyen “desafíos, estímulos para la creatividad” del artista. Además, entiende que Internet es “una herramienta fantástica para conocer sobre arte, para crear y difundir”. Sin embargo, cree que el objetivo no cambia: “Sea con las herramientas clásicas o modernas de expresión, el desafío es el mismo: desarrollar la creatividad, impulsar la originalidad y autenticidad de la obra.”